Luego de la oposición que recibieron en Gadara,
Jesús y sus discípulos regresan a su pueblo, Capernaúm (heb. Kefer Najum,
lit. “aldea de reposo”). Allí también
encontraron oposición, pero en esta ocasión por parte de los líderes
religiosos. La fama de Jesús había
llegado a sus oídos, y llegaron a Capernaum para inspeccionar las enseñanzas y
acciones de Jesús. Ese día fueron
testigos de un gran milagro…
(Mateo 9:1-2)
Entonces,
entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico,
tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten
ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Si el paralítico estaba pidiendo sanidad, ¿por
qué Jesús habrá dicho: “tus pecados te son perdonados”? Probablemente es porque esa era la causa de
la enfermedad; y también porque la sanidad espiritual es más importante que la
física. Pero en lugar de apreciar esto, los
religiosos pensaron mal de Jesús…
(Mateo 9:3)
Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste
blasfema.
No es extraño que los religiosos pensaran esto,
ya que ellos sabían que sólo Dios tiene la autoridad para perdonar los
pecados. Jesús lo sabía. Así que para demostrar quién era Él, hizo
otro milagro:
(Mateo 9:4-7)
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal
en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son
perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del
Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al
paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó
y se fue a su casa.
Los maestros de la ley conocían la profecía de
Isaías que decía que cuando Dios bajara a la tierra para salvarlos, Él haría
muchos milagros, entre los cuales estaba la sanidad de ciegos, sordos y cojos…
(Isaías 35:4-6)
Decid
a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene
con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos
de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y
cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y
torrentes en la soledad.
Todos estos milagros, Jesús los hizo. Él demostró su identidad como Hijo de Dios y
como Mesías con hechos más que con palabras.
Ante esos milagros, nadie podía negar su autoridad.
(Mateo 9:8)
Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado
tal potestad a los hombres.
LLAMADO DE MATEO
En este capítulo Mateo nos narra su propio encuentro
personal con Jesús…
(Mateo 9:9)
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado
al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le
siguió.
Como vimos en la introducción de este estudio (Mateo:Introducción), Mateo era un recaudador de impuestos, que también se les
conocía como “publicanos”. Los
publicanos eran odiados por la población local ya que eran considerados traidores
por trabajar en favor de los romanos.
Esos puestos eran susceptibles a la corrupción, porque aprovechaban la
autoridad que se les concedía para cobrar impuestos, y cobraban de más para
enriquecerse. Mateo era uno de esos publicanos, y muchos se
sorprendieron cuando Jesús lo llamó a seguirlo como su discípulo.
Luego del llamado de Mateo, da la impresión que
todos fueron a comer a la casa de Mateo, donde él invitó a gente conocida de
él, probablemente para que fueran a oír el mensaje de Jesús. Sin embargo, esa visita creó controversia…
(Mateo 9:10-11) Y aconteció que
estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y
pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus
discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos:
¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
El hecho que Jesús compartiera con algunos
pecadores no quiere decir que actuara como ellos. Jesús no dejó de ser un hombre justo y
perfecto. Pero en lugar de juzgar a los
perdidos, les extendió una mano. Por el
contrario, los religiosos sólo juzgaban pero no mostraban misericordia. Por eso Jesús respondió a su pregunta de la
siguiente manera:
(Mateo 9:12-13) Al oír esto
Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y
no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento.
Jesús estaba citando un versículo del profeta
Oseas…
(Oseas 6:6) Porque misericordia quiero, y no
sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.
Los religiosos juzgaban a los pecadores, sin
darse cuenta que ellos mismos también necesitaban a Dios. Ellos cumplían con rituales religiosos, pero
sus corazones estaban alejados de Dios. Tal como dice la Biblia, “no hay
justo ni aún uno” (Eclesiastés 7:20; Rom: 3:10,23-24); todos necesitamos
arrepentirnos de algo, y necesitamos recibir la gracia y misericordia de
Dios. Y de lo que hemos recibido,
debemos aprender a dar.
SOBRE EL AYUNO
También los discípulos de Juan estaban
confundidos por ciertas acciones de Jesús y sus seguidores. Para entonces, muchos de ellos seguían a
Jesús, ya que Juan había sido aprisionado.
Una de sus preguntas era sobre el ayuno…
(Mateo 9:14)
Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué
nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
Jesús aclaró que no estaba en contra del ayuno,
pero no ayunaban con frecuencia por una razón simple:
(Mateo 9:15)
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre
tanto que el esposo está con ellos? Pero
vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
El ayuno no es un ritual que uno debe cumplir
sólo para “sentirse más santo”, sino que es para conectar con Dios y buscar Su
Voluntad. Los discípulos tenían al
Señor, así que no tenía sentido ayunar en ese momento.
PARÁBOLA DEL PAÑO NUEVO Y VINO NUEVO
A continuación, Jesús enseñó una parábola para
ilustrar su enseñanza:
(Mateo 9:16-17)
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo
tira del vestido, y se hace peor la rotura.
Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen,
y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres
nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.
Con esta parábola, Jesús nos enseña que cuando
Dios comienza a dar algo nuevo, debemos renovar nuestra mente y estar abiertos
para poder recibir lo nuevo. Si seguimos
con las costumbres y tradiciones del pasado, no podremos recibir lo nuevo.
Muchas gracias, me encantó el estudio; tiene una exégesis bíblica correcta y concuerda con mi interpretación. Dios te bendiga ministro.
ResponderEliminargracias por lo estudios, me son de mucha de ayuda
ResponderEliminarDEMASIADO BUENO MUCHAS GRACIAS
ResponderEliminarMuchas gracias, a sido de bendición
ResponderEliminarMuy buen estudio Dios le siga usando para gloria y honra de su nombre
ResponderEliminarMuchas gracias Dios les continúe bendiciendo para q ustedes puedan seguir bendiciendo con estos comentarios de sabiduría 🙏
ResponderEliminargracias me sirve de mucho
ResponderEliminarBendiciones , excelente explicación,es de una manera que uno puede entender ,me gustaría me pudiera enseñar cómo poder dar una enseñanza de los odres viejos con citas de referencia se lo agradeceré mucho
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