sábado, 6 de agosto de 2011

I SAMUEL 17: Guerra entre Campeones


EL ENEMIGO LOS PROVOCA
Pasaron varios años desde la derrota de los filisteos.  Pero éstos recuperaron el valor, y volvieron a provocar a Israel a pelear, invadiendo su territorio.  Los filisteos habitaban en la costa, pero comenzaron a subir hacia las montañas, donde vivían los israelitas.
(I Sam. 17:1) Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, y se concentraron en Soco, que pertenece a Judá; y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. 

Ante tal amenaza, Israel se puso a la defensiva.
(I Sam. 17:2-3)  Y Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla para enfrentarse a los filisteos. (3)  Los filisteos estaban a un lado del monte, e Israel estaba al otro lado del monte, y entre ellos, el valle. 

El ejército israelita y el filisteo estaban frente a frente; lo único que los separaba era un valle.  Sin embargo, los filisteos no atacaron, ya que tenían otro plan que no requeriría el derramamiento de tanta sangre.  La propuesta de los filisteos era que sólo dos hombres pelearan, en lugar de los ejércitos.  Esa “lucha libre” definiría cuál de los dos pueblos se llevaría la victoria, lo cual implicaba que el perdedor se convertiría en siervo del ganador.

El problema de tal propuesta es que los filisteos contaban con un gigante, que sería su paladín. 
(I Sam. 17:4-7)  Entonces de los ejércitos de los filisteos salió un campeón llamado Goliat, de Gat, cuya altura era de seis codos y un palmo.  (5)  Tenía un yelmo de bronce sobre la cabeza y llevaba una cota de malla, y el peso de la cota era de cinco mil siclos de bronce.  (6)  Tenía también grebas de bronce en las piernas y una jabalina de bronce colgada entre los hombros.  (7)  El asta de su lanza era como un rodillo de telar y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro; y su escudero iba delante de él. 

Goliat era un gigante que medía más de tres metros.  No sólo lo distinguía su estatura, sino también su armadura, la cual parecía impenetrable.  A ojos de todos, parecía invencible. 


LUCHA ENTRE “CAMPEONES”
La traducción en español describe a Goliat como “campeón”, pero en hebreo literalmente dice: “hombre entre dos pueblos”.  Es la expresión que se usaba para referirse a la persona designada a pelear un duelo en nombre de una nación.  El hombre que ganara el duelo determinaría qué nación saldría vencedora. 
(I Samuel 17:8-10)  Y Goliat se paró y gritó a las filas de Israel, diciéndoles: ¿Para qué habéis salido a poneros en orden de batalla? ¿Acaso no soy yo filisteo y vosotros siervos de Saúl? Escogeos un hombre y que venga contra mí.  (9)  Si es capaz de pelear conmigo y matarme, entonces seremos vuestros siervos; pero si yo lo venzo y lo mato, entonces seréis nuestros siervos y nos serviréis.  (10)  De nuevo el filisteo dijo: Hoy desafío a las filas de Israel; dadme un hombre para que luchemos mano a mano. 

Goliat era el designado de los filisteos.  Pero, ¿quién sería el “campeón” de Israel?  Lo lógico hubiera sido Saúl, quien era el hombre más alto de todo Israel.  Pero él era el rey, y no podían perderlo.  Además, tenía miedo. 

¿Quién iría en su lugar?  Nadie se atrevía.  La estrategia de los filisteos estaba funcionando, ya que tenía a todo el ejército de Israel atemorizado.
(I Samuel 17:11)  Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, se acobardaron y tuvieron gran temor. 

Cuando se tiene miedo, uno no puede pensar bien, y las decisiones se toman por emoción, no por razón.  El miedo lo lleva a uno a paralizarse y lo inhabilita a actuar. 

Esto también puede sucedernos el día de hoy. Si nos dejamos invadir por el miedo ante las circunstancias negativas, no podremos encontrar la salida al problema.  El miedo ciega y paraliza, mientras que la fe nos ayuda a ver la situación con ojos espirituales y así encontrar la solución.

Viendo el miedo de los israelitas, Goliat se burló de ellos.  Todo el ejército de Israel temblaba, excepto un joven…David.

