[Sanidad del leproso, del siervo del Centurión,
y de la suegra de Pedro]
En el Sermón del Monte, Jesús presentó la esencia
de su enseñanza. Era un mensaje
confrontador pero muy profundo—muy espiritual, pero a la vez práctico. Era un mensaje que impactó a muchos (Mateo
7:28-29). Mucha gente conectó con su
mensaje, y por eso le siguieron.
(Mateo 8:1)
Cuando
descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.
Otra razón por la que muchos seguían a Jesús
era por los milagros que él hacía. A partir del capítulo ocho comenzaremos a
ver muchas señales que Jesús realizó.
SANIDAD DEL LEPROSO
Aunque Jesús ya había hecho ciertos milagros
antes del Sermón del Monte, Mateo comienza mencionando la sanidad del leproso
por una razón específica: los sabios judíos enseñaron que uno de los milagros
que sólo el Mesías podía hacer era “curar la lepra”.
Como mencionamos al principio de este estudio,
uno de los principales propósitos por los que Mateo escribió este Evangelio es
para probar que Jesús es el Mesías. Por
eso Mateo resaltó primero este milagro en su narrativa.
(Mateo 8:2)
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si
quieres, puedes limpiarme.
Las acciones del leproso hacen evidentes que él
sospechaba que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios:
a. Primero,
porque le pidió que lo sanara de la lepra, lo cual creían que sólo el Mesías
podía curar.
b.
Segundo, porque el leproso se postró ante Jesús. Todo israelita sabía que no se debe adorar
más que a Dios, ni doblar la rodilla ante ningún hombre que no fuera el rey
(Mateo 4:10; Juan 5:23; Apoc 4:10; Sal. 45:11; Apoc. 11:16). Jesús no le hizo pararse cuando se postró
ante él (a diferencia de los ángeles que levantan a los hombres cuando éstos se
postran ante ellos—Apoc. 22:9; Daniel 8:16-18)
¿Cuál fue la respuesta de Jesús ante la
pregunta del leproso?
(Mateo 8:3)
Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al
instante su lepra desapareció.
Es significativo que Jesús tocara al leproso,
ya que era prohibido tener contacto con cualquiera que tuviera lepra, porque si
lo hacía esa persona ya no podría entrar al Templo antes de pruificarse. Los leprosos debían vivir aislados de la
comunidad hasta que estuvieren limpios.
Pero Jesús tocó al leproso con la fe de que él sanaría aún antes de
ponerle la mano encima.
Al sanar al leproso y permitirle que se
postrara ante él, Jesús admitió en forma implícita que Él era el Mesías. Pero ese testimonio no debía ser divulgado
públicamente aún…
(Mateo 8:4)
Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al
sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a
ellos.
Jesús instruyó al hombre sanado a que fuera
ante los sacerdotes, para cumplir la ley siguiendo el proceso de
reincorporación de un leproso a la comunidad (Levítico 14). También para dar testimonio ante los
sacerdotes. Sin embargo, Jesús aún no
quería que su identidad como Mesías fuera revelada a todos, y por eso le pidió
discreción.
LA FE DE UN CENTURIÓN
La relación entre judíos y romanos no era muy
cordial en tiempos de Jesús, ya que los romanos eran vistos como invasores y
explotadores, además de paganos. Por eso
no había mucha interacción entre los dos grupos. Sin embargo, la Biblia menciona a unos pocos
romanos que creyeron en Jehová, el Dios de Israel. Uno de ellos era un centurión (un oficial del
antiguo ejército romano que estaba a cargo de una centuria, es decir, una
compañía de cien soldados). Éste se acercó
a Jesús para pedirle un milagro…
(Mateo 8:5-6) Entrando Jesús en Capernaúm, vino a
él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa,
paralítico, gravemente atormentado.
La petición del romano era inusual en varios
sentidos. Primero, actuó con mucha
humildad ya que no llegó con Jesús a “darle órdenes”, sino a hacerle una petición
y rogarle su ayuda. También era
interesante que el oficial romano se preocupara por la salud de su siervo,
contrario a la indiferencia de otros amos (lo cual reflejaba que era él temía a
Dios y amaba al prójimo). Aún más importante,
denotaba que tenía fe en la autoridad de Jesús y en el poder sanador del Dios
de Israel.
En el Evangelio de Lucas también se presenta
esta historia, añadiéndole otros datos interesantes (Luc. 7:1-9). Lucas cuenta que este oficial romano financió
la construcción de la sinagoga de Capernaum, la cual era la más grande de la
región (a pesar que era un pueblo relativamente pequeño). Antes de hablar con Jesús, el centurión pidió
a los líderes del pueblo que abogaran por él ante Jesús.
Jesús pudo haberse negado a atender al
centurión, pero no lo hizo. Él no hace
acepción de personas.
(Mateo 8:7)
Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
Jesús aceptó ir a la casa del romano, pero en
el camino lo detuvieron. El centurión
sabía que los judíos religiosos no entraban a las casas de extranjeros para
evitar contaminarse (ver estudio de: Hechos 10: Pedro y Cornelio). Por respeto a Jesús, el centurión le mandó a
decir que no era necesario que entrara a su casa, pero que él tenía fe que el
siervo podía sanarse “a distancia”.
Leamos las palabras del centurión:
(Mateo 8:8-9) Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy
digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado
sanará. Porque también yo soy hombre
bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y
al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Veamos cómo Jesús reaccionó ante esto…
(10) Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le
seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
El centurión creyó sin ver. Esta es la esencia
de la fe: creer la Palabra de Dios, aún antes que se vean los resultados. En el libro de Hebreos encontramos la
definición bíblica de la fe:
(Hebreos 11:1) Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.
Más adelante dice:
(Hebreos 11:6)
Pero
sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Esta fe es la que Jesús vio en el
centurión. En ese momento, Jesús
profetizó que mucha gente de lejos reconocería a Jehová como Dios, mientras que
israelitas quedarían fuera del reino por su falta de fe…
(Mateo 8:11-12)
Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán
con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino
serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de
dientes.
Por la fe del centurión, Jesús sanó al
siervo.
(Mateo 8:13)
Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su
criado fue sanado en aquella misma hora.
SUEGRA DE PEDRO
Otra persona que fue sanada en ese día fue la
suegra de Pedro:
(Mateo 8:14-15)
Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama,
con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les
servía.
Más tarde, el pueblo de Capernaúm fue testigo
de más milagros…
(Mateo 8:16)
Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la
palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos.
Mateo señala que todos estos milagros señalan
en cumplimiento de una profecía (Isaías 53:4):
(Mateo 8:17)
para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El
mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
En la próxima entrada veremos otros milagros
que realizó Jesús en esos días: Calmó la tormenta en el lago y liberó a los
endemoniados de Gadara (Mateo 8:18-34)…
Hola!
ResponderEliminarCon respecto a Mateo 8:2-3, me pueden dar algún texto biblico que muestre que la lepra era uno de los milagros que solo el Mesías podía sanar.
Agradezco mucho sus aportes son de mucho beneficio para mi.
Les envío un saludo y bendiciones.
Sin comentarios todo está muy explícito
ResponderEliminarMateo 8 y Lucas 7 se refieren a la misma historia del centurión? En un evangelio dice que el centurión vino a Jesús y le rogo y en Lucas dice que envío a unos ancianos de Israel. Me queda la duda.
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