El capítulo 12 de Devarim marca la transición
entre los mandamientos sobre la relación con Dios y aquellos que regulan la
relación con el prójimo…
Hasta el capítulo once se mencionan los
mandamientos (heb. Mitzvot), y del capítulo 12 al 26 se enumeran los
estatutos y decretos (heb. Jukim v’Mishpatim).
(Deu. 12:1)
Estos son los estatutos y decretos que cuidaréis de poner por obra en la
tierra que Jehová el Dios de tus padres te ha dado para que tomes posesión de
ella, todos los días que vosotros viviereis sobre la tierra.
Si Dios les va a entregar a los israelitas la
Tierra Prometida no es para que hagan allí lo que quieran, sino para que vivan
como Dios manda.
(Deu. 12:8-10)
No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que
bien le parece, porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad
que os da Jehová vuestro Dios. Mas
pasaréis el Jordán, y habitaréis en la tierra que Jehová vuestro Dios os hace
heredar; y él os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis
seguros.
Dios no sólo les va a entregar la Tierra, sino
que les ayudará a mantenerla en prosperidad y seguridad. Esa es la parte que Dios se compromete a
cumplir. Ahora le toca al pueblo hacer
su parte: guardar la instrucción (heb. Torá) que Dios les ha dado, es
decir, cumplir con los mandamientos, estatutos y decretos, etc.
DESTRUYAN TODO VESTIGIO DE IDOLATRÍA
Como mencionamos con anterioridad, los
israelitas entrarán a un territorio que había estado previamente habitado, por
ende ellos encontrarán ciudades ya construidas y terrenos ya plantados. El problema es que entre todo lo bueno
también van a toparse con vestigios de idolatría. Por lo tanto, el Señor les pide que se
aseguren de destruir todo lo relacionado con los ídolos que dejaron atrás los
cananeos.
(Deu. 12:2-3) Destruiréis enteramente todos los
lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses,
sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol
frondoso. Derribaréis sus altares, y
quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y
destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel
lugar.
Algunas personas podrían tener la idea de
aprovechar los altares y lugares altos que dejaron los paganos, y usarlos para
adorar a Yehová; pero aquí claramente se les advierte que no lo hagan…
(Deu. 12:4-5)
No haréis así a Jehová vuestro Dios, sino que el lugar que Jehová vuestro
Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para
su habitación, ése buscaréis, y allá iréis.
A continuación veremos cuál es este lugar que
Dios escogió para poner allí Su Nombre…
EN EL LUGAR QUE DIOS ESCOGIÓ
Antes de entrar a Canaán, los patriarcas
hicieron sacrificios a Dios en varios lugares (por ejemplo: Siquem, o Betel). Lo hicieron así porque aun no les había sido
revelado el lugar especial que Dios había escogido.
La revelación comenzó en el desierto, con la
construcción del Tabernáculo, que serviría como un modelo temporal de lo que
eventualmente sería el Templo.
(Exodo 25:8-9)
Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te muestre, el
diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis.
El Tabernáculo era portátil y temporal; pero
llegaría el día en que se construiría un Santuario permanente en la Tierra
Prometida. Esto ya había sido revelado
en el Canto profético del Mar Rojo:
(Exo. 15:17)
Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar
de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos,
oh Jehová, han afirmado.
En el momento en que Moisés habló las palabras
de Devarim, a ellos aún no les había sido revelado cuál era exactamente el
lugar que Dios había escogido. Ese lugar
era: JERUSALEN (heb. Yerushalayim).
El lugar escogido siguió siendo un misterio por muchos años…hasta el tiempo
de David.
SACRIFICIOS SÓLO EN JERUSALÉN
Aunque la generación de Moisés y Josué no
supieran que Jerusalén era el lugar elegido por Dios, por lo menos debían saber
que no debían hacer sacrificios en otro lugar más que en el Santuario.
(Deu. 12:6-7) Y allí llevaréis vuestros
holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de
vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias
de vuestras vacas y de vuestras ovejas; y comeréis allí delante de Jehová vuestro
Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras
manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido.
Sólo en Jerusalén se debían hacer
sacrificios. Allí también debían llevar
las ofrendas, diezmo y primicias, al igual que celebrar las fiestas. Cuando habla de “comer allí delante de
Yehová”, se refiere tanto al cordero de la Pascua como a los sacrificios de paz,
que eran los únicos que los oferentes comían una parte.
Esta instrucción es tan importante que Moisés la
repite varias veces en este capítulo:
(Deu. 12:11)
Y al lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner en él su nombre,
allí llevaréis todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las
ofrendas elevadas de vuestras manos, y
todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido a Jehová.
