jueves, 14 de julio de 2011

I SAMUEL 16: Un Rey Elegido por Dios

Dado que Saúl había decidido seguir por su propio camino en lugar de someterse a Dios, él se quedó sin el apoyo de Dios ni del profeta Samuel.


Samuel quedó muy triste por eso.  Pero un día, Dios le dijo que era hora que se sacudiera esa tristeza y mirara al futuro…
(I Sam. 16:1) Y Jehová dijo a Samuel: ¿Hasta cuándo has tú de llorar por Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven; yo te enviaré a Isaí, de Belén; porque de sus hijos me he provisto de rey. 

EL FUTURO REY DE ISRAEL
Mientras el reino de Saúl iba decayendo, Dios estaba levantando a otro hombre que se convertiría en el nuevo rey de Israel.  

Éstas eran buenas noticias, pero había algo que le preocupaba a Samuel.
(I Sam. 16:2-3)  Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo entendiere, me matará. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: He venido para ofrecer sacrificio a Jehová.  (3)  Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te diga. 

El próximo rey de Israel vendría de Belén, en Judá, de la familia de Isaí.  Samuel ya sabía a dónde ir, pero debía hacerlo con cautela.  El profeta era alguien famoso en todo Israel, y su visita no pasaría desapercibida.  Belén era un pueblo pequeño, al cual el profeta no solía visitar.  Por lo tanto, la gente se preguntaría a qué se debía el honor de su visita.  
(I Sam. 16:4-5)  Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová: y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?  (5)  Y él respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.

El pueblo se enteró que Samuel llegó a Belén a hacer un sacrificio, pero sólo Samuel y la familia de Isaí sabrían la razón de fondo.  El sacrificio serviría para santificar a Isaí y sus hijos, lo cual los prepararía para recibir la gran comisión.

MÁS QUE LA APARIENCIA
Uno puede imaginarse que Samuel comenzó a observar a los hijos de Isaí, y se preguntaba cuál de ellos sería el elegido.  La opción más lógica sería el primogénito.
(I Sam. 16:6)  Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido.  (7)  Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo he rechazado; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; porque el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 

El ser humano tiende a juzgar por las apariencias, porque eso es lo que vemos a primera vista.  Pero Dios nos enseña a ver más allá, tal como Él lo hace.
(Proverbios 31:30)  Engañosa es la gracia, y vana la hermosura: La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.

[Este principio aplica tanto a mujeres como a hombres].

Dios no escoge basado en la belleza ni en la inteligencia.  Lo que Él busca es a alguien que tenga temor de Dios porque eso lo llevará a la obediencia.  Él dijo: “Obediencia quiero, no sacrificios”.
(Salmo 147:10-11)  No toma contentamiento en la fortaleza del caballo, ni se complace en las piernas fuertes del hombre.  (11)  Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia.

El primer rey de Israel había sido escogido por su apariencia, pues esto era lo que buscaba el pueblo.  Saúl era bien parecido y el hombre más alto de Israel, pero en el fondo era cobarde y buscaba más la opinión de los hombres que la de Dios.  Pero en esta ocasión, Dios sería quien elegiría al rey.    
(Hechos 13:21-22)  Entonces ellos pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.  (22)  Después de quitarlo, les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad. 

Samuel fue llamando uno a uno a los hijos de Isaí, buscando al elegido…
(I Samuel 16:8-10)  Entonces llamó Isaí a Abinadab, y le hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Ni a éste ha elegido Jehová.  (9)  Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová.  (10)  E hizo pasar Isaí a siete de sus hijos delante de Samuel; mas Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. 

Seguramente Samuel se estaba preguntando qué estaba pasado.  Él había oído claramente que el elegido era un hijo de Isaí…entonces, debía haber otro.
(I Samuel 16:11)  Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Están aquí todos tus hijos? Y él respondió: Aún queda el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. 

¿Por qué Isaí no había llevado ante el profeta a su hijo menor?  Unos comentaristas explican que la razón era porque David era hijo de otra mujer.  Eso explica la razón por la que él no estaba presente con sus hermanos en la importante visita del profeta.  También explica por qué en un salmo él dijo haber sido concebido en pecado (Sal. 51:5).  No importa de dónde vengamos ni qué hagamos, el Señor nos puede usar si tenemos una buena disposición.
David tenía una buena apariencia física, pero no por eso fue elegido.  Su corazón era aún más bello que su exterior. Sobre todo, él estaba dispuesto a hacer todo lo que Dios le dijera, y eso cuenta por todo. Dios no llama a los “preparados”, sino que prepara a los llamados. 
(I Samuel 16:12-13)  Envió, pues, por él, y lo hizo entrar; el cual era rubio, de hermoso parecer y de bello aspecto. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es.  (13)  Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió de entre sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá. 

Mientras que el Espíritu de Dios vino sobre David, Éste se apartó de Saúl.  En su lugar, vino un espíritu malo sobre el rey.
(I Samuel 16:14)  Y el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.

