sábado, 6 de agosto de 2011

I SAMUEL 17: Guerra entre Campeones


EL ENEMIGO LOS PROVOCA
Pasaron varios años desde la derrota de los filisteos.  Pero éstos recuperaron el valor, y volvieron a provocar a Israel a pelear, invadiendo su territorio.  Los filisteos habitaban en la costa, pero comenzaron a subir hacia las montañas, donde vivían los israelitas.
(I Sam. 17:1) Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, y se concentraron en Soco, que pertenece a Judá; y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. 

Ante tal amenaza, Israel se puso a la defensiva.
(I Sam. 17:2-3)  Y Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla para enfrentarse a los filisteos. (3)  Los filisteos estaban a un lado del monte, e Israel estaba al otro lado del monte, y entre ellos, el valle. 

El ejército israelita y el filisteo estaban frente a frente; lo único que los separaba era un valle.  Sin embargo, los filisteos no atacaron, ya que tenían otro plan que no requeriría el derramamiento de tanta sangre.  La propuesta de los filisteos era que sólo dos hombres pelearan, en lugar de los ejércitos.  Esa “lucha libre” definiría cuál de los dos pueblos se llevaría la victoria, lo cual implicaba que el perdedor se convertiría en siervo del ganador.

El problema de tal propuesta es que los filisteos contaban con un gigante, que sería su paladín. 
(I Sam. 17:4-7)  Entonces de los ejércitos de los filisteos salió un campeón llamado Goliat, de Gat, cuya altura era de seis codos y un palmo.  (5)  Tenía un yelmo de bronce sobre la cabeza y llevaba una cota de malla, y el peso de la cota era de cinco mil siclos de bronce.  (6)  Tenía también grebas de bronce en las piernas y una jabalina de bronce colgada entre los hombros.  (7)  El asta de su lanza era como un rodillo de telar y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro; y su escudero iba delante de él. 

Goliat era un gigante que medía más de tres metros.  No sólo lo distinguía su estatura, sino también su armadura, la cual parecía impenetrable.  A ojos de todos, parecía invencible. 


LUCHA ENTRE “CAMPEONES”
La traducción en español describe a Goliat como “campeón”, pero en hebreo literalmente dice: “hombre entre dos pueblos”.  Es la expresión que se usaba para referirse a la persona designada a pelear un duelo en nombre de una nación.  El hombre que ganara el duelo determinaría qué nación saldría vencedora. 
(I Samuel 17:8-10)  Y Goliat se paró y gritó a las filas de Israel, diciéndoles: ¿Para qué habéis salido a poneros en orden de batalla? ¿Acaso no soy yo filisteo y vosotros siervos de Saúl? Escogeos un hombre y que venga contra mí.  (9)  Si es capaz de pelear conmigo y matarme, entonces seremos vuestros siervos; pero si yo lo venzo y lo mato, entonces seréis nuestros siervos y nos serviréis.  (10)  De nuevo el filisteo dijo: Hoy desafío a las filas de Israel; dadme un hombre para que luchemos mano a mano. 

Goliat era el designado de los filisteos.  Pero, ¿quién sería el “campeón” de Israel?  Lo lógico hubiera sido Saúl, quien era el hombre más alto de todo Israel.  Pero él era el rey, y no podían perderlo.  Además, tenía miedo. 

¿Quién iría en su lugar?  Nadie se atrevía.  La estrategia de los filisteos estaba funcionando, ya que tenía a todo el ejército de Israel atemorizado.
(I Samuel 17:11)  Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, se acobardaron y tuvieron gran temor. 

Cuando se tiene miedo, uno no puede pensar bien, y las decisiones se toman por emoción, no por razón.  El miedo lo lleva a uno a paralizarse y lo inhabilita a actuar. 

Esto también puede sucedernos el día de hoy. Si nos dejamos invadir por el miedo ante las circunstancias negativas, no podremos encontrar la salida al problema.  El miedo ciega y paraliza, mientras que la fe nos ayuda a ver la situación con ojos espirituales y así encontrar la solución.

Viendo el miedo de los israelitas, Goliat se burló de ellos.  Todo el ejército de Israel temblaba, excepto un joven…David.

DAVID
La Biblia ya había presentado a David como el ungido para ser el próximo rey de Israel.  Pero ese acto de unción fue sólo profético en ese momento, ya que David siguió su vida en una forma normal.  Él seguía siendo pastor de las ovejas de su padre.  Lo más cerca que había llegado al palacio era como siervo del rey, como músico.  Por lo demás, la vida seguía igual. 
(I Sam. 17:12-15)  David era hijo del efrateo de Belén de Judá, llamado Isaí, y éste tenía ocho hijos. Isaí en los días de Saúl era ya viejo, avanzado en años entre los hombres.  (13)  Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido con Saúl a la guerra. Los nombres de los tres hijos que fueron a la guerra eran: Eliab, el primogénito, Abinadab, el segundo, y Sama, el tercero.  (14)  David era el menor. Los tres mayores siguieron, pues, a Saúl,  (15)  pero David iba y venía de donde estaba Saúl a Belén para apacentar el rebaño de su padre. 

Pero la vida de David estaba a punto de cambiar.  En una de sus idas y venidas, David presenció algo que no lo dejó tranquilo.
(I Sam. 17:16-21)  Durante cuarenta días el filisteo vino mañana y tarde, presentándose en desafío.  (17)  Y dijo Isaí a su hijo David: Lleva ahora a tus hermanos un efa de grano tostado y estos diez panes, y corre al campamento a donde están tus hermanos.  (18)  Lleva también estos diez quesos al comandante de los mil, y mira a ver cómo están tus hermanos y trae noticias de ellos.  (19)  Pues Saúl y ellos y todos los hombres de Israel están en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.  (20)  Y se levantó David muy de mañana, dejó el rebaño con un guarda, y tomando las provisiones, se fue como Isaí le había mandado. Llegó al perímetro del campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, lanzando el grito de guerra.  (21)  E Israel y los filisteos se pusieron en orden de batalla, ejército contra ejército. 

