Como mencionamos en la entrada pasada, los sacerdotes judíos
no tenían la autoridad de ejecutar a nadie; durante la ocupación romana, sólo
las autoridades romanas tenían el derecho de promulgar condenas de muerte. Por
eso los líderes religiosos llevaron a Jesús ante el gobernador romano en la
región.
(Mateo 27:1-2) Venida la mañana,
todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en
consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. Y le llevaron atado, y le
entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
Los líderes religiosos sabían que al gobernador romano no le
iban a importar los cuestionamientos religiosos de los judíos, pero sí sabían
que le iba a molestar que alguien se autodenominara “rey de los judíos”. Y ésa
fue la acusación ante Pilato.
Antes de escuchar los detalles, el gobernador le preguntó a
Jesús si era cierta la acusación.
(Mateo 27:11) Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador;
y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo:
Tú lo dices.
Luego el gobernador escuchó el lado de los religiosos
(27:12). Pero lo que más sorprendió al gobernador romano es que Jesús no se
defendiera. Él sólo tenía que dar una explicación o excusa, y probablemente saldría
libre; pero Jesús no dijo nada.
(Mateo 27:12-14) Y siendo acusado por los principales sacerdotes y
por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas
cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal
manera que el gobernador se maravillaba mucho.
¿Por qué Jesús no respondió ni se defendió cuando podía ser
exonerado por el gobernador? Lo hizo porque él que el plan de Dios es que muriera
en la cruz a favor del mundo. Jesús se estaba entregando como el Cordero de
Dios (Isa. 53:7).
Pilato se dio cuenta que todo era una manipulación de los
religiosos, por lo que quiso dar una salida a Jesús.
(Mateo 27:15-18) Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el
gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. Y tenían entonces un
preso famoso llamado Barrabás. Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién
queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían
entregado.
Pilato no presentó esta salida sólo por su “buena
conciencia”, sino por consejo de su esposa, a quien le había sido revelado en
sueños que Jesús era inocente.
(Mateo 27:19) Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó
decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en
sueños por causa de él.
Para sorpresa de todos, los religiosos prefirieron la muerte
de Jesús, que era inocente, en lugar de un verdadero criminal.
(Mateo 27:20-22) Pero los
principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a
Barrabás, y que Jesús fuese muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A
cuál de los dos queréis que os suelte? Y
ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado
el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!
Pilato no podía creer lo que escuchaba del pueblo, pues
sabía que Jesús era inocente.
(Mateo 27:23) Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero
ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
La presión del pueblo se volvió tan intensa, que el
gobernador tuvo que ceder para evitar una situación caótica, pero no sin antes
lavarse las manos por la sangre inocente.
(Mateo 27:24-26) Viendo
Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó
las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este
justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre
nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado
a Jesús, le entregó para ser crucificado.
Tanto judíos como gentiles participaron en la muerte de
Jesús. Los judíos pidieron su muerte, y los romanos lo torturaron y lo
ejecutaron; pero en última instancia, Jesús murió por los pecados del mundo entero,
y todos somos partícipes de ello (Rom. 4:25; 2 Cor. 5:21; Gal. 1:4; 1 Ped.
2:24; 1 Ped. 3:18).
(1 Juan 2:2) Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Jesús no sólo sufrió en la cruz, sino previo a ello fue
humillado y torturado por los romanos. La burla de éstos se centró en el tema
de ser considerado como “el rey de los judíos”.
(Mateo 27:27-31) Entonces los
soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de
él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata,
y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano
derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve,
Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.
Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos,
y le llevaron para crucificarle.
Aún en la cruz siguió el escarnio con un letrero:
(Mateo 27:37) Y pusieron sobre su
cabeza su causa escrita: “Este es Jesús, el Rey de los judíos.”
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de MATEO
Exelente enseñansa me fasina aprender mas.. Estoy tan interesadoen el estudio. Bendiciones
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