DAVID
La Biblia ya había presentado a David como el ungido para ser el próximo rey de Israel.  Pero ese acto de unción fue sólo profético en ese momento, ya que David siguió su vida en una forma normal.  Él seguía siendo pastor de las ovejas de su padre.  Lo más cerca que había llegado al palacio era como siervo del rey, como músico.  Por lo demás, la vida seguía igual. 
(I Sam. 17:12-15)  David era hijo del efrateo de Belén de Judá, llamado Isaí, y éste tenía ocho hijos. Isaí en los días de Saúl era ya viejo, avanzado en años entre los hombres.  (13)  Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido con Saúl a la guerra. Los nombres de los tres hijos que fueron a la guerra eran: Eliab, el primogénito, Abinadab, el segundo, y Sama, el tercero.  (14)  David era el menor. Los tres mayores siguieron, pues, a Saúl,  (15)  pero David iba y venía de donde estaba Saúl a Belén para apacentar el rebaño de su padre. 

Pero la vida de David estaba a punto de cambiar.  En una de sus idas y venidas, David presenció algo que no lo dejó tranquilo.
(I Sam. 17:16-21)  Durante cuarenta días el filisteo vino mañana y tarde, presentándose en desafío.  (17)  Y dijo Isaí a su hijo David: Lleva ahora a tus hermanos un efa de grano tostado y estos diez panes, y corre al campamento a donde están tus hermanos.  (18)  Lleva también estos diez quesos al comandante de los mil, y mira a ver cómo están tus hermanos y trae noticias de ellos.  (19)  Pues Saúl y ellos y todos los hombres de Israel están en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.  (20)  Y se levantó David muy de mañana, dejó el rebaño con un guarda, y tomando las provisiones, se fue como Isaí le había mandado. Llegó al perímetro del campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, lanzando el grito de guerra.  (21)  E Israel y los filisteos se pusieron en orden de batalla, ejército contra ejército. 

Cualquiera hubiera dicho que llegó en el momento menos adecuado, cuando una guerra estaba a punto de estallar.  Pero esto, en lugar de asustar a David, lo impulsó a la acción. 
(I Sam. 17:22)  Entonces David dejó su carga al cuidado del que guardaba el bagaje y corrió a la línea de combate y entró a saludar a sus hermanos.  (23)  Mientras hablaba con ellos, he aquí, el campeón, el filisteo de Gat llamado Goliat, subió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y David las oyó. 

David se indignó al oír el desafío de Goliat.  Pero lo que más le extrañó es que nadie hiciera nada. 
(I Sam. 17:24-26)  Cuando todos los hombres de Israel vieron al hombre, huyeron de él, y tenían gran temor.  (25)  Y los hombres de Israel decían: ¿Habéis visto a ese hombre que sube? Ciertamente sube para desafiar a Israel. El rey colmará con grandes riquezas al que lo mate, le dará su hija y hará libre en Israel a la casa de su padre.  (26) Entonces David habló a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán por el hombre que mate a este filisteo y quite el oprobio de Israel? ¿Quién es este filisteo incircunciso para desafiar a los escuadrones del Dios viviente? 

Todos los soldados de Israel tenían miedo…sólo David sintió indignación.  Los demás tenían miedo porque estaban pensando en salvar su propio pellejo, pero David estaba indignado porque el enemigo se estaba burlando del Dios de Israel. 

De la boca de todos los israelitas salían confesiones de miedo y zozobra.  Las confesiones negativas nos llevan al miedo y la desesperanza.  Por el contrario, David vio más allá de las circunstancias, y habló la verdad espiritual, lo cual hizo que su fe se incrementara.

LA ARMADURA DE DIOS
Ya mencionamos que el miedo paraliza…pero también nos desarma.  Aunque uno tenga armas, el miedo nos lleva a botarlas.  Por eso, Israel no podía pelear contra el enemigo, pues estaban aterrados. 

David sabía que el enemigo estaba bien armado, mejor que ninguno en Israel; pero él también sabía que hay armas mejores que las hechas por el hombre. 