Cualquiera hubiera dicho que llegó en el momento menos adecuado, cuando una guerra estaba a punto de estallar.  Pero esto, en lugar de asustar a David, lo impulsó a la acción. 
(I Sam. 17:22)  Entonces David dejó su carga al cuidado del que guardaba el bagaje y corrió a la línea de combate y entró a saludar a sus hermanos.  (23)  Mientras hablaba con ellos, he aquí, el campeón, el filisteo de Gat llamado Goliat, subió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y David las oyó. 

David se indignó al oír el desafío de Goliat.  Pero lo que más le extrañó es que nadie hiciera nada. 
(I Sam. 17:24-26)  Cuando todos los hombres de Israel vieron al hombre, huyeron de él, y tenían gran temor.  (25)  Y los hombres de Israel decían: ¿Habéis visto a ese hombre que sube? Ciertamente sube para desafiar a Israel. El rey colmará con grandes riquezas al que lo mate, le dará su hija y hará libre en Israel a la casa de su padre.  (26) Entonces David habló a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán por el hombre que mate a este filisteo y quite el oprobio de Israel? ¿Quién es este filisteo incircunciso para desafiar a los escuadrones del Dios viviente? 

Todos los soldados de Israel tenían miedo…sólo David sintió indignación.  Los demás tenían miedo porque estaban pensando en salvar su propio pellejo, pero David estaba indignado porque el enemigo se estaba burlando del Dios de Israel. 

De la boca de todos los israelitas salían confesiones de miedo y zozobra.  Las confesiones negativas nos llevan al miedo y la desesperanza.  Por el contrario, David vio más allá de las circunstancias, y habló la verdad espiritual, lo cual hizo que su fe se incrementara.

LA ARMADURA DE DIOS
Ya mencionamos que el miedo paraliza…pero también nos desarma.  Aunque uno tenga armas, el miedo nos lleva a botarlas.  Por eso, Israel no podía pelear contra el enemigo, pues estaban aterrados. 

David sabía que el enemigo estaba bien armado, mejor que ninguno en Israel; pero él también sabía que hay armas mejores que las hechas por el hombre. 

Esto mismo nos enseña Pablo.
(Efesios 6:11-13) Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo;  (12)  porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales en las alturas.  (13)  Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 

¿Cuáles son estas armas espirituales?
(Efesios 6:14-17)  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la coraza de justicia;  (15)  y calzados vuestros pies con el apresto del evangelio de paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno;  (17)  y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

En resumen, éstas son: la verdad, la justicia, la paz, la fe, la salvación y la Palabra de Dios (tanto la escrita como la revelada).  [La armadura de Dios merece un estudio entero dedicado al tema, pero será en otra ocasión…]

A David trataron de darle armas humanas, las cuales probaron ser ineficaces.   De la misma manera, si tratamos de vencer a los enemigos espirituales con armas naturales, nos daremos cuenta que no sirven de nada, o peor aún, tal vez se vuelvan obstáculos.
(I Sam. 17:38-40)  Saúl vistió a David con sus ropas militares, le puso un yelmo de bronce en la cabeza y lo cubrió con una armadura.  (39)  David se ciñó la espada sobre sus ropas militares y trató de caminar, pues no se las había probado antes. Entonces David dijo a Saúl: No puedo caminar con esto, pues no tengo experiencia con ellas. David se las quitó,  (40)  y tomando su cayado en la mano, escogió del arroyo cinco piedras lisas y las puso en el saco de pastor que traía, en el zurrón, y con la honda en la mano se acercó al filisteo. 

Podemos pelear con nuestras propias fuerzas, o podemos pelear con armas espirituales.  ¡No es difícil saber cuál es la mejor opción!  David simplemente tomó lo que Dios le puso enfrente: su cayado, piedras del río y su honda.  Esas armas eran insignificantes en comparación a las que tenía el enemigo, pero eso no lo desanimó, pues David sabía que Dios estaba con él. 

No hay problema más grande que Dios.  Si el Señor está con nosotros, ¿quién contra nosotros?  (Rom. 8:31).

Esta no iba a ser la primera batalla de David.  Él ya había peleado contra fieras más fuertes que él, y el Señor le había ayudado a vencerlas (I Sam. 17:34-37).  Sin embargo, la confianza de David no estaba puesta en sus propias fuerzas ni basada en victorias pasadas, sino en el Señor.  Él sabía que el Señor no permitiría que se burlaran de Él. 
(I Sam. 17:36-37)  Tu siervo ha matado tanto al león como al oso; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.  (37)  Y David añadió: El SEÑOR, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de la mano de este filisteo. Y Saúl dijo a David: Ve, y que el SEÑOR sea contigo. 

Dios permite que pasemos por batallas pequeñas en la vida para prepararnos para vencer a “los gigantes” el día en que éstos aparezcan.

ENFRENTAMIENTO
Ningún hombre ni soldado en Israel se atrevió a hacerle frente a Goliat, sólo un jovencito.  David no iba armado con espada ni escudo de metal.  Simplemente llevaba las armas de un pastor.
(I Sam. 17:41-44)  El filisteo vino, y se fue acercando a David, con su escudero delante de él.  (42)  Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco porque era un muchacho, rubio y bien parecido.  (43)  Y el filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus dioses.  (44)  También dijo el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo. 

¿Cuál fue la reacción de David ante tal afrenta? 
(I Sam. 17:45)  Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SEÑOR de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.  (46)  El SEÑOR te entregará hoy en mis manos, y yo te derribaré y te cortaré la cabeza. Y daré hoy los cadáveres del ejército de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, para que toda la tierra sepa que hay Dios en Israel,  (47)  y para que sepa toda esta asamblea que el SEÑOR no libra ni con espada ni con lanza; porque la batalla es del SEÑOR y El os entregará en nuestras manos. 

David conocía sus armas espirituales; pero sobre todo, sabía que detrás de él estaba el Señor de los ejércitos.  David confiaba en Dios por completo, y lo podía hacer porque conocía a Dios.  ¿Acaso se puede confiar en alguien a quien uno no conoce?