Los sacrificios no podían realizarse en
cualquier lugar, ni tampoco los diezmos y las ofrendas podían ser llevados a
donde cada uno quisiera, sino debían ser presentados en el Templo en
Jerusalén. Mientras no tuvieran Templo,
debían llevarlos al Tabernáculo (heb. Mishkan). Esta instrucción aparece
por primera vez en Levítico:
(Lev. 17:2-6)
Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, y diles: Esto es lo que ha mandado Jehová: Cualquier varón de la casa de Israel que
degollare buey o cordero o cabra, en el campamento o fuera de él, y no lo
trajere a la puerta del tabernáculo de reunión para ofrecer ofrenda a Jehová
delante del tabernáculo de Jehová, será culpado de sangre el tal varón; sangre
derramó; será cortado el tal varón de entre su pueblo, a fin de que traigan los
hijos de Israel sus sacrificios, los que sacrifican en medio del campo, para
que los traigan a Jehová a la puerta del tabernáculo de reunión al sacerdote, y
sacrifiquen ellos sacrificios de paz a Jehová.
Y el sacerdote esparcirá la sangre sobre el altar de Jehová a la puerta
del tabernáculo de reunión, y quemará la grosura en olor grato a Jehová.
Este era el caso de los animales puros, los
cuales solían usarse para sacrificios en el Templo (becerro, oveja, cabra). En tiempos bíblicos, la gente no solía comer
mucha carne, y cuando lo hacían generalmente era en el contexto de una fiesta,
pues si mataban a un animal, su carne debía comerse en cuestión de horas o
días, pues no se contaba con refrigeración para guardarla. Otra razón para matar animales en la
antigüedad era como un sacrificio para los dioses. Las naciones paganas ofrecían a sus ídolos el
animal, y luego comían la carne. Esto lo
hacían en cualquier lado, sobre todo en los lugares altos. Por eso está escrito:
(Lev. 17:7) Y nunca más sacrificarán sus
sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado; tendrán esto por
estatuto perpetuo por sus edades.
Por esta razón, en el tiempo de los apóstoles
se instruyó a los gentiles creyentes que no comieran “alimentos ofrecidos a los
ídolos” entre otras cosas (Hechos 15:29).
Dios instruyó a su pueblo a no hacer lo mismo
que las demás naciones. El único lugar
donde podían ofrecer sacrificio a Dios era en el Templo en Jerusalén.
(Deu. 12:13-14) Cuídate de no ofrecer tus
holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que en el lugar que Jehová
escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás
todo lo que yo te mando.
No sólo se trata de ir al lugar que Dios
indique, sino hacerlo de la manera que Dios manda (lo cual está delineado en el
libro de Levítico).
INSTRUCCIÓN PARA OTROS ANIMALES
La única instancia en que no estaban obligados
a llevar al animal al Templo es si se trata de animales de caza o aves (que
eran permitidos para comer, pero no servían como sacrificio en el Templo, tal
como venado, gallina, etc.)
(Deu. 12:15) Con todo, podrás matar y comer carne en todas
tus poblaciones conforme a tu deseo, según la bendición que Jehová tu Dios te
haya dado; el inmundo y el limpio la podrá comer, como la de gacela o de
ciervo.
Curiosamente, también contempla los casos en que
los israelitas vivan lejos de Jerusalén…
(Deu. 12:20-21) Cuando Jehová tu Dios ensanchare tu
territorio, como él te ha dicho, y tú dijeres: Comeré carne, porque deseaste
comerla, conforme a lo que deseaste podrás comer. Si estuviere lejos de ti el lugar que Jehová
tu Dios escogiere para poner allí su nombre, podrás matar de tus vacas y de tus
ovejas que Jehová te hubiere dado, como te he mandado yo, y comerás en tus
puertas según todo lo que deseares.
SIN LA SANGRE
Para los que querían comer carne en casa,
debían cumplir con una condición:
la sangre debía ser derramada en tierra, tal
como está escrito en Levítico…
(Lev. 17:13-14)
Y cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran
entre ellos, que cazare animal o ave que sea de comer, derramará su sangre y la
cubrirá con tierra. Porque la vida de
toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis
la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre;
cualquiera que la comiere será cortado.
Los animales que eran ofrecidos a Yehová debían
comerse sólo en Jerusalén (los sacerdotes, según la porción que les toca; y los
oferentes, la porción que les toca en los sacrificios de paz, Lev. 7).
También en Devarim se menciona la prohibición
de no comer la sangre:
(Deu. 12:16) Solamente que sangre no comeréis; sobre
la tierra la derramaréis como agua.
