viernes, 31 de julio de 2020

DANIEL 9:1-19. 70 años y Oración de Daniel



En el estudio de Daniel, hemos leído cómo imperios cambian, y cómo reinos suben y caen, pero algo que queda claro a lo largo del libro es que Jehová, Dios de Israel, está en control de todo (Daniel 2:21).

 

Daniel logró sobrevivir el cambio de imperios. El fue testigo del ascenso y la caída del imperio de Babilonia, y luego del ascenso del imperio Medo-Persa.

(Daniel 9:1) En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos.

 

Como ya vimos, Daniel no sólo fue testigo de la historia sino también fue un protagonista principal, siendo gobernador tanto de Babilonia como gobernador general para los medo-persas. Daniel entendía muy bien el funcionamiento de los reinos en su tiempo; y el Señor también le dio la gracia de recibir la revelación sobre los reinos que vendrán después de su vida (que para nosotros es historia, pero que para él era profecía).

 

TIEMPOS PROFÉTICOS

Luego que Babilonia cayó, Daniel mostró aún más interés por las profecías de Israel, ya que el tiempo del cumplimiento estaba cerca. Cuando Darío subió al poder, Daniel se dio cuenta que el tiempo que Jeremías había profetizado sobre el cautiverio de Judá en Babilonia estaba acabando.

(Daniel 9:2) en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.

 

La profecía de Jeremías se encuentra en los siguientes versículos:

(Jeremías 25:11-14) Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones. Porque también ellas serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos.

 

El cambio de imperio podría representar un cambio para el pueblo de Dios, ya que estaba llegando el tiempo de su liberación.

 

DOS OPCIONES

La pregunta es: ¿a partir de cuando se comienzan a contar los 70 años?

Con la ventaja de la retrospectiva, podemos contemplar dos opciones (aproximadas, porque es difícil determinar los años exactos):

 

1. Desde el primer cautiverio (605 a.C.) …hasta la reconstrucción del fundamento del Templo (536 a.C.)—aprox. 69 años.

 

2. Desde la destrucción de Templo (586 a.C.) …hasta el tiempo en que fue reconstruido (515 a.C.)—aprox. 71 años.

 

LA RAZÓN DE LOS 70 AÑOS

Dios determinó que el tiempo de cautiverio sería de 70 años. La razón está explicada en el libro de Crónicas:

(2 Crónicas 36:28-21) Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia, y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los persas; para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.

 

La palabra de Jeremías se refiere al reposo de la tierra (hebreo, Shmita): Dios instruyó que en Israel la tierra debía reposar de sus cultivos cada siete años (Lev. 25:4-6; Lev. 26:34-35). Pero por 490 años los israelitas no guardaron ese mandamiento. Y cuando llegó al colmo la maldad de Judá, Dios determinó que 70 años debían pagar en cautiverio (un año por cada año sabático al que faltaron), tal como dice Levítico:

(Levítico 26:43) Porque la tierra será abandonada por ellos, y gozará de sus días de reposo mientras quede desolada con su ausencia. Entretanto, ellos pagarán su iniquidad, porque despreciaron mis ordenanzas y su alma aborreció mis estatutos.

 

Así como Jeremías profetizó el castigo de Judá, también habló de la restauración que Dios haría con ellos, porque grande es su misericordia:

(Jeremías 29:10-14) Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.

 

ORACIÓN DE DANIEL

Sabiendo que el tiempo determinado por Dios (70 años) estaba por cumplirse, Daniel se dispuso a buscar al Señor en nombre de todo el pueblo judío, como un intercesor y mediador. Daniel sabía que, si buscaba al Señor de todo corazón, Él haría volver a Su Pueblo de la cautividad, tal como lo profetizó Jeremías (Jer. 29:13-14). Pero en el corazón del pueblo debía haber genuino arrepentimiento, que los lleva en el camino hacia la rectificación (hebreo: Tikun).

 

Daniel se puso a la brecha, no sólo pidiendo por la salvación del pueblo, sino haciendo confesión de los pecados del pueblo, ya que esta fue la causa que los llevó al cautiverio. En su oración, Daniel siguió los pasos de un genuino arrepentimiento:

 

a. Reconoce la relación de pacto que el pueblo tiene con Él.

(Daniel 9:3-4) Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. 4 Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos.

 

b. Confiesa el pecado o la falta.

(Daniel 9:5-11) Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. 6 No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. 7 Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. 8 Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. 9 De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, 10 y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. 11 Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos.

 

c. Reconoce las consecuencias del pecado como justicia de Dios.

(Daniel 9:12-15) Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. 13 Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. 14 Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. 15 Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente.

 

d. Pide gracia y misericordia, para la gloria de Dios.

(Daniel 9:16-19) Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. 17 Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. 18 Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. 19 Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.

 

 

En la próxima entrada, veremos cuál fue la respuesta del Cielo a la oración de Daniel…

 

 

Lección anterior: Daniel 8:15-27

Lección siguiente: Daniel 9:20-27

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