Podemos pensar que la mayor aflicción que
Jesús padeció fue en la cruz, ya que la muerte por crucifixión implica no sólo
una tortura física sino también social, por ser expuesto a vergüenza pública. Pero
los Evangelios nos revelan que el lugar donde Jesús pasó su mayor aflicción fue
en el Jardín de Getsemaní, unas horas antes de su muerte. En eso
reflexionaremos en este estudio:
ANUNCIA
SU MUERTE
La aflicción que vino sobre Jesús no le
tomó por sorpresa, ya que él sabía lo que le esperaba en los últimos momentos
de su vida. Jesús ya sabía que iba a morir y a padecer, y se los hizo saber a
sus discípulos.
(Lucas 9:22) y diciendo: Es necesario que el Hijo
del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los
principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al
tercer día.
Aunque Jesús lo advirtió, los discípulos no
quisieron creerlo. Por eso, Jesús les dijo lo siguiente:
(Lucas 9:44-45) Haced que os penetren bien en los
oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado
en manos de hombres. Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban
veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.
Muchas veces tenemos ideas preconcebidas
de cómo van a cumplirse las profecías de Dios; pero cuando viene el tiempo del
cumplimiento, las cosas pueden darse de forma muy diferente a lo imaginado.
Esto fue lo que le sucedió a los discípulos. Ellos esperaban que el Mesías se
convertiría en el rey de Israel y los libraría de la opresión extranjera (Mesías
hijo de David); pero lo que Jesús les estaba diciendo es que él iba a ser
perseguido y moriría, en su primera venida (Mesías hijo de José). Esta era una
idea que rompía sus paradigmas. Esto no cabía en su interpretación religiosa.
Muchas veces el Señor nos advierte sobre
cosas que van a pasar, pero si no es lo que queremos oír, no lo aceptamos. Esto
fue lo que le pasó a los discípulos de Jesús, ya que fueron advertidos por el
Señor, pero ellos no quisieron ni siquiera preguntarle lo que quería decir, tal
vez por miedo a la verdad. A veces actuamos como la avestruz, que esconde su
cabeza en la arena, como si eso fuera a cambiar la realidad.
En el Evangelio de Mateo, leemos cómo
Pedro reaccionó a la advertencia de Jesús:
(Mateo 16:21-22) Desde entonces comenzó Jesús a
declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho
de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto,
y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a
reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te
acontezca.
Pedro estaba tratando de convencer a
Jesús de no permitir que eso sucediera. Tal vez él lo dijo con buena intención,
pero como dice el refrán: “De buenas intenciones está empedrado el camino al
infierno”. Lo que Pedro no se imaginó es que estaba cometiendo un grave
error al decir eso, ya que evitar ese sufrimiento se convertirá en la mayor
tentación que Jesús va a tener que superar en su vida. Por esta razón, Jesús
reaccionó tan fuerte a la sugerencia de Pedro:
(Mateo 16:23) Pero él,
volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres
tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres.
Unos días antes de su muerte, en camino a
Jerusalén, Jesús les volvió a advertir a sus discípulos lo que le iba a pasar,
añadiendo ciertos detalles:
(Lucas 18:31-34) Tomando Jesús a los doce, les dijo:
He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los
profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y
será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada comprendieron de
estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les
decía.
Jesús sabía lo que le sobrevendría porque
esto había sido escrito por los profetas. El ejemplo más claro es el que
encontramos en Isaías 53. Les recomiendo leer todo el capítulo, pero en esta
instancia leeremos lo que se refiere a la aflicción que pasará el siervo de
Dios:
(Isaías 53:3) Despreciado y desechado entre los
hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de
él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
(Isaías 53:5) Mas él herido
fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra
paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Jesús no sólo sabía lo que iba a sufrir,
sino que también sabía cuál sería el fruto de su aflicción, porque todo eso
tenía un propósito:
(Isaías 53:10-11) Con todo eso,
Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su
vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de
su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo
a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
El conocimiento del propósito da sentido
al sufrimiento. Jesús sabía que su aflicción daría un buen fruto. Pero para
ello, debía tomar la decisión firme de hacerlo, ya que no sería fácil pasar por
ese dolor, traición y burla—y sobre todo, la separación del Padre. Jesús tomó
la decisión en el Jardín de Getsemaní.
JARDIN
DE GETSEMANI
Getsemaní es un huerto en el Monte de los
Olivos en lasa fueras de Jerusalén. Desde tiempos de Jesús hasta la fecha, en
ese lugar están cultivados olivares. Se cree que algunos de los olivos de ese
lugar puedan tener hasta dos mil años de edad. Esto es posible debido a la
peculiaridad de los olivos, cuyos “hijos” (vástagos) crecen alrededor y llegan
crecer al costado del árbol “madre” hasta incorporarse al tronco. Con el
tiempo, el centro original del olivo se desintegra, pero los hijos alrededor
toman su lugar, haciendo de un olivo viejo un árbol grande y ancho, que puede
trascender de generación en generación.
