Desde el capítulo anterior (cap. 12),
comenzamos la sección en Devarim que consiste en “estatutos y decretos” (heb. Jukim
v’mispatim), los cuales regulan la relación con el prójimo.
En este capítulo se toca un tema muy serio: el
peligro de las malas influencias que nos inducen a la idolatría. Ya habíamos visto con anterioridad la
prohibición de tener otros ídolos (Deu. 5:7-8; 7:4; 8:19-20), pero ahora se
hablará de lo que se debe hacer con alguien que quiera inducir a los demás a
caer en tal pecado…
Las advertencias se relacionan a tres grupos:
1.
profetas
2.
familiares
3.
ciudades
1. Primera advertencia: Referente a
personas con don profético.
(Deu. 13:1-3) Cuando se levantare en medio de ti
profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se
cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de
dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de
tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está
probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y
con toda vuestra alma.
Mucha gente se deja impresionar demasiado por
los profetas. Ciertamente es un don
impresionante, pero los profetas siguen siendo seres humanos y pueden
equivocarse. Aunque una persona sea un
profeta verdadero, no debemos dejarnos llevar por “cualquier cosa” que
diga. Más bien, debemos tener
discernimiento sobre lo que se profetiza, siempre matizándolo y midiéndolo a la
luz de las Escrituras. Si debemos
obedecer a alguien, es a Dios y no al profeta.
(Deu. 13:4) En pos de Jehová vuestro Dios
andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él
serviréis, y a él seguiréis.
La incitación a la idolatría tiene serias
consecuencias…
(Deu. 13:5)
Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó
rebelión contra Jehová vuestro Dios que te sacó de tierra de Egipto y te
rescató de casa de servidumbre, y trató de apartarte del camino por el cual
Jehová tu Dios te mandó que anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de
ti.
La idolatría es tomada muy en serio en la
Biblia, ya que las consecuencias implican desviar al pueblo y alejarlo de
Dios. Por ello, el castigo por este
pecado es tan fuerte.
La advertencia no es sólo contra los líderes
proféticos sino también contra personas más cercanas a uno, quienes tienen
nuestro oído todo el tiempo…
2. Segunda
advertencia: En contra de los parientes cercanos que
quieran hacernos tropezar.
(Deu. 13:6-7)
Si te incitare tu hermano, hijo de tu madre, o tu hijo, tu hija, tu
mujer o tu amigo íntimo, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos a dioses ajenos,
que ni tú ni tus padres conocisteis, de los dioses de los pueblos que están en
vuestros alrededores, cerca de ti o lejos de ti, desde un extremo de la tierra
hasta el otro extremo de ella…
Noten que esta invitación a la idolatría se
hace “en secreto”, en el ámbito de la intimidad de la casa. Nadie más se enteraría, pero Dios sí.
¿Cuál debe ser nuestra reacción ante tal
propuesta del pariente cercano?
(Deu. 13:8)
no consentirás con él, ni le
prestarás oído; ni tu ojo le
compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás,
Pero no basta con “no prestarle atención”. La Biblia dice que esa persona debe ser
eliminada de entre el pueblo por la amenaza que implica a la comunidad.
(Deu. 13:9-11) sino que lo matarás; tu mano se alzará primero
sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo. Le apedrearás hasta que muera, por cuanto procuró apartarte de Jehová tu
Dios, que te sacó de tierra de Egipto,
de casa de servidumbre; para que todo Israel oiga, y tema, y no vuelva a
hacer en medio de ti cosa semejante a esta.
Suena demasiado drástico, pero es porque la
amenaza es muy seria. La idolatría es
una amenaza que lleva a la destrucción, y por eso debe eliminarse de raíz, de
forma similar al cáncer. El cáncer no
puede dejarse en el cuerpo porque se corre con el riesgo real de que la
enfermedad se extienda a los órganos sanos.
Así como se debe extirpar el cáncer, de igual manera se debe eliminar la
idolatría dentro del pueblo de Dios, y lo mismo debe hacerse con aquellos que
lo incitan.
Anteriormente vimos que Dios prohibió a los
israelitas unirse con los idólatras de Canaán.
Les prohibió entrar en alianzas con ellos y en matrimonio, no porque los
israelitas fueran “mejores personas” sino porque existía el peligro de que los
israelitas cayeran en idolatría por asociarse con esos pueblos paganos (Deu.
7:1-6). Si los israelitas se comportan como
los idólatras cananeos, a ellos les irá igual…
(Deu. 8:19)
Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de
dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra
vosotros, que de cierto pereceréis.
Debemos entender que Dios no quiere la muerte
de nadie…
(Ezequiel 18:32) Porque no quiero la muerte del que muere, dice
Jehová el Señor; convertíos, pues, y
viviréis.
En última instancia, la decisión es de cada uno
(Deu. 30:15-20). Si otros escogen la
muerte, es su problema; pero uno debe escoger la vida, y esto incluye mantener
la comunidad limpia de cualquier idolatría.