Más adelante vuelve a decir:
(Deu. 12:23-25) Solamente que te mantengas firme en
no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente
con su carne. No la comerás; en tierra la derramarás como agua. No comerás de
ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres
lo recto ante los ojos de Jehová.
La carne proveniente de los sacrificios en el
Templo, sólo podían comerlo los que estaban en un estado de pureza ritual; pero
no podían hacerlo los que estaban impuros ya que ellos no podrían presentarse
en el Templo. Sin embargo, si se trata
de comer carne en casa, cualquiera podría comerla, ya que no se hace en el
contexto de los sacrificios.
(Deu. 12:22)
Lo mismo que se come la gacela y el ciervo, así las podrás comer; el inmundo y el limpio podrán comer también
de ellas.
LAS OFRENDAS EN JERUSALÉN
Más adelante, Moisés explica que en el caso de
las ofrendas, diezmos, primicias y votos, ya sean de animal o en grano, éstos sólo
se pueden comer en Jerusalén…
(Deu. 12:17-18)
Ni comerás en tus poblaciones el diezmo de tu grano, de tu vino o
de tu aceite, ni las primicias de tus vacas, ni de tus ovejas, ni los
votos que prometieres, ni las ofrendas voluntarias, ni las ofrendas
elevadas de tus manos; sino que delante
de Jehová tu Dios las comerás, en el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido,
tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita que habita en tus
poblaciones; te alegrarás delante de Jehová tu Dios de toda la obra de tus
manos.
Más adelante vuelve a enfatizar este mensaje:
(Deu. 12:26-27)
Pero las cosas que hubieres consagrado, y tus votos, las tomarás, y
vendrás con ellas al lugar que Jehová hubiere escogido; y ofrecerás tus
holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre
de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás
comer la carne.
[Más adelante estudiaremos en más detalle sobre
los diezmos y las ofrendas]
DURANTE LAS FIESTAS
Por lo general el momento en que los israelitas
aprovechaban a llevar sus ofrendas y sacrificios era durante las fiestas (Lev.
23), cuando ellos iban a Jerusalén para celebrar.
(Éxodo 23:14-19) Tres veces en el año me celebraréis
fiesta. La fiesta de los panes sin
levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te
mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno
se presentará delante de mí con las manos vacías. También la fiesta de la
siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el
campo, y la fiesta de la cosecha
a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo.
Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor. No
ofrecerás con pan leudo la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima
quedará de la noche hasta la mañana. Las primicias de los primeros frutos de tu
tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche
de su madre.
Las tres convocaciones a las fiestas están
vinculadas con una cosecha. Los
israelitas iban a Jerusalén a celebrar y a ofrecer las primicias a Dios.
Por eso está escrito en Devarim:
(Deu. 12:12)
Y os alegraréis delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, vuestros
hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que habite
en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni heredad con
vosotros.
PORCIÓN PARA EL LEVITA
Dado que los levitas no tenían territorio para
cultivar, ellos no podían llevar el diezmo del cultivo. Más bien, ellos iban a recibir el diezmo y
ofrendas, lo cual les servía para su sustento.
Pero aún de lo que recibían, ellos también estaban llamados a dar “el
diezmo del diezmo” (Num. 18:26). Cada
quien daba de lo que tenía, y todo era dedicado para Dios, pero el Señor asignó
la porción de las ofrendas para los levitas.
(Deu. 12:19)
Ten cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre la
tierra.
PARA QUE TE VAYA BIEN
Todas estas instrucciones no son para “limitar”
al pueblo de Dios. Aunque no entendamos
todo, la realidad es que todos los mandamientos son para bendición…
(Deu. 12:28) Guarda y escucha todas estas
palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos
de Jehová tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre.
Esta forma de vida es muy diferente a la forma
en que las otras naciones hacen las cosas.
El Señor sabe que Israel va a tener la tentación de imitar a las demás
naciones, pero Dios les advierte que no lo hagan, por su propio bien…
(Deu. 12:29-31) Cuando Jehová tu Dios haya
destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las
heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de
ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses,
diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también
les serviré. No harás así a Jehová tu
Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus
dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
NO AÑADIR NI QUITAR
Este capítulo termina con una instrucción muy
importante:
(Deu. 12:32) Cuidarás de hacer todo lo que yo te
mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.
Jesús claramente dijo que no vino a quitar,
sino a cumplir la Ley…y a enseñarnos para que también nosotros la cumpliéramos…
“para que nos vaya bien”.
(Mateo 5:17-19)
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido
para abrogar, sino para cumplir. Porque
de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de
estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será
llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe,
éste será llamado grande en el reino de los cielos.
Hermosa enseñanza gracias y que el SEÑOR LES BENDIGA
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