Continuamos con el
estudio del capítulo 20…
EN EL DÍA
DE LA LUNA NUEVA
Cuando llegó el día
de la fiesta (Luna Nueva, de Rosh Hashaná—ver la explicación en la entrada
anterior), todos se presentaron a celebrar con el rey, excepto David.
(1 Samuel 20:24-25) David,
pues, se escondió en el campo, y cuando llegó la nueva luna, se sentó el rey a
comer pan. Y el rey se sentó en su silla, como solía, en el asiento junto a la
pared, y Jonatán se levantó, y se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de
David quedó vacío.
En esa ocasión, el
rey Saúl no dijo nada sobre la ausencia de David.
(1 Samuel 20:26) Mas aquel
día Saúl no dijo nada, porque se decía: Le habrá acontecido algo, y no está
limpio; de seguro no está purificado.
Pero para el último
día de la fiesta, Saúl ya estaba esperando que llegara David, y allí lo atraparía.
Pero cuando no lo vio, le preguntó a Jonatán.
(1 Samuel 20:27-29) Al
siguiente día, el segundo día de la nueva luna, aconteció también que el
asiento de David quedó vacío. Y Saúl dijo a Jonatán su hijo: ¿Por qué no ha
venido a comer el hijo de Isaí hoy ni ayer? Y Jonatán respondió a Saúl: David
me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén, diciendo: Te ruego que
me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad, y mi
hermano me lo ha mandado; por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos,
permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos. Por esto, pues, no ha venido a
la mesa del rey.
La respuesta de
Jonatán no le gradó para nada al rey, y éste reaccionó mal.
(1 Samuel 20:30-31) Entonces
se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y
rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión
tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre? Porque todo el tiempo
que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino.
Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir.
Fiesta del rey Saúl en Luna Nueva |
Cuando Jonatán salió
en defensa de su amigo, Saúl reaccionó aún peor.
(1 Samuel 20:32-34) Y Jonatán
respondió a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho? Entonces
Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre
estaba resuelto a matar a David. Y se levantó Jonatán de la mesa con
exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía
dolor a causa de David, porque su padre le había afrentado.
Tal como habían
planeado, Jonatán fue al campo para mandarle la señal a David. Lanzó la flecha
lejos, ya que el mensaje no era positivo, y David debía huir sin parar.
(1 Samuel 20:35-39) Al otro día, de
mañana, salió Jonatán al campo, al tiempo señalado con David, y un muchacho
pequeño con él. Y dijo al muchacho: Corre y busca las saetas que yo
tirare. Y cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la saeta de modo que
pasara más allá de él. Y llegando el muchacho adonde estaba la saeta que
Jonatán había tirado, Jonatán dio voces tras el muchacho, diciendo: ¿No está la
saeta más allá de ti? Y volvió a gritar Jonatán tras el muchacho: Corre,
date prisa, no te pares. Y el muchacho de Jonatán recogió las saetas, y vino a
su señor. Pero ninguna cosa entendió el muchacho; solamente Jonatán y
David entendían de lo que se trataba.
Jonatán despidió a
su siervo, con la esperanza de tener la oportunidad de despedirse de David.
(1 Samuel 20:40) Luego dio
Jonatán sus armas a su muchacho, y le dijo: Vete y llévalas a la ciudad.
Ya estando solos,
David salió al encuentro de Jonatán, y tuvieron una despedida emotiva.
(1 Samuel 20:41-42) Y luego
que el muchacho se hubo ido, se levantó David del lado del sur, y se inclinó
tres veces postrándose hasta la tierra; y besándose el uno al otro, lloraron el
uno con el otro; y David lloró más. Y Jonatán dijo a David: Vete en paz,
porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová esté entre
tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre. Y él se levantó
y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.
Los amigos tomaron
rumbos distintos, pero el pacto que hicieron siguió intacto. Más adelante en la
historia veremos cómo David cumple su compromiso con los descendientes de Jonatán
(2 Samuel 9).
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