jueves, 9 de junio de 2011

No es casualidad...

El estudio de este capítulo de I Samuel (cap. 12) lo he estado trabajando desde hace semanas, pero no había podido terminarlo sino hasta hoy.

Lo CURIOSO es que está vinculado con el tema de la fiesta de Semanas (heb. Shavuot), más conocido como Pentecostés, la cual se celebra este fin de semana (domingo). El Señor lo lleva todo a Sus tiempos, si estamos dispuestos a sincronizarnos con Él.



Definitivamente NO es una casualidad...

I SAMUEL 12: Despedida de Samuel

Conforme el liderazgo de Saúl como rey va tomando auge, el liderazgo de Samuel va tomando un segundo plano.  Samuel siguió siendo profeta hasta sus últimos días, pero en el capítulo 12 vemos algo parecido a una despedida, la cual marca una transición.
(1 Sam. 12:1) Entonces Samuel dijo a todo Israel: He aquí, yo he escuchado vuestra voz en todo lo que me dijisteis, y he puesto rey sobre vosotros.  (2)  Y he aquí, ahora el rey va delante de vosotros. Yo ya soy viejo y lleno de canas, y he aquí, mis hijos están con vosotros. Yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta hoy. 

En cierta forma, Samuel reclama al pueblo por haberlo rechazado.
(1 Sam. 12:3)  Aquí estoy; testificad contra mí delante del SEÑOR y delante de su ungido. ¿A quién he quitado buey, o a quién he quitado asno, o a quién he defraudado? ¿A quién he oprimido, o de mano de quién he tomado soborno para cegar mis ojos con él? Testificad, y os lo restituiré. 


El pueblo aclara que Samuel ha sido un buen líder.
(1 Sam. 12:4-5)  Y ellos dijeron: Tú no nos has defraudado ni oprimido, ni has tomado nada de mano de ningún hombre.  (5)  Y él les respondió: El SEÑOR es testigo contra vosotros, y su ungido es testigo en este día que nada habéis hallado en mi mano. Y ellos dijeron: El es testigo. 

El problema no era Samuel, sino los “hijos de Samuel” , tal como lo vimos en el capítulo 8.
(1 Sam. 8:1-7)  Y aconteció que cuando Samuel era ya viejo, puso a sus hijos como jueces sobre Israel.  (2)  El nombre de su primogénito era Joel, y el nombre del segundo, Abías; éstos juzgaban en Beerseba.  (3)  Pero sus hijos no anduvieron por los caminos de él, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho.  (4)  Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá,  (5)  y le dijeron: Mira, has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.  (6)  Pero fue desagradable a los ojos de Samuel que dijeran: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró al SEÑOR.  (7)  Y el SEÑOR dijo a Samuel: Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a mí para que no sea rey sobre ellos.


DISCURSO DE DESPEDIDA
Samuel hace un poco de historia, para que los israelitas entren en perspectiva.
(1 Sam. 12:6-11)  Entonces Samuel dijo al pueblo: El SEÑOR es el que designó a Moisés y a Aarón, y el que sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto.  (7)  Ahora pues, presentaos para que yo argumente con vosotros delante del SEÑOR acerca de todos los hechos de justicia del SEÑOR que El ha hecho por vosotros y por vuestros padres.  (8)  Cuando Jacob fue a Egipto y vuestros padres clamaron al SEÑOR, el SEÑOR envió a Moisés y a Aarón, quienes sacaron a vuestros padres de Egipto y los establecieron en este lugar.  (9)  Pero ellos olvidaron al SEÑOR su Dios, y El los vendió en manos de Sísara, jefe del ejército de Hazor, en manos de los filisteos y en manos del rey de Moab, los cuales pelearon contra ellos.  (10)  Y clamaron al SEÑOR, y dijeron: "Hemos pecado porque hemos dejado al SEÑOR y hemos servido a los baales y a Astarot; pero ahora, líbranos de la mano de nuestros enemigos, y te serviremos."  (11)  Entonces el SEÑOR envió a Jerobaal, a Bedán, a Jefté y a Samuel, y os libró de la mano de vuestros enemigos en derredor, de manera que habitasteis con seguridad. 

Este capítulo marca efectivamente el punto de transición entre jueces y reyes. Se cierra el período de los jueces, y da inicio una nueva etapa en Israel:  la época monárquica.  Antes los israelitas habían buscado a los jueces para ser guiados y ser liberados de los enemigos.  Pero ahora quieren rey.
(1 Sam. 12:12-13)  Cuando visteis que Nahas, rey de los hijos de Amón, venía contra vosotros, me dijisteis: "No, sino que un rey ha de reinar sobre nosotros", aunque el SEÑOR vuestro Dios era vuestro rey.  (13)  Ahora pues, aquí está el rey que habéis escogido, a quien habéis pedido; he aquí que el SEÑOR ha puesto rey sobre vosotros. 

Samuel les señala que el problema no está en pedir rey, sino que pidieron un rey “humano”, en lugar de reconocer que DIOS es su Rey. Dios pone líderes para que nos guíen. Pero en ninguna forma quiere que estos líderes tomen el lugar que le pertenece sólo a Dios en nuestros corazones.


RAIZ DEL PROBLEMA
Samuel aclara que la raíz del problema no es tener rey o juez.  El problema radica en el pecado del pueblo.
(1 Sam. 12:14-15)  Si teméis al SEÑOR y le servís, escucháis su voz y no os rebeláis contra el mandamiento del SEÑOR, entonces vosotros, como el rey que reine sobre vosotros, estaréis siguiendo al SEÑOR vuestro Dios.  (15)  Pero si no escucháis la voz del SEÑOR, sino que os rebeláis contra el mandamiento del SEÑOR, entonces la mano del SEÑOR estará contra vosotros, como estuvo contra vuestros padres. 

Si obedecen, les irá bien.
Si desobedecen, vendrán consecuencias—con rey o sin rey.

SEÑAL DE LOS CIELOS
Samuel pidió al Señor que enviara una señal del cielo para que les fuera confirmado que lo que les decía era la verdad.   
(1 Sam. 12:16-18)  Presentaos ahora, y ved esta gran cosa que el SEÑOR hará delante de vuestros ojos.  (17)  ¿No es ahora la siega del trigo? Yo clamaré al SEÑOR, para que mande truenos y lluvia. Entonces conoceréis y veréis que es grande la maldad que habéis hecho ante los ojos del SEÑOR, al pedir para vosotros un rey.  (18)  Clamó Samuel al SEÑOR, y el SEÑOR envió aquel día truenos y lluvia; y todo el pueblo temió grandemente al SEÑOR y a Samuel. 

En Israel, el tiempo de la siega de trigo es al inicio del verano, y en esa época no llueve.  Con la señal de los truenos y la lluvia, Samuel quería que el pueblo no perdiera de vista que Dios es quien está en control, no el rey humano. 

La cosecha del trigo también está relacionada con la Fiesta de Semanas o Pentecostés (heb. Shavuot).  Es la fiesta que recuerda la entrega de la Torá en el Monte Sinaí. [para más información, visiten el siguiente link: http://citadivina.blogspot.com/2010/05/fiesta-de-las-semanas-o-pentecostes.html ].  El mensaje sigue siendo el mismo: si obedecen, les irá bien; si desobedecen, tendrán consecuencias.

Evidentemente el pueblo de Israel entendió el mensaje, pues reconocieron que habían actuado mal, y se arrepintieron. 
(1 Sam. 12:19)  Entonces todo el pueblo dijo a Samuel: Ruega por tus siervos al SEÑOR tu Dios para que no muramos, porque hemos añadido este mal a todos nuestros pecados al pedir para nosotros un rey. 

El pueblo había actuado mal, pero lo importante es que no se olvidaran de Dios.
(1 Sam. 12:20-25)  Y Samuel dijo al pueblo: No temáis; aunque vosotros habéis hecho todo este mal, no os apartéis de seguir al SEÑOR, sino servid al SEÑOR con todo vuestro corazón.  (21)  No os debéis apartar, porque entonces iríais tras vanidades que ni aprovechan ni libran, pues son vanidades.  (22)  Porque el SEÑOR, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo, pues el SEÑOR se ha complacido en haceros pueblo suyo.  (23)  Y en cuanto a mí, lejos esté de mí que peque contra el SEÑOR cesando de orar por vosotros, antes bien, os instruiré en el camino bueno y recto.  (24)  Solamente temed al SEÑOR y servidle en verdad con todo vuestro corazón; pues habéis visto cuán grandes cosas ha hecho por vosotros.  (25)  Mas si perseveráis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.

Samuel iba a seguir sirviendo como profeta mientras viviera.  Él iba a seguir hablando palabra profética que Dios le revelara (gr. Rhema), e iba a seguir enseñando al pueblo la Torá (gr. Logos).  Sin embargo, a partir de ese momento, él tomó un segundo plano en el liderazgo de Israel, pues ya tenían rey.  Aun así, Samuel aprovechó el momento para aclararles que la verdadera y máxima autoridad de Israel no es el rey Saúl, sino el SEÑOR Dios de Israel. 

lunes, 25 de abril de 2011

I SAMUEL 11: Primer reto de Saúl

Poco tiempo después de haber sido ungido como rey, le fue presentada a Saúl su primer reto.
(1 Sam. 11:1) Y subió Nahas amonita y sitió a Jabes de Galaad, y todos los hombres de Jabes dijeron a Nahas: Haz un pacto con nosotros y te serviremos.

