domingo, 4 de marzo de 2018

1 SAMUEL 6. Retorno del Arca


A pesar de la plaga que cayó sobre las ciudades filisteas por haber raptado el Arca de Dios, los filisteos todavía la guardaron por siete meses (1 Sam. 6:1). Finalmente, no les quedó otra opción que deshacerse de ella; pero no sabían cómo, así que consultaron a sus adivinos.
(1 Samuel 6:2) Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová? Hacednos saber de qué manera la hemos de volver a enviar a su lugar.

Ellos sabían que no se trataba sólo de deshacerse del arca, sino de apagar la ira del Dios de Israel. El consejo de los sacerdotes paganos fue el siguiente:
(1 Samuel 6:3-5) Ellos dijeron: Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía, sino pagadle la expiación; entonces seréis sanos, y conoceréis por qué no se apartó de vosotros su mano. Y ellos dijeron: ¿Y qué será la expiación que le pagaremos? Ellos respondieron: Conforme al número de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro, y cinco ratones de oro, porque una misma plaga ha afligido a todos vosotros y a vuestros príncipes. Haréis, pues, figuras de vuestros tumores, y de vuestros ratones que destruyen la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; quizá aliviará su mano de sobre vosotros y de sobre vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra.

Los filisteos reconocieron el poder del Dios de Israel, pero eso no quiere decir que se convirtieron ni se sometieron. Simplemente querían apaciguarlo, y dar una compensación por el rapto del Arca.  

Curiosamente, los filisteos reconocieron que el Dios de Israel es el mismo que envió también las plagas en Egipto muchos años atrás. Ellos aprendieron de la historia.
(1 Samuel 6:6) ¿Por qué endurecéis vuestro corazón, como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron?

Ya habían pasado unos 500 años desde que los israelitas habían salido de Egipto, pero los pueblos cananeos no habían olvidado lo que Dios había hecho con Israel.
Así como Faraón soltó a los israelitas, también los filisteos dejaron ir el Arca de Dios. Y la gloria no la iba a recibir Israel, sino sólo Jehová, el Dios de Israel.


EL RETORNO DEL ARCA
En realidad, los filisteos no “devolvieron” el Arca a los israelitas, sino que simplemente la soltaron…y la dejaron en las manos de Dios.

El plan de los sacerdotes filisteos era el siguiente:
(1 Samuel 6:7-9) 7 Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás de ellas a casa. Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis sobre el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar en ofrenda por la culpa, las pondréis en una caja al lado de ella; y la dejaréis que se vaya. Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto ocurrió por accidente.

Aquí vemos que todavía les quedaba una pequeña duda a los filisteos, pensando que tal vez las plagas podrían tratarse de una “mala coincidencia”. Mandaron el arca sobre una carroza halada por unas vacas. Escogieron unas vacas que no estaban acostumbradas a halar carga, y que además acababan de dar a luz (por naturaleza ellas irían en busca de sus becerros). Pero si, a pesar de todo esto, las vacas tomaban el camino hacia Israel, entonces se confirmaría que todo fue una señal del Dios de Israel.

Los filisteos dejaron el Arca en manos de Dios, y Jehová hizo el milagro ante los ojos de los enemigos.
(1 Samuel 6:10-12) Y aquellos hombres lo hicieron así; tomando dos vacas que criaban, las uncieron al carro, y encerraron en casa sus becerros. Luego pusieron el arca de Jehová sobre el carro, y la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores. Y las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían camino recto, andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda; y los príncipes de los filisteos fueron tras ellas hasta el límite de Bet-semes.

Aunque iban bramando, las vacas obedecieron a Jehová—aún en contra de su naturaleza. La Biblia dice que no se desviaron ni a la derecha ni a la izquierda. ¡Cuánto debemos aprender de esas vacas obedientes!, lo cual nos recuerda lo que Dios ordenó a su Pueblo a través de su siervo Moisés:
(Deuteronomio 5:32-33) Mirad, pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.

BET-SEMES
El destino final de la carroza con el Arca fue Bet-Semes (lit. casa del sol). Éste era un pueblo israelita, probablemente el más cercano a la frontera con los filisteos.

Cuando los israelitas vieron que el Arca del Pacto había regresado a Israel, se alegraron en gran manera.
(1 Samuel 6:13) Y los de Bet-semes segaban el trigo en el valle; y alzando los ojos vieron el arca, y se regocijaron cuando la vieron.

Si los israelitas estaban cosechando el trigo, esto quiere decir que era el principio del verano, cerca de la Fiesta de Semanas (Pentecostés, en hebreo: Shavuot), que es la fiesta donde se entrega la primicia del trigo.

Bet-Semes quedaba en la frontera entre el territorio de Judá y de Isacar. Pero lo más significativo es que era una ciudad levita (Josué 21:16). El lugar preciso donde la carroza con el Arca descansó fue cerca de una roca, en el terreno de un hombre llamado Josué. Por su entrenamiento como levita, él sabía lo que debía hacer. Lo primero que hizo fue ofrecer sacrificio a Dios como preparación para mover el arca.
(1 Samuel 6:14-15) Y el carro vino al campo de Josué de Bet-semes, y paró allí donde había una gran piedra; y ellos cortaron la madera del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehová. Y los levitas bajaron el arca de Jehová, y la caja que estaba junto a ella, en la cual estaban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra; y los hombres de Bet-semes sacrificaron holocaustos y dedicaron sacrificios a Jehová en aquel día.

Hasta este punto, los líderes de los filisteos siguieron de lejos el Arca. Al asegurarse que estaba en manos de los israelitas, y nadie se la había robado en el camino, ya se desentendieron.

(1 Samuel 6:16) Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, volvieron a Ecrón el mismo día.

Algunos comentaristas calculan que el pago de los filisteos fue millonario, pues se hizo con oro puro. Y lo hicieron en forma representativa de las plagas que les sobrevinieron, y también en números que representaban al pueblo filisteo.
(1 Samuel 6:17-18) Estos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalón uno, por Gat uno, por Ecrón uno. Y los ratones de oro fueron conforme al número de todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco príncipes, así las ciudades fortificadas como las aldeas sin muro. La gran piedra sobre la cual pusieron el arca de Jehová está en el campo de Josué de Bet-semes hasta hoy.

PLAGA EN BET-SEMES
Aunque los levitas en Bet-Semes trataron el Arca con cuidado, el pueblo en general se dejó llevar por la curiosidad más que por la prudencia, y faltaron el respeto al Arca de Dios.
(1 Samuel 6:19) Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido con tan gran mortandad.

El castigo no fue sólo para los filisteos (por raptar el Arca), sino también para los israelitas (por mirar dentro).

Los habitantes no reaccionaron bien a la disciplina de Dios. En lugar de reconocer su error y aprender de ello, más bien optaron por alejarse.  
(1 Samuel 6:20-21) Y dijeron los de Bet-semes: ¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién subirá desde nosotros? Y enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: Los filisteos han devuelto el arca de Jehová; descended, pues, y llevadla a vosotros.

El Arca de Dios fue enviada a otro pueblo cercano: Quiriat-jearim, en el territorio de la tribu de Judá (Josué 18:14). Ellos sí la recibieron bien. Una familia abrió sus puertas para recibirla, y no sólo eso, sino que dedicó a un hijo para que la guardara.
(1 Samuel 7:1-2) Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová. Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.

El Arca de Dios permaneció allí hasta que David llegó por ella para trasladarla a Jerusalén, veinte años más tarde (2 Samuel 6:1-4).


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