Luego de
establecer el marco histórico y conceptual, Moisés comienza a “repetir la ley”
a la nueva generación.
(Deu. 5:1) Entonces
llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, oh Israel, los estatutos y
ordenanzas que hablo hoy a vuestros oídos, para que los aprendáis y pongáis por
obra.
Lo primero que
les dice es: “Oye, Israel”. Tal como
vimos en el capítulo pasado, “Oye” en hebreo es: Shema, que implica no sólo oír sino también hacer. Este concepto queda claramente plasmado en
este versículo: “oigan los mandamientos
para aprenderlos y ponerlos por obra”.
PACTO EN HOREB
Moisés trae a
memoria el evento que sucedió en el Monte Horeb (o Sinaí). Allí la generación pasada escuchó la Ley, que
se conoce como la Torá (lit. enseñanza).
La Torá no es un simple código legal; más bien son las condiciones de un
Pacto entre Dios y el pueblo de Israel.
Y ese pacto no fue hecho sólo con la generación del desierto, sino que
era un pacto multi-generacional.
(Deu.
5:2-3) El
SEÑOR nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb. No hizo el SEÑOR este
pacto con nuestros padres, sino con nosotros, con todos aquellos de nosotros
que estamos vivos aquí hoy.
Aunque algunos
de la nueva generación no estuvieron presentes en ese tiempo, es como si
hubieran estado. Y esto es cierto para
cualquier persona en cualquier lugar del mundo y en cualquier época
histórica—cualquiera que reconozca a Yehová como su Dios entra en ese
Pacto. Aceptarlo como Dios es
reconocerlo como Señor; y como tal, le debemos obediencia. El es nuestro Dios, y nosotros Su Pueblo; Él
habla, y nosotros oímos y hacemos (heb. Shema).
El pacto en
Horeb lo hizo Yehová con nosotros… “con
todos aquellos que estamos vivos aquí hoy”.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
A continuación,
Moisés vuelve a enumerar lo que hoy se conoce como “los 10 Mandamientos”. Sin embargo, en la tradición judía no se les
llama “mandamientos” sino palabras (en hebreo: Aseret haDevarim), porque
ese es el concepto que la Biblia maneja:
(Deu. 5:22a) Estas palabras el SEÑOR habló a toda vuestra
asamblea en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas
tinieblas con una gran voz…
Los “10
Mandamientos” no son TODOS los mandamientos, sino sólo la introducción. Son una especie de índice que resume la totalidad
de los mandamientos. Los primeros de
estos 10 mandamientos tratan sobre nuestra relación con Dios, y los últimos
norman nuestra relación con el prójimo.
Podría
considerarse que los 10 mandamientos son un resumen de toda la ley. Jesús lo resumió de la siguiente manera:
(Marcos
12:28-31) Cuando
uno de los escribas se acercó, los oyó discutir, y reconociendo que les había
contestado bien, le preguntó: ¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?
Jesús respondió: El más importante es: Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios,
el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
Resumen de la
Ley: Amar a Dios + amar al prójimo
También Lucas
narra un evento donde Jesús confirmó que el resumen de la ley es: amar a Dios +
amar al prójimo. Esa no era una “verdad
nueva” sino que está escrito en la Torá.
Jesús simplemente lo resumió, al igual que otros rabinos de su
época.
(Lucas.
10:25-28) Y
he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo:
Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y El le dijo:¿Qué está escrito
en la ley? ¿Qué lees en ella? Respondiendo él, dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Entonces Jesús le dijo: Has respondido
correctamente; haz esto y vivirás.
Pablo hizo
referencia a la segunda parte de los 10 Mandamientos en la carta a los romanos:
(Romanos
13:8-10) No
debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su
prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: No cometerás adulterio, no matarás,
no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se
resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo;
por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.
Estas palabras
de Pablo no excluyen la primera parte de la Ley: Amar a Dios. Como lo explica Juan, el amor al prójimo va
de la mano con el amor a Dios.
(1 Juan
4:20-21) Si
alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el
que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha
visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a
su hermano.
INDICE DE LA LEY
Vayamos ahora a
ver cuáles son estos mandamientos introductorios que conforman en índice de la
Ley (heb. Torá):
I. Yehová
es Dios
II. No
tendrás otros dioses
IV. Guardarás
el día de reposo
V. Honrarás
a padre y a madre
VI. No
asesinarás
VII. No
cometerás adulterio
VIII. No
robarás
IX. No
darás falso testimonio
X. No
codiciarás lo ajeno
I. Yehová es
Dios
En la tradición
hebrea, se considera que la primera “palabra” es la siguiente:
(Deu. 5:6) Yo soy Yehová tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de la casa de servidumbre.