Nahas era el líder de los amonitas, al otro lado del río Jordán, en lo que hoy es Jordania.

El nombre Nahas (heb. Najash) significa serpiente. En honor a su nombre, actuó con astucia, y atacó a un pueblo israelita que estaba vulnerable.

Jabes (heb. Yabesh, lit. seco) era un pueblo en la región de Galaad, que se encontraba al otro lado del Jordán. Allí se habían asentado las tribus de Rubén, Gad y media tribu de Manasés por petición especial, porque les habían gustado esas tierras para sus ganados. Sin embargo, esto hacía que estuvieran más expuestos a los ataques de los enemigos.

Por otro lado, Jabes de Galaad tenía otros precedentes: Éste fue el único pueblo que no se unió al resto de los Hijos de Israel cuando todos lucharon en contra del pecado de la tribu de Benjamín (en relación con la muerte de la mujer del levita, en Jueces 21:1-15). Si ellos no defendieron a sus hermanos, ¿será que sus hermanos los defenderán ahora a ellos?

Jabes de Galaad estaba lejos del resto de Israel, no sólo geográficamente, sino también espiritualmente. Cuando los amonitas subieron en su contra, estuvieron dispuestos a hacer un pacto de sumisión con tal que no les hicieran daño. Nahas dijo que aceptaría su sumisión con una condición:
(1 Sam. 11:2)  Pero Nahas amonita les dijo: Lo haré con esta condición: que a todos vosotros os saque yo el ojo derecho; así haré que esto sea una afrenta sobre todo Israel.

Nahas no sólo buscaba la sumisión de Israel, sino su vergüenza y oprobio. Esto ya no era una cuestión de someter solamente al pueblo de Jabes, sino que era una afrenta contra toda la nación de Israel. Ante esto, decidieron buscar la ayuda del recién ungido rey de Israel: Saúl.
(1 Sam. 11:3-5)  Y los ancianos de Jabes le dijeron: Danos siete días para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel. Y si no hay quien nos libre, nos entregaremos a ti. (4) Entonces los mensajeros fueron a Guibeá de Saúl y hablaron estas palabras a oídos del pueblo, y todo el pueblo alzó la voz y lloró. (5) Y sucedió que Saúl regresaba del campo detrás de los bueyes, y dijo: ¿Qué pasa con el pueblo que está llorando? Entonces le contaron las palabras de los mensajeros de Jabes.

¿Qué hizo Saúl, el recién ungido rey de Israel, ante tales noticias?
(1 Sam. 11:6-7)  Y el Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl al escuchar estas palabras, y Saúl se enojó grandemente. (7) Y tomando una yunta de bueyes, los cortó en pedazos y los mandó por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará a los bueyes del que no salga en pos de Saúl y en pos de Samuel. Entonces el terror del SEÑOR cayó sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre.

De nuevo vuelven a saltar elementos similares a lo que sucedió en el tiempo de los jueces. Antes, el levita cortó en pedazos el cadáver de su mujer para convocar a los israelitas a la guerra, pero ahora Saúl cortó en pedazos la yunta con el mismo fin. En aquel entonces todo el pueblo se enfrentó contra el pueblo de Guibeá por haber permitido la violación de la mujer del levita, pero ahora un hombre de Guibéa, Saúl, se levantó para defender un pueblo aislado de Israel, Jabes. En cierta forma, este acto podría considerarse como un tikun (reversión) de lo que sucedió en Guibeá.

En el pasado, Jabes no defendió a sus hermanos, pero los israelitas no hicieron lo mismo con ellos. No se vengaron, sino hicieron lo que debían hacer.

¿Qué hizo Saúl? Él asumió su rol como líder de Israel, y logró unir al pueblo para salir en defensa de Galaad. Todo Israel salió “como un solo hombre” en defensa de ellos.
En ese momento se formó un ejército en Israel.
(1 Sam. 11:8) Y los contó en Bezec, y los hijos de Israel eran trescientos mil y los hombres de Judá treinta mil.

Muchas veces tomamos una perspectiva individualista, creyendo que debemos cuidarnos sólo a nosotros mismos y que cada quien vele por sí mismo. Pero la realidad es que lo que les pasa a los hermanos nos afecta también a nosotros. Por eso debemos luchar los unos por los otros.

ESPERANZA PARA JABES
La esperanza retornó a Jabes, porque sus hermanos iban a venir en su defensa. Las buenas nuevas fueron como “ascuas sobre su cabeza” porque sabían que no lo merecían, ya que ellos no habían hecho lo mismo.
(1 Sam. 11:9)  Y dijeron a los mensajeros que habían venido: Así diréis a los hombres de Jabes de Galaad: "Mañana cuando caliente el sol seréis librados." Entonces los mensajeros fueron y lo anunciaron a los hombres de Jabes, y éstos se regocijaron.

Ante las buenas nuevas, el pueblo de Jabes se envalentonó y no se dejaron intimidar por Nahas. Más bien, decidieron hacerle frente en batalla.
(1 Sam. 11:10-11)  Entonces los hombres de Jabes dijeron a Nahas: Mañana saldremos a vosotros y podréis hacernos lo que os parezca bien. (11) A la mañana siguiente Saúl dispuso al pueblo en tres compañías; y entraron en medio del campamento a la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta que calentó el día. Y sucedió que los que quedaron fueron dispersados, no quedando dos de ellos juntos.

Tal como había prometido Saúl, para cuando llegó el mediodía, Galaad ya había sido librado de sus enemigos. El pueblo unido, levantándose al amanecer, logró vencer al enemigo que los quería avergonzar.

EL PODER DE LA UNIDAD
La venganza no se apartó por completo del corazón de los israelitas. Cuando tenían al enemigo enfrente, se unieron. Pero cuando se acabó la amenaza externa, se volvieron los unos contra los otros.

Ya que Saúl se había convertido en el héroe de Israel, todos se voltearon en contra de aquellos que se habían burlado de él en el día que fue reconocido como rey ante todos (1 Sam. 10:27).
(1 Sam. 11:12) Y el pueblo dijo a Samuel: ¿Quién es el que dijo: "¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros?" Traed a esos hombres para que los matemos.

Sin embargo, Saúl se levantó en contra de la venganza y la división.
(1 Sam. 11:13)  Pero Saúl dijo: A nadie se matará hoy, porque hoy el SEÑOR ha hecho liberación en Israel. (14) Entonces Samuel dijo al pueblo: Venid, vayamos a Gilgal y renovemos el reino allí. (15) Así que todo el pueblo fue a Gilgal, y allí en Gilgal, hicieron rey a Saúl delante del SEÑOR. Allí también ofrecieron sacrificios de las ofrendas de paz delante del SEÑOR; y se regocijaron grandemente allí Saúl y todos los hombres de Israel.

La reconciliación y la unión es lo que mantendrá una nación unida. Esto aplica también a la Iglesia.

En ese momento decidieron “renovar el reino”, es decir, el pueblo se comprometió a someterse a su nueva autoridad, Saúl, rey de Israel.


jueves, 24 de marzo de 2011

I SAMUEL 10: Saúl es ungido

EL PRIMER REY ES UNGIDO
El encuentro “casual” entre Saúl y Samuel, resultó ser una “encuentro divino”. Antes de despedirse, el profeta llamó a Saúl aparte para hablarle. El mensaje que tenía es que él sería el primer rey de Israel. Con ese propósito lo ungió con aceite.
(1 Sam. 10:1) Tomó entonces Samuel la redoma de aceite, la derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el SEÑOR por príncipe sobre su heredad?

Posiblemente a Saúl le costó creer lo que estaba escuchando. Hasta entonces en Israel no había habido ningún rey, sólo jueces. Además de eso, él era un hombre común y corriente. De todos los israelitas, ¿cómo era posible que lo eligieran a él?

Para quitar la duda de su mente, el profeta le dio varias señales que él encontraría en el camino, las cuales le servirían como confirmación de su palabra profética.

Estas eran las señales en el camino:

a. Dos hombres en el sepulcro de Raquel
(1 Sam. 10:2)  Cuando te apartes hoy de mí, hallarás a dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, y te dirán: Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí, tu padre ha dejado de preocuparse por las asnas y está angustiado por vosotros, diciendo: ¿Qué haré en cuanto a mi hijo?

Este sepulcro está en el territorio de Benjamín, tribu a la que pertenecía Saúl. Esta señal no era tan sorprendente, porque era una ruta común, y también era natural que su padre mandara a buscarlo (1 Sam. 9:5). Sin embargo, era más difícil que él supiera las palabras exactas que ellos dirían.