La palabra “Getsemaní” viene de la
combinación de dos palabras hebreas: “Gat”, lugar para prensar; y “Shemen”,
aceite. En tiempos de Jesús, es muy probable que en ese huerto había una prensa
de aceite. Es significativo que Jesús haya ido a Getsemaní en las últimas horas
de su vida, pues fue allí donde su alma fue puesta a prueba, bajo una presión
intensa y agobiante.
ÚLTIMA
PASCUA
Unas horas antes, durante la celebración
de la Pascua, Jesús les explicó a sus discípulos que Él entregaría su carne
(representada por el pan) y derramaría su sangre (representada por el vino),
(Luc 22:19-20) Y habiendo
tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: Esto
es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De la
misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros.
AFLICCIÓN
DE JESÚS
Luego de celebrar la Pascua en Jerusalén,
Jesús llevó a sus discípulos al Jardín del Getsemaní.
(Juan 18:1) Después de haber dicho esto, Jesús
salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un
huerto en el cual entró El con sus discípulos.
Para ese entonces, ya era media noche.
Pero no se fueron a dormir, sino que Jesús todavía quería ir a orar, porque sabía
lo que le sobrevendría en las próximas horas.
(Mateo 26:36) Entonces llegó Jesús con ellos a un
lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre
tanto que voy allí y oro.
En Getsemaní, Jesús iba a tomar la
decisión más importante de su vida, pero esa decisión le provocó angustia.
(Mateo 26:37) Y tomando a
Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en
gran manera.
A lo largo de los Evangelios, vemos que
Jesús solía estar siempre tranquilo. Nunca se le describe alterado, sino que
siempre lo vemos en paz y en control, sin alternaciones emocionales. Pero en
esta ocasión, se le describe angustiado, afligido y muy triste.
LA
COPA
Jesús describió la decisión difícil que
iba a tomar como “una copa”:
(Mateo 26:39) Yendo un poco
adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
La figura de la copa va en conexión a la
copa de vino que él hizo referencia en la Pascua:
(Mateo 26:27-28) Y tomando la copa, y habiendo dado
gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi
sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de
los pecados.
Jesús explicó que la copa de vino que se
bebe tradicionalmente en la cena de la Pascua era un símbolo de su sangre que
iba a ser derramada para el perdón de los pecados. La Pascua en Egipto que
libró a los israelitas de la esclavitud era la sombra de esa Pascua en que
Jesús iba a ser el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
En Getsemaní, Jesús oró diciendo que no
quería pasar esa copa, ya que implicaría ser separado del Padre. Tres veces clamó
la misma oración en Getsemaní.
(Mateo 26:42) Otra vez fue, y
oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin
que yo la beba, hágase tu voluntad.
(Mateo 26:44) Y dejándolos,
se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Tres veces Jesús rindió sus deseos y su
voluntad propia, afirmando que Él escogía hacer la Voluntad del Padre.
SUDÓ
SANGRE
Todo este proceso de rendir su voluntad
le causó una aflicción tan fuerte a Jesús, que provocó una reacción física inusual,
descrita en la Biblia de la siguiente manera:
(Lucas 22:44) Y estando en
agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que
caían hasta la tierra.
El fenómeno de sudar sangre se conoce
como: hematohidrosis. Es una condición en que las gotas de sudor
salen manchadas de sangre debido a que los nervios capilares en los glándulas
sudoríparas se rompen a causa de una tensión extrema. Esto puede suceder en
condiciones de extremo esfuerzo físico o cuando se está bajo un estrés
emocional demasiado fuerte.
Jesús estaba sufriendo tanto por la
expectativa de lo que le esperaba y por la decisión que estaba tomando, que le
provocó sudar con sangre. Esto es una señal de que el padecimiento emocional de
Jesús fue extremo.
En el momento de su mayor necesidad, Jesús
pidió el apoyo emocional y espiritual de sus discípulos, pero no le sirvió de
mucho…
VELAD
CONMIGO
Todos los discípulos acompañaron a Jesús
a Getsemaní (excepto Judas); pero sólo a los tres amigos más cercanos les pidió
que se acercaran al lugar donde él iba a estar orando. A ellos les pidió que lo
apoyaran en oración (Mat. 26:38).
(Marcos 14:32-34) Vinieron, pues,
a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre
tanto que yo oro. Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a
entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta
la muerte; quedaos aquí y velad.
Sin duda sus discípulos tenían la buena
voluntad de apoyar a Jesús. Pero ya era tarde, y ellos no sabían la dimensión
de lo que estaba ocurriéndole a Jesús en ese momento. Tal vez se pusieron a
orar un momento, pero cayeron en sueño