(Deuteronomio)
JUSTICIA Y DISCIPLINA
Cuando hay un conflicto entre dos personas, lo
mejor es que puedan arreglarlo entre ellos.
En el caso que no lleguen a un acuerdo, podrán llevar su caso ante un el
juez para arbitrar.
(Deu. 25:1)
Si
hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los
juzguen, éstos absolverán al justo, y condenarán al culpable.
Con la ley en la mano, el juez determinará quién
tiene la razón. En el caso que uno deba
ser castigado, el juez dictará la pena en la medida justa.
(Deu. 25:2)
Y si el delincuente mereciere ser azotado, entonces el juez le hará
echar en tierra, y le hará azotar en su presencia; según su delito será el
número de azotes.
Para que un castigo sea efectivo, no debe ser
tan liviano que no deje una lección, ni tan fuerte que sea resentido o la
persona sea humillada. Por esta razón, la
Torá pone un límite al número de azotes que una persona puede recibir...
(Deu. 25:3)
Se podrá dar cuarenta azotes, no más; no sea que, si lo hirieren con
muchos azotes más que éstos, se sienta tu hermano envilecido delante de tus
ojos.
El propósito del castigo es disciplinar o
corregir. Se castiga a una persona para
que esta aprenda y corrija su comportamiento, pero no con el fin de que sea
humillado delante de los demás. La medida
justa para los castigos es un principio que no sólo aplica a los azotes, sino a
cualquier otro modo de disciplina.
En tiempos de la Biblia, los azotes eran la
forma más común de castigo. Muchos de
los apóstoles recibieron azotes por parte de los líderes religiosos, para
desanimarlos de enseñar que Jesús era el Mesías (Hechos 5:40; 2 Cor. 11:24). Esto no les tomó por sorpresa, ya que Jesús
les advirtió que eso sucedería (Mar. 13:9).
Pablo fue azotado cinco veces, con el máximo
castigo de azotes.
(2 Corintios 11:24) Cinco veces he recibido de los judíos treinta y
nueve azotes .
¿Por qué 39, y no 40? Porque los religiosos se cuidaban de cumplir
la Torá a cabalidad, y restaban uno en caso que se equivocaran en el conteo.
En el caso de Jesús, los azotes le fueron
dispensados por los romanos (Mar. 15:15).
No sólo él no los merecía, sino que lo dejó desfigurado ya que los
romanos castigaban con azotes que tenían puntas metálicas que desgarraban la
piel. Eso es más tortura que castigo, y no
es lo que habla la Torá. Jesús no
merecía los azotes que recibió, pues Él era justo. Pero él se sometió como un preámbulo a la
cruz, y recibió los azotes con un propósito…
(Isaías 53:4-5)
Ciertamente
El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo,
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas El fue herido por nuestras
transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz,
cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.
EN MEDIO DE UNA RIÑA
Más adelante en el capítulo se vuelve a
mencionar el tema de conflicto con el prójimo, pero algo inusual…
(Deu. 25:11-12)
Si algunos riñeren uno con otro, y se acercare la mujer de uno para
librar a su marido de mano del que le hiere, y alargando su mano asiere de sus
partes vergonzosas, le cortarás entonces la mano; no la perdonarás.
Esta es una ley que se presta a muchas
interpretaciones. Algunos comentaristas
judíos dicen que la mujer no es la esposa de la víctima, sino del que
asalta. Por lo tanto, la consideran como
una agresora también, y por eso se justifica frenarla aún de forma violenta—lo cual
no se haría en términos normales.
En lo personal, creo que la explicación de esta
ley es más simple: tenemos a dos personas peleando, y a una tercera que no sólo
se mete en medio de la riña, sino que lo hace atacando en forma sucia.
En realidad, la mujer nunca debió entrometerse,
sino dejar que los hombres arreglen su pleito entre ellos. Esto es lo que dice el proverbio…
(Proverbio 26:17) El que pasando se deja llevar de la ira en pleito
ajeno es como el que toma al perro por las orejas.
La lección es: Quien se mete en pleito ajeno,
termina lastimado. El pleito no era de
la mujer, sino de los otros, y ellos tenían que resolverlo. En caso que ellos no lo resuelvan, llevarán la
disputa ante el juez. En esa instancia,
la mujer será juzgada aparte, y castigada como si hubiera atacado a alguien, no
en defensa propia.
BUEY SIN BOZAL
En el siguiente versículo, la Torá cambia de
tema al trato de animales de trabajo…
(Deu. 25:4)
No pondrás bozal al buey cuando trillare.
El bozal es una especie de canasto calado que
se coloca en los hocicos de los caballos o bestias de labor con el fin de
evitar que estos se paren a comer hierba del campo.
La Biblia no prohíbe poner bozal cuando ara,
sino sólo se hace mención de cuando trillan el grano. Trillar es triturar el cereal, separando el
grano de la paja. Los bueyes ayudan a
halar la trilla, que es una tabla con cuchillas en la parte inferior, que sirve
para cortar y triturar las espigas de trigo.
En el proceso de la trilla, los bueyes pueden estar tentados a comer del
trigo triturado, y la Biblia dice que se les permita, y no se les ponga bozal
para evitar que coman.
Aunque este versículo debe tomarse
literalmente, Pablo enseña que este mismo principio también aplica a los
hombres…
(1 Cor. 9:9-11) Porque en la ley de Moisés está
escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los
bueyes, o lo dice enteramente por nosotros?
Pues por nosotros se escribió; porque
con esperanza debe arar el que ara, y el
que trilla, con esperanza de recibir del
fruto. Si nosotros sembramos entre
vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?
En la carta a Timoteo, Pablo compara este
mandamiento con otro referente al obrero (Lev. 19:13: Deu. 24:14-15).
(1 Timoteo 5:18) Pues la Escritura dice: No pondrás
bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario.
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