Nota: Raquel fue sepultada en ese sitio, en el camino de Betel a Hebrón, porque ella murió allí dando a luz a Benjamín (Gen. 35:16-19).

b. Tres hombres en la encina de Tabor
La segunda señal también se iba a dar en un sitio conocido: la encina de Tabor, la cual era usada como punto de referencia a los viajeros.
(1 Sam. 10:3-4)  De allí seguirás más adelante, llegarás hasta la encina de Tabor, y allí te encontrarás con tres hombres que suben a Dios en Betel, uno llevando tres cabritos, otro llevando tres tortas de pan y otro llevando un odre de vino; (4) ellos te saludarán y te darán dos tortas de pan, las cuales recibirás de sus manos.

En este tiempo, el Tabernáculo de Silo estaba caído. Por lo tanto, no era extraño que quienes querían adorar a Dios lo hicieran en lugares donde lo hicieron los patriarcas.

Esta es la única referencia bíblica a este lugar. Sin embargo, hay otras referencias a encinas, tal como donde Abraham levantó un altar al entrar por primera vez a la Tierra Prometida (Gen. 12:6-8). Igualmente, lo hizo Jacob luego de haber regresado de su exilio de 20 años (Gen. 35:1-8). Ambas historias tienen relación con Betel. También es posible que sea el mismo sitio desde donde juzgó Débora, cerca de Betel (Jue. 4:4-8). La enciclopedia judía señala que el texto no puede estar refiriéndose a una encina que se encontrara en el monte Tabor, dado que éste está muy lejos, hacia el norte, casi llegando al Mar de Galilea.

Esta segunda señal era más difícil de “predecir”, ya que allí encontraría a tres hombres, los cuales le darían panes que originalmente estaban destinados como ofrenda al Señor. Eso no era un comportamiento normal; por lo tanto, fue evidente que Dios tocó sus corazones para que lo hicieran.

c. Grupo de profetas
La tercera señal iba a ser la mayor y más espectacular.
(1 Sam. 10:5-6)  Después llegarás a la colina de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y sucederá que cuando llegues a la ciudad, allá encontrarás a un grupo de profetas que descienden del lugar alto con arpa, pandero, flauta y lira delante de ellos, y estarán profetizando. (6) Entonces el Espíritu del SEÑOR vendrá sobre ti con gran poder, profetizarás con ellos y serás cambiado en otro hombre.

La Colina de Dios en hebreo es: Givat Elohim. Este era un puesto que tenía el ejército filisteo en la frontera con Israel. Según Rashi, la ciudad israelita que se encontraba cerca era Kiriat-Jearim, donde estaba el Arca. Hacia el este de esta ciudad estaba Guibeá, el pueblo donde vivía Saúl.

TODO SE CUMPLIÓ
Tal como Samuel lo profetizó, así sucedió.
(1 Samuel 10:9-13)  Y sucedió que cuando él volvió la espalda para dejar a Samuel, Dios le cambió el corazón, y todas aquellas señales le acontecieron en aquel día. (10) Cuando llegaron allá a la colina, he aquí, un grupo de profetas salió a su encuentro; y el Espíritu de Dios vino sobre él con gran poder, y profetizó entre ellos. (11) Y sucedió que cuando todos los que le conocían de antes vieron que ahora profetizaba con los profetas, los del pueblo se decían unos a otros: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Está Saúl también entre los profetas? (12) Y un hombre de allí respondió, y dijo: ¿Y quién es el padre de ellos? Por lo cual esto se hizo proverbio: ¿Está Saúl también entre los profetas? (13) Cuando acabó de profetizar vino al lugar alto.

Aunque no estaba entre sus planes, Saúl subió al lugar alto a buscar a Dios. Luego de las experiencias espirituales, uno queda con hambre de Dios.

Con esta experiencia, Dios no sólo le estaba confirmando la profecía de Samuel, sino que le estaba mostrando que Él le daría la capacidad para reinar, aunque él se sintiera incapaz de hacerlo. Dios quería hacer de Saúl un hombre nuevo. También nosotros nos transformamos en “hombre nuevo”, no por nuestra capacidad personal, sino por la gracia de Dios. Él nos ayuda a cambiar y a ser lo que debemos ser. Todo lo que debemos hacer es ponernos a Su disposición y someternos a la voluntad de Dios.

INSTRUCCIONES PARA SAÚL
El profeta Samuel le dio instrucciones específicas a Saúl de lo que debía hacer después de que fueran confirmadas sus palabras con las señales.
(1 Sam. 10:7-8)  Cuando estas señales te hayan sucedido, haz lo que la situación requiera, porque Dios está contigo. (8) Descenderás delante de mí a Gilgal, y he aquí, yo descenderé a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Esperarás siete días hasta que venga a ti y te muestre lo que debes hacer.

Saúl debía prepararse para el día en que fuera ungido como rey delante de todo el pueblo. Más que preparaciones materiales, debía preparar su mente y su espíritu. Para ello debía buscar a Dios por una semana.

Debía esperar siete días para recibir más instrucciones. Mientras tanto, el profeta le dijo: “Haz lo que la situación requiera, porque Dios está contigo”. En otras palabras: Haz lo que te venga a la mano. Dios no nos pide hacer más de lo que podemos hacer. Si el Señor nos da un don, también nos capacitará para usarlo; si Él nos hace un llamado, nos proveerá de los medios para cumplirlo.

El hombre tiende a buscar primero la preparación física, pero el orden correcto es hacerlo primero espiritualmente. Con Saúl, Dios comenzó tocándole el corazón (10:9). En hebreo dice literalmente que le dio “cara-vuelta” a su corazón (del verbo Jafaj, relacionado con Jafuj, un cambio de 180°). El cambio debe venir de adentro para afuera. Tal como había dicho el profeta, el Señor hizo de él un “hombre nuevo” (heb. Ish Ajer).

LO GUARDÓ EN SECRETO
Pero el corazón del hombre es duro. Aun cuando vemos señales y milagros que Dios hace delante de nuestros ojos, la duda puede entrar y podemos retroceder. Esto parece haberle sucedido a Saúl.

Cuando regresó a su casa, Saúl no quiso contar a nadie lo que había vivido ni lo que Samuel le había dicho. Se lo quedó como un “secreto”.
(1 Sam. 10:13-16)  Cuando acabó de profetizar vino al lugar alto. (14) Y un tío de Saúl le dijo a él y a su criado: ¿Adónde fuisteis? Y él respondió: A buscar las asnas. Cuando vimos que no aparecían, fuimos a Samuel. (15) Y el tío de Saúl dijo: Te ruego que me cuentes qué os dijo Samuel. (16) Y Saúl respondió a su tío: Nos hizo saber claramente que las asnas habían sido halladas. Pero Saúl no le contó acerca del asunto del reino que Samuel le había mencionado.

Su tío le preguntó directamente qué le había dicho el profeta… pero no dijo nada. Lo más probable es que no fue por discreción, sino porque le costaba creer a pesar de las señales que había visto y lo que había sentido en su propio corazón.

A pesar de las dudas, las señales quedan como marcas en la historia, a las cuales podemos regresar después.

LES PRESENTAN AL REY
Cuando llegó el momento indicado, Samuel convocó al pueblo en Mizpa para presentarles a su primer rey. Pero antes no dejó pasar la oportunidad para amonestarlos por haber rechazado al Señor como Rey, y haber preferido un rey humano.
(1 Sam. 10:17-19)  Después Samuel convocó al pueblo delante del SEÑOR en Mizpa; (18) y dijo a los hijos de Israel: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: "Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré del poder de los egipcios y del poder de todos los reinos que os oprimían." (19) Pero vosotros habéis rechazado hoy a vuestro Dios, que os libra de todas vuestras calamidades y vuestras angustias, y habéis dicho: "No, sino pon un rey sobre nosotros." Ahora pues, presentaos delante del SEÑOR por vuestras tribus y por vuestras familias.

La elección de la tribu de la cual vendría el rey fue por sorteo. Pero Dios controla aun “la suerte”. La tribu elegida fue la de Benjamín. Y de ellos, el elegido fue Saúl.
(1 Sam. 10:20-21)  Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y fue escogida por sorteo la tribu de Benjamín. (21) Entonces hizo que se acercara la tribu de Benjamín por sus familias, y fue escogida la familia de Matri. Y Saúl, hijo de Cis, fue escogido; pero cuando lo buscaron no lo pudieron hallar.

¿Dónde estaba Saúl? Estaba escondido.
(1 Sam. 10:22)  Volvieron, pues, a inquirir del SEÑOR: ¿Ha llegado ya el hombre aquí? Y el SEÑOR respondió: "He aquí, está escondido junto al bagaje."

Fue el Señor mismo quien lo expuso. Él reveló dónde se escondía.

Este era el hombre “según el corazón del pueblo”, escogido por su apariencia. Aunque era tímido, no había otro más alto que Saúl.
(1 Sam. 10:23-24)  Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Veis al que el SEÑOR ha escogido? En verdad que no hay otro como él entre todo el pueblo. Entonces todo el pueblo gritó, y dijo: ¡Viva el rey!