Tal vez este no
se considere como un “mandamiento” en sí, pero si es la base de todo. Lo primero es reconocer a Yehová como Dios. Aquí el Señor no se presenta como Dios
Todopoderoso creador del Cielo y la Tierra, sino como Dios Redentor de Su
Pueblo, lo cual hace la relación más personal.
II. No tendrás otros dioses
(Deu.
5:7-10) No
tendrás otros dioses delante de mí. No
te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo,
ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni
los servirás; porque yo, Yehová tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad
de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los
que me aborrecen, pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y
guardan mis mandamientos.
III. No tomarás en vano el Nombre de Dios
(Deu.
5:11) No
tomarás en vano el nombre de Yehová tu Dios, porque Yehová no tendrá por
inocente a quien tome su nombre en vano.
Muchas veces la
Biblia se refiere a Dios por sus atributos: Padre, Creador, Sanador, Altísimo,
Santo, Dios Celoso, etc. Pero cuando se
refiere a Su Nombre, sólo hay uno que lo distingue de todos los demás, y ese
nombre es Yehová (Jehová).
IV. Guardarás
el Día de Reposo
(Deu. 5:12-15) Guardarás el
día de reposo para santificarlo, como Yehová tu Dios lo ha mandado. Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo,
mas el séptimo día es día de reposo para Yehová tu Dios; no harás en él ningún
trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni
tu asno, ni ninguno de tus animales, ni el forastero que está contigo, para que
tu siervo y tu sierva también descansen como tú. Y acuérdate que fuiste esclavo
en la tierra de Egipto, y que Yehová tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y
brazo extendido; por lo tanto, Yehová tu Dios te ha ordenado que guardes el día
de reposo.
El propósito de guardar el día de reposo (heb. Shabat) es para “santificarlo” (heb. Kadash, que significa: dedicar,
consagrar). Es un día dedicado a Dios,
en el cual descansamos de nuestras obras y reposamos en Él.
Los rabinos han
prescrito muchas prohibiciones relacionadas con el día de reposo (tal como no
cocinar, no coser, no cargar, no caminar largas distancias, etc.); sin embargo,
lo que Dios ordenó es simple: no harás ningún trabajo (heb. Melaja,
empleo, labor, negocio), sino descansarás (heb. Nuaj).
¿No es esto una
buena noticia? Este debería ser el
mandamiento más fácil de cumplir; no obstante, curiosamente éste es uno de los
mandamientos más quebrantados.
V. Honrarás a
padre y a madre
(Deu. 5:16) Honra a tu
padre y a tu madre, como Yehová tu Dios te ha mandado, para que tus días sean
prolongados y te vaya bien en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.
VI. No
asesinarás
(Deu. 5:17) No matarás.
Aunque se ha
traducido como “matar”, el verbo en hebreo es Ratzaj, que significa:
asesinar. “Matar” es quitar la vida;
pero “asesinar” es hacerlo de forma premeditada e intencional.
VII. No
cometerás adulterio
(Deu. 5:18) No cometerás
adulterio.
VIII. No
robarás
(Deu. 5:19) No hurtarás.
IX. No darás
falso testimonio
(Deu. 5:20) No darás falso testimonio contra tu prójimo.
En hebreo dice
literalmente: No responderás con un falso testimonio
X. No
codiciarás lo ajeno
(Deu. 5:21) No codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás
la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni
su asno, ni nada que sea de tu prójimo.
“Codiciar” en
hebreo es: Jamad, que también se
traduce: deleitarse, desear.
Este es un
mandamiento que va directo al corazón, pues no siempre es evidente que alguien
desea o codicia.
Desear lo ajeno
lleva implícito una insatisfacción por lo que uno tiene; en otras palabras, es
no estar satisfecho con lo que Dios le ha dado a uno.
Lo opuesto a la
codicia es satisfacción. Un refrán judío
dice: “¿Quién es rico? Es aquel que está
contento y satisfecho con lo que tiene” (Pirkei Avot).
