lunes, 18 de agosto de 2014

HECHOS 21: Pablo Sube a Jerusalén


Después de despedirse de sus discípulos en Asia Menor, Pablo siguió su camino de regreso a Siria, de donde había salido en su tercer viaje misionero tres años atrás.  Esta parte del trayecto lo hizo en barco. 
Trayectoria: Mileto > Cos > Rodas > Pátara > Tiro (Siria)
(Hechos 21:1-3) Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.  (2) Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.  (3) Al avistar Chipre,  dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí. 

Cuando Pablo llegó a la costa de Siria, salieron a encontrarle sus discípulos de Antioquía.  Ellos llegaron allí porque Pablo ya no iba a pasar por Antioquía, ya que su destino era Jerusalén, donde quería pasar la Fiesta de Pentecostés (heb. Shavuot).  Sus discípulos trataron de convencerlo que no fuera a Jerusalén, porque sentían que iba a encontrar oposición allá. 
(Hechos 21:4-6) Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén. (5) Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.  (6) Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.

Pablo no se dejó disuadir por sus amigos de Siria, pues sabía que debía ir a Jerusalén.  Pero en el camino se encontró a otros creyentes que también trataron de convencerlo que no subiera a Jerusalén.
(Hechos 21:7-12) Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. (8) Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. (9) Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. (10) Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, (11) quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. (12) Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.

Agabo no era un falso profeta; él estaba diciendo la verdad, revelando lo que efectivamente iba a suceder.  Agabo ya había profetizado antes en Antioquía, y se había cumplido (Hechos 11:27-28).  Ante esta profecía y las demás advertencias, la gente supuso que Dios les estaba enviando un mensaje para que no fueran a Jerusalén…pero Pablo sabía que no era así.  Él sabía que tenía que ir a Jerusalén, y el Espíritu ya le había advertido que iba a ser perseguido allí.
(Hechos 20:22-24)  Y ahora, he aquí que yo, atado en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me sucederá,  (23)  salvo que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones.  (24)  Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios.

Las profecías eran ciertas, pero el Señor estaba poniendo a prueba a Pablo para ver si él iba a ir a dónde Dios lo mandara, a pesar de saber que al final iba a ser apresado.

PUESTO A PRUEBA
La prueba de Pablo fue similar a la que Jesús pasó antes de su muerte.  Jesús sabía que tenía la oportunidad de hacerse a un lado y no morir, pero al final dijo: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya”.  En sus últimas horas de libertad, Jesús pasó por esta prueba y la superó…
(Lucas 22:39-46)  Y saliendo, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también le siguieron. (40) Cuando llegó al lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación. (41) Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba, (42) diciendo: Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. (43)  Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole.  (44) Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra. (45) Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza, (46) y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

También trataron de convencer a Jesús de evadir la persecución y la muerte.  A pesar de estar bien intencionado, el Señor vio ese consejo como una tentación…
(Mateo 16:21-26)  Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.  (22) Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá.  (23) Pero volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (24)  Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. (25) Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. (26) Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?

Pablo estaba pasando por esta misma tentación o prueba, pero no cedió ante ella. 
(Hechos 21:13-14)  Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.  (14) Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor. 

La intención de los amigos de Pablo era “buena”, en un sentido humano; pero la verdad es que estaban yendo en contra de la Voluntad de Dios.  Al final lo reconocieron.  ¿Cuántas veces no nos pasa lo mismo?  Tomamos decisiones basadas en el corazón y no en el espíritu, sin sospechar que estamos yendo en contra de la Voluntad de Dios.  Como dice el refrán: “De buenas intenciones está empedrado en camino al infierno”.  Tengamos cuidado de no caer en este error. 

Pablo superó la prueba, porque no se dejó disuadir de lo que sabía era la voluntad de Dios. 

Otra razón por la que el Señor envió al profeta Agabo fue para beneficio de los  discípulos de Pablo.  En su gracia, el Señor les advirtió sobre lo que le pasaría a Pablo, para que cuando sucediera no lo tomaran a mal.

