Como vimos en la introducción,
el primer versículo del libro de Deuteronomio (heb. Devarim) nos revela el
tema de este libro…
(Deu. 1:1) Estas son las
palabras que Moisés habló a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto
Comienza diciendo: “Estas son
las palabras” (en hebreo: Eleh Devarim). En el libro de Devarim están escritas las palabras que
Moisés habló al pueblo de Israel en sus últimos días de vida (cumpliendo ya
casi 120 años de edad). Podríamos pensar
que es el “legado de Moisés” antes de morir…pero no es exactamente así. Estas Palabras (heb. Devarim) no vienen de la mente de Moisés, sino del corazón mismo de
Dios. Moisés las habló tal como fueron
dictadas por Dios.
Como mencionamos, Devarim es la “repetición de la Torá”
(heb. Mishne HaTorá). “Torá” significa: instrucción,
enseñanza. La Torá ya había sido
enseñada a los israelitas al pie del Monte Sinaí. Pero ahora era necesario repetirla a la
siguiente generación. Para Moisés era
muy importante repetir la Torá en ese momento, no sólo antes que la nueva
generación entrara a la Tierra Prometida, sino antes de que él muriera, pues ya
tenía casi 120 años de edad. Moisés no
sólo enseñó la Torá verbalmente, sino que también la escribió para hacerla
disponible a las siguientes generaciones…
(Salmo 78:5-8) Porque El
estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a
nuestros padres que enseñaran a sus hijos; para que la generación venidera lo
supiera, aun los hijos que habían de nacer; y éstos se levantaran y lo contaran
a sus hijos, para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se olvidaran de
las obras de Dios, sino que guardaran sus mandamientos; y no fueran como sus
padres, una generación porfiada y rebelde, generación que no preparó su
corazón, y cuyo espíritu no fue fiel a Dios.
Devarim no es
el legado de Moisés, sino de Dios para Su pueblo Israel…pero no sólo para esa
generación, sino para todas las generaciones.
Antes de “repetir la Torá”,
Moisés comenzó su discurso dando una introducción histórica…
CONTEXTO HISTORICO
Tal vez muchas personas
encuentran aburrida la historia, pero la Biblia hace mucho énfasis en ella por
su importancia. La historia bíblica no sólo es una colección de datos y fechas,
sino que nos sirve de ejemplo y de lección.
(1 Corintios 10:11-12) Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron
escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los
siglos. Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.
Como dice el famoso refrán: “Si no aprendemos de la historia, estamos
condenados a repetirla”.
Por otro lado, la historia
nos da identidad: Si sabemos de dónde venimos, conoceremos quiénes somos; y si sabemos
quiénes somos, podremos deducir hacia dónde vamos…
¿DÓNDE?
Moisés comienza señalando
dónde los israelitas están acampados en ese momento…
(Deu. 1:1-2) Estas son las
palabras que Moisés habló a todo Israel al otro lado del Jordán, en
el desierto, en el Arabá, frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot
y Dizahab. Hay once días de camino desde Horeb, por el camino del monte Seir,
hasta Cades.
No todos estos lugares aquí
mencionados se conocen el día de hoy, pero bástenos saber que se encontraban
acampados en el lado este del Río Jordán, en las planicies cercanas al río
Arnón, al norte de Moab.
¿CUÁNDO?
Cuando Moisés comienza el
discurso del libro de Devarim, ya
habían pasado cuarenta años desde que los israelitas habían salido de
Egipto. La “Generación del Desierto”
(los adultos que habían salido de Egipto) ya había muerto, por lo tanto el
mensaje era para la Nueva Generación, quienes entrarían a conquistar la Tierra
Prometida.
(Deu. 1:3) Y sucedió que en el año cuarenta, el mes undécimo,
el primer día del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todo lo
que el SEÑOR le había ordenado que les diera.
El viaje que les debió tomar
once días, partiendo desde Horeb (el Monte Sinaí) hasta Canaán, en realidad les
llevó 38 años más.
(Deu. 1:2) Hay once
días de camino desde Horeb, por el camino del monte Seir, hasta Cades.