Frente a frente con el gigante, David no se dejó atemorizar.  En lugar de huir, como lo hubiera hecho otro, David salió corriendo a enfrentar al enemigo. 
(I Sam. 17:48)  Sucedió que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando para enfrentarse a David, éste corrió rápidamente hacia el frente de batalla para enfrentarse al filisteo. 

¿No hemos tenido que enfrentar en la vida problemas que parecen insuperables?  Se levantan como gigantes invencibles que nos llenan de miedo y desesperanza.  Pero lo que humanamente parece imposible, para Dios no es un problema, porque no hay nada imposible para Él (Jer. 32:17).  En lugar de huir de los problemas, debemos enfrentarlos, con la ayuda de Dios.

La batalla duró poco.  David no hizo una gran hazaña ni diseñó una gran estrategia.  Simplemente hizo lo que tenía a la mano, confiando que el Señor haría el resto. 
(I Sam. 17:49-50)  David metió la mano en su saco, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda, e hirió al filisteo en la frente. La piedra se hundió en su frente y Goliat cayó a tierra sobre su rostro.  (50)  Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, e hirió al filisteo y lo mató; mas no había espada en la mano de David. 

Lo que comenzó, David lo terminó. No sólo hirió al enemigo, sino que le cortó la cabeza.  Sólo hasta entonces salieron corriendo todo el ejército enemigo.  Cuando uno corta el mal de su vida, no sólo debemos cortar el fruto, sino arrancarlo de raíz. 
(I Sam. 17:51)  Entonces David corrió y se puso sobre el filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron que su campeón estaba muerto, huyeron. 

Esta victoria abrió las puertas para que los demás israelitas tomaran coraje y vencieran ellos también al enemigo. 
(I Sam. 17:52-53)  Y levantándose los hombres de Israel y de Judá, gritaron y persiguieron a los filisteos hasta el valle y hasta las puertas de Ecrón. Los filisteos muertos yacían a lo largo del camino a Saaraim, aun hasta Gat y Ecrón.  (53)  Regresaron los hijos de Israel de perseguir a los filisteos y saquearon sus campamentos. 

De ser un desconocido, David se convirtió de un momento al otro en un héroe nacional.  Lo curioso es que ni siquiera Saúl sabía quién era, a pesar que David había llegado a su casa a tocarle el arpa para calmarlo. 
(I Sam. 17:55)  Cuando Saúl vio a David salir contra el filisteo, dijo a Abner, el comandante del ejército: Abner, ¿de quién es hijo este joven? Y Abner dijo: Por tu vida, oh rey, no sé.  (56)  Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo el joven.  (57)  Cuando regresó David de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó ante Saúl, con la cabeza del filisteo en su mano.  (58)  Y Saúl le dijo: Joven, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí el de Belén.

La vida de David estaba a punto de cambiar para siempre...

jueves, 14 de julio de 2011

I SAMUEL 16: Un Rey Elegido por Dios

Dado que Saúl había decidido seguir por su propio camino en lugar de someterse a Dios, él se quedó sin el apoyo de Dios ni del profeta Samuel.


Samuel quedó muy triste por eso.  Pero un día, Dios le dijo que era hora que se sacudiera esa tristeza y mirara al futuro…
(I Sam. 16:1) Y Jehová dijo a Samuel: ¿Hasta cuándo has tú de llorar por Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven; yo te enviaré a Isaí, de Belén; porque de sus hijos me he provisto de rey. 

EL FUTURO REY DE ISRAEL
Mientras el reino de Saúl iba decayendo, Dios estaba levantando a otro hombre que se convertiría en el nuevo rey de Israel.  

Éstas eran buenas noticias, pero había algo que le preocupaba a Samuel.
(I Sam. 16:2-3)  Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo entendiere, me matará. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: He venido para ofrecer sacrificio a Jehová.  (3)  Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te diga. 

El próximo rey de Israel vendría de Belén, en Judá, de la familia de Isaí.  Samuel ya sabía a dónde ir, pero debía hacerlo con cautela.  El profeta era alguien famoso en todo Israel, y su visita no pasaría desapercibida.  Belén era un pueblo pequeño, al cual el profeta no solía visitar.  Por lo tanto, la gente se preguntaría a qué se debía el honor de su visita.  
(I Sam. 16:4-5)  Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová: y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?  (5)  Y él respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.

El pueblo se enteró que Samuel llegó a Belén a hacer un sacrificio, pero sólo Samuel y la familia de Isaí sabrían la razón de fondo.  El sacrificio serviría para santificar a Isaí y sus hijos, lo cual los prepararía para recibir la gran comisión.

MÁS QUE LA APARIENCIA
Uno puede imaginarse que Samuel comenzó a observar a los hijos de Isaí, y se preguntaba cuál de ellos sería el elegido.  La opción más lógica sería el primogénito.
(I Sam. 16:6)  Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido.  (7)  Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo he rechazado; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; porque el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 

El ser humano tiende a juzgar por las apariencias, porque eso es lo que vemos a primera vista.  Pero Dios nos enseña a ver más allá, tal como Él lo hace.
(Proverbios 31:30)  Engañosa es la gracia, y vana la hermosura: La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.

[Este principio aplica tanto a mujeres como a hombres].

Dios no escoge basado en la belleza ni en la inteligencia.  Lo que Él busca es a alguien que tenga temor de Dios porque eso lo llevará a la obediencia.  Él dijo: “Obediencia quiero, no sacrificios”.
(Salmo 147:10-11)  No toma contentamiento en la fortaleza del caballo, ni se complace en las piernas fuertes del hombre.  (11)  Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia.

El primer rey de Israel había sido escogido por su apariencia, pues esto era lo que buscaba el pueblo.  Saúl era bien parecido y el hombre más alto de Israel, pero en el fondo era cobarde y buscaba más la opinión de los hombres que la de Dios.  Pero en esta ocasión, Dios sería quien elegiría al rey.    
(Hechos 13:21-22)  Entonces ellos pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.  (22)  Después de quitarlo, les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad. 