LEYES DEL REINO
En ese momento, Samuel aprovechó a recordar al pueblo las leyes de un reinado (heb. Mishpat HaMelujá), las cuales están escritas en la Torá.
(1 Sam. 10:25)  Entonces Samuel dio al pueblo las ordenanzas del reino, y las escribió en el libro, el cual puso delante del SEÑOR. Y despidió Samuel a todo el pueblo, cada uno a su casa.


ACEPTACIÓN Y RECHAZO
Saúl no se fue a vivir a un palacio, sino regresó a su casa, en Guibeá. Ése era el mismo lugar donde habían violado a la concubina del levita (Jue. 19). Esa era otra razón por la cual a Saúl le costaba creer que él pudiera ser elegido para ser rey de Israel.

Un grupo de hombres, que en hebreo literalmente llama “ejército” (heb. Jayil) siguieron a Saúl.
(1 Sam. 10:26)  También Saúl se fue a su casa en Guibeá, y con él fueron los valientes cuyos corazones Dios había tocado.

Sin embargo, otros rechazaron a Saúl como el elegido.
(1 Sam.10:27) Pero ciertos hombres indignos dijeron: ¿Cómo puede éste salvarnos? Y lo menospreciaron y no le trajeron presente alguno. Mas él guardó silencio.

Lo que en español se traduce como “hombres indignos”, en hebreo literalmente dice: “Hijos de Belial” (heb. Bnei Belial).
Belial significa: buenos para nada, sin valor, improductivos, destructores.

Ellos no le rindieron tributo ni honra al nuevo rey.
Ante esto, Saúl quedó callado y no hizo nada.

jueves, 3 de marzo de 2011

I SAMUEL 9: Elección del primer rey

A pesar de las advertencias de lo que implicaba tener un rey, el pueblo de Israel siguió insistiendo que quería un rey como las demás naciones. Los israelitas pidieron un rey, y Dios les dio lo que pidieron.

El primer rey de Israel no fue elegido conforme al corazón de Dios, sino conforme al corazón del pueblo…
(Hechos 13:20-23)  Y después de esto, les dio jueces hasta el profeta Samuel. (21) Entonces ellos pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. (22) Después de quitarlo, les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: "He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad." (23) De la descendencia de éste, conforme a la promesa, Dios ha dado a Israel un Salvador, Jesús.

EL PRIMER REY
El primer rey de Israel fue Saúl. Él venía de la tribu de Benjamín.

Nadie hubiera imaginado que el rey sería elegido de esa tribu. Poco tiempo atrás esa tribu estuvo a punto de desaparecer, pues todo Israel se volteó en su contra cuando ellos permitieron que en una de sus ciudades se ultrajara a la mujer de un levita. La tribu sobrevivió por milagro. Entre ellos estaba el primer rey de Israel.
(1 Sam 9:1-2)  Había un hombre de Benjamín que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente.  (2) Y tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y bien parecido. No había otro más bien parecido que él entre los hijos de Israel; de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.

Cis, el padre de Saúl, era un hombre importante. Pero su nombre tiene una connotación negativa. En hebreo es Kish que significa: torcido.

En contraste, Saúl (heb. Shaul) significa: deseado.
Este nombre era significativo, ya que él era el hombre deseado por el pueblo.

La gente tiende a dejarse llevar más por la apariencia que por la esencia. Lo que la gente pidió, eso fue lo que Dios les dio. Saúl era el hombre más alto y más bien parecido de los israelitas.

¿No nos pasa también a nosotros que a veces pedimos a Dios algo que no nos conviene? Si insistimos demasiado, a veces Dios nos lo da para que aprendamos una lección. Mejor es buscar lo que Dios quiere para nosotros y esperarlo, porque eso siempre es lo mejor. Esto es lo que veremos que aprendieron los israelitas en los siguientes capítulos…

ENCUENTRO CON SAMUEL
Samuel era la autoridad espiritual de Israel en aquellos tiempos. El era profeta y fue el último juez. Si se iba a elegir a un rey, lo indicado sería que Samuel lo ungiera.

Sin embargo, Samuel no salió a buscarlo. Más bien, Dios hizo que Saúl se cruzara por su camino. Dios lo llevó “casualmente” a la región montañosa de Efraín, donde vivía el profeta Samuel. Dios usó a unas asnas para unir al profeta y al próximo rey de Israel.
(1 Sam 9:3-6)  Y las asnas de Cis, padre de Saúl, se habían perdido, por lo cual dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas. (4) Y Saúl pasó por la región montañosa de Efraín y recorrió la tierra de Salisa, pero no las hallaron. Luego pasaron por la tierra de Saalim, mas no estaban allí. Después atravesaron la tierra de los benjamitas, pero no las encontraron. (5) Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que estaba con él: Ven, regresemos, no sea que mi padre deje de preocuparse por las asnas y se angustie por nosotros. (6) Y él le respondió: He aquí que hay un hombre de Dios en esta ciudad, el cual es tenido en alta estima; todo lo que él dice se cumple sin falta. Vayamos ahora, quizá pueda orientarnos acerca de la jornada que hemos emprendido.

Saúl fue a buscar al profeta, no para buscar la voluntad de Dios, sino para que les ayudara a su propio propósito: encontrar las asnas.
(1 Sam 9:7-9)  Entonces Saúl dijo a su criado: Pero he aquí, si vamos, ¿qué le llevaremos al hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado y no hay presente para llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos? (8) Y el criado volvió a responder a Saúl, y dijo: He aquí, tengo en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino. (9) (Antiguamente en Israel, cuando uno iba a consultar a Dios, decía: Venid, vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente.)

Saúl y su siervo querían algo del profeta. Por eso sentían la necesidad de llevarle algo para compensar por su “servicio”. En aquellos tiempos buscaban a los profetas, que también eran llamados “videntes” (heb. Roé, del verbo Ver) quien les hablaba del futuro. Ellos buscaron a Samuel como un “adivino”, y no como el hombre de Dios que él era.

Saúl estaba buscando a sus asnas perdidas, pero lo que iba a encontrar era algo mejor que eso. A veces nos preocupamos por cosas sin trascendencia, cuando Dios tiene planes más grandes para nuestra vida.

No fue casualidad que Saúl se “topó” con Samuel en ese pueblo. Ése era exactamente el plan de Dios.
(1 Sam 9:10-12)  Entonces Saúl dijo a su criado: Bien dicho; anda, vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. (11) Según subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas muchachas que salían a sacar agua y les dijeron: ¿Está aquí el vidente? (12) Y ellas les respondieron, y dijeron: Sí, he aquí está delante de ti. Apresúrate ahora, pues hoy ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.

Samuel ya sabía que Saúl iba a llegar, porque el Señor se lo había mostrado de antemano.
(1 Sam 9:14-17)  Ellos, pues, subieron a la ciudad. Cuando entraban a la ciudad, he aquí que Samuel salía hacia ellos para subir al lugar alto. (15) Ahora bien, un día antes de la llegada de Saúl, el SEÑOR había revelado esto a Samuel diciendo: (16) Mañana como a esta hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, lo ungirás para que sea príncipe sobre mi pueblo Israel, y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, pues su clamor ha llegado hasta mí. (17) Cuando Samuel vio a Saúl, el SEÑOR le dijo: He aquí el hombre de quien te hablé. Este gobernará a mi pueblo.

Saúl no tenía la más mínima idea de lo que estaba a punto de suceder. Ni siquiera reconoció al profeta.
(1 Sam 9:18-20)  Entonces Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta y le dijo: Te ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente. (19) Respondió Samuel a Saúl y dijo: Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar alto, pues hoy comerás conmigo, y por la mañana te dejaré ir y te declararé todo lo que está en tu corazón. (20) En cuanto a tus asnas que se perdieron hace tres días, no te preocupes por ellas pues han sido halladas. Y ¿para quién es todo lo deseable en Israel? ¿No es para ti y para toda la casa de tu padre?

¿Qué tenía que ver el deseo de Saúl con las asnas?
Saúl se sorprendió de lo que le dijo Samuel. Ya le había dado la información que estaba buscando, pero era evidente que el profeta tenía algo más importante que decirle.

Aun así, Saúl no se consideraba digno de recibir más del profeta.
(1 Sam 9:21)  Saúl respondió, y dijo: ¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y no es mi familia la menos importante de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me hablas de esta manera?

Para sorpresa de todos, en especial de Saúl, Samuel le dio a él un lugar de privilegio entre los invitados.
(1 Sam 9:22-24)  Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó a la sala y les dio un lugar a la cabecera de los invitados que eran unos treinta hombres. (23) Y dijo Samuel al cocinero: Trae la porción que te di, de la cual te dije: "Ponla aparte." (24) Entonces el cocinero alzó el pernil con lo que estaba en él y lo colocó delante de Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado. Ponlo delante de ti y come, porque ha sido guardado para ti hasta el momento señalado, ya que dije: He invitado al pueblo. Y Saúl comió con Samuel aquel día.