Dado que el espíritu malo atormentaba a Saúl, sus siervos buscaron la forma de calmarlo.
(I Samuel 16:15)  Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, que el espíritu malo de parte de Dios te atormenta.  (16)  Diga ahora nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen un hombre que sepa tocar el arpa; y sucederá que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él tocará con su mano y tendrás alivio.  (17)  Y Saúl respondió a sus criados: Provéanme ahora un hombre que toque bien, y traédmelo.  (18)  Entonces uno de los criados respondió, diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén que sabe tocar; es valiente y vigoroso, hombre de guerra, prudente en sus palabras, hermoso, y Jehová está con él.  (19)  Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas. 

SE CRUZAN LOS CAMINOS DE LOS UNGIDOS
¿Quién iba a decir que estos dos hombres ungidos se unirían de esta manera?  Dios obra así, de una forma milagrosa y misteriosa.
(I Samuel 16:20-23)  Y tomó Isaí un asno cargado de pan, y un odre de vino y un cabrito, y los envió a Saúl por mano de David su hijo.  (21)  Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él: y él le amó mucho, y fue hecho su escudero.  (22)  Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo; porque ha hallado gracia en mis ojos.  (23)  Y sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa, y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio, y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

La realidad es que el arpa era sólo una “curita” para el problema de Saúl.  La verdadera medicina era el arrepentimiento.  Pero él nunca lo hizo.  Por eso, él vivió atormentado para el resto de sus días.

La música de David sólo traía un alivio temporal, pero le dio la oportunidad a David de ver de cerca lo que es el gobierno de un reino.  Esa experiencia lo preparó a él.

Tal vez Isaí creyó que con la invitación de David al palacio real se le estaban abriendo las puertas para que la promesa se cumpliera. Lo que no sabía era que las cosas se iban a complicar antes de alcanzar el cumplimiento.  Al principio, David halló gracia, pero después esa misma gracia despertará envidia y por ello será perseguido.  Sin embargo, todo esto tiene un propósito, ya que preparó a David para ser un buen rey. 

¿No es así como suele suceder?  Tan importante como alcanzar la meta es lo que aprendemos en el camino.

sábado, 9 de julio de 2011

I SAMUEL 15: Obediencia, no Sacrificios


AMALEC: ENEMIGO DE ISRAEL
Cuando los israelitas viajaban por el desierto en camino a la Tierra Prometida, sólo un pueblo se levantó en contra de Israel:  los amalecitas. Ellos atacaron por la retaguardia a los más débiles, pero Dios dio la victoria a Israel (Exo. 17:8-13).  En ese momento, Dios dijo que no olvidaría ese ataque no justificado contra Su pueblo, por lo tanto decretaba enemistad eterna contra Amalec y su descendencia. En ese momento no los perseguirían para acabar con ellos, pero llegaría el día en que borrarían su memoria. 
(Éxodo 17:14-16)  Entonces dijo el SEÑOR a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo.  (15)  Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El SEÑOR es mi Estandarte,  (16)  y dijo: El SEÑOR lo ha jurado; el SEÑOR hará guerra contra Amalec de generación en generación.

(Deuteronomio 25:17-19)  Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto,  (18)  cómo te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando tú estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios.  (19)  Por tanto, sucederá que cuando el SEÑOR tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides.

Ninguno de los pueblos de la región se atrevieron a tocar a Israel, porque habían oído de lo que Dios había hecho con ellos.  Todos tuvieron temor de Dios, excepto Amalec. 


LLEGÓ EL DÍA
El día de tratar con Amalec llegó cuando Israel tuvo su primer rey.  Fue exactamente después que Saúl triunfara sobre sus enemigos (14:47). 
(I Samuel 15:1-3)  Samuel dijo a Saúl: El SEÑOR me envió a que te ungiera por rey sobre su pueblo, sobre Israel; ahora pues, está atento a las palabras del SEÑOR.  (2)  Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto.  (3)  Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos.

Saúl atendió el llamado, y convocó al pueblo para formar un ejército encargado de acabar con los amalecitas.
(I Samuel 15:4-5)  Entonces Saúl convocó al pueblo, y los contó en Telaim: doscientos mil soldados de a pie, y diez mil hombres de Judá.  (5)  Saúl fue a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. 

Estando a punto de atacar a los amalecitas, Saúl se dio cuenta que había un problema: junto a ellos vivía otro pueblo con quienes no tenían conflicto.  Estos eran los ceneos.  Para darles la oportunidad de salvarse, Saúl les envió un mensaje.
(I Samuel 15:6)  Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos, descended de entre los amalecitas, para que no os destruya con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Y los ceneos se apartaron de entre los amalecitas. 

Cuando los ceneos se quitaron de en medio, Saúl tuvo el campo abierto para atacar a los amalecitas. Lamentablemente, no siguió con exactitud las instrucciones que Dios le dio a través del profeta Samuel.
(I Samuel 15:7-9)  Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila en dirección a Shur, que está al oriente de Egipto.  (8)  Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada.  (9)  Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente. 

OBEDIENCIA A MEDIAS
Las instrucciones que Dios le había enviado a Saúl habían sido claras: ¡Destruye TODO!  Pero no lo hizo así.  Saúl se creyó más justo y más inteligente que Dios…y eso le costó muy caro, como veremos más adelante. 

A Dios no se le pasa nada por alto.  No podemos complacerlo con una “obediencia a medias”, ya que para Él eso equivale a desobedecer. Dios vio lo que hizo Saúl, y se lo hizo saber a Samuel. 
(I Samuel 15:10-11)  Entonces vino la palabra del SEÑOR a Samuel, diciendo:  (11)  Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al SEÑOR toda la noche. 

