lunes, 29 de agosto de 2016

MATEO 22:1-14. Parábola de la Boda

En el Evangelio de Mateo vemos que Jesús usa las parábolas para explicar cómo funciona el Reino de Dios. En este capítulo, Jesús usa la imagen de una boda…
(Mateo 22:1-7) Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. 

Con esta parábola, Jesús sigue el tema del rechazo del pueblo de Dios. Israel fue invitado, pero no quisieron ir. Y el rechazo fue tan categórico, que aún mataron a los emisarios (que representan a los profetas).

Jesús continúa la analogía, y señala que a pesar del desprecio del pueblo, los planes del Rey siguen vigentes…
(Mateo 22:8-10)  Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.  Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. 

Esta parábola hace referencia al rechazo que Israel tuvo del Mesías. Sólo un remanente lo reconoció y lo siguió. Pero este rechazo abrió la puerta para que todos los demás pueblos pudieran ser también invitados (Romanos 11). 

Pero Jesús termina la parábola haciendo una aclaración sobre la vestimenta adecuada para la Boda del Hijo del Rey…
(Mateo 22:11-14) Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. 

En la simbología bíblica, la vestimenta representa las acciones justas de las personas (Apoc. 19:7-8). Este invitado llegó con sus propias vestiduras, y no aceptó ponerse las que el Rey le ofreció. La Biblia describe nuestra propia justicia como “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6). Nuestra propia justicia no es suficiente para permitirnos entrar al Reino de Dios; pero el Señor mismo es quien nos ofrece,
por Su Gracia, las vestiduras de salvación (Isa. 61:10).

Esta parábola es muy significativa porque se rescata el tema de la boda en cuanto a la relación de Dios con su pueblo. Este es un tema que se repite a lo largo de la Biblia, y culmina en la descripción de la Nueva Jerusalén descendiendo de los Cielos como una novia.
(Apocalipsis 21:2-3) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.


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