Samuel fue llamando uno a uno a los hijos de Isaí, buscando al elegido…
(I Samuel 16:8-10)  Entonces llamó Isaí a Abinadab, y le hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Ni a éste ha elegido Jehová.  (9)  Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová.  (10)  E hizo pasar Isaí a siete de sus hijos delante de Samuel; mas Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. 

Seguramente Samuel se estaba preguntando qué estaba pasado.  Él había oído claramente que el elegido era un hijo de Isaí…entonces, debía haber otro.
(I Samuel 16:11)  Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Están aquí todos tus hijos? Y él respondió: Aún queda el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. 

¿Por qué Isaí no había llevado ante el profeta a su hijo menor?  Unos comentaristas explican que la razón era porque David era hijo de otra mujer.  Eso explica la razón por la que él no estaba presente con sus hermanos en la importante visita del profeta.  También explica por qué en un salmo él dijo haber sido concebido en pecado (Sal. 51:5).  No importa de dónde vengamos ni qué hagamos, el Señor nos puede usar si tenemos una buena disposición.
David tenía una buena apariencia física, pero no por eso fue elegido.  Su corazón era aún más bello que su exterior. Sobre todo, él estaba dispuesto a hacer todo lo que Dios le dijera, y eso cuenta por todo. Dios no llama a los “preparados”, sino que prepara a los llamados. 
(I Samuel 16:12-13)  Envió, pues, por él, y lo hizo entrar; el cual era rubio, de hermoso parecer y de bello aspecto. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es.  (13)  Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió de entre sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá. 

Mientras que el Espíritu de Dios vino sobre David, Éste se apartó de Saúl.  En su lugar, vino un espíritu malo sobre el rey.
(I Samuel 16:14)  Y el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.

Dado que el espíritu malo atormentaba a Saúl, sus siervos buscaron la forma de calmarlo.
(I Samuel 16:15)  Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, que el espíritu malo de parte de Dios te atormenta.  (16)  Diga ahora nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen un hombre que sepa tocar el arpa; y sucederá que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él tocará con su mano y tendrás alivio.  (17)  Y Saúl respondió a sus criados: Provéanme ahora un hombre que toque bien, y traédmelo.  (18)  Entonces uno de los criados respondió, diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén que sabe tocar; es valiente y vigoroso, hombre de guerra, prudente en sus palabras, hermoso, y Jehová está con él.  (19)  Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas. 

SE CRUZAN LOS CAMINOS DE LOS UNGIDOS
¿Quién iba a decir que estos dos hombres ungidos se unirían de esta manera?  Dios obra así, de una forma milagrosa y misteriosa.
(I Samuel 16:20-23)  Y tomó Isaí un asno cargado de pan, y un odre de vino y un cabrito, y los envió a Saúl por mano de David su hijo.  (21)  Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él: y él le amó mucho, y fue hecho su escudero.  (22)  Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo; porque ha hallado gracia en mis ojos.  (23)  Y sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa, y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio, y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

La realidad es que el arpa era sólo una “curita” para el problema de Saúl.  La verdadera medicina era el arrepentimiento.  Pero él nunca lo hizo.  Por eso, él vivió atormentado para el resto de sus días.

La música de David sólo traía un alivio temporal, pero le dio la oportunidad a David de ver de cerca lo que es el gobierno de un reino.  Esa experiencia lo preparó a él.

Tal vez Isaí creyó que con la invitación de David al palacio real se le estaban abriendo las puertas para que la promesa se cumpliera. Lo que no sabía era que las cosas se iban a complicar antes de alcanzar el cumplimiento.  Al principio, David halló gracia, pero después esa misma gracia despertará envidia y por ello será perseguido.  Sin embargo, todo esto tiene un propósito, ya que preparó a David para ser un buen rey. 

¿No es así como suele suceder?  Tan importante como alcanzar la meta es lo que aprendemos en el camino.

sábado, 9 de julio de 2011

I SAMUEL 15: Obediencia, no Sacrificios


AMALEC: ENEMIGO DE ISRAEL
Cuando los israelitas viajaban por el desierto en camino a la Tierra Prometida, sólo un pueblo se levantó en contra de Israel:  los amalecitas. Ellos atacaron por la retaguardia a los más débiles, pero Dios dio la victoria a Israel (Exo. 17:8-13).  En ese momento, Dios dijo que no olvidaría ese ataque no justificado contra Su pueblo, por lo tanto decretaba enemistad eterna contra Amalec y su descendencia. En ese momento no los perseguirían para acabar con ellos, pero llegaría el día en que borrarían su memoria. 
(Éxodo 17:14-16)  Entonces dijo el SEÑOR a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo.  (15)  Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El SEÑOR es mi Estandarte,  (16)  y dijo: El SEÑOR lo ha jurado; el SEÑOR hará guerra contra Amalec de generación en generación.

(Deuteronomio 25:17-19)  Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto,  (18)  cómo te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando tú estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios.  (19)  Por tanto, sucederá que cuando el SEÑOR tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides.

Ninguno de los pueblos de la región se atrevieron a tocar a Israel, porque habían oído de lo que Dios había hecho con ellos.  Todos tuvieron temor de Dios, excepto Amalec. 


LLEGÓ EL DÍA
El día de tratar con Amalec llegó cuando Israel tuvo su primer rey.  Fue exactamente después que Saúl triunfara sobre sus enemigos (14:47). 
(I Samuel 15:1-3)  Samuel dijo a Saúl: El SEÑOR me envió a que te ungiera por rey sobre su pueblo, sobre Israel; ahora pues, está atento a las palabras del SEÑOR.  (2)  Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto.  (3)  Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos.

Saúl atendió el llamado, y convocó al pueblo para formar un ejército encargado de acabar con los amalecitas.
(I Samuel 15:4-5)  Entonces Saúl convocó al pueblo, y los contó en Telaim: doscientos mil soldados de a pie, y diez mil hombres de Judá.  (5)  Saúl fue a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. 