Esto no fue porque la otra
generación “se perdió” en el desierto. Ellos llegaron a las puertas de la
Tierra Prometida (en Cades), pero no entraron por la falta de fe (Num.
13:25-26).
Ahora la Nueva Generación
estaba lista para conquistar la Tierra Prometida. Pero en esta ocasión no iban a entrar por el
sur (desde Cades en el desierto de Parán), sino por el este (desde los
territorios de Moab), atravesando el Río Jordán.
(Deu. 1:5-6) Al otro lado del Jordán, en la tierra de Moab,
Moisés comenzó a explicar esta ley, diciendo: El SEÑOR nuestro Dios nos habló
en Horeb, diciendo: Bastante habéis permanecido en este monte.
Ya habían pasado 40 años
desde la salida de Egipto…y ya era hora de entrar a la Tierra Prometida.
BASTANTE HABÉIS PERMANECIDO…
En el versículo 6, Moisés
recuerda una frase muy interesante que el Señor dijo: “Bastante habéis permanecido en
este monte”. El Monte se refiere
al Sinaí, donde Israel recibió la Torá. Este
evento fue uno de los más importantes de la historia de Israel, sin duda
alguna. Sin embargo, aunque la Torá es muy
importante, no debemos olvidar que ella no es la meta, sino sólo es un
instrumento que nos ayuda a hacer la voluntad de Dios.
Hay personas que se dedican a
estudiar la Biblia, y se vuelven expertos y teólogos; pero ¿de qué sirve si no
la ponen en práctica en sus vidas? El
valor de la Palabra de Dios no está en el conocimiento sino en la
práctica. Por lo tanto, no nos
conformemos con “aprenderla”, sino vivirla.
Este es el mismo mensaje que da Santiago en su carta:
(Santiago 1:22-25) Sed hacedores
de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si
alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira
su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse,
inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. Pero el que mira
atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no
habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será
bienaventurado en lo que hace.
TIEMPO PARA CONQUISTAR
Ciertamente Dios llevó al
pueblo de Israel a Horeb (Monte Sinaí), y allí les dio la Torá. Pero Él no quería que se quedaran allí. Había llegado el momento de tomar la Tierra que
Dios les prometió…
(Deu. 1:7-8) Volveos; partid e id a la región montañosa de los
amorreos, y a todos sus vecinos, en el Arabá, en la región montañosa, en el
valle, en el Neguev, y por la costa del mar, la tierra de los cananeos y el Líbano,
hasta el gran río, el río Éufrates. Mirad,
he puesto la tierra delante de vosotros; entrad y tomad posesión de la tierra
que el SEÑOR juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, a ellos y a su
descendencia después de ellos.
Desde el río Nilo hasta el río Eufrates |
Nótese que la dimensión de la
Tierra Prometida está en su máxima expresión, que va desde río Nilo hasta el
río Éufrates, tal como Dios se lo prometió a Abraham:
(Génesis 15:18-20) En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram,
diciendo: A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta
el río grande, el río Éufrates: los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los
heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y
los jebuseos.
Israel nunca ha llegado a
poseer toda esa extensión. Pero la
profecía dice que tanto Egipto como Asiria van a reconocer y someterse ante el
Dios de Israel (Isaías 19:17-25). Esto
sucederá en los últimos tiempos, probablemente hasta que el Mesías venga.
JUECES
En su narrativa, Moisés
también hizo mención de la necesidad de nombrar líderes entre el pueblo,
específicamente: jueces. Moisés no podía
llevar solo la carga de guiar al pueblo.
(Deu. 1:9-12) El SEÑOR vuestro Dios os ha multiplicado y he aquí
que hoy sois como las estrellas del cielo en multitud. Que el SEÑOR, el Dios de
vuestros padres, os multiplique mil veces más de lo que sois y os bendiga, tal
como os ha prometido. ¿Cómo puedo yo solo llevar el peso y la carga de vosotros
y vuestros litigios?
¿Cuál fue la solución?
