jueves, 12 de mayo de 2016

MATEO 9:1-17. Sanidad del paralítico y Llamado de Mateo


Luego de la oposición que recibieron en Gadara, Jesús y sus discípulos regresan a su pueblo, Capernaúm (heb. Kefer Najum, lit. “aldea de reposo”).  Allí también encontraron oposición, pero en esta ocasión por parte de los líderes religiosos.  La fama de Jesús había llegado a sus oídos, y llegaron a Capernaum para inspeccionar las enseñanzas y acciones de Jesús.  Ese día fueron testigos de un gran milagro…
(Mateo 9:1-2)  Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.  Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 

Si el paralítico estaba pidiendo sanidad, ¿por qué Jesús habrá dicho: “tus pecados te son perdonados”?  Probablemente es porque esa era la causa de la enfermedad; y también porque la sanidad espiritual es más importante que la física.  Pero en lugar de apreciar esto, los religiosos pensaron mal de Jesús…
(Mateo 9:3)  Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste blasfema. 

No es extraño que los religiosos pensaran esto, ya que ellos sabían que sólo Dios tiene la autoridad para perdonar los pecados.  Jesús lo sabía.  Así que para demostrar quién era Él, hizo otro milagro:
(Mateo 9:4-7)  Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. 

Los maestros de la ley conocían la profecía de Isaías que decía que cuando Dios bajara a la tierra para salvarlos, Él haría muchos milagros, entre los cuales estaba la sanidad de ciegos, sordos y cojos…
(Isaías 35:4-6)  Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán.  Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad.

Todos estos milagros, Jesús los hizo.  Él demostró su identidad como Hijo de Dios y como Mesías con hechos más que con palabras.  Ante esos milagros, nadie podía negar su autoridad. 
(Mateo 9:8)  Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres. 

LLAMADO DE MATEO
En este capítulo Mateo nos narra su propio encuentro personal con Jesús… 
(Mateo 9:9)  Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. 

Como vimos en la introducción de este estudio (Mateo:Introducción), Mateo era un recaudador de impuestos, que también se les conocía como “publicanos”.   Los publicanos eran odiados por la población local ya que eran considerados traidores por trabajar en favor de los romanos.  Esos puestos eran susceptibles a la corrupción, porque aprovechaban la autoridad que se les concedía para cobrar impuestos, y cobraban de más para enriquecerse.  Mateo era uno de esos publicanos, y muchos se sorprendieron cuando Jesús lo llamó a seguirlo como su discípulo. 

Luego del llamado de Mateo, da la impresión que todos fueron a comer a la casa de Mateo, donde él invitó a gente conocida de él, probablemente para que fueran a oír el mensaje de Jesús.  Sin embargo, esa visita creó controversia…
(Mateo 9:10-11)  Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.  Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? 

El hecho que Jesús compartiera con algunos pecadores no quiere decir que actuara como ellos.  Jesús no dejó de ser un hombre justo y perfecto.  Pero en lugar de juzgar a los perdidos, les extendió una mano.  Por el contrario, los religiosos sólo juzgaban pero no mostraban misericordia.  Por eso Jesús respondió a su pregunta de la siguiente manera:
(Mateo 9:12-13)  Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.  Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

Jesús estaba citando un versículo del profeta Oseas…
(Oseas 6:6)  Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.

Los religiosos juzgaban a los pecadores, sin darse cuenta que ellos mismos también necesitaban a Dios.  Ellos cumplían con rituales religiosos, pero sus corazones estaban alejados de Dios.  Tal como dice la Biblia, “no hay justo ni aún uno” (Eclesiastés 7:20; Rom: 3:10,23-24); todos necesitamos arrepentirnos de algo, y necesitamos recibir la gracia y misericordia de Dios.  Y de lo que hemos recibido, debemos aprender a dar.

SOBRE EL AYUNO
También los discípulos de Juan estaban confundidos por ciertas acciones de Jesús y sus seguidores.  Para entonces, muchos de ellos seguían a Jesús, ya que Juan había sido aprisionado.  Una de sus preguntas era sobre el ayuno…
(Mateo 9:14)  Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? 

Jesús aclaró que no estaba en contra del ayuno, pero no ayunaban con frecuencia por una razón simple:
(Mateo 9:15)  Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos?  Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. 

El ayuno no es un ritual que uno debe cumplir sólo para “sentirse más santo”, sino que es para conectar con Dios y buscar Su Voluntad.  Los discípulos tenían al Señor, así que no tenía sentido ayunar en ese momento. 

PARÁBOLA DEL PAÑO NUEVO Y VINO NUEVO
A continuación, Jesús enseñó una parábola para ilustrar su enseñanza:
(Mateo 9:16-17)  Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.  Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente. 


Con esta parábola, Jesús nos enseña que cuando Dios comienza a dar algo nuevo, debemos renovar nuestra mente y estar abiertos para poder recibir lo nuevo.  Si seguimos con las costumbres y tradiciones del pasado, no podremos recibir lo nuevo. 


8 comentarios:

  1. Muchas gracias, me encantó el estudio; tiene una exégesis bíblica correcta y concuerda con mi interpretación. Dios te bendiga ministro.

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  2. gracias por lo estudios, me son de mucha de ayuda

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  3. Muchas gracias, a sido de bendición

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  4. Muy buen estudio Dios le siga usando para gloria y honra de su nombre

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  5. Muchas gracias Dios les continúe bendiciendo para q ustedes puedan seguir bendiciendo con estos comentarios de sabiduría 🙏

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  6. Bendiciones , excelente explicación,es de una manera que uno puede entender ,me gustaría me pudiera enseñar cómo poder dar una enseñanza de los odres viejos con citas de referencia se lo agradeceré mucho

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