Estando a punto de atacar a los amalecitas, Saúl se dio cuenta que había un problema: junto a ellos vivía otro pueblo con quienes no tenían conflicto.  Estos eran los ceneos.  Para darles la oportunidad de salvarse, Saúl les envió un mensaje.
(I Samuel 15:6)  Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos, descended de entre los amalecitas, para que no os destruya con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Y los ceneos se apartaron de entre los amalecitas. 

Cuando los ceneos se quitaron de en medio, Saúl tuvo el campo abierto para atacar a los amalecitas. Lamentablemente, no siguió con exactitud las instrucciones que Dios le dio a través del profeta Samuel.
(I Samuel 15:7-9)  Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila en dirección a Shur, que está al oriente de Egipto.  (8)  Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada.  (9)  Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente. 

OBEDIENCIA A MEDIAS
Las instrucciones que Dios le había enviado a Saúl habían sido claras: ¡Destruye TODO!  Pero no lo hizo así.  Saúl se creyó más justo y más inteligente que Dios…y eso le costó muy caro, como veremos más adelante. 

A Dios no se le pasa nada por alto.  No podemos complacerlo con una “obediencia a medias”, ya que para Él eso equivale a desobedecer. Dios vio lo que hizo Saúl, y se lo hizo saber a Samuel. 
(I Samuel 15:10-11)  Entonces vino la palabra del SEÑOR a Samuel, diciendo:  (11)  Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al SEÑOR toda la noche. 

Samuel se consternó al oír las palabras de Dios.  Preocupado por Saúl, decidió salir a buscarlo.  El profeta no sabía los detalles, pero se fue enterando en el camino.
(I Samuel 15:12)  Y se levantó Samuel muy de mañana para ir al encuentro de Saúl; y se le dio aviso a Samuel, diciendo: Saúl se ha ido a Carmel, y he aquí que ha levantado un monumento para sí, y dando la vuelta, ha seguido adelante bajando a Gilgal. 

Cuando uno cambia el orden de Dios por aquello que uno cree que es mejor, uno termina haciendo un ídolo de uno mismo.  Eso fue lo que le sucedió a Saúl.  Se creyó tan “bueno” que edificó un monumento para levantar su nombre.

¡Cómo nos podemos engañar a nosotros mismos!  Saúl no creía haber hecho nada malo.  Él había cumplido con el 90% de su misión, pero no reconoció que con haber guardado al rey y a lo elegido del ganado estaba desobedeciendo a Dios. 
(I Samuel 15:13-15)  Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del SEÑOR! He cumplido el mandamiento del SEÑOR.  (14)  Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?  (15)  Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al SEÑOR tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo. 

Hay un refrán popular que dice: “Es mejor pedir disculpas que pedir permiso”.  Éste definitivamente no es un proverbio bíblico.  Pero Saúl se lo creyó.  Él no obedeció al pie de la letra la orden de Dios, sino que decidió ser “creativo”.  Él pensó que su idea era mejor que la de Dios, y decidió implementarla, creyendo que si ofrendaba a Dios parte del botín calmaría la ira divina.  Pero las cosas no son así, y Samuel se lo explicó:
(I Samuel 15:16-19)  Dijo entonces Samuel a Saúl: Espera, déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche. Y él le dijo: Habla.  (17)  Y Samuel dijo: ¿No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el SEÑOR te ungió rey sobre Israel?  (18)  Y el SEÑOR te envió en una misión, y dijo: "Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados."  (19)  ¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del SEÑOR, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? 

Aún luego de la explicación del profeta, Saúl no se mostró arrepentido.  Él todavía creía no haber hecho “nada malo”. 
(I Samuel 15:20-21)  Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo obedecí la voz del SEÑOR, y fui en la misión a la cual el SEÑOR me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas.  (21)  Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al SEÑOR tu Dios en Gilgal. 

Lo peor de todo no es que Saúl fuera “creativo”, sino que no reconocía lo malo que había hecho.  ¿Cómo puede haber arrepentimiento si uno no reconoce la falta?  “Arrepentirse” en hebreo es “Shuv”, que literalmente significa: regresar.  Pero, si uno cree estar en el lugar indicado, ¿a dónde va a regresar?  Saúl se había desviado, pero si él no lo reconocía, no podría cambiar. 

Esta historia nos enseña una gran lección: “Dios quiere OBEDIENCIA, no sacrificios”.  A veces creemos que hacemos grandes cosas por Dios, pero si eso no es lo que Él quiere, entonces la obra es de balde. Esto fue lo que le explicó Samuel a Saúl.
(I Samuel 15:22-23)  Y Samuel dijo: ¿Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros.  (23)  Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey. 

¿Qué espera Dios de nosotros?  Que le prestemos atención y obedezcamos.
El único “sacrificio” que Dios espera es nuestra OBEDIENCIA.
(Romanos 12:1-2)  Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.  (2)  Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.

David entendió muy bien este concepto, tal como lo vemos en un salmo:
(Salmo 51:16-17)  Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto.  (17)  Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás.

También un proverbio dice:
(Proverbios 21:3)  El hacer justicia y derecho es más deseado por el SEÑOR que el sacrificio.

[Otras referencias: Isaías 1:11-17; Jer. 7:22-23; Oseas 6:6; Amos 5:21-24; Miqueas 6:6-8; Mateo 23:23; Hebreos 10:8-9]

En nuestra relación con Dios, el punto de partida debe ser la obediencia.  Esa es nuestra porción.  Sin obediencia, ¿cómo podemos mantener una buena relación con Dios?  Esto fue lo que aprendió Saúl en ese momento. 

¿SE ARREPINTIÓ GENUINAMENTE?
Al principio, Saúl pareció estar arrepentido…
(I Samuel 15:24-25)  Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz.  (25)  Ahora pues, te ruego que perdones mi pecado y vuelvas conmigo para que adore al SEÑOR. 