EN JERUSALÉN
Finalmente llegó el día, y Pablo subió a Jerusalén.  Pero no lo hizo solo, pues varios discípulos le acompañaron…
(Hechos 21:15-16) Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén.  (16) Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.

Al principio, la visita a Jerusalén fue positiva, ya que los hermanos creyentes los recibieron con brazos abiertos.
(Hechos 21:17-19) Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.  (18) Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos;  (19) a los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.  (20) Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.

Los judíos creyentes en Jerusalén se admiraban de lo que el Señor estaba haciendo a través de Pablo en lugares lejanos.  Pero sabían que los judíos no creyentes no lo iban a recibir tan bien, ya que habían llegado a Jerusalén los rumores de lo que estaba enseñando en sinagogas de otras regiones. 
(Hechos 21:21)  Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres. 

Los creyentes en Jerusalén sabían que Pablo no enseñaba en contra de la Ley de Dios, pero sabían que los líderes religiosos no iban a entender.  Por lo tanto, le aconsejaron a Pablo hacer lo siguiente…
(Hechos 21:22-25) ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. (23) Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. (24) Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley. (25) Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación.

Pablo había llegado a Jerusalén con creyentes gentiles, pero los apóstoles le aconsejaron que no entrara con ellos en el Templo, ya que la tradición judía no lo permitía.  En el complejo del Templo había un patio en el que todos podían entrar, el cual se conocía como “Atrio de los Gentiles”.  Este patio estaba separado del área del Templo en sí por un muro divisorio.  Josefo describe en sus escritos este muro como una partición de piedra, con columnas que tenían mensajes en latín y griego prohibiendo la entrada a cualquier extranjero, bajo pena de muerte (Antigüedades 15:11:5; Guerras Judías 5:5:2). 

Para evitar problemas, Pablo debía presentarse a cumplir su voto acompañado sólo de nazareos judíos.  Además, le pidieron que él financiara ese sacrificio, el cual era muy costoso (Num. 6:13-21). 
(Hechos 21:26)  Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos. 

Aunque trataron de evitar problemas, no pudieron pasar desapercibidos porque entre la multitud aparecieron unos enemigos de Pablo que venían de Éfeso…
(Hechos 21:27-29) Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, (28) dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad!  Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar. (29) Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.

Pablo sólo había entrado al área del Templo con los nazareos judíos, pero lo vieron en el atrio exterior con los gentiles.  Pudo haber sido un malentendido, pero nadie le dio tiempo de explicarse.  También puede ser que hayan provocado el conflicto a propósito, ya que probablemente esos judíos eran los que habían perseguido a Pablo en Asia Menor.

Como hemos visto en otras ocasiones, la reacción de las masas puede fácilmente salirse de control.  Probablemente la turba hubiera matado a Pablo de no ser por la llegada de los soldados romanos. 
(Hechos 21:30-33) Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas. (31) Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. (32) Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. (33) Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.

Los soldados romanos no sabían la razón del alboroto.  Lo apresaron en parte para protegerlo, pero también para calmar al pueblo.  Algo que los romanos trataban de evitar a toda costa eran los alborotos públicos dada la inestabilidad que provocaba. 
(Hechos 21:34-36)  Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.  (35) Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; (36) porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera! 

A partir de este momento hasta el final de Hechos, veremos a Pablo preso.  Ya no será puesto en libertad hasta su muerte.  ¿Cómo pudo Dios permitir esto? Muchas veces nos cuesta comprender la voluntad de Dios, en términos humanos.  Lo que debemos saber es que si Dios permite algo, es para bien.  En ese tiempo en que estuvo preso, Pablo no se quedó sin hacer nada, sino que aprovechó esos momentos para escribir muchas de las epístolas que hoy leemos.

Los últimos versículos de este capítulo los veremos en la próxima entrada porque van conectados temáticamente con el próximo capítulo…



4 comentarios:

  1. Excelente explicación, Dios le dé ma entendimiento y sabiduría para ayudar a nuestra vida espiritual 🙏🙏

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  2. Dios bendiga, buenas explicación, explique el libro de romanos 🙏🙏

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  3. Gracias por el apoyo a entender las escrituras de Dios

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  4. me gustan mucho estos estudios. Muy completos y edificantes.

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