(Deut. 1:13-15) Escoged de entre vuestras tribus hombres sabios,
entendidos y expertos, y yo los nombraré como vuestros jefes. Y vosotros me
respondisteis, y dijisteis: Bueno es que se haga lo que has dicho. Entonces
tomé a los principales de vuestras tribus, hombres sabios y expertos, y los
nombré como dirigentes vuestros, jefes de mil, de cien, de cincuenta, y de
diez, y oficiales para vuestras tribus.
¿Por qué Moisés hace
referencia a los jefes en este momento, antes de repetirles la Ley? Puede ser por dos razones:
a.
Porque
él sabe que está llegando a sus últimos días, y quiere recordarles que pueden
seguir adelante sin él. Primero, tienen
a Dios eterno como su Rey, y también cuentan con líderes que los irán guiando
en el camino.
b.
Para que
sepan que, aunque tienen jefes, éstos no dictan las reglas (como los reyes
autoritarios de otras naciones), sino que simplemente son jueces que ayudan a
mantener un orden que ha sido establecido por Dios.
La asignación de líderes ya
había sido establecida desde la generación anterior. Curiosamente se estableció este orden ANTES
de recibir la Torá (la instrucción) en el Monte Sinaí (Exo. 18:21-22).
Nota: En
este momento no estudiaremos a fondo este tema de los jueces, ya que lo veremos
más adelante en el libro (Deut. 16).
PECADO DE LOS ESPÍAS
En la introducción de
Devarim, Moisés le recuerda a la Nueva Generación la razón por la que sus
padres no entraron a la Tierra Prometida: el Pecado de los Espías. En la entrada anterior (Devarim:Introducción) estudiamos la narrativa del libro de Números, y hoy la veremos la
perspectiva de Devarim (Deut.).
(Deu. 1:19-21) Partimos de
Horeb y pasamos por todo aquel vasto y terrible desierto que visteis, camino de
la región montañosa de los amorreos, tal como el SEÑOR nuestro Dios nos había
mandado, y llegamos a Cades- barnea. Y os dije: Habéis llegado a la región
montañosa de los amorreos que el SEÑOR nuestro Dios va a darnos. Mira, Israel,
el SEÑOR tu Dios ha puesto la tierra delante de ti; sube, toma posesión de
ella, como el SEÑOR, el Dios de tus padres, te ha dicho. No temas ni te
acobardes.
A los israelitas que salieron
de Egipto les tomó aproximadamente dos años para llegar a las puertas de la
Tierra Prometida. Había llegado el
momento de llegar a su destino. Sin duda,
había gran expectativa…pero también tenían dudas (¿Cómo será la tierra? ¿Hay habitantes, y cuán poderosos son?). Movidos por la curiosidad, los israelitas
pidieron que fueran enviados exploradores o espías ANTES de entrar. ¿Con qué propósito?
(Deu. 1:22) Entonces todos vosotros os acercasteis a mí, y
dijisteis: Enviemos hombres delante de nosotros, que nos exploren la tierra, y
nos traigan noticia del camino por el cual hemos de subir y de las ciudades a
las cuales entraremos.
¿Por qué razón los israelitas
pidieron que fueran enviados espías a la tierra? Ellos dijeron que era para estar informados
sobre el lugar que iban a entrar.
Supuestamente no estaban
dudando si debían de entrar o no, sino se estaban preguntando “cómo” hacerlo. Bajo ese entendido, Moisés estuvo de
acuerdo.
(Deu. 1:23-25) Y me agradó
el plan, y tomé a doce hombres de entre vosotros, un hombre por cada tribu. Y
ellos partieron y subieron a la región montañosa, y llegaron hasta el valle de
Escol, y reconocieron la tierra. Tomaron en sus manos del fruto de la tierra y
nos lo trajeron; y nos dieron un informe, diciendo: Es una tierra buena que el
SEÑOR nuestro Dios nos da.
El problema fue que
permitieron que la duda entrara. Es
interesante la forma en que Moisés expresa el problema: el no dice que
“tuvieron miedo”, sino que “se rebelaron”.
Muchas veces el problema no es “tener miedo”, sino “perder la fe”. Uno puede llegar a sentir miedo ante ciertas
circunstancias, pero en lugar de dejarse llevar por el pánico uno debe recordar
que Dios está con uno y nos puede guiar a través de las tormentas de la vida.