Samuel se consternó al oír las palabras de Dios.  Preocupado por Saúl, decidió salir a buscarlo.  El profeta no sabía los detalles, pero se fue enterando en el camino.
(I Samuel 15:12)  Y se levantó Samuel muy de mañana para ir al encuentro de Saúl; y se le dio aviso a Samuel, diciendo: Saúl se ha ido a Carmel, y he aquí que ha levantado un monumento para sí, y dando la vuelta, ha seguido adelante bajando a Gilgal. 

Cuando uno cambia el orden de Dios por aquello que uno cree que es mejor, uno termina haciendo un ídolo de uno mismo.  Eso fue lo que le sucedió a Saúl.  Se creyó tan “bueno” que edificó un monumento para levantar su nombre.

¡Cómo nos podemos engañar a nosotros mismos!  Saúl no creía haber hecho nada malo.  Él había cumplido con el 90% de su misión, pero no reconoció que con haber guardado al rey y a lo elegido del ganado estaba desobedeciendo a Dios. 
(I Samuel 15:13-15)  Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del SEÑOR! He cumplido el mandamiento del SEÑOR.  (14)  Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?  (15)  Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al SEÑOR tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo. 

Hay un refrán popular que dice: “Es mejor pedir disculpas que pedir permiso”.  Éste definitivamente no es un proverbio bíblico.  Pero Saúl se lo creyó.  Él no obedeció al pie de la letra la orden de Dios, sino que decidió ser “creativo”.  Él pensó que su idea era mejor que la de Dios, y decidió implementarla, creyendo que si ofrendaba a Dios parte del botín calmaría la ira divina.  Pero las cosas no son así, y Samuel se lo explicó:
(I Samuel 15:16-19)  Dijo entonces Samuel a Saúl: Espera, déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche. Y él le dijo: Habla.  (17)  Y Samuel dijo: ¿No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el SEÑOR te ungió rey sobre Israel?  (18)  Y el SEÑOR te envió en una misión, y dijo: "Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados."  (19)  ¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del SEÑOR, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? 

Aún luego de la explicación del profeta, Saúl no se mostró arrepentido.  Él todavía creía no haber hecho “nada malo”. 
(I Samuel 15:20-21)  Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo obedecí la voz del SEÑOR, y fui en la misión a la cual el SEÑOR me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas.  (21)  Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al SEÑOR tu Dios en Gilgal. 

Lo peor de todo no es que Saúl fuera “creativo”, sino que no reconocía lo malo que había hecho.  ¿Cómo puede haber arrepentimiento si uno no reconoce la falta?  “Arrepentirse” en hebreo es “Shuv”, que literalmente significa: regresar.  Pero, si uno cree estar en el lugar indicado, ¿a dónde va a regresar?  Saúl se había desviado, pero si él no lo reconocía, no podría cambiar. 

Esta historia nos enseña una gran lección: “Dios quiere OBEDIENCIA, no sacrificios”.  A veces creemos que hacemos grandes cosas por Dios, pero si eso no es lo que Él quiere, entonces la obra es de balde. Esto fue lo que le explicó Samuel a Saúl.
(I Samuel 15:22-23)  Y Samuel dijo: ¿Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros.  (23)  Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey. 

¿Qué espera Dios de nosotros?  Que le prestemos atención y obedezcamos.
El único “sacrificio” que Dios espera es nuestra OBEDIENCIA.
(Romanos 12:1-2)  Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.  (2)  Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.

David entendió muy bien este concepto, tal como lo vemos en un salmo:
(Salmo 51:16-17)  Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto.  (17)  Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás.

También un proverbio dice:
(Proverbios 21:3)  El hacer justicia y derecho es más deseado por el SEÑOR que el sacrificio.

[Otras referencias: Isaías 1:11-17; Jer. 7:22-23; Oseas 6:6; Amos 5:21-24; Miqueas 6:6-8; Mateo 23:23; Hebreos 10:8-9]

En nuestra relación con Dios, el punto de partida debe ser la obediencia.  Esa es nuestra porción.  Sin obediencia, ¿cómo podemos mantener una buena relación con Dios?  Esto fue lo que aprendió Saúl en ese momento. 

¿SE ARREPINTIÓ GENUINAMENTE?
Al principio, Saúl pareció estar arrepentido…
(I Samuel 15:24-25)  Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz.  (25)  Ahora pues, te ruego que perdones mi pecado y vuelvas conmigo para que adore al SEÑOR. 

Pero Samuel sabía que el arrepentimiento del rey era superficial, y no de fondo.  Por lo tanto, él tendría que vivir las consecuencias de sus actos, las cuales fueron tremendas.
(I Samuel 15:26-29)  Pero Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado para que no seas rey sobre Israel.  (27)  Cuando Samuel se volvía para irse, Saúl asió el borde de su manto, y éste se rasgó.  (28)  Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú.  (29)  También la Gloria de Israel no mentirá ni cambiará su propósito, porque El no es hombre para que cambie de propósito. 

