jueves, 3 de marzo de 2011

I SAMUEL 9: Elección del primer rey

A pesar de las advertencias de lo que implicaba tener un rey, el pueblo de Israel siguió insistiendo que quería un rey como las demás naciones. Los israelitas pidieron un rey, y Dios les dio lo que pidieron.

El primer rey de Israel no fue elegido conforme al corazón de Dios, sino conforme al corazón del pueblo…
(Hechos 13:20-23)  Y después de esto, les dio jueces hasta el profeta Samuel. (21) Entonces ellos pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. (22) Después de quitarlo, les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: "He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda mi voluntad." (23) De la descendencia de éste, conforme a la promesa, Dios ha dado a Israel un Salvador, Jesús.

EL PRIMER REY
El primer rey de Israel fue Saúl. Él venía de la tribu de Benjamín.

Nadie hubiera imaginado que el rey sería elegido de esa tribu. Poco tiempo atrás esa tribu estuvo a punto de desaparecer, pues todo Israel se volteó en su contra cuando ellos permitieron que en una de sus ciudades se ultrajara a la mujer de un levita. La tribu sobrevivió por milagro. Entre ellos estaba el primer rey de Israel.
(1 Sam 9:1-2)  Había un hombre de Benjamín que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente.  (2) Y tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y bien parecido. No había otro más bien parecido que él entre los hijos de Israel; de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.

Cis, el padre de Saúl, era un hombre importante. Pero su nombre tiene una connotación negativa. En hebreo es Kish que significa: torcido.

En contraste, Saúl (heb. Shaul) significa: deseado.
Este nombre era significativo, ya que él era el hombre deseado por el pueblo.

La gente tiende a dejarse llevar más por la apariencia que por la esencia. Lo que la gente pidió, eso fue lo que Dios les dio. Saúl era el hombre más alto y más bien parecido de los israelitas.

¿No nos pasa también a nosotros que a veces pedimos a Dios algo que no nos conviene? Si insistimos demasiado, a veces Dios nos lo da para que aprendamos una lección. Mejor es buscar lo que Dios quiere para nosotros y esperarlo, porque eso siempre es lo mejor. Esto es lo que veremos que aprendieron los israelitas en los siguientes capítulos…

ENCUENTRO CON SAMUEL
Samuel era la autoridad espiritual de Israel en aquellos tiempos. El era profeta y fue el último juez. Si se iba a elegir a un rey, lo indicado sería que Samuel lo ungiera.

Sin embargo, Samuel no salió a buscarlo. Más bien, Dios hizo que Saúl se cruzara por su camino. Dios lo llevó “casualmente” a la región montañosa de Efraín, donde vivía el profeta Samuel. Dios usó a unas asnas para unir al profeta y al próximo rey de Israel.
(1 Sam 9:3-6)  Y las asnas de Cis, padre de Saúl, se habían perdido, por lo cual dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas. (4) Y Saúl pasó por la región montañosa de Efraín y recorrió la tierra de Salisa, pero no las hallaron. Luego pasaron por la tierra de Saalim, mas no estaban allí. Después atravesaron la tierra de los benjamitas, pero no las encontraron. (5) Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que estaba con él: Ven, regresemos, no sea que mi padre deje de preocuparse por las asnas y se angustie por nosotros. (6) Y él le respondió: He aquí que hay un hombre de Dios en esta ciudad, el cual es tenido en alta estima; todo lo que él dice se cumple sin falta. Vayamos ahora, quizá pueda orientarnos acerca de la jornada que hemos emprendido.

Saúl fue a buscar al profeta, no para buscar la voluntad de Dios, sino para que les ayudara a su propio propósito: encontrar las asnas.
(1 Sam 9:7-9)  Entonces Saúl dijo a su criado: Pero he aquí, si vamos, ¿qué le llevaremos al hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado y no hay presente para llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos? (8) Y el criado volvió a responder a Saúl, y dijo: He aquí, tengo en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino. (9) (Antiguamente en Israel, cuando uno iba a consultar a Dios, decía: Venid, vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente.)

Saúl y su siervo querían algo del profeta. Por eso sentían la necesidad de llevarle algo para compensar por su “servicio”. En aquellos tiempos buscaban a los profetas, que también eran llamados “videntes” (heb. Roé, del verbo Ver) quien les hablaba del futuro. Ellos buscaron a Samuel como un “adivino”, y no como el hombre de Dios que él era.