Pero Samuel sabía que el arrepentimiento del rey era superficial, y no de fondo.  Por lo tanto, él tendría que vivir las consecuencias de sus actos, las cuales fueron tremendas.
(I Samuel 15:26-29)  Pero Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado para que no seas rey sobre Israel.  (27)  Cuando Samuel se volvía para irse, Saúl asió el borde de su manto, y éste se rasgó.  (28)  Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú.  (29)  También la Gloria de Israel no mentirá ni cambiará su propósito, porque El no es hombre para que cambie de propósito. 

Después de esto, se hizo evidente que el arrepentimiento de Saúl no era genuino.  La realidad es que no se arrepintió, sino que lo que quería era “no quedar mal” delante del pueblo.  En síntesis, le importó más la opinión del pueblo que lo que Dios pensara de él.  
(I Samuel 15:30)  Y Saúl dijo: He pecado, pero te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y que regreses conmigo para que yo adore al SEÑOR tu Dios. 

Nótese que Saúl dijo “tu” Dios, como si no fuera de él sino sólo de Samuel.  Saúl hizo el show para impresionar al pueblo.  Samuel regresó porque todavía tenía una misión que cumplir:
(I Samuel 15:31-33)  Volvió Samuel tras Saúl, y Saúl adoró al SEÑOR.  (32)  Entonces Samuel dijo: Traedme a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente. Y Agag dijo: Ciertamente, la amargura de la muerte ha pasado ya.  (33)  Pero Samuel dijo: Como tu espada ha dejado a las mujeres sin hijos, así también tu madre será sin hijo entre las mujeres. Y Samuel despedazó a Agag delante del SEÑOR en Gilgal. 

A partir de este momento, el profeta Samuel se desligó por completo del rey Saúl.  Fue un día triste.  Ahí comenzó la caída de Saúl.
(I Samuel 15:34-35)  Luego Samuel se fue a Ramá, pero Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl.  (35)  Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y Samuel lloraba por Saúl, pues el SEÑOR se había arrepentido de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.

COMO IDOLATRÍA
En esta lección, hay algo que no quiero dejar sin comentar.  En el versículo 23, el profeta compara la rebelión y la desobediencia con la adivinación, la idolatría y la iniquidad.
(I Samuel 15:23)  Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey. 

¿Por qué hace esta comparación?  A simple vista, parecería que una cosa no tiene nada que ver con la otra.  Sin embargo, la esencia es la misma. 

Cuando un pagano busca a un dios falso, no lo hace con el afán de buscar la “voluntad” de su ídolo.  Más bien, lo busca para que éste le haga un favor y cumpla el deseo del adorador.  De la misma forma, el rebelde y desobediente no busca cuál es la voluntad de Dios, sino que presiona para hacer su propia voluntad.  En esto se asemeja a un idólatra o a un hechicero. 

miércoles, 22 de junio de 2011

I SAMUEL 14: Armas espirituales y un Voto Imprudente


ARMA ESPIRITUAL
Aunque los israelitas no contaban con armas de hierro para pelear al mismo nivel que los filisteos, sí tenían a su disposición un arma superior: la fe en Dios.  Esta fue el arma que usó Jonatán, pero no Saúl. 

La fe de Saúl había fallado, pero quiso usar otra arma espiritual.  Mandó a llamar a un sacerdote, dado que ya no contaba con el apoyo ni consejo del profeta Samuel.
(I Sam. 14:2-3)  Y Saúl estaba en el término de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y el pueblo que estaba con él era como seiscientos hombres.  (3)  Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod; y no sabía el pueblo que Jonatán se había ido.
Ahías era descendiente de Eli, y formaba parte del linaje sacerdotal que Dios había rechazado (I Sam. 2:27-36; 3:11-14).  Este sacerdote llevaba el Efod, una pieza del vestuario del Sumo Sacerdote (Exo. 28), pero que lamentablemente llegó a ser usada como “amuleto” en el tiempo de los jueces (Jue. 8:27; 17:5-6).

>>Los amuletos son la “salida fácil” para la gente que prefiere hacer su propia voluntad en lugar de obedecer a Dios. Pero pronto se dan cuenta que éstos no sirven. 

PLAN DE JONATÁN
Contrario a Saúl, su hijo Jonatán se dispuso a usar el arma espiritual de la fe. 
(I Sam. 14:1)  Y un día aconteció, que Jonatán hijo de Saúl dijo a su criado que le traía las armas: Ven, y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está al otro lado. Y no lo hizo saber a su padre.

El plan de Jonatán era atacar al destacamento de los filisteos, no con su ejército sino sólo él y su siervo.  Era un plan descabellado y suicida.  No lo hizo por “temerario”, creyéndose invencible, sino porque confiaba en Dios, para quien nada es imposible. Si sólo ellos dos tenían fe, entonces sólo ellos debían ir.  La fe abre las puertas a la victoria, pero la duda a la derrota.
(I Sam. 14:6-7)  Dijo, pues, Jonatán a su criado que le traía las armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá Jehová haga algo por nosotros; que no es difícil a Jehová salvar con muchos o con pocos.  (7)  Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, he aquí yo estoy contigo a tu voluntad.

La verdadera fe en Dios no es creer que Él hará cualquier cosa que “uno quiera”, sino que Él hará lo que ha dicho.  Hasta ese momento, Jonatán no había recibido revelación directa de Dios; lo único que sabía era que Dios quería que echaran fuera a los enemigos.  Para entonces, aún no sabía si debía llevar a cabo el plan temerario.  Por esa razón buscó que Dios le confirmara si debía seguir adelante con el plan o no, y pidió una señal.
(I Sam. 14:8-10)  Y Jonatán dijo: He aquí, nosotros pasaremos a esos hombres, y nos mostraremos a ellos.  (9)  Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros; entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos.  (10)  Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros: entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestras manos; y esto nos será por señal.

PIDE SEÑAL
¿Está bien pedir señales?  Algunos han creído que es malo pedir “pruebas” a Dios (ej.: Isa. 7:11-14), pero eso es lo que Dios nos ha dado desde principio a fin.  Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia está colmada de señales.  Éstas son pautas que el Señor nos envía para confirmar si estamos alineados o no a Su plan.