Después de esto, se hizo evidente que el arrepentimiento de Saúl no era genuino.  La realidad es que no se arrepintió, sino que lo que quería era “no quedar mal” delante del pueblo.  En síntesis, le importó más la opinión del pueblo que lo que Dios pensara de él.  
(I Samuel 15:30)  Y Saúl dijo: He pecado, pero te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y que regreses conmigo para que yo adore al SEÑOR tu Dios. 

Nótese que Saúl dijo “tu” Dios, como si no fuera de él sino sólo de Samuel.  Saúl hizo el show para impresionar al pueblo.  Samuel regresó porque todavía tenía una misión que cumplir:
(I Samuel 15:31-33)  Volvió Samuel tras Saúl, y Saúl adoró al SEÑOR.  (32)  Entonces Samuel dijo: Traedme a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente. Y Agag dijo: Ciertamente, la amargura de la muerte ha pasado ya.  (33)  Pero Samuel dijo: Como tu espada ha dejado a las mujeres sin hijos, así también tu madre será sin hijo entre las mujeres. Y Samuel despedazó a Agag delante del SEÑOR en Gilgal. 

A partir de este momento, el profeta Samuel se desligó por completo del rey Saúl.  Fue un día triste.  Ahí comenzó la caída de Saúl.
(I Samuel 15:34-35)  Luego Samuel se fue a Ramá, pero Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl.  (35)  Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y Samuel lloraba por Saúl, pues el SEÑOR se había arrepentido de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.

COMO IDOLATRÍA
En esta lección, hay algo que no quiero dejar sin comentar.  En el versículo 23, el profeta compara la rebelión y la desobediencia con la adivinación, la idolatría y la iniquidad.
(I Samuel 15:23)  Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey. 

¿Por qué hace esta comparación?  A simple vista, parecería que una cosa no tiene nada que ver con la otra.  Sin embargo, la esencia es la misma. 

Cuando un pagano busca a un dios falso, no lo hace con el afán de buscar la “voluntad” de su ídolo.  Más bien, lo busca para que éste le haga un favor y cumpla el deseo del adorador.  De la misma forma, el rebelde y desobediente no busca cuál es la voluntad de Dios, sino que presiona para hacer su propia voluntad.  En esto se asemeja a un idólatra o a un hechicero. 

miércoles, 22 de junio de 2011

I SAMUEL 14: Armas espirituales y un Voto Imprudente


ARMA ESPIRITUAL
Aunque los israelitas no contaban con armas de hierro para pelear al mismo nivel que los filisteos, sí tenían a su disposición un arma superior: la fe en Dios.  Esta fue el arma que usó Jonatán, pero no Saúl. 

La fe de Saúl había fallado, pero quiso usar otra arma espiritual.  Mandó a llamar a un sacerdote, dado que ya no contaba con el apoyo ni consejo del profeta Samuel.
(I Sam. 14:2-3)  Y Saúl estaba en el término de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y el pueblo que estaba con él era como seiscientos hombres.  (3)  Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod; y no sabía el pueblo que Jonatán se había ido.
Ahías era descendiente de Eli, y formaba parte del linaje sacerdotal que Dios había rechazado (I Sam. 2:27-36; 3:11-14).  Este sacerdote llevaba el Efod, una pieza del vestuario del Sumo Sacerdote (Exo. 28), pero que lamentablemente llegó a ser usada como “amuleto” en el tiempo de los jueces (Jue. 8:27; 17:5-6).

>>Los amuletos son la “salida fácil” para la gente que prefiere hacer su propia voluntad en lugar de obedecer a Dios. Pero pronto se dan cuenta que éstos no sirven. 

PLAN DE JONATÁN
Contrario a Saúl, su hijo Jonatán se dispuso a usar el arma espiritual de la fe. 
(I Sam. 14:1)  Y un día aconteció, que Jonatán hijo de Saúl dijo a su criado que le traía las armas: Ven, y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está al otro lado. Y no lo hizo saber a su padre.

El plan de Jonatán era atacar al destacamento de los filisteos, no con su ejército sino sólo él y su siervo.  Era un plan descabellado y suicida.  No lo hizo por “temerario”, creyéndose invencible, sino porque confiaba en Dios, para quien nada es imposible. Si sólo ellos dos tenían fe, entonces sólo ellos debían ir.  La fe abre las puertas a la victoria, pero la duda a la derrota.
(I Sam. 14:6-7)  Dijo, pues, Jonatán a su criado que le traía las armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá Jehová haga algo por nosotros; que no es difícil a Jehová salvar con muchos o con pocos.  (7)  Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, he aquí yo estoy contigo a tu voluntad.

La verdadera fe en Dios no es creer que Él hará cualquier cosa que “uno quiera”, sino que Él hará lo que ha dicho.  Hasta ese momento, Jonatán no había recibido revelación directa de Dios; lo único que sabía era que Dios quería que echaran fuera a los enemigos.  Para entonces, aún no sabía si debía llevar a cabo el plan temerario.  Por esa razón buscó que Dios le confirmara si debía seguir adelante con el plan o no, y pidió una señal.
(I Sam. 14:8-10)  Y Jonatán dijo: He aquí, nosotros pasaremos a esos hombres, y nos mostraremos a ellos.  (9)  Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros; entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos.  (10)  Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros: entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestras manos; y esto nos será por señal.