Pero la generación del
desierto se dejaron llevar por el miedo, al punto que dejaron de creer en Dios,
y llegaron a tomar la decisión de no entrar a la Tierra y no seguir el plan de
Dios.
(Deu. 1:26-28) Sin embargo, no quisisteis subir, y os rebelasteis
contra el mandato del SEÑOR vuestro Dios. Y murmurasteis en vuestras tiendas,
diciendo: Porque el SEÑOR nos aborrece, nos ha sacado de la tierra de Egipto
para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos. ¿Adónde subiremos?
Nuestros hermanos nos han atemorizado, diciendo: El pueblo es más grande y más
alto que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo. Y
además vimos allí a los hijos de Anac.
Moisés todavía trató de
ayudarlos a superar el miedo…
(Deu. 1:29-31) Entonces yo os dije: No os aterréis ni tengáis
miedo de ellos. El SEÑOR vuestro Dios, que va delante de vosotros, El peleará
por vosotros, así como lo hizo delante de vuestros ojos en Egipto, y en el
desierto, donde has visto cómo el SEÑOR tu Dios te llevó, como un hombre lleva
a su hijo, por todo el camino que habéis andado hasta llegar a este lugar.
El problema es que el pueblo
creyó más en las circunstancias que en Dios.
(Deu. 1:32-33) Pero con todo
esto, no confiasteis en el SEÑOR vuestro Dios, que iba delante de vosotros en
el camino para buscaros lugar dónde acampar, con fuego de noche y nube de día,
para mostraros el camino por donde debíais andar.
Por la falta de fe en Dios, la
Generación del Desierto no entró a la Tierra Prometida…sólo Caleb, Josué y la
nueva generación.
(Deu. 1:34-40) Entonces oyó el
SEÑOR la voz de vuestras palabras, y se enojó y juró, diciendo: Ninguno de
estos hombres, esta generación perversa, verá la buena tierra que juré dar a
vuestros padres, excepto Caleb, hijo de Jefone; él la verá, y a él y a sus
hijos daré la tierra que ha pisado, pues él ha seguido fielmente al SEÑOR. El
SEÑOR se enojó también contra mí por causa vuestra, diciendo: Tampoco tú
entrarás allá. Josué, hijo de Nun, que está delante de ti, él entrará allá;
anímale, porque él hará que Israel la posea. Y vuestros pequeños, que dijisteis
que vendrían a ser presa, y vuestros hijos, que hoy no tienen conocimiento del
bien ni del mal, entrarán allá, y a ellos yo la daré, y ellos la poseerán. Pero
vosotros, volveos y partid hacia el desierto por el camino del mar Rojo.
Lo tremendo es que tampoco
Moisés entró. Pero no fue por el Pecado
de los Espías, sino por otra causa (que estudiaremos en el capítulo 3).
Por un momento, el pueblo
pareció haber reaccionado, ya que admitieron que habían pecado contra Dios…
(Deu. 1:41) Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos
pecado contra el SEÑOR; nosotros subiremos y pelearemos tal como el SEÑOR
nuestro Dios nos ha mandado. Y cada uno de vosotros se ciñó sus armas de
guerra, y pensasteis que era fácil subir a la región montañosa.
El pueblo parecía
arrepentido, pues ahora estaban dispuestos a pelear por la tierra. Pero Dios los frenó…
(Deu. 1:42) Pero el SEÑOR me dijo: Diles: No subáis, ni
peleéis, pues yo no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por
vuestros enemigos.
Lamentablemente, el pueblo no
atendió a la advertencia….más bien, hicieron precisamente lo opuesto que Dios
les dijo.
(Deu. 1:43-44) Y os hablé,
pero no quisisteis escuchar. Al contrario, os rebelasteis contra el mandamiento
del SEÑOR, y obrasteis con presunción, y subisteis a la región montañosa. Y los
amorreos que moraban en aquella región montañosa salieron contra vosotros, y os
persiguieron como lo hacen las abejas, y os derrotaron desde Seir hasta Horma.
