jueves, 20 de octubre de 2016

Mateo 27:32-54. Muerte en la Cruz

Luego de ser azotado, torturado y condenado injustamente por los romanos, Jesús también fue forzado a cargar el madero sobre el cual iba a ser crucificado. Lo hizo hasta cierto punto ya que él estaba debilitado por los golpes y el desvelo, y los romanos asignaron a otro hombre para cargar la cruz.
(Mateo 27:32) Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz. 

Mateo no da muchos detalles sobre la crucifixión en sí, pero sí señala ciertos datos que apuntan al cumplimiento de varias profecías mesiánicas. Una de ésas está en el Salmo 22, y Mateo lo cita de la siguiente manera:
(Mateo 27:35) Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos,  echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y sentados le guardaban allí. 

Vayamos ahora a leer el Salmo, que es aún más descriptivo.
(Salmo 22:14-18) He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

MÁS BURLA
La afrenta y la burla en contra de Jesús no sólo vino de los soldados romanos, sino también de otros…

a. La gente que pasaba cerca
(Mateo 27:39-40) Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 

b. Los religiosos
(Mateo 27:41-43) De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 

c. Los ladrones
(Mateo 27:38,44) Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha,  y otro a la izquierda…Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. 

Lucas cuenta en su evangelio que uno de los ladrones se burló de Jesús, pero el otro lo defendió y creyó en el Señor.
(Lucas 23:39-43) Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

SEPARACIÓN DE DIOS
El sufrimiento de Jesús no sólo se limitó a lo físico, sino también se extendió a lo emocional. Pero el peor dolor para Él fue la separación del Padre cuando cargó sobre sus espaldas el pecado del mundo…
(Mateo 27:46) Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 

Estas no son palabras al azar, sino que Jesús estaba citando el primer versículo del salmo que Mateo mencionó anteriormente (Sal. 22)…
(Salmo 22:1) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

En este momento, Jesús se estaba entregando como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Cargando con el pecado, la Presencia del Padre ya no estaba con él. En ese momento, Jesús hizo el mayor sacrificio, muriendo a favor de la humanidad.
(Mateo 27:50) Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 

Juan escribió las últimas palabras de Jesús: “Consumado es”. Con su muerte fue completado el sacrificio de redención que salvaría a toda la humanidad.

Leamos ahora la profecía de Isaías que describe este momento con gran detalle y profundidad:
(Isaías 53:3-7) Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,  experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.  Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Jesús soportó el sufrimiento y tortura de su muerte en la cruz porque Él veía delante de Él el fruto que esto traería, lo cual también está descrito en el pasaje de Isaías:
(Isaías 53:10-12) Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto,  yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

Jesús, el justo, pagó por los pecadores. Él se hizo maldición para salvar al mundo (Deu 21:23; Gálatas 3:13).
(1 Pedro 2:24) quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia;  y por cuya herida fuisteis sanados.

SE PARTIÓ EL VELO
A la misma hora  que el sumo sacerdote estaba sacrificando el último cordero de la Pascua (“a la novena hora”: 3 p.m.), Jesús entregó su espíritu. Mateo describe otros eventos que sucedieron en ese momento…
(Mateo 27:51-53) Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros,  después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. 

La resurrección de muertos fue un milagro asombroso y revelador porque apunta al poder de vida que trae la muerte de Jesús. Sin embargo, el milagro más significativo fue cuando el velo del Templo se rasgó, ya que esto representa el camino que fue abierto para regresar a la presencia de Dios, que había sido cerrado desde el pecado del hombre en el jardín del Edén (Gen. 3:22-24). El libro de Hebreos lo explica así:
(Hebreos 10:17-22) Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.  Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es,  de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

El perdón de pecados no sólo es para el pueblo judío, sino para toda la humanidad—todo aquel que crea en Jesús (1 Juan 4:15-17; Juan 3:16-18). Esto se ejemplifica en la confesión que hizo el centurión romano, reconociendo que Jesús era el Hijo de Dios.
(Mateo 27:54)  El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. 

MUJERES PRESENTES
¿Dónde estaban los discípulos de Jesús mientras lo crucificaban? Vimos al final del capítulo anterior que todos huyeron cuando apresaron a Jesús. Curiosamente Mateo cuenta que las mujeres que le seguían estuvieron presentes en la aflicción del Señor.
(Mateo 27:55-56) Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos,  las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. 

En el Evangelio de Juan vemos que también estuvo presente en la crucifixión, María, madre de Jesús, acompañada de Juan (Juan 19:25-2).


Más estudios de este Evangelio en la pestaña: MATEO
También disponible en audio: AUDIO de MATEO  


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