PIDE SEÑAL
¿Está bien pedir señales?  Algunos han creído que es malo pedir “pruebas” a Dios (ej.: Isa. 7:11-14), pero eso es lo que Dios nos ha dado desde principio a fin.  Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia está colmada de señales.  Éstas son pautas que el Señor nos envía para confirmar si estamos alineados o no a Su plan.

Jesús reprendió a algunos por pedir señal, sin embargo, al final les dio una señal, aunque no la que esperaban (Mat. 12:38-39; 16:1-4).  Lo malo no era pedir señal, sino la falta de fe.  La clave está en pedir señal, no por falta de fe en Dios, sino por dudar de nuestro propio corazón engañoso o mente falible.

Jonatán pidió señal, y el Señor se la confirmó a través de los filisteos.
(I Sam. 14:11-12)  Se mostraron, pues, ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos, que salen de las cavernas en que se habían escondido.  (12)  Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán y a su paje de armas, y dijeron: Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa. Entonces Jonatán dijo a su paje de armas: Sube tras mí, que Jehová los ha entregado en la mano de Israel.
Tan pronto como recibió la confirmación divina, Jonatán actuó…y el Señor dio la victoria.
(I Sam. 14:13-15)  Y subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, y tras él su paje de armas; y los que caían delante de Jonatán, su paje de armas que iba tras él, los mataba.  (14)  Ésta fue la primera matanza, en la cual Jonatán con su paje de armas, mataron como unos veinte hombres en el espacio de una media yugada de tierra.  (15)  Y hubo temblor en el campamento y por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; y los que habían ido a hacer correrías, también ellos temblaron, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.

Jonatán y su siervo hicieron lo que tenían a su mano…y el resto lo hizo Dios.  El Señor no nos pide que seamos “super-héroes”; todo lo que pide es que hagamos lo que podamos, porque lo demás lo hace Él.  En esa ocasión, el Señor hizo temblar la tierra, y provocó una gran confusión en el campamento enemigo.

SAÚL SE UNE
Desde el campamento de Saúl se podía ver que algo estaba pasando en el campamento enemigo. Se preguntaban contra quién estaban luchando, y allí se hizo evidente que sólo faltaban Jonatán y su escudero.

Aun allí, Saúl sigue poniendo su fe en los “amuletos”, y pidió al sacerdote traer el Arca.  [No es que estuviera mal llevar el Arca a la batalla, porque así lo habían hecho en la conquista de la Tierra.  Lo malo es poner la confianza en ella, en lugar de lo que representa, que es la Presencia de Dios].
(I Sam. 14:16-19)  Y los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín cómo la multitud estaba turbada, e iba de un lado a otro y era deshecha.  (17)  Entonces Saúl dijo al pueblo que tenía consigo: Reconoced luego, y mirad quién haya ido de los nuestros. Y cuando hubieron pasado revista, hallaron que faltaban Jonatán y su paje de armas.  (18)  Y Saúl dijo a Ahías: Trae el arca de Dios. Porque el arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.  (19)  Y aconteció que cuando Saúl aún hablaba con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento de los filisteos se aumentaba, e iba creciendo en gran manera. Entonces dijo Saúl al sacerdote: Detén tu mano.

Al final, Saúl se dio cuenta que no era necesario mandar a traer nada porque Dios ya estaba haciendo la obra.  Los enemigos entraron en confusión, y comenzaron a matarse entre ellos.
(I Sam. 14:20-23)  Y juntando Saúl todo el pueblo que con él estaba, vinieron hasta el lugar de la batalla: y he aquí que la espada de cada uno era vuelta contra su compañero, y la mortandad era grande.  (21)  Y los hebreos que habían estado con los filisteos de tiempo antes, y habían venido con ellos de los alrededores al campamento, también éstos se volvieron para unirse a los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán.  (22)  Asimismo todos los israelitas que se habían escondido en el monte de Efraín, oyendo que los filisteos huían, ellos también los persiguieron en aquella batalla.  (23)  Así salvó Jehová a Israel aquel día. Y llegó el alcance hasta Betaven.

Aunque los israelitas no contaban con espadas de hierro, alcanzaron la victoria, porque Dios iba delante de ellos.

>>Dios no quiere que seamos simples “espectadores”, sino que tomemos un rol activo en la conquista de lo que Dios tiene para nosotros. Cada uno debe echar fuera al “enemigo de su vida” (el pecado y líneas de iniquidad).  Nosotros debemos estar dispuestos y hacer nuestra parte, y Dios hará el resto.  Allí veremos los milagros.


VOTO PELIGROSO
La victoria de Israel fue puesta en riesgo por un juramento que Saúl había hecho. 
(I Sam. 14:24)  Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día; porque Saúl había conjurado al pueblo, diciendo: Cualquiera que comiere pan hasta la tarde, hasta que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había gustado pan.

Saúl puso a ayunar al pueblo.  El ayuno es un arma espiritual.  Hubiera estado bien, si Saúl la hubiera usado con la motivación correcta…pero no lo hizo.  El usó el ayuno como un “amuleto”, buscando que Dios le fuera “favorable”, en lugar de buscar la voluntad de Dios. 

