jueves, 14 de mayo de 2015

DEVARIM 5: Los 10 Mandamientos


Luego de establecer el marco histórico y conceptual, Moisés comienza a “repetir la ley” a la nueva generación.
(Deu. 5:1)  Entonces llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, oh Israel, los estatutos y ordenanzas que hablo hoy a vuestros oídos, para que los aprendáis y pongáis por obra.

Lo primero que les dice es: “Oye, Israel”.  Tal como vimos en el capítulo pasado, “Oye” en hebreo es: Shema, que implica no sólo oír sino también hacer.  Este concepto queda claramente plasmado en este versículo: “oigan los mandamientos para aprenderlos y ponerlos por obra”.

PACTO EN HOREB
Moisés trae a memoria el evento que sucedió en el Monte Horeb (o Sinaí).  Allí la generación pasada escuchó la Ley, que se conoce como la Torá (lit. enseñanza).  La Torá no es un simple código legal; más bien son las condiciones de un Pacto entre Dios y el pueblo de Israel.  Y ese pacto no fue hecho sólo con la generación del desierto, sino que era un pacto multi-generacional.
(Deu. 5:2-3)  El SEÑOR nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb. No hizo el SEÑOR este pacto con nuestros padres, sino con nosotros, con todos aquellos de nosotros que estamos vivos aquí hoy.

Aunque algunos de la nueva generación no estuvieron presentes en ese tiempo, es como si hubieran estado.  Y esto es cierto para cualquier persona en cualquier lugar del mundo y en cualquier época histórica—cualquiera que reconozca a Yehová como su Dios entra en ese Pacto.  Aceptarlo como Dios es reconocerlo como Señor; y como tal, le debemos obediencia.  El es nuestro Dios, y nosotros Su Pueblo; Él habla, y nosotros oímos y hacemos (heb. Shema). 

El pacto en Horeb lo hizo Yehová con nosotros… “con todos aquellos que estamos vivos aquí hoy”. 


LOS DIEZ MANDAMIENTOS
A continuación, Moisés vuelve a enumerar lo que hoy se conoce como “los 10 Mandamientos”.  Sin embargo, en la tradición judía no se les llama “mandamientos” sino palabras (en hebreo: Aseret haDevarim), porque ese es el concepto que la Biblia maneja:
(Deu. 5:22a) Estas palabras el SEÑOR habló a toda vuestra asamblea en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas con una gran voz…

Los “10 Mandamientos” no son TODOS los mandamientos, sino sólo la introducción.  Son una especie de índice que resume la totalidad de los mandamientos.  Los primeros de estos 10 mandamientos tratan sobre nuestra relación con Dios, y los últimos norman nuestra relación con el prójimo. 

Podría considerarse que los 10 mandamientos son un resumen de toda la ley.  Jesús lo resumió de la siguiente manera:
(Marcos 12:28-31)  Cuando uno de los escribas se acercó, los oyó discutir, y reconociendo que les había contestado bien, le preguntó: ¿Cuál mandamiento es el más importante de todos? Jesús respondió: El más importante es: Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza.  El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.

Resumen de la Ley: Amar a Dios + amar al prójimo

También Lucas narra un evento donde Jesús confirmó que el resumen de la ley es: amar a Dios + amar al prójimo.  Esa no era una “verdad nueva” sino que está escrito en la Torá.  Jesús simplemente lo resumió, al igual que otros rabinos de su época.   
(Lucas. 10:25-28)  Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y El le dijo:¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Respondiendo él, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Entonces Jesús le dijo: Has respondido correctamente; haz esto y vivirás.

Pablo hizo referencia a la segunda parte de los 10 Mandamientos en la carta a los romanos:
(Romanos 13:8-10)  No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.

Estas palabras de Pablo no excluyen la primera parte de la Ley: Amar a Dios.  Como lo explica Juan, el amor al prójimo va de la mano con el amor a Dios.
(1 Juan 4:20-21)  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.