Esto mismo nos enseña Pablo.
(Efesios 6:11-13) Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo;  (12)  porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales en las alturas.  (13)  Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 

¿Cuáles son estas armas espirituales?
(Efesios 6:14-17)  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la coraza de justicia;  (15)  y calzados vuestros pies con el apresto del evangelio de paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno;  (17)  y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

En resumen, éstas son: la verdad, la justicia, la paz, la fe, la salvación y la Palabra de Dios (tanto la escrita como la revelada).  [La armadura de Dios merece un estudio entero dedicado al tema, pero será en otra ocasión…]

A David trataron de darle armas humanas, las cuales probaron ser ineficaces.   De la misma manera, si tratamos de vencer a los enemigos espirituales con armas naturales, nos daremos cuenta que no sirven de nada, o peor aún, tal vez se vuelvan obstáculos.
(I Sam. 17:38-40)  Saúl vistió a David con sus ropas militares, le puso un yelmo de bronce en la cabeza y lo cubrió con una armadura.  (39)  David se ciñó la espada sobre sus ropas militares y trató de caminar, pues no se las había probado antes. Entonces David dijo a Saúl: No puedo caminar con esto, pues no tengo experiencia con ellas. David se las quitó,  (40)  y tomando su cayado en la mano, escogió del arroyo cinco piedras lisas y las puso en el saco de pastor que traía, en el zurrón, y con la honda en la mano se acercó al filisteo. 

Podemos pelear con nuestras propias fuerzas, o podemos pelear con armas espirituales.  ¡No es difícil saber cuál es la mejor opción!  David simplemente tomó lo que Dios le puso enfrente: su cayado, piedras del río y su honda.  Esas armas eran insignificantes en comparación a las que tenía el enemigo, pero eso no lo desanimó, pues David sabía que Dios estaba con él. 

No hay problema más grande que Dios.  Si el Señor está con nosotros, ¿quién contra nosotros?  (Rom. 8:31).

Esta no iba a ser la primera batalla de David.  Él ya había peleado contra fieras más fuertes que él, y el Señor le había ayudado a vencerlas (I Sam. 17:34-37).  Sin embargo, la confianza de David no estaba puesta en sus propias fuerzas ni basada en victorias pasadas, sino en el Señor.  Él sabía que el Señor no permitiría que se burlaran de Él. 
(I Sam. 17:36-37)  Tu siervo ha matado tanto al león como al oso; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.  (37)  Y David añadió: El SEÑOR, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de la mano de este filisteo. Y Saúl dijo a David: Ve, y que el SEÑOR sea contigo. 

Dios permite que pasemos por batallas pequeñas en la vida para prepararnos para vencer a “los gigantes” el día en que éstos aparezcan.

ENFRENTAMIENTO
Ningún hombre ni soldado en Israel se atrevió a hacerle frente a Goliat, sólo un jovencito.  David no iba armado con espada ni escudo de metal.  Simplemente llevaba las armas de un pastor.
(I Sam. 17:41-44)  El filisteo vino, y se fue acercando a David, con su escudero delante de él.  (42)  Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco porque era un muchacho, rubio y bien parecido.  (43)  Y el filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus dioses.  (44)  También dijo el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo. 

¿Cuál fue la reacción de David ante tal afrenta? 
(I Sam. 17:45)  Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SEÑOR de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.  (46)  El SEÑOR te entregará hoy en mis manos, y yo te derribaré y te cortaré la cabeza. Y daré hoy los cadáveres del ejército de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, para que toda la tierra sepa que hay Dios en Israel,  (47)  y para que sepa toda esta asamblea que el SEÑOR no libra ni con espada ni con lanza; porque la batalla es del SEÑOR y El os entregará en nuestras manos. 

David conocía sus armas espirituales; pero sobre todo, sabía que detrás de él estaba el Señor de los ejércitos.  David confiaba en Dios por completo, y lo podía hacer porque conocía a Dios.  ¿Acaso se puede confiar en alguien a quien uno no conoce?

Frente a frente con el gigante, David no se dejó atemorizar.  En lugar de huir, como lo hubiera hecho otro, David salió corriendo a enfrentar al enemigo. 
(I Sam. 17:48)  Sucedió que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando para enfrentarse a David, éste corrió rápidamente hacia el frente de batalla para enfrentarse al filisteo. 