>>Lamentablemente, muchos usan el ayuno de esta misma manera.  Ayunan para pedirle a Dios algún favor; dicho de otra manera: para “torcerle el brazo a Dios” para que haga lo que ellos quieren.  Pero el verdadero propósito del ayuno no es que Dios haga “nuestra voluntad”, sino que nos humillemos ante Él para buscar “SU Voluntad”. 

Saúl no “convocó” a un ayuno voluntario, sino que hizo un pacto en nombre del pueblo, y los comprometió a todos.  En lugar de que el ayuno fuera una bendición, se convirtió en una carga.  No sólo los israelitas estaban peleando sin haber comido, sino que corrían el riesgo de recibir una maldición si rompían el voto (14:24).

Además, Saúl puso en riesgo a su propio hijo, quien no oyó el voto dado que se había escapado para enfrentar a los filisteos.
(I Sam. 14:25-27)  Y todo el pueblo llegó a un bosque donde había miel en la superficie del campo.  (26)  Entró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí que la miel corría; pero no hubo quien llegase la mano a su boca; porque el pueblo temía el juramento.  (27)  Pero Jonatán no había oído cuando su padre había juramentado al pueblo, y alargó la punta de una vara que traía en su mano, y la mojó en un panal de miel, y llegó su mano a su boca; y sus ojos fueron aclarados.

Lo que se traduce como “ojos aclarados”,  literalmente quiere decir: iluminados, con luz.

Cuando uno está débil o desfalleciendo, los ojos se “apagan”.  Uno no puede ver con claridad (Salmo 38:10).  En ese estado se encontraban los israelitas, ya que habían luchado y perseguido al enemigo sin haberse alimentado.  Todos estaban débiles.  Pero nadie se atrevió a probar de la miel, excepto Jonatán. 

Todos esperaban que él muriera o le pasara algo malo, pero cuando comió miel, se le iluminaron los ojos.  Se reanimó con el azúcar de la miel. 

En ese momento, los otros le contaron a Jonatán sobre el juramento de Saúl. 
(I Sam. 14:28)  Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar expresamente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que comiere hoy manjar. Y el pueblo desfallecía.

¿Cuál fue la reacción de Jonatán?  Él se molestó por el voto vano que había hecho su padre, y la carga innecesaria que había puesto sobre los hombros de sus hombres.
(I Sam. 14:29-30)  Y respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos, por haber gustado un poco de esta miel: (30)  ¿Cuánto más si el pueblo hubiera hoy comido del despojo de sus enemigos que halló? ¿No se habría hecho ahora mayor estrago en los filisteos?

Hubo otra consecuencia negativa del voto impulsivo de Saúl.  Dado que el pueblo tenía gran hambre por seguir peleando sin haberse alimentado, al final del día muchos comieron algo que no debían.
(I Sam. 14:31-35)  E hirieron aquel día a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón; y el pueblo estaba muy cansado.  (32)  Y el pueblo se lanzó sobre el despojo, y tomaron ovejas y bueyes y becerros, y los mataron en tierra, y el pueblo comió con sangre.  (33)  Y se lo dijeron a Saúl, diciendo: El pueblo peca contra Jehová comiendo con sangre. Y él dijo: Vosotros habéis prevaricado; rodadme ahora acá una piedra grande. 

Saúl sabía que este pecado les podía costar caro en la guerra.  Por lo tanto, se dispuso a hacer un sacrificio para cubrir el pecado del pueblo.
(I Sam. 14:34-35)  Además dijo Saúl: Esparcíos por el pueblo, y decidles que me traigan cada uno su buey, y cada cual su oveja, y degolladlos aquí, y comed; y no pecaréis contra Jehová comiendo con sangre. Y trajo todo el pueblo cada cual su buey aquella noche, y los degollaron allí.  (35)  Y edificó Saúl altar a Jehová. Éste fue el primer altar que él edificó a Jehová.

Saúl creía que esos sacrificios eran suficientes para apaciguar a Dios.  Creía que ya estaba en buenos términos con Él, por lo tanto Dios le sería propicio para acabar con los enemigos de una vez por todas. Pero el sacerdote le aconsejó buscar primero si Dios estaba de acuerdo con esos planes.
(I Sam. 14:36-37)  Y dijo Saúl: Descendamos de noche contra los filisteos, y los saquearemos hasta la mañana, y no dejaremos de ellos ninguno. Y ellos dijeron: Haz lo que bien te pareciere. Dijo luego el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios.  (37)  Y Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Mas Jehová no le dio respuesta aquel día.

No tuvo respuesta de Dios.  En ese momento, él supo que había algo que no estaba bien.  ¿Acaso no había sido expiado el pecado del pueblo?  Para descubrir qué pecado estaba estorbando a Israel, Saúl decidió consultar a Dios. 
(I Sam. 14:38-44)  Entonces dijo Saúl: Acercaos acá todos los principales del pueblo; y sabed y mirad por quién ha sido hoy este pecado;  (39)  porque vive Jehová, que salva a Israel, que si fuere en mi hijo Jonatán, él morirá de cierto. Y no hubo en todo el pueblo quien le respondiese.  (40)  Dijo luego a todo Israel: Vosotros estaréis a un lado, y yo y Jonatán mi hijo estaremos al otro lado. Y el pueblo respondió a Saúl: Haz lo que bien te pareciere.  (41)  Entonces dijo Saúl a Jehová Dios de Israel: Da suerte perfecta. Y fueron tomados Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre.  (42)  Y Saúl dijo: Echad suerte entre mí y Jonatán mi hijo. Y fue tomado Jonatán.  (43)  Entonces Saúl dijo a Jonatán: Declárame qué has hecho. Y Jonatán se lo declaró, y dijo: Cierto que gusté con la punta de la vara que traía en mi mano, un poco de miel; ¿y he aquí he de morir?  (44)  Y Saúl respondió: Así me haga Dios y así me añada, que sin duda morirás, Jonatán.