INDICE DE LA LEY
Vayamos ahora a ver cuáles son estos mandamientos introductorios que conforman en índice de la Ley (heb. Torá):

I.         Yehová es Dios
II.        No tendrás otros dioses
III.       No tomarás en Nombre de Dios es vano
IV.        Guardarás el día de reposo
V.           Honrarás a padre y a madre
VI.        No asesinarás
VII.      No cometerás adulterio
VIII.    No robarás
IX.         No darás falso testimonio
X.          No codiciarás lo ajeno

I.  Yehová es Dios
En la tradición hebrea, se considera que la primera “palabra” es la siguiente:
(Deu. 5:6) Yo soy Yehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.

Tal vez este no se considere como un “mandamiento” en sí, pero si es la base de todo.  Lo primero es reconocer a Yehová como Dios.  Aquí el Señor no se presenta como Dios Todopoderoso creador del Cielo y la Tierra, sino como Dios Redentor de Su Pueblo, lo cual hace la relación más personal. 

II. No tendrás otros dioses
(Deu. 5:7-10)  No tendrás otros dioses delante de mí.  No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, Yehová tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

III. No tomarás en vano el Nombre de Dios
(Deu. 5:11)  No tomarás en vano el nombre de Yehová tu Dios, porque Yehová no tendrá por inocente a quien tome su nombre en vano.

Muchas veces la Biblia se refiere a Dios por sus atributos: Padre, Creador, Sanador, Altísimo, Santo, Dios Celoso, etc.  Pero cuando se refiere a Su Nombre, sólo hay uno que lo distingue de todos los demás, y ese nombre es Yehová (Jehová). 

IV.  Guardarás el Día de Reposo
(Deu. 5:12-15)  Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Yehová tu Dios lo ha mandado.  Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo, mas el séptimo día es día de reposo para Yehová tu Dios; no harás en él ningún trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguno de tus animales, ni el forastero que está contigo, para que tu siervo y tu sierva también descansen como tú. Y acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que Yehová tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido; por lo tanto, Yehová tu Dios te ha ordenado que guardes el día de reposo. 

El propósito de guardar el día de reposo (heb. Shabat) es para “santificarlo” (heb. Kadash, que significa: dedicar, consagrar).  Es un día dedicado a Dios, en el cual descansamos de nuestras obras y reposamos en Él.  

Los rabinos han prescrito muchas prohibiciones relacionadas con el día de reposo (tal como no cocinar, no coser, no cargar, no caminar largas distancias, etc.); sin embargo, lo que Dios ordenó es simple: no harás ningún trabajo (heb. Melaja, empleo, labor, negocio), sino descansarás (heb. Nuaj).

¿No es esto una buena noticia?  Este debería ser el mandamiento más fácil de cumplir; no obstante, curiosamente éste es uno de los mandamientos más quebrantados. 

V.  Honrarás a padre y a madre
(Deu. 5:16)  Honra a tu padre y a tu madre, como Yehová tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.

VI.  No asesinarás
(Deu. 5:17)  No matarás.

Aunque se ha traducido como “matar”, el verbo en hebreo es Ratzaj, que significa: asesinar.   “Matar” es quitar la vida; pero “asesinar” es hacerlo de forma premeditada e intencional.

VII.  No cometerás adulterio
(Deu. 5:18)  No cometerás adulterio.

VIII.  No robarás
(Deu. 5:19) No hurtarás.

IX.  No darás falso testimonio
(Deu. 5:20) No darás falso testimonio contra tu prójimo.

En hebreo dice literalmente: No responderás con un falso testimonio

X.  No codiciarás lo ajeno
(Deu. 5:21) No codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

“Codiciar” en hebreo es: Jamad, que también se traduce: deleitarse, desear.
Este es un mandamiento que va directo al corazón, pues no siempre es evidente que alguien desea o codicia. 

Desear lo ajeno lleva implícito una insatisfacción por lo que uno tiene; en otras palabras, es no estar satisfecho con lo que Dios le ha dado a uno.

Lo opuesto a la codicia es satisfacción.  Un refrán judío dice: “¿Quién es rico? Es aquel que está contento y satisfecho con lo que tiene” (Pirkei Avot).