Para Saúl todo esto era un privilegio mayor del que hubiera soñado. Pero el profeta tenía aún más para él:
(1 Sam 9:25-27) Descendieron del lugar alto a la ciudad, y Samuel habló con Saúl en el terrado. (26) Se levantaron temprano, y al romper el alba Samuel llamó a Saúl en el terrado, diciendo: Levántate, para que yo te despida. Saúl se levantó, y ambos, Saúl y Samuel, salieron a la calle. (27) Mientras descendían a las afueras de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: Di al criado que pase delante de nosotros y siga, pero tú quédate para que yo te declare la palabra de Dios.

Saúl no se imaginaba cuál era la palabra de Dios. Esa revelación la veremos en el siguiente capítulo.


Saúl había llegado a buscar dirección para encontrar sus asnas perdidas, pero Dios las había “perdido” para que Saúl encontrara su destino…

jueves, 17 de febrero de 2011

I SAMUEL 8: Piden Rey

Samuel fue uno de los mejores jueces de Israel en el período histórico que se conoce como la “Era de los Jueces”. En ese tiempo no había rey en Israel; los gobernadores eran los jueces.

Supuestamente los israelitas debían reconocer que Dios era su Rey, y los jueces eran simplemente representantes que se encargaban de mantener el orden social según los principios establecidos por la ley de Dios. Pero no siempre sucedió así. La gente tendía a hacer lo que quería, lo cual les llevaba a pecar, a alejarse de Dios.
(Jueces 21:25) En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos.

Como consecuencia de su desobediencia, les iba mal. Cuando llegaban a un estado calamitoso, clamaban a Dios. El escuchaba desde el Cielo, y les enviaba un juez, que los libraba de sus enemigos y les enseñaba a vivir como Dios manda. Pero la siguiente generación volvía a olvidarse del orden de Dios. Volvían a hacer lo que querían, y volvían a caer en desorden y caos (Jue. 2:10-19).

El círculo vicioso estaba a punto de volver a suceder en Israel cuando Samuel envejeció y de levantó la siguiente generación…

LOS HIJOS NO ERAN COMO SU PADRE
(1 Sam. 8:1-2) Y aconteció que cuando Samuel era ya viejo, puso a sus hijos como jueces sobre Israel. (2) El nombre de su primogénito era Joel, y el nombre del segundo, Abías; éstos juzgaban en Beerseba.

Los hijos de Samuel tenían “nombres” con significados gloriosos y santos:
Joel (heb. Yoel) significa: YHVH es Dios
Abías (heb. Abiyah) significa: Mi padre es YHVH

Lamentablemente, sus vidas no eran muy santas.
(1 Sam. 8:3) Pero sus hijos no anduvieron por los caminos de él, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho.

Betzah (heb.) ganancias injustas, adquiridas con violencia
Shojad (heb) soborno, cohecho

La Torá claramente señala que los jueces no deben aceptar sobornos ni obtener ganancias deshonestas.
(Exo. 23:8) Y no aceptarás soborno, porque el soborno ciega aun al de vista clara y pervierte las palabras del justo.
(Deu. 16:18-20) Nombrarás para ti jueces y oficiales en todas las ciudades que el SEÑOR tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justo juicio. (19) No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo. (20) La justicia, y sólo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.

Una de las ventajas del sistema de jueces es que los puestos de liderazgo se otorgan por “mérito”, no por herencia como en el caso de los reinados. Pero Samuel cometió el error de querer dejar a sus hijos como sucesores de su puesto como juez, a pesar que ellos no contaban con el mérito necesario. El pueblo reaccionó a esta decisión, y en ese momento pidieron un rey.
(1 Sam. 8:4-5)  Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá, (5) y le dijeron: Mira, has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.

ISRAEL PIDE UN REY
La petición de un rey parecía justa y razonable, dadas las circunstancias. Sin embargo, hay algo en el fondo de esta petición que debemos revisar…

Esta petición, tal como estaba planteada, tenía dos motivaciones erradas:
a. Pedían un rey humano, haciendo a un lado a su Rey celestial
b. Querían ser como las demás naciones.

a. Rey humano, en lugar del Rey Divino
Es curioso que en lugar de pedir un juez justo, los israelitas pidieron un REY. ¿Acaso no tenían un Rey? Ciertamente no contaban con un rey terrenal, pero sí tenían a Dios como su Rey. Pero parece que ellos no estaban concientes de esto. Reconocían el liderazgo de los jueces, pero no apreciaban la autoridad superior que estaba detrás de ellos.

En Israel, un juez no tenía la autoridad absoluta; él simplemente era un mediador de conflictos y un maestro de la ley. Él era un representante de Dios, siendo Éste último el verdadero Rey de Israel. Pero el pueblo no estaba estaban conforme con un líder a quien no pudieran ver. Esto nos lleva al segundo punto…

b. Como las demás naciones
Una señal que la petición del pueblo era torcida es que ellos pidieron “un rey como todas las naciones” (en hebreo: C’Jol HaGoyim = lit. como todos los gentiles), es decir, como el mundo.” En lugar de tener puestos los ojos en Dios y buscar en Su consejo la mejor forma de vivir, los israelitas miraban a los vecinos para inspirarse en su estilo de vida. Ellos querían ser como los demás.

¿No nos pasa ahora lo mismo? ¿Quién determina la forma en que llevo mi vida? ¿En quién me inspiro? ¿A quién imito?

Esto mismo pasó por la mente de los israelitas en el Monte Sinaí. Cuando creyeron que Moisés había muerto, hicieron el Becerro de Oro (Exo. 32:1). La realidad es que la bendición no viene por el liderazgo, sino por la OBEDIENCIA a Dios, nuestro Rey.
(Salmo 81:10-16)  Yo, el SEÑOR, soy tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto; abre bien tu boca y la llenaré. (11) Pero mi pueblo no escuchó mi voz; Israel no me obedeció. (12) Por eso los entregué a la dureza de su corazón, para que anduvieran en sus propias intrigas. (13) ¡Oh, si mi pueblo me oyera, si Israel anduviera en mis caminos! (14) En un momento yo subyugaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios. (15) Los que aborrecen al SEÑOR le fingirían obediencia, y el tiempo de su castigo sería para siempre. (16) Pero yo te alimentaría con lo mejor del trigo, y con miel de la peña te saciaría.

Entonces, ¿estaba mal que Israel pidiera un rey? La realidad es que Dios había contemplado en la Tora darles un rey (Deu. 17:14-20).

Esto iba a suceder eventualmente, cuando Dios eligiera al rey idóneo para Israel. El problema es que ellos se estaban adelantando al tiempo de Dios. Además, lo estaban pidiendo por las razones equivocadas. Esto es lo que debía corregirse.

Por otro lado, el riesgo de un rey terrenal es que podía tomar el lugar de Dios a los ojos del pueblo…

RECHAZO A DIOS, NO A SAMUEL
Al principio, Samuel se ofendió en forma personal por la petición del pueblo, ya que creyó que el rechazo era hacia él. Pero Dios le aclaró que en realidad a quien estaban rechazando era a su Rey celestial.
(1 Sam. 8:6-8)  Pero fue desagradable a los ojos de Samuel que dijeran: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró al SEÑOR. (7) Y el SEÑOR dijo a Samuel: Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a mí para que no sea rey sobre ellos. (8) Así como todas las obras que han hecho desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así lo están haciendo contigo también.

El rechazo era a Dios, quien era el Rey de Israel. Pero Dios nunca obliga a nadie a someterse a Él.

ADVERTENCIA SOBRE LOS REYES
Si Israel quería otro rey, Dios lo iba a permitir. Sin embargo, el Señor le pidió a Samuel que les advirtiera sobre las implicaciones de esa decisión.

La palabra “advertir” está escrito dos veces en este contexto.
En hebreo es "Ud" (עוּד) que significa: repetir, regresar, testificar una y otra vez.

Esta es la advertencia que Dios les dio:
(1 Sam. 8:9-17) Ahora pues, oye su voz. Sin embargo, les advertirás solemnemente y les harás saber el proceder del rey que reinará sobre ellos. (10) Entonces Samuel habló todas las palabras del SEÑOR al pueblo que le había pedido rey. (11) Y dijo: Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros. (12) Nombrará para su servicio comandantes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros. (13) Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. (14) Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos. (15) De vuestro grano y de vuestras viñas tomará el diezmo, para darlo a sus oficiales y a sus siervos. (16) Tomará también vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y los usará para su servicio. (17) De vuestros rebaños tomará el diezmo, y vosotros mismos vendréis a ser sus siervos.

El Señor les dio un “reality check”. Lo que ellos estaban pidiendo no era tan glamoroso como se lo imaginaban. Lo que ellos estaban escogiendo era quién iba a ser su señor y a quien iban a servir…no quién les iba a servir a ellos.

La más dura advertencia vino de último:
(1 Sam. 8:18)  Ese día clamaréis por causa de vuestro rey a quien escogisteis* para vosotros, pero el SEÑOR no os responderá en ese día.

*  La traducción de la palabra “Escoger” (heb. Bajar) también significa: seleccionar, preferir.
Los israelitas estaban a punto de escoger a quien preferían como “rey”: a Dios o a un hombre.