Saúl estaba dispuesto a poner a su hijo a la muerte, pero el pueblo no lo permitió.
(I Sam. 14:45)  Mas el pueblo dijo a Saúl: ¿Ha de morir Jonatán, el que ha hecho esta gran salvación en Israel? No será así. Vive Jehová, que no ha de caer un cabello de su cabeza en tierra, pues que ha obrado hoy con Dios. Así libró el pueblo a Jonatán, para que no muriese.

En ese día, Saúl ya no siguió persiguiendo a los filisteos.  Pero a partir de ese momento, él comenzó a hacer guerra contra los pueblos que aún no habían logrado sacar de la Tierra, y contra aquellos enemigos que los saqueaban.   
(I Sam. 14:46-48)  Y Saúl dejó de seguir a los filisteos; y los filisteos se fueron a su lugar.  (47)  Y ocupando Saúl el reino sobre Israel, hizo guerra a todos sus enemigos alrededor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba, y contra los filisteos; y a dondequiera que se volvía era vencedor.  (48)  Y reunió un ejército, e hirió a Amalec, y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban.

Así fue formando Saúl su ejército.
(I Sam. 14:52)  Y la guerra fue fuerte contra los filisteos todo el tiempo de Saúl; y cuando Saúl veía algún hombre valiente o algún hombre esforzado, lo juntaba consigo.



domingo, 19 de junio de 2011

I SAMUEL 13: El rey forma su ejército

Luego de la despedida de Samuel, el énfasis del libro se vuelca hacia el rey Saúl. 

SAÚL LEVANTA SU EJÉRCITO
Antes que hubiera reyes en Israel, se esperaba que todos los hombres israelitas defendieran a sus familias y sus tierras; pero ahora que tenían rey, éste escogió a los hombres que formarían su ejército, el cual estaría a su disposición en todo momento. 

Tal como Samuel había advertido al pueblo, el rey comenzó a tomar hombres del pueblo para formar su ejército (I Sam. 8:10-12). 
(I Sam. 13:1-2)  Y Saúl reinó un año; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel,  (2)  Saúl escogió para sí tres mil hombres de Israel; dos mil estuvieron con Saúl en Micmas y en el monte de Betel, y mil estuvieron con Jonatán en Gabaa de Benjamín; y envió al resto del pueblo, cada uno a sus tiendas.

Un rey necesita un ejército no sólo para defender su territorio, sino que también para conquistar más tierras y agrandar el reino.  Así lo hizo Saúl, junto con su hijo Jonatán, a quien comenzó a preparar para quedarse con el trono. 

Los principales enemigos de Israel en ese tiempo eran los filisteos, y a ellos atacó el ejército liderado por Jonatán.  El lugar que atacaron fue un fuerte que los filisteos tenían en Geba, el cual estaba en el territorio de Benjamín pero que aún no habían logrado poseer. 

Gabaa, Geba y Guibeón
En el territorio de Benjamín hay tres pueblos que tienen nombre parecido, que además están cerca el uno del otro, y se les llama de diferente manera según las diversas traducciones. Aquí les pongo un mapa para que los visualicen:



El puesto de Jonatán estaba en Gabaa, pero atacó una guarnición que los filisteos tenían en Geba.  Este ataque evidentemente no estaba destinado a derrotar a sus enemigos, pues sólo era una tropa pequeña.  Más bien, lo que se logró fue provocarlos…como quien mete la mano en una colmena de abejas. 
(I Sam. 13:3-5)  Y Jonatán hirió la guarnición de los filisteos que había en Geba, y lo oyeron los filisteos. Entonces Saúl hizo tocar trompeta por toda la tierra, diciendo: Que oigan los hebreos.  (4)  Y todo Israel oyó lo que se decía: Saúl ha herido la guarnición de los filisteos; y también que Israel se había hecho odioso a los filisteos. Y se juntó el pueblo en pos de Saúl en Gilgal.  (5)  Entonces los filisteos se juntaron para pelear con Israel; treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo tan numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Betaven.

Por lo que leemos después, se hace evidente que los israelitas no estaban preparados para un conflicto bélico de esa magnitud. 
(I Sam. 13:6-7)  Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en estrecho (porque el pueblo estaba en aprieto), el pueblo se escondió en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas.  (7)  Y algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl estaba aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando.

CONOCE CON QUIÉN PELEAS
Si Jonatán hizo el ataque sin pensar en las consecuencias, fue imprudente.  Si lo hizo a propósito, para forzar a todos los israelitas a ir a la guerra contra los filisteos, no midió bien la dimensión de lo que estaba provocando. 