Pablo nos dio el ejemplo de vivir en contentamiento:
(Filipenses 4:11-12)  No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad.


EXPERIENCIA EN EL MONTE SINAÍ
En Devarim 5, Moisés repite los “10 Mandamientos” (las 10 Palabras) a la nueva generación.  Pero la primera vez que los israelitas lo oyeron fue en el Monte Sinaí.  Moisés aprovecha a contarles a la nueva generación sobre la experiencia que sus padres tuvieron al pie del monte, cuando Dios habló en persona delante de todo el pueblo. 
(Deu. 5:4-5)  Cara a cara habló el SEÑOR con vosotros en el monte de en medio del fuego, mientras yo estaba en aquella ocasión entre el SEÑOR y vosotros para declararos la palabra del SEÑOR, porque temíais a causa del fuego y no subisteis al monte. 

El Señor ya había hablado en persona con Abraham, Jacob, Moisés, etc., pero esa ocasión fue la primera que lo hizo ante TODOS. 

REACCIÓN DEL PUEBLO
Los israelitas no reaccionaron bien a la experiencia a la Presencia de Dios.
(Deu. 5:23-27)  Y aconteció que cuando oísteis la voz de en medio de las tinieblas, mientras el monte ardía con fuego, os acercasteis a mí, todos los jefes de vuestras tribus y vuestros ancianos, y dijisteis: He aquí, el SEÑOR nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Dios habla con el hombre, y éste aún vive. Ahora pues, ¿por qué hemos de morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si seguimos oyendo la voz del SEÑOR nuestro Dios, entonces moriremos. Porque, ¿qué hombre hay que haya oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, como nosotros, y haya sobrevivido? Acércate tú, y oye lo que el SEÑOR nuestro Dios dice; entonces dinos todo lo que el SEÑOR nuestro Dios te diga, y lo escucharemos y lo haremos.

Ellos experimentaron lo que es en verdad la Santidad de Dios.  En carne propia supieron lo que significaba que Dios era “fuego consumidor”.  El peso de la Presencia de Dios era tan fuerte que ellos sentían que iban a morir.  Por esa razón querían alejarse. 

Veamos ahora la respuesta de Dios ante la reacción de Su Pueblo…
(Deu. 5:28-31)  Y el SEÑOR oyó la voz de vuestras palabras cuando me hablasteis y el SEÑOR me dijo: He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado. Han hecho bien en todo lo que han dicho. ¡Oh si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre! Ve y diles: Volved a vuestras tiendas. Pero tú, quédate aquí conmigo, para que yo te diga todos los mandamientos, los estatutos y los juicios que les enseñarás, a fin de que los practiquen en la tierra que les doy en posesión.

Luego de recordarles estos eventos a la nueva generación, Moisés los exhorta a que tengan siempre presente el temor de Dios en sus vidas—no para tenerle “miedo” sino para que esto los impulse a obedecer a Dios.
(Deu. 5:32-33)  Y cuidad de hacer tal como el SEÑOR vuestro Dios os ha mandado; no os desviéis a la derecha ni a la izquierda. Andad en todo el camino que el SEÑOR vuestro Dios os ha mandado, a fin de que viváis y os vaya bien, y prolonguéis vuestros días en la tierra que vais a poseer.

Debemos tener “temor de Dios” (heb. Yirá, temor reverente), pero no miedo.  El miedo está provocado por la incertidumbre; por el contrario, el temor viene de saber las consecuencias de los actos, y esa conciencia provoca obediencia (Proverbios 3:1-7) Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te añadirán. La misericordia y la verdad nunca se aparten de ti; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón. Así hallarás favor y buena estimación ante los ojos de Dios y de los hombres. Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos, teme al SEÑOR y apártate del mal.

A través del profeta Jeremías, el Señor también expresó la razón por la que él infunde temor reverente en Su Pueblo.
(Jer. 32:40)  Haré con ellos un pacto eterno, por el que no me apartaré de ellos, para hacerles bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí.


El temor de Dios nos lleva a la obediencia; y la obediencia trae bendición. 





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