¿No hemos tenido que enfrentar en la vida problemas que parecen insuperables?  Se levantan como gigantes invencibles que nos llenan de miedo y desesperanza.  Pero lo que humanamente parece imposible, para Dios no es un problema, porque no hay nada imposible para Él (Jer. 32:17).  En lugar de huir de los problemas, debemos enfrentarlos, con la ayuda de Dios.

La batalla duró poco.  David no hizo una gran hazaña ni diseñó una gran estrategia.  Simplemente hizo lo que tenía a la mano, confiando que el Señor haría el resto. 
(I Sam. 17:49-50)  David metió la mano en su saco, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda, e hirió al filisteo en la frente. La piedra se hundió en su frente y Goliat cayó a tierra sobre su rostro.  (50)  Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, e hirió al filisteo y lo mató; mas no había espada en la mano de David. 

Lo que comenzó, David lo terminó. No sólo hirió al enemigo, sino que le cortó la cabeza.  Sólo hasta entonces salieron corriendo todo el ejército enemigo.  Cuando uno corta el mal de su vida, no sólo debemos cortar el fruto, sino arrancarlo de raíz. 
(I Sam. 17:51)  Entonces David corrió y se puso sobre el filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron que su campeón estaba muerto, huyeron. 

Esta victoria abrió las puertas para que los demás israelitas tomaran coraje y vencieran ellos también al enemigo. 
(I Sam. 17:52-53)  Y levantándose los hombres de Israel y de Judá, gritaron y persiguieron a los filisteos hasta el valle y hasta las puertas de Ecrón. Los filisteos muertos yacían a lo largo del camino a Saaraim, aun hasta Gat y Ecrón.  (53)  Regresaron los hijos de Israel de perseguir a los filisteos y saquearon sus campamentos. 

De ser un desconocido, David se convirtió de un momento al otro en un héroe nacional.  Lo curioso es que ni siquiera Saúl sabía quién era, a pesar que David había llegado a su casa a tocarle el arpa para calmarlo. 
(I Sam. 17:55)  Cuando Saúl vio a David salir contra el filisteo, dijo a Abner, el comandante del ejército: Abner, ¿de quién es hijo este joven? Y Abner dijo: Por tu vida, oh rey, no sé.  (56)  Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo el joven.  (57)  Cuando regresó David de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó ante Saúl, con la cabeza del filisteo en su mano.  (58)  Y Saúl le dijo: Joven, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí el de Belén.

La vida de David estaba a punto de cambiar para siempre...

14 comentarios:

  1. Un trabajo pleno de BENDICIONES Ana; profundo y bien documentado. Te encontré hace poco.
    D's te siga colmando de sabiduría y revelación,
    Ana

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  2. Muy bonito estudio, muy completo, me gustaría saber cuando reiniciaran con el estudio de los libros de Samuel.

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  3. gracias me ayudo mucho

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  4. Un gran tema con una explicación muy profunda. Bendiciones.

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  5. me encanto esta reflexion ,de mucha ayuda,bendiciones

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  6. Hnos.Soy Maestra de Escuela Domincal,estos temas tienen una explicacion fabulosa,y me ayudan muchisimo a dar las clases.Que el Dios Altisimo continue bendicendo este mnistero,lo mismo a todos los que hacen posible que nosotros aprendamos mas de su Palabra.Muchas Gracias!

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  7. Dios te bendiga mucho más y te siga revelando su palabra , así nosotros podremos entender mejor las enseñanzas de nuestro Dios y cómo enfrentar y derribar cualquier tipo de argumento, felicitaciones siervo de Dios.

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  8. DIOS ES PODEROSO GRACIAS POR LA ENSEÑANZA

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  9. Este estudio es muy hermoso,me ah ayudado mucho,para la gloria de Dios soy maestra de escuela dominical y este estudio me a sido de gran guia,le deseo muchas bendiciones de el Dios de el cielo,muchas gracias x dejarse usar de Dios para ayudar a otros de esta forma

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  10. Ésas enseñanzas ayudan mucho y aprendemos de la palabra de Dios, gracias Dios le bendiga grande mente.

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  11. Muchas muchas gracias por su entrega y enseñanza, me ha edificado enormemente

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