El rey no sólo es el encargado de gobernar, sino de defender a la nación. Si ellos escogían a un rey humano, Dios se haría a un lado y dejaría esa responsabilidad al otro.

¿A quién escogió el pueblo?
(1 Sam. 8:19-20)  No obstante, el pueblo rehusó oír la voz de Samuel, y dijeron: No, sino que habrá rey sobre nosotros, (20) a fin de que seamos como todas las naciones, para que nuestro rey nos juzgue, salga delante de nosotros y dirija nuestras batallas.

A pesar de estas advertencias, el pueblo no cambió de opinión. 
Es curiosa la explicación que dieron los israelitas, ya que todo lo que ellos esperaban de un rey, el Señor ya lo hacía. Lo que ellos pedían, era un rey que…
…los juzgue;
…salga delante de ellos;
…pelee sus guerras.

El problema no era que Dios no cumpliera con su parte, sino que el pueblo no le obedecía ni creía en Él.

La realidad es que los israelitas preferían ser “igual” que las demás naciones del mundo (heb. C’Jol HaGoyim), es decir, como el mundo.

No sólo estaban rechazando a Dios como su Rey, sino que también como su Defensor, YHVH de los ejércitos. Hasta ese momento, los israelitas no habían contado con carros ni gente de a caballo, que es lo que daba ventaja en la guerra. La seguridad de un rey humano está en sus fuerzas militares. Eso es lo que Israel quería, en lugar de confiar en YHVH de los ejércitos.
(Oseas 13:9-12)  Tu destrucción vendrá, oh Israel, porque estás contra mí, contra tu ayuda. (10) ¿Dónde está ahora tu rey para que te salve en todas tus ciudades, y tus jueces de quienes me decías: Dame rey y príncipes? (11) Te di rey en mi ira, y te lo quité en mi furor. (12) Atada está la iniquidad de Efraín, guardado su pecado.

¿Por qué Israel prefería un rey humano en lugar de reconocer a Dios como Su Rey?
En el fondo, este rechazo se debía a que ellos querían hacer su propia voluntad. Pero esto es sólo una ilusión, ya que el rey los sometería a una esclavitud virtual.

De la misma forma es el pecado—uno tiene la ilusión que uno hace lo que quiere, pero la realidad es que uno termina siendo “esclavo del pecado”.

El Señor oyó la petición del pueblo. Él respeta nuestras decisiones, aunque no sea la mejor ni la que nos conviene. La elección es nuestra.
(1 Sam. 8:21-22)  Después que Samuel escuchó todas las palabras del pueblo, las repitió a oídos (heb. Ozen) del SEÑOR. (22) Y el SEÑOR dijo a Samuel: Oye su voz y nómbrales un rey. Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: Váyase cada uno a su ciudad.

El Señor les iba a dar el tipo de rey que ellos habían pedido: un rey de buena apariencia, pero no de óptima esencia. El primer rey de Israel fue según el deseo del pueblo: Saúl. Pero luego de él vino un rey según el deseo del corazón de Dios: David.



miércoles, 9 de febrero de 2011

I SAMUEL 7: Retorno del Arca

RETORNO DEL ARCA
Luego de haber estado varios meses en medio de los filisteos, finalmente el Arca del Pacto regresó a Israel. El primer lugar en que posó fue en Bet-Semes (lit. Casa del Aceite).

Pero no se quedó mucho tiempo allí, ya que el pueblo no respetó la santidad del Arca. Creyeron que podían acercarse sin estar santificados, y la Santidad de Dios los quemó (1 Sam. 6:19).

En lugar de ajustarse a Dios, ellos prefirieron alejarse de Su Presencia. Por eso pidieron a otro pueblo que se llevara el Arca.
(1 Sam. 6:20-21) Y los hombres de Bet-semes dijeron: ¿Quién puede estar delante del SEÑOR, este Dios santo? ¿Y a quién subirá al alejarse de nosotros? (21) Y enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: Los filisteos han devuelto el arca del SEÑOR; descended, y subidla con vosotros.

PERECEN EN EL LUGAR SANTO
Algo similar sucedió a los hijos de Israel en el desierto. Muchos murieron cuando algunos se creyeron tener el derecho de estar en el Tabernáculo, al igual que los sacerdotes.
(Num. 17:12-13) Entonces los hijos de Israel hablaron a Moisés, diciendo: He aquí, perecemos, estamos perdidos; todos nosotros estamos perdidos. (13) Cualquiera que se acerca al tabernáculo del SEÑOR, muere. ¿Hemos de perecer todos?

Ante esa pregunta, Dios les respondió aclarándoles que los únicos que podían acercarse al Arca y entrar al Lugar Santo eran los sacerdotes (Num. 18:1-8).

Desde el principio, todos estábamos llamados a ser “sacerdotes” (Exo. 19:5-6; 1 Ped. 2:9). Pero la realidad es que no todos están dispuestos a pagar el precio que esto requiere.
(1 Pedro 1:14-16)  Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, (15) sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; (16) porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy Santo.

David también hace mención de quiénes pueden estar en el Lugar Santo.
(Sal. 24:3-6)  ¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? (4) El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño. (5) Ese recibirá bendición del SEÑOR, y justicia del Dios de su salvación. (6) Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, como Jacob.

La Biblia dice que no hay justo, ni aun uno (Rom. 3:19; Ecl. 7:20). Nadie merece estar en Su Presencia. Sin embargo, Él abrió el camino hacia Su Presencia con el sacrificio de Jesucristo (Heb. 10:19-22). Yeshua abrió el camino, pero nosotros debemos caminarlo. Quién busca el Rostro de Dios, lo encuentra. Es un camino de subida, pero se puede lograr con arrepentimiento y con la ayuda del Señor.

Cada uno decide hasta qué nivel avanza en el camino hacia Dios.

EN CASA DE ABINADAB
Cuando los habitantes de Bet-semes se deshicieron del Arca, quienes la recibieron fueron los habitantes de Quiriat-jearim (lit. ciudad de bosques). Ellos la tomaron y la llevaron a la casa de Abinadab, quien era de linaje sacerdotal.
(1 Sam. 7:1) Y vinieron los hombres de Quiriat-jearim, tomaron el arca del SEÑOR y la llevaron a la casa de Abinadab en la colina, y consagraron a Eleazar su hijo para que guardara el arca del SEÑOR.

Abinadab (lit. Mi padre es noble)
Eleazar (lit. Dios ayudó)

Este pueblo hizo lo que se debía hacer, y no tuvieron problemas con el Arca. Ellos dejaron el Arca al cuidado de un sacerdote.

El Arca se quedó allí desde ese momento hasta que David la trasladó a Jerusalén (2 Sam. 6:3-4). Ya no regresó más a Silo.

ISRAEL AÑORÓ AL SEÑOR
El Arca del Pacto quedó a cargo de Eleazar, pero quedó en el olvido de los israelitas por mucho tiempo. Pero un día, les hizo falta la Presencia del Señor.
(1 Sam. 7:2)  Y sucedió que pasó mucho tiempo, veinte años, desde el día en que el arca quedó en Quiriat-jearim; y toda la casa de Israel añoraba al SEÑOR.

La traducción de Las Américas dice que Israel “añoraba” al Señor.
La versión Reina Valera dice que Israel “lamentaba” en pos de Jehová.

En hebreo, la palabra es Nahah que significa: gemir, lamentar, llorar, añorar.

Lo que sucedió en Israel, también puede ocurrir hoy. Cuando no buscamos la presencia de Dios ni cultivamos una relación diaria con Él, nos vamos alejando poco a poco. Al principio no nos damos cuenta de la lejanía, pero con el tiempo se hace más evidente.

LLAMADO AL ARREPENTIMIENTO
El profeta Samuel aprovechó esa añoranza colectiva para llamar al pueblo al arrepentimiento.
(1 Sam. 7:3)  Entonces Samuel habló a toda la casa de Israel, diciendo: Si os volvéis al SEÑOR con todo vuestro corazón, quitad de entre vosotros los dioses extranjeros y las Astorets, y dirigid vuestro corazón al SEÑOR, y servidle sólo a El; y El os librará de la mano de los filisteos.

¿Cuál fue la respuesta del pueblo?
(1 Sam. 7:4)  Los hijos de Israel quitaron los baales y las Astorets, y sirvieron sólo al SEÑOR.

Si dejamos de buscar a Dios es porque hemos estado buscando otras cosas. Cualquier cosa que ocupe el lugar del Señor se convierte en un ídolo del corazón.

Cuando nos suceda esto, debemos hacer lo mismo que Samuel instruyó a los israelitas. No sólo los llamó al arrepentimiento (heb. teshuva, lit. regresar) sino que también los convocó a oración y ayuno colectivo.
(1 Sam. 7:5-6)  Y Samuel dijo: Reunid en Mizpa a todo Israel, y yo oraré al SEÑOR por vosotros. (6) Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua y la derramaron delante del SEÑOR, ayunaron aquel día y dijeron allí: Hemos pecado contra el SEÑOR. Y Samuel juzgó a los hijos de Israel en Mizpa.