Pablo nos dio
el ejemplo de vivir en contentamiento:
(Filipenses
4:11-12) No
que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que
sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por
todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de
tener abundancia como de sufrir necesidad.
EXPERIENCIA EN EL MONTE SINAÍ
En Devarim 5,
Moisés repite los “10 Mandamientos” (las 10 Palabras) a la nueva
generación. Pero la primera vez que los
israelitas lo oyeron fue en el Monte Sinaí.
Moisés aprovecha a contarles a la nueva generación sobre la experiencia que
sus padres tuvieron al pie del monte, cuando Dios habló en persona delante de todo
el pueblo.
(Deu.
5:4-5) Cara
a cara habló el SEÑOR con vosotros en el monte de en medio del fuego, mientras
yo estaba en aquella ocasión entre el SEÑOR y vosotros para declararos la
palabra del SEÑOR, porque temíais a causa del fuego y no subisteis al monte.
El Señor ya
había hablado en persona con Abraham, Jacob, Moisés, etc., pero esa ocasión fue
la primera que lo hizo ante TODOS.
REACCIÓN DEL PUEBLO
Los israelitas
no reaccionaron bien a la experiencia a la Presencia de Dios.
(Deu.
5:23-27) Y
aconteció que cuando oísteis la voz de en medio de las tinieblas, mientras el
monte ardía con fuego, os acercasteis a mí, todos los jefes de vuestras tribus
y vuestros ancianos, y dijisteis: He aquí, el SEÑOR nuestro Dios nos ha
mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego;
hoy hemos visto que Dios habla con el hombre, y éste aún vive. Ahora pues, ¿por
qué hemos de morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si seguimos oyendo la
voz del SEÑOR nuestro Dios, entonces moriremos. Porque, ¿qué hombre hay que
haya oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, como nosotros, y
haya sobrevivido? Acércate tú, y oye lo que el SEÑOR nuestro Dios dice;
entonces dinos todo lo que el SEÑOR nuestro Dios te diga, y lo escucharemos y
lo haremos.
Ellos
experimentaron lo que es en verdad la Santidad de Dios. En carne propia supieron lo que significaba
que Dios era “fuego consumidor”. El peso
de la Presencia de Dios era tan fuerte que ellos sentían que iban a morir. Por esa razón querían alejarse.
Veamos ahora la
respuesta de Dios ante la reacción de Su Pueblo…
(Deu.
5:28-31) Y
el SEÑOR oyó la voz de vuestras palabras cuando me hablasteis y el SEÑOR me
dijo: He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado.
Han hecho bien en todo lo que han dicho. ¡Oh si ellos tuvieran tal corazón que
me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera
bien a ellos y a sus hijos para siempre! Ve y diles: Volved a vuestras tiendas.
Pero tú, quédate aquí conmigo, para que yo te diga todos los mandamientos, los
estatutos y los juicios que les enseñarás, a fin de que los practiquen en la
tierra que les doy en posesión.
Luego de
recordarles estos eventos a la nueva generación, Moisés los exhorta a que
tengan siempre presente el temor de Dios en sus vidas—no para tenerle “miedo”
sino para que esto los impulse a obedecer a Dios.
(Deu.
5:32-33) Y
cuidad de hacer tal como el SEÑOR vuestro Dios os ha mandado; no os desviéis a
la derecha ni a la izquierda. Andad en todo el camino que el SEÑOR vuestro Dios
os ha mandado, a fin de que viváis y os vaya bien, y prolonguéis vuestros días
en la tierra que vais a poseer.
Debemos tener
“temor de Dios” (heb. Yirá, temor reverente), pero no
miedo. El miedo está provocado por la
incertidumbre; por el contrario, el temor viene de saber las consecuencias de
los actos, y esa conciencia provoca obediencia (Proverbios 3:1-7) Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza, y tu
corazón guarde mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te
añadirán. La misericordia y la verdad nunca se aparten de ti; átalas a tu
cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón. Así hallarás favor y buena
estimación ante los ojos de Dios y de los hombres. Confía en el SEÑOR con todo
tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus
caminos, y El enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos, teme al
SEÑOR y apártate del mal.
A través del
profeta Jeremías, el Señor también expresó la razón por la que él infunde temor
reverente en Su Pueblo.
(Jer.
32:40) Haré
con ellos un pacto eterno, por el que no me apartaré de ellos, para hacerles
bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí.
El temor de
Dios nos lleva a la obediencia; y la obediencia trae bendición.
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