¿Acaso debemos evitar siempre la guerra?  La respuesta no es esconderse ni huir del conflicto o la confrontación (I Sam. 13:6-7); pero si vamos a hacerlo, debemos estar preparados. 

Debemos conocer al enemigo, ante de confrontarlo.  También debemos saber con qué armas contamos, antes de meternos en batalla (2 Cor. 10:3-6; Efe. 6:13-18).

En la guerra espiritual, Jesús explicó que hay espíritus que sólo se van con “ayuno y oración”, y no con una simple “reprensión”. 
(Mateo 17:18-21)  Y Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento.  (19)  Entonces los discípulos, llegándose a Jesús en privado, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?  (20)  Y Él les dijo: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí allá", y se pasará; y nada os será imposible.  (21)  Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno.

EL ENEMIGO BUSCA EL PUNTO DÉBIL
Al provocar a los filisteos, éstos se levantaron contra Israel.  Enviaron espías en tres direcciones para descubrir sus puntos débiles y atacarlos por allí (I Sam. 13:17-18). 

Una de las debilidades de Israel era que no contaban con armas de hierro, mientras que los filisteos sí.  En el caso de que estallara la guerra, los israelitas tendrían que defenderse con sus propias manos o con armas de calidad inferior.  Lo curioso es que los filisteos eran la causa de que los israelitas no pudieran armarse adecuadamente. 

En esos tiempos, el hierro no estaba disponible para todos.  Aunque pudieran comprarlo, no podían trabajarlo, porque no sabían cómo.  Los herreros especializados en el hierro no eran muchos. Quienes tenían el monopolio en la región eran los filisteos.  Este oficio era guardado como un secreto entre los filisteos para mantener su superioridad ante sus enemigos.
(I Sam. 13:19-22)  Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza.  (20)  Y todos los de Israel descendían a los filisteos cada cual a afilar su reja de arado, su azadón, su hacha o su hoz;  (21)  y tenían un afilador para las rejas de arado y para los azadones, y para los tridentes y para las hachas, y para componer las aguijadas.  (22)  Así aconteció que el día de la batalla no se halló espada ni lanza en mano de alguno de todo el pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían.

En un sentido natural, los filisteos llevaban la ventaja ante los israelitas.  Pero Israel sabía que si Dios estaba con ellos, cualquier cosa era posible.  Por ello, el rey Saúl buscó el respaldo de Dios antes de entrar a la batalla.

LO QUE PERDIÓ POR NO ESPERAR
El rey mandó a llamar al profeta Samuel, a quien seguía consultando sobre asuntos importantes del reino.  Pero el profeta se “demoró” en llegar.  Posiblemente la demora era una prueba. 
(I Sam. 13:8)  Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había señalado; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. 

En lugar de esperar al profeta para recibir la dirección divina, Saúl decidió apresurar el proceso.
(I Sam. 13:9-12)  Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto.  (10)  Y aconteció que tan pronto como acabó de hacer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a su encuentro, para saludarle.  (11)  Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me iba, y que tú no venías al plazo de los días, y que los filisteos estaban juntos en Micmas,  (12)  me dije: Los filisteos descenderán ahora contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Por tanto me vi forzado, y ofrecí holocausto.

Efectivamente muchos soldados habían desertado y los demás israelitas se habían ido a esconder.  Las circunstancias eran adversas, y se complicaban cada vez más.  Saúl pensó que Dios no le era propicio y que no vendría en su rescate.  Por lo tanto, en lugar de poner su fe en Dios, tomó el asunto en sus propias manos.  ¿Era justificada su reacción o no? Veamos cómo reaccionó Samuel ante las excusas de Saúl…
(I Sam. 13:13-14)  Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios, que Él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre.  (14)  Mas ahora tu reino no será duradero: Jehová se ha buscado varón según su corazón, al cual Jehová ha mandado que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó. 

Saúl reaccionó en la carne, y no en el espíritu.  El trató de controlar la situación con sus propios medios, en lugar de confiar en que Dios estaba en control y esperar Su dirección.

>>Esto mismo nos puede pasar hoy en nuestras vidas.  Cuando actuamos en la carne en lugar de esperar la dirección de Dios, complicamos las cosas, o aún peor las echamos a perder. 

Lo que Saúl perdió fue más que hombres de guerra o una batalla (I Sam. 13:15).  Él perdió el apoyo del Señor y la permanencia del reino en su familia [Más tarde veremos que ninguno de sus hijos heredará el reino].

En esta y en otras situaciones vemos que Saúl se dejaba llevar por las circunstancias y por la opinión del pueblo, en lugar de creer en Dios. Por esa razón, el profeta le dijo que Dios ya estaba buscando a otro líder que lo reemplazara.  La cualidad que él buscaba de un líder es que fuera un hombre “según el corazón de Dios”.  En Hechos se explica qué quiere decir esta frase:  
(Hechos 13:22)  Y quitado éste, les levantó por rey a David, del cual dio también testimonio, diciendo: He hallado a David, hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, el cual hará toda mi voluntad.

Lo que Dios busca en un líder no es que sea “muy listo y creativo”, sino que sepa seguir la dirección de Dios, y que crea en Él porque de Dios viene la victoria. 

Saúl no obedeció ni creyó en Dios, pero su hijo Jonatán sí, como lo veremos en el siguiente capítulo…