El pueblo hizo todo al revés:
no querían entrar cuando Dios los llevó a la puerta de la promesa; pero cuando
Dios les advirtió que no entraran, se lanzaron al peligro (sin estar
protegidos). Trataron de conquistar la
promesa con sus propias fuerzas, y eso no se puede lograr (los gigantes son
reales, pero se pueden vencer SOLO con la ayuda de Dios).
¿Por qué actuaron así? Ellos simplemente no escucharon. Ellos no querían oír lo que Dios dijo ni lo
que Moisés les advirtió; sólo querían hacer su voluntad…y las cosas no
funcionan así en el Reino de Dios.
DIOS NO ESTABA CON ELLOS
Hay un punto importante que
los israelitas ignoraron: ¡Dios no estaba con ellos!
(Deu. 1:42) Pero el SEÑOR me dijo: Diles: No subáis, ni
peleéis, pues yo no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por
vuestros enemigos.
Esa frase debió sacudirlos y
llevarlos a postrarse en arrepentimiento.
Esto era algo muy serio, pero parece que los israelitas ni siquiera se
inmutaron cuando oyeron decir que Dios no estaba con ellos. Probablemente todo lo que les preocupaba era
hacer su propia voluntad—con Dios o sin Dios.
Esa actitud confirmó su falta de arrepentimiento. En lugar de tratar de conquistar la Tierra,
debieron tratar de recuperar la relación con Dios…pero evidentemente esa no era
su prioridad—o tal vez ni una consideración.
¿Cómo debieron actuar,
entonces? Moisés nos da un excelente
ejemplo.
Luego del Pecado del Becerro
de Oro, Dios le dijo a Moisés que guiara él a los israelitas a la Tierra
Prometida porque Él ya no iría con ellos…
(Exo. 33:1-3) Entonces el
SEÑOR dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que has sacado de la
tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, a Isaac y a Jacob,
diciendo: A tu descendencia la daré. Y enviaré un ángel delante de ti, y echaré
fuera al cananeo, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Sube
a una tierra que mana leche y miel; pues yo no subiré en medio de ti, oh
Israel, no sea que te destruya en el camino, porque eres un pueblo de dura
cerviz.
El Señor le estaba diciendo
que entrarían a la Tierra Prometida…pero sin Su Presencia. Veamos cómo reaccionó Moisés a esto:
(Exo. 33:15-16) Entonces le
dijo Moisés: Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí.
¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo?
¿No es acaso en que tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y tu pueblo,
nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la faz de la tierra?
Moisés prefería quedarse en
el desierto con Dios que entrar a “la tierra que mana leche y miel” sin Su
Presencia.
Por el contrario, el pueblo
no estaba enfocado en su relación con Dios, sino sólo en lo que podrían obtener
de Él…y al final lo perdieron todo…
(Deu. 1:45-46) Entonces
volvisteis y llorasteis delante del SEÑOR, pero el SEÑOR no escuchó vuestra
voz, ni os prestó oído. Por eso permanecisteis en Cades muchos días, los días
que pasasteis allí.
¿Amamos a Dios por quién Él
es, o sólo lo queremos por lo que Él puede hacer por nosotros?
Tremendo estudio. Me tiene atrapada y no puedo para. Los vengo siguiendo hace ya algún tiempo y Dios ha traido revelación y palabra a mi vida espiritual estancada por años de sequia. Ana Dios te está usando de formas que no te imaginas.
ResponderEliminarEs como si se me hubiera caido un velo y cosas que me parecian incomprensible o pesadas, como por ejemplo las genealogias, ahora entiendo la importancia y me fascinan. No paro de escuchar los estudios, voy en el auto y los po go para ir preparando mi corazón y luego en la noche lo vuelvo a escuchar y ni te digo la de versiculos que escuche varias veces. Un gran abrazo desde Uruguay para ti y los hermanos alli en Guatemala
Muchísimas gracias, Carmen. Me bendice tanto oír tu testimonio. Que el Señor siga trayendo revelación a tu vida a través de Su Palabra.
EliminarBendiciones,
Ana Beatriz C.