Jesús reprendió a algunos por pedir señal, sin embargo, al final les dio una señal, aunque no la que esperaban (Mat. 12:38-39; 16:1-4).  Lo malo no era pedir señal, sino la falta de fe.  La clave está en pedir señal, no por falta de fe en Dios, sino por dudar de nuestro propio corazón engañoso o mente falible.

Jonatán pidió señal, y el Señor se la confirmó a través de los filisteos.
(I Sam. 14:11-12)  Se mostraron, pues, ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos, que salen de las cavernas en que se habían escondido.  (12)  Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán y a su paje de armas, y dijeron: Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa. Entonces Jonatán dijo a su paje de armas: Sube tras mí, que Jehová los ha entregado en la mano de Israel.
Tan pronto como recibió la confirmación divina, Jonatán actuó…y el Señor dio la victoria.
(I Sam. 14:13-15)  Y subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, y tras él su paje de armas; y los que caían delante de Jonatán, su paje de armas que iba tras él, los mataba.  (14)  Ésta fue la primera matanza, en la cual Jonatán con su paje de armas, mataron como unos veinte hombres en el espacio de una media yugada de tierra.  (15)  Y hubo temblor en el campamento y por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; y los que habían ido a hacer correrías, también ellos temblaron, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.

Jonatán y su siervo hicieron lo que tenían a su mano…y el resto lo hizo Dios.  El Señor no nos pide que seamos “super-héroes”; todo lo que pide es que hagamos lo que podamos, porque lo demás lo hace Él.  En esa ocasión, el Señor hizo temblar la tierra, y provocó una gran confusión en el campamento enemigo.

SAÚL SE UNE
Desde el campamento de Saúl se podía ver que algo estaba pasando en el campamento enemigo. Se preguntaban contra quién estaban luchando, y allí se hizo evidente que sólo faltaban Jonatán y su escudero.

Aun allí, Saúl sigue poniendo su fe en los “amuletos”, y pidió al sacerdote traer el Arca.  [No es que estuviera mal llevar el Arca a la batalla, porque así lo habían hecho en la conquista de la Tierra.  Lo malo es poner la confianza en ella, en lugar de lo que representa, que es la Presencia de Dios].
(I Sam. 14:16-19)  Y los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín cómo la multitud estaba turbada, e iba de un lado a otro y era deshecha.  (17)  Entonces Saúl dijo al pueblo que tenía consigo: Reconoced luego, y mirad quién haya ido de los nuestros. Y cuando hubieron pasado revista, hallaron que faltaban Jonatán y su paje de armas.  (18)  Y Saúl dijo a Ahías: Trae el arca de Dios. Porque el arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.  (19)  Y aconteció que cuando Saúl aún hablaba con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento de los filisteos se aumentaba, e iba creciendo en gran manera. Entonces dijo Saúl al sacerdote: Detén tu mano.

Al final, Saúl se dio cuenta que no era necesario mandar a traer nada porque Dios ya estaba haciendo la obra.  Los enemigos entraron en confusión, y comenzaron a matarse entre ellos.
(I Sam. 14:20-23)  Y juntando Saúl todo el pueblo que con él estaba, vinieron hasta el lugar de la batalla: y he aquí que la espada de cada uno era vuelta contra su compañero, y la mortandad era grande.  (21)  Y los hebreos que habían estado con los filisteos de tiempo antes, y habían venido con ellos de los alrededores al campamento, también éstos se volvieron para unirse a los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán.  (22)  Asimismo todos los israelitas que se habían escondido en el monte de Efraín, oyendo que los filisteos huían, ellos también los persiguieron en aquella batalla.  (23)  Así salvó Jehová a Israel aquel día. Y llegó el alcance hasta Betaven.

Aunque los israelitas no contaban con espadas de hierro, alcanzaron la victoria, porque Dios iba delante de ellos.

>>Dios no quiere que seamos simples “espectadores”, sino que tomemos un rol activo en la conquista de lo que Dios tiene para nosotros. Cada uno debe echar fuera al “enemigo de su vida” (el pecado y líneas de iniquidad).  Nosotros debemos estar dispuestos y hacer nuestra parte, y Dios hará el resto.  Allí veremos los milagros.


VOTO PELIGROSO
La victoria de Israel fue puesta en riesgo por un juramento que Saúl había hecho. 
(I Sam. 14:24)  Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día; porque Saúl había conjurado al pueblo, diciendo: Cualquiera que comiere pan hasta la tarde, hasta que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había gustado pan.

Saúl puso a ayunar al pueblo.  El ayuno es un arma espiritual.  Hubiera estado bien, si Saúl la hubiera usado con la motivación correcta…pero no lo hizo.  El usó el ayuno como un “amuleto”, buscando que Dios le fuera “favorable”, en lugar de buscar la voluntad de Dios. 

>>Lamentablemente, muchos usan el ayuno de esta misma manera.  Ayunan para pedirle a Dios algún favor; dicho de otra manera: para “torcerle el brazo a Dios” para que haga lo que ellos quieren.  Pero el verdadero propósito del ayuno no es que Dios haga “nuestra voluntad”, sino que nos humillemos ante Él para buscar “SU Voluntad”. 

Saúl no “convocó” a un ayuno voluntario, sino que hizo un pacto en nombre del pueblo, y los comprometió a todos.  En lugar de que el ayuno fuera una bendición, se convirtió en una carga.  No sólo los israelitas estaban peleando sin haber comido, sino que corrían el riesgo de recibir una maldición si rompían el voto (14:24).

Además, Saúl puso en riesgo a su propio hijo, quien no oyó el voto dado que se había escapado para enfrentar a los filisteos.
(I Sam. 14:25-27)  Y todo el pueblo llegó a un bosque donde había miel en la superficie del campo.  (26)  Entró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí que la miel corría; pero no hubo quien llegase la mano a su boca; porque el pueblo temía el juramento.  (27)  Pero Jonatán no había oído cuando su padre había juramentado al pueblo, y alargó la punta de una vara que traía en su mano, y la mojó en un panal de miel, y llegó su mano a su boca; y sus ojos fueron aclarados.