La respuesta del pueblo al sentirse lejos de Dios fue la siguiente:
> reconocieron de donde habían caído
> se congregaron, en unidad
> botaron sus ídolos
> dirigieron su corazón al Señor
> sacaron agua y la derramaron. [El agua representa la Palabra de Dios—Efe. 5:26]
> ayunaron

Un llamado similar nos hace el autor de Hebreos:
(Hebreos 10:22)  acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.

En estos versículos se enfatiza que se reunió TODO el pueblo de Israel (vv.2, 3, 5). Todas las tribus unidas se reunieron con el mismo propósito: volver a Dios.

Al verlos unidos, el enemigo se sintió amenazado…

TEMOR DE LOS FILISTEOS
Los filisteos tuvieron temor al oír que los israelitas se habían reunido en Mizpa. Por lo tanto, ellos decidieron atacar a Israel, como medida preventiva.
(1 Sam. 7:7)  Cuando los filisteos oyeron que los hijos de Israel se habían reunido en Mizpa, los príncipes de los filisteos subieron contra Israel. Cuando oyeron esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos.

Tanto los filisteos como los israelitas fueron movidos por el temor. El miedo nos lleva a ponernos a la defensiva, y aun a tomar decisiones que no convienen.

Los israelitas tuvieron miedo, pero en esta ocasión se enfocaron en Dios. Pidieron a Samuel que intercediera por ellos ante el Señor.
(1 Sam. 7:8-9)  Entonces los hijos de Israel dijeron a Samuel: No dejes de clamar al SEÑOR nuestro Dios por nosotros, para que El nos libre de la mano de los filisteos. (9) Tomó Samuel un cordero de leche y lo ofreció como completo holocausto al SEÑOR; y clamó Samuel al SEÑOR por Israel y el SEÑOR le respondió.

CLAMA Y RESPONDERÉ
Cuando uno clama a Dios, Él responde.
(Jer. 33:2-3)  Así dice el SEÑOR que hizo la tierra, el SEÑOR que la formó para establecerla; el SEÑOR es su nombre: (3) Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces.
(Jer. 29:12-13) Me invocaréis, y vendréis a rogarme, y yo os escucharé. (13) Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón.

¿Cómo respondió el Señor al clamor de Israel en ese tiempo?
(1 Sam. 7:10-13)  Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos se acercaron para pelear con Israel. Mas el SEÑOR tronó con gran estruendo aquel día contra los filisteos y los confundió, y fueron derrotados delante de Israel. (11) Saliendo de Mizpa los hombres de Israel, persiguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta más allá de Bet-car. (12) Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ha ayudado el SEÑOR. (13) Los filisteos fueron sometidos y no volvieron más dentro de los límites de Israel. Y la mano del SEÑOR estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.

Aunque los filisteos habían vencido muchas veces a los israelitas, en esta ocasión Dios se pudo del lado de Israel, porque ellos se habían arrepentido. Ellos ni siquiera tuvieron que pelear, porque Dios milagrosamente asustó y confundió al enemigo, y salió huyendo.

Así se cumplió parte del canto profético de Ana, madre de Samuel.
(1 Sam. 2:9-10)  El guarda los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas, pues no por la fuerza ha de prevalecer el hombre. (10) Los que contienden con el SEÑOR serán quebrantados, El tronará desde los cielos contra ellos. El SEÑOR juzgará los confines de la tierra, a su rey dará fortaleza, y ensalzará el poder de su ungido.

SEÑAL
Samuel levantó una piedra en ese lugar como señal de la ayuda que Dios les dio. El nombre que le dio al lugar fue “Eben-ezer”.

Eben = piedra;
Ezer = ayuda

¿Por qué era tan importante ese lugar?
(1 Sam. 5:1)  Los filisteos tomaron el arca de Dios y la llevaron de Eben-ezer a Asdod.

Ese era el lugar donde los filisteos habían capturado el Arca. Ahora, luego de arrepentirse, el Señor los derrotó en el mismo lugar. Esto fue una gran lección para Israel.

La respuesta del Señor no sólo fue temporal, sino permanente.
Los filisteos ya no volvieron a molestar a Israel en todo el tiempo de Samuel. Además, lo que el enemigo les había robado, fue restituido.
(1 Sam. 7:14)  Las ciudades que los filisteos habían tomado de Israel fueron restituidas a Israel, desde Ecrón hasta Gat, e Israel libró su territorio de la mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos.

Este es un principio bíblico que se aplica en todos los tiempos. Si el pueblo se arrepiente, con ayuno y oración, el Señor escuchará y perdonará a Su pueblo, y le restaurará lo que el enemigo le haya robado. [Otro ejemplo está en Joel 2:12-26]


MINISTERIO DE SAMUEL
Samuel sirvió a Israel como juez y también como profeta. Su vida entera fue dedicada a servir a Dios y a Su pueblo.
(1 Sam. 7:15-17)  Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida. (16) Cada año acostumbraba hacer un recorrido por Betel, Gilgal y Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares. (17) Después volvía a Ramá, pues allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un altar al SEÑOR.

Samuel no se quedaba en un solo lugar, sino visitaba varias ciudades representativas de toda la nación:

* En Betel servía a Efraín y a las otras tribus del norte.
* En Gilgal, atendía a la tribu de Benjamín y a las tribus que estaban al otro lado del río Jordán.
* En Mizpa, estaba al acceso de las tribus del sur: Judá, Simeón y Gad.
* Ramá era su sede principal y donde estableció su hogar.
...pero ya no volvió a Silo.

Luego que el Arca fuera llevada por los filisteos y que Eli y sus hijos hubieran muerto, el Tabernáculo en Silo fue abandonado. Todo el sistema sacerdotal se vio afectado.

Samuel dejó Silo y se fue a vivir a Ramá, donde vivían sus padres Ana y Elcana (1 Sam. 1:19-20; 2:11).

Ramá era un pueblo ubicado en el territorio de Benjamín, en la zona montañosa cerca de la frontera con Efraín. Estaba aproximadamente a ocho kms de Jerusalén, cerca de Gabaón donde posteriormente fue trasladado el Tabernáculo.



jueves, 27 de enero de 2011

I SAMUEL 5 & 6: Rapto del Arca


EL ENEMIGO SE LLEVÓ EL ARCA
En el capítulo 4 vimos que los filisteos se llevaron el Arca del Pacto, y las consecuencias que ello tuvo en Israel. Ahora en los capítulos 5 y 6 veremos qué pasó con el Arca mientras estuvo en posesión de los enemigos.
(1 Sam. 5:1-2) Los Filisteos tomaron el arca de Dios y la llevaron de Ebenezer a Asdod. (2) Entonces los Filisteos tomaron el arca de Dios y la introdujeron en el templo de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.

Los filisteos se llevaron el Arca como una señal de su victoria sobre los israelitas. No la destruyeron ni la colocaron en cualquier lugar. La llevaron al templo de Dagón en Asdod (hoy Gaza), como una honra a su dios que ellos creían que les había ayudado a vencer al Dios de Israel. Esto mismo hicieron con Sansón cuando lo atraparon luego que Dalila le cortara su cabello y éste perdiera sus fuerzas al romper su voto nazareo.
(Jue. 16:23-24) Y los príncipes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón, y para regocijarse, pues decían: Nuestro dios ha entregado a nuestro enemigo Sansón en nuestras manos. (24) Y cuando la gente lo vio, alabaron a su dios, pues decían: Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra, y multiplicaba nuestros muertos.

La realidad es que en ninguno de los dos casos Dagón no venció a YHVH Dios de los ejércitos, sino que fue el pecado de Israel que los llevó a la derrota. El peor enemigo del creyente no es el que está fuera, sino el que uno deja entrar dentro del corazón. Su desobediencia llevó a Israel a la derrota, no sus enemigos (Jue. 2:11-14).

Lo peor de todo es que el Nombre de Dios fue deshonrado por Israel ante las demás naciones. Pero Dios no dejó así las cosas, pues Él mismo mostró quién Él era ante todo el pueblo filisteo. Dios no iba a permitir que Su Nombre fuera burlado.
(1 Sam. 5:3-4) A la mañana siguiente, cuando los de Asdod se levantaron temprano, vieron que Dagón había caído rostro en tierra delante del arca del SEÑOR. Así que tomaron a Dagón y lo pusieron otra vez en su lugar. (4) Pero al levantarse temprano al día siguiente, otra vez Dagón había caído rostro en tierra delante del arca del SEÑOR. Y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral; sólo el tronco le quedaba a Dagón.

El Señor hizo que el dios filisteo se postrara ante el Arca de Su Presencia. No sólo eso, sino que le cortó la cabeza y las dos manos al ídolo. No hay cabeza ni autoridad ni acciones que prevalezcan en contra de YHVH. El Señor mismo mostró a los filisteos que el Dios de Israel es más poderoso que sus dioses. Como resultado, ellos temieron a YHVH.
(1 Sam. 5:5-7)  Por tanto, hasta hoy, ni los sacerdotes de Dagón ni ninguno de los que entran en el templo de Dagón, pisan el umbral de Dagón en Asdod. (6) Y la mano del SEÑOR se hizo pesada sobre los de Asdod, y los desoló y los hirió con tumores, tanto a Asdod como a sus territorios. (7) Cuando los hombres de Asdod vieron lo que les sucedía, dijeron: "El arca del Dios de Israel no debe quedar con nosotros, pues su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios."