Saúl estaba buscando a sus asnas perdidas, pero lo que iba a encontrar era algo mejor que eso. A veces nos preocupamos por cosas sin trascendencia, cuando Dios tiene planes más grandes para nuestra vida.

No fue casualidad que Saúl se “topó” con Samuel en ese pueblo. Ése era exactamente el plan de Dios.
(1 Sam 9:10-12)  Entonces Saúl dijo a su criado: Bien dicho; anda, vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. (11) Según subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas muchachas que salían a sacar agua y les dijeron: ¿Está aquí el vidente? (12) Y ellas les respondieron, y dijeron: Sí, he aquí está delante de ti. Apresúrate ahora, pues hoy ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.

Samuel ya sabía que Saúl iba a llegar, porque el Señor se lo había mostrado de antemano.
(1 Sam 9:14-17)  Ellos, pues, subieron a la ciudad. Cuando entraban a la ciudad, he aquí que Samuel salía hacia ellos para subir al lugar alto. (15) Ahora bien, un día antes de la llegada de Saúl, el SEÑOR había revelado esto a Samuel diciendo: (16) Mañana como a esta hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, lo ungirás para que sea príncipe sobre mi pueblo Israel, y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, pues su clamor ha llegado hasta mí. (17) Cuando Samuel vio a Saúl, el SEÑOR le dijo: He aquí el hombre de quien te hablé. Este gobernará a mi pueblo.

Saúl no tenía la más mínima idea de lo que estaba a punto de suceder. Ni siquiera reconoció al profeta.
(1 Sam 9:18-20)  Entonces Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta y le dijo: Te ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente. (19) Respondió Samuel a Saúl y dijo: Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar alto, pues hoy comerás conmigo, y por la mañana te dejaré ir y te declararé todo lo que está en tu corazón. (20) En cuanto a tus asnas que se perdieron hace tres días, no te preocupes por ellas pues han sido halladas. Y ¿para quién es todo lo deseable en Israel? ¿No es para ti y para toda la casa de tu padre?

¿Qué tenía que ver el deseo de Saúl con las asnas?
Saúl se sorprendió de lo que le dijo Samuel. Ya le había dado la información que estaba buscando, pero era evidente que el profeta tenía algo más importante que decirle.

Aun así, Saúl no se consideraba digno de recibir más del profeta.
(1 Sam 9:21)  Saúl respondió, y dijo: ¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y no es mi familia la menos importante de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me hablas de esta manera?

Para sorpresa de todos, en especial de Saúl, Samuel le dio a él un lugar de privilegio entre los invitados.
(1 Sam 9:22-24)  Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó a la sala y les dio un lugar a la cabecera de los invitados que eran unos treinta hombres. (23) Y dijo Samuel al cocinero: Trae la porción que te di, de la cual te dije: "Ponla aparte." (24) Entonces el cocinero alzó el pernil con lo que estaba en él y lo colocó delante de Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado. Ponlo delante de ti y come, porque ha sido guardado para ti hasta el momento señalado, ya que dije: He invitado al pueblo. Y Saúl comió con Samuel aquel día.

Para Saúl todo esto era un privilegio mayor del que hubiera soñado. Pero el profeta tenía aún más para él:
(1 Sam 9:25-27) Descendieron del lugar alto a la ciudad, y Samuel habló con Saúl en el terrado. (26) Se levantaron temprano, y al romper el alba Samuel llamó a Saúl en el terrado, diciendo: Levántate, para que yo te despida. Saúl se levantó, y ambos, Saúl y Samuel, salieron a la calle. (27) Mientras descendían a las afueras de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: Di al criado que pase delante de nosotros y siga, pero tú quédate para que yo te declare la palabra de Dios.

Saúl no se imaginaba cuál era la palabra de Dios. Esa revelación la veremos en el siguiente capítulo.


Saúl había llegado a buscar dirección para encontrar sus asnas perdidas, pero Dios las había “perdido” para que Saúl encontrara su destino…

3 comentarios:

  1. Precioso tema, aplicable al creyente

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  2. Que lindo... cuando Dios te traza un destino o un plan ....

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  3. El propósitos de Dios es bien marcado con la eleccion de Saúl como rey para Israel

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Son bienvenidos las dudas y comentarios (con el entendido que se hagan con respeto)...