En este capítulo (Devarim 13), el Señor invita a los israelitas a unirse
a su plan de limpieza de Israel.
3. Tercera
advertencia: Está relacionada a ciudades enteras que
han caído en idolatría…
(Deu. 13:12-13) Si oyeres que se dice de alguna de
tus ciudades que Jehová tu Dios te da para vivir en ellas, que han salido de en
medio de ti hombres impíos que han instigado a los moradores de su ciudad, diciendo:
Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que vosotros no conocisteis…
El texto hace referencia a unos individuos que
los describe como “hombres impíos”. En
hebreo es: Bnei Belial, que literalmente significa “hijos de Belial”. Belial
se traduce como alguien malvado, “bueno para nada”. La Septuaginta lo traduce como “hombres sin
ley”. La Biblia los define como: hombres
que no conocen realmente a Dios (1 Sam. 2:12).
Pablo hace referencia al concepto de Belial en
su carta a los corintios:
(2 Corintios 6:14-18) No os unáis en yugo desigual con los incrédulos;
porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué
concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué
acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el
templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré
su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para
vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso.
Aquí habla Pablo del principio de separarse de
“los hijos de Belial”, los que han rechazado a Dios y no se quieren someter a
Él. De ellos debemos separarnos.
Pero en la Tierra Prometida, Dios pide un
estándar más alto, que no sólo es en sentido espiritual sino literal. Si hay “hombres impíos” en una ciudad, y
ellos están incitando al pueblo a servir a otros dioses, entonces el
Señor instruye que se haga lo siguiente:
(Deu.
13:14-15) …tú inquirirás, y buscarás y preguntarás con diligencia; y si pareciere
verdad, cosa cierta, que tal abominación se hizo en medio de ti, irremisiblemente
herirás a filo de espada a los moradores de aquella ciudad, destruyéndola con
todo lo que en ella hubiere, y también matarás sus ganados a filo de
espada.
Este mandato suena muy drástico, pero a la luz
de la Biblia es completamente necesario.
Si un pueblo entero no eliminó a los idólatras entre ellos es porque les
encubrieron o porque ellos mismos están en lo mismo. Cuando la idolatría logra propagarse en una
ciudad, es porque ese cáncer espiritual ya llegó a contaminar a toda la
comunidad. Por lo tanto, Dios ordena que
sea eliminado todo el mal. Es necesario
resaltar que se llegará a esta conclusión luego de una exhaustiva investigación
y de haber pasado por todas las instancias legales. El dictamen para matar a otro debe provenir
sólo de las cortes de justicia, nunca de un individuo ni por “revancha
popular”.
NO SE QUEDARÁN CON NADA
El castigo por la idolatría en una ciudad no
implica solamente la muerte de los habitantes, sino la destrucción de
todo.
(Deu. 13:16)
Y juntarás todo su botín en medio de la plaza, y consumirás con fuego la
ciudad y todo su botín, todo ello, como holocausto a Jehová tu Dios, y llegará
a ser un montón de ruinas para siempre; nunca más será edificada.
Los israelitas no se debían quedar con NADA de
la ciudad idólatra, para evitar contaminación.
(Deu. 13:17-18)
Y no se pegará a tu mano nada del anatema, para que Jehová se aparte del
ardor de su ira, y tenga de ti misericordia, y tenga compasión de ti, y te
multiplique, como lo juró a tus padres, cuando obedecieres a la voz de Jehová
tu Dios, guardando todos sus mandamientos que yo te mando hoy, para hacer lo
recto ante los ojos de Jehová tu Dios.
APLICACIÓN HOY
¿Cómo puede aplicarse esto al día de hoy? El apóstol Pablo nos enseña una forma de
aplicar este principio hoy en día. Luego
de hablar sobre un caso que se dio en una congregación en Corinto (1 Cor. 5:1-8),
Pablo explicó lo siguiente:
(1 Corintios 5:9-13) Os he escrito por carta, que
no os juntéis con los fornicarios; no
absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los
ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del
mundo. Más bien os escribí que no os
juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o
idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a
los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará.
Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.
Definitivamente no nos compete a nosotros
“eliminar” a todo idólatra del mundo; pero lo que sí debemos cuidar es de
mantener nuestras casas e iglesias libres de idolatría y de malas
influencias. Si alguien en la iglesia
está haciendo algo incorrecto que podría contaminar a la congregación, entonces
debe ser confrontado (siguiendo el orden que Jesús enseñó en Mateo 18:15-17). En caso que no quiera arrepentirse, debe ser
expulsado de la congregación, y debemos apartarnos de ese individuo.
(2 Tes. 3:6)
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que
os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza
que recibisteis de nosotros.
Tanto en tiempos de Moisés como en los días de
Pablo, el principio es el mismo, al igual que lo es el día de hoy: destruyamos
toda idolatría entre nosotros, y apartémonos de toda mala influencia que
pudiera inducirnos a pecar contra Dios.
Es un estudio muy interesante por que es verdad que en las congregaciones hay muchos comentarios malos entre hermanos
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