Lo que se traduce como “ojos aclarados”,  literalmente quiere decir: iluminados, con luz.

Cuando uno está débil o desfalleciendo, los ojos se “apagan”.  Uno no puede ver con claridad (Salmo 38:10).  En ese estado se encontraban los israelitas, ya que habían luchado y perseguido al enemigo sin haberse alimentado.  Todos estaban débiles.  Pero nadie se atrevió a probar de la miel, excepto Jonatán. 

Todos esperaban que él muriera o le pasara algo malo, pero cuando comió miel, se le iluminaron los ojos.  Se reanimó con el azúcar de la miel. 

En ese momento, los otros le contaron a Jonatán sobre el juramento de Saúl. 
(I Sam. 14:28)  Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar expresamente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que comiere hoy manjar. Y el pueblo desfallecía.

¿Cuál fue la reacción de Jonatán?  Él se molestó por el voto vano que había hecho su padre, y la carga innecesaria que había puesto sobre los hombros de sus hombres.
(I Sam. 14:29-30)  Y respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos, por haber gustado un poco de esta miel: (30)  ¿Cuánto más si el pueblo hubiera hoy comido del despojo de sus enemigos que halló? ¿No se habría hecho ahora mayor estrago en los filisteos?

Hubo otra consecuencia negativa del voto impulsivo de Saúl.  Dado que el pueblo tenía gran hambre por seguir peleando sin haberse alimentado, al final del día muchos comieron algo que no debían.
(I Sam. 14:31-35)  E hirieron aquel día a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón; y el pueblo estaba muy cansado.  (32)  Y el pueblo se lanzó sobre el despojo, y tomaron ovejas y bueyes y becerros, y los mataron en tierra, y el pueblo comió con sangre.  (33)  Y se lo dijeron a Saúl, diciendo: El pueblo peca contra Jehová comiendo con sangre. Y él dijo: Vosotros habéis prevaricado; rodadme ahora acá una piedra grande. 

Saúl sabía que este pecado les podía costar caro en la guerra.  Por lo tanto, se dispuso a hacer un sacrificio para cubrir el pecado del pueblo.
(I Sam. 14:34-35)  Además dijo Saúl: Esparcíos por el pueblo, y decidles que me traigan cada uno su buey, y cada cual su oveja, y degolladlos aquí, y comed; y no pecaréis contra Jehová comiendo con sangre. Y trajo todo el pueblo cada cual su buey aquella noche, y los degollaron allí.  (35)  Y edificó Saúl altar a Jehová. Éste fue el primer altar que él edificó a Jehová.

Saúl creía que esos sacrificios eran suficientes para apaciguar a Dios.  Creía que ya estaba en buenos términos con Él, por lo tanto Dios le sería propicio para acabar con los enemigos de una vez por todas. Pero el sacerdote le aconsejó buscar primero si Dios estaba de acuerdo con esos planes.
(I Sam. 14:36-37)  Y dijo Saúl: Descendamos de noche contra los filisteos, y los saquearemos hasta la mañana, y no dejaremos de ellos ninguno. Y ellos dijeron: Haz lo que bien te pareciere. Dijo luego el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios.  (37)  Y Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Mas Jehová no le dio respuesta aquel día.

No tuvo respuesta de Dios.  En ese momento, él supo que había algo que no estaba bien.  ¿Acaso no había sido expiado el pecado del pueblo?  Para descubrir qué pecado estaba estorbando a Israel, Saúl decidió consultar a Dios. 
(I Sam. 14:38-44)  Entonces dijo Saúl: Acercaos acá todos los principales del pueblo; y sabed y mirad por quién ha sido hoy este pecado;  (39)  porque vive Jehová, que salva a Israel, que si fuere en mi hijo Jonatán, él morirá de cierto. Y no hubo en todo el pueblo quien le respondiese.  (40)  Dijo luego a todo Israel: Vosotros estaréis a un lado, y yo y Jonatán mi hijo estaremos al otro lado. Y el pueblo respondió a Saúl: Haz lo que bien te pareciere.  (41)  Entonces dijo Saúl a Jehová Dios de Israel: Da suerte perfecta. Y fueron tomados Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre.  (42)  Y Saúl dijo: Echad suerte entre mí y Jonatán mi hijo. Y fue tomado Jonatán.  (43)  Entonces Saúl dijo a Jonatán: Declárame qué has hecho. Y Jonatán se lo declaró, y dijo: Cierto que gusté con la punta de la vara que traía en mi mano, un poco de miel; ¿y he aquí he de morir?  (44)  Y Saúl respondió: Así me haga Dios y así me añada, que sin duda morirás, Jonatán.

Saúl estaba dispuesto a poner a su hijo a la muerte, pero el pueblo no lo permitió.
(I Sam. 14:45)  Mas el pueblo dijo a Saúl: ¿Ha de morir Jonatán, el que ha hecho esta gran salvación en Israel? No será así. Vive Jehová, que no ha de caer un cabello de su cabeza en tierra, pues que ha obrado hoy con Dios. Así libró el pueblo a Jonatán, para que no muriese.

En ese día, Saúl ya no siguió persiguiendo a los filisteos.  Pero a partir de ese momento, él comenzó a hacer guerra contra los pueblos que aún no habían logrado sacar de la Tierra, y contra aquellos enemigos que los saqueaban.   
(I Sam. 14:46-48)  Y Saúl dejó de seguir a los filisteos; y los filisteos se fueron a su lugar.  (47)  Y ocupando Saúl el reino sobre Israel, hizo guerra a todos sus enemigos alrededor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba, y contra los filisteos; y a dondequiera que se volvía era vencedor.  (48)  Y reunió un ejército, e hirió a Amalec, y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban.

Así fue formando Saúl su ejército.
(I Sam. 14:52)  Y la guerra fue fuerte contra los filisteos todo el tiempo de Saúl; y cuando Saúl veía algún hombre valiente o algún hombre esforzado, lo juntaba consigo.