Aún así, los filisteos todavía no querían humillarse ante los israelitas y entregar el Arca de vuelta. Así que simplemente la trasladaron a otra ciudad filistea. De Asdod a Gat, y luego a Ecrón. Pero dónde iba el Arca, el Señor enviaba plagas y juicios.
(1 Sam. 5:8-12) Así que enviaron a buscar e hicieron venir a todos los príncipes de los Filisteos, y les dijeron: "¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?" "Que se traslade el arca del Dios de Israel a Gat," respondieron ellos. Y trasladaron el arca del Dios de Israel. (9) Pero después que la habían trasladado, la mano del SEÑOR estuvo contra la ciudad causando gran confusión; e hirió a los hombres de la ciudad, desde el menor hasta el mayor, saliéndoles tumores. (10) Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y sucedió que cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los Ecronitas clamaron y dijeron: "Han traído el arca del Dios de Israel hasta nosotros para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo." (11) Por tanto, mandaron a reunir a todos los príncipes de los Filisteos, y les dijeron: "Saquen de aquí el arca del Dios de Israel, y que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo." Porque había un pánico mortal por toda la ciudad; la mano de Dios se hizo muy pesada allí. (12) Y los hombres que no murieron fueron heridos con tumores, y el clamor de la ciudad subió hasta el cielo.

YA NO QUIEREN EL ARCA
Los filisteos se quedaron con el Arca durante varios meses, pero finalmente decidieron deshacerse de ella. Reconocieron el poder del Dios de Israel. No se convirtieron ni se sometieron, pero estuvieron dispuestos a darle una ofrenda.
(1 Sam. 6:1-6) El arca del SEÑOR estuvo en la tierra de los filisteos siete meses. (2) Entonces los filisteos llamaron a los sacerdotes y a los adivinos, diciendo: ¿Qué haremos con el arca del SEÑOR? Decidnos cómo la hemos de enviar a su lugar. (3) Y ellos dijeron: Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía; sino que ciertamente devolveréis a El una ofrenda por la culpa. Entonces seréis sanados y conoceréis por qué su mano no se ha apartado de vosotros. (4) Y los filisteos preguntaron: ¿Cuál será la ofrenda por la culpa que hemos de devolverle? Y ellos dijeron: Cinco tumores de oro y cinco ratones de oro conforme al número de los príncipes de los filisteos, porque la misma plaga estuvo sobre todos vosotros y sobre vuestros príncipes. (5) Haréis, pues, semejanzas de vuestros tumores, y semejanzas de vuestros ratones que asolan la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; quizá El aliviará su mano de sobre vosotros, de sobre vuestros dioses y de sobre vuestra tierra. (6) ¿Por qué entonces endurecéis vuestros corazones, como endurecieron sus corazones los egipcios y Faraón? Cuando El los trató severamente, ¿no dejaron ir al pueblo, y se fueron?

Ya habían pasado unos 500 años desde que los israelitas habían salido de Egipto, pero los pueblos cananeos no habían olvidado lo que Dios había hecho con Israel. Lamentablemente los israelitas parecían haberlo olvidado.

EL RETORNO DEL ARCA
En realidad, los filisteos no “devolvieron” el Arca, sino que simplemente la soltaron el Arca y lo dejaron todo en las manos de Dios. Esto fue lo que decidieron hacer los líderes filisteos:
(1 Sam. 6:7-9) Ahora pues, tomad y preparad un carro nuevo y dos vacas con crías sobre las cuales no se haya puesto yugo; uncid las vacas al carro y llevad sus becerros a casa, lejos de ellas. (8) Y tomad el arca del SEÑOR y colocadla en el carro; y poned en una caja a su lado los objetos de oro que le entregaréis como ofrenda por la culpa. Luego, dejadla ir, y que se vaya. (9) Y observad: si sube por el camino de su territorio a Bet-semes, entonces El nos ha hecho este gran mal. Pero si no, entonces sabremos que no fue su mano la que nos hirió; nos sucedió por casualidad.

Los filisteos todavía tenían duda de que si lo que les había pasado era “mera casualidad” o si era la mano de Dios. Por ello, decidieron ponerlo a prueba. Lo que ellos estaban haciendo era en contra de la naturaleza, ya que estaban separando a las vacas de sus crías. Lo natural hubiera salido que ellas fueran a buscar a sus crías. Pero no pasó así…
(1 Sam. 6:10-12) Entonces los hombres lo hicieron así; tomaron dos vacas con crías, las uncieron al carro y encerraron sus becerros en casa. (11) Colocaron el arca del SEÑOR en el carro, y la caja con los ratones de oro y las semejanzas de sus tumores. (12) Y las vacas tomaron el camino recto en dirección a Bet-semes; iban por el camino, mugiendo mientras iban, y no se desviaron ni a la derecha ni a la izquierda. Y los príncipes de los filisteos las siguieron hasta el límite de Bet-semes.

Las vacas obedecieron a Dios, aunque iba en contra de su naturaleza. Ellas llevaron el Arca de regreso a la tierra de Israel, a pesar que dejaban a tras a sus crías. Las vacas iban lamentándose, pero siguieron adelante, sin desviarse a la derecha ni a la izquierda. ¡Cuánto debemos aprender de esas vacas!

El destino final de la carroza con el Arca fue Bet-Semes (lit. casa de aceite).

Los israelitas se alegraron de tener el Arca de vuelta.
(1 Sam. 6:13-15) El pueblo de Bet-semes estaba segando el trigo en el valle, y alzaron sus ojos y vieron el arca, y se alegraron al verla. (14) Y el carro llegó al campo de Josué el bet-semita y se detuvo allí donde había una gran piedra; y ellos partieron la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto al SEÑOR. (15) Los levitas bajaron el arca del SEÑOR y la caja que estaba con ella, en la cual estaban los objetos de oro, y las colocaron sobre la gran piedra; y los hombres de Bet-semes ofrecieron holocaustos e hicieron sacrificios aquel día al SEÑOR.

Pero la alegría no les duró mucho... Dios también hizo justicia con ellos. El castigo no fue sólo para los filisteos, sino también para los israelitas.
(1 Sam. 6:19)  El Señor hirió a los hombres de Bet-semes porque habían mirado dentro del arca del SEÑOR. De todo el pueblo hirió a cincuenta mil setenta hombres, y el pueblo lloró porque el SEÑOR había herido al pueblo con gran mortandad.

¿Por qué se lamentaron por las muertes en lugar de reconocer su falta y arrepentirse? Así de duro tenían su corazón. En lugar de aprender de sus errores, reconocerlos, pedir perdón y acercarse a Dios, prefirieron alejarse de Él.
(1 Sam. 6:20-21) Y los hombres de Bet-semes dijeron: ¿Quién puede estar delante del SEÑOR, este Dios santo? ¿Y a quién subirá al alejarse de nosotros? (21) Y enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: Los filisteos han devuelto el arca del SEÑOR; descended, y subidla con vosotros.

Al final, no hubo mucha diferencia entre los filisteos y los habitantes de Bet-Semes. Ellos se deshicieron del Arca como si se tratara de una plaga. No lo apreciaron, sino que lo enviaron a otro pueblo.

¿Quiénes eran los habitantes de Bet-semes?  En Jueces leemos que los israelitas que habían heredado ese pueblo no explusaron a los habitantes nativos. (Jue. 1:33) Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet-semes, ni a los habitantes de Bet-anat, sino que habitó entre los cananeos, los habitantes de aquella tierra; y los habitantes de Bet-semes y de Bet-anat fueron sometidos a trabajos forzados.

 Al final se mezclaron con ellos.
Lo mismo nos puede pasar a nosotros…Si no sacamos el pecado que habita dentro de nosotros cuando Dios lo pide, al final éste llega a controlarnos . Esto no quiere decir que seamos perfectos de un día para el otro. Toma tiempo limpiar nuestra vida del pecado. Pero así como los israelitas debían ir sacando poco a poco al enemigo de la Tierra, nosotros también debemos ir avanzando poco a poco, sacando el mal de nuestras vidas. Aunque a veces sintamos que no podemos hacer por nuestras propias fuerzas, no importa porque Dios dice que nos ayudará a hacerlo.
(Exodo 23:27-30)  Enviaré mi terror delante de ti, y llenaré de confusión a todo pueblo donde llegues; y haré que todos tus enemigos ante ti vuelvan la espalda. (28) Y enviaré avispas delante de ti para que echen fuera al heveo, al cananeo y al hitita de delante de ti. (29) No los echaré de delante de ti en un solo año, a fin de que la tierra no quede desolada y se multipliquen contra ti las bestias del campo. (30) Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.

Tomemos posesión de la vida que Dios desea para nosotros, echando fuera al enemigo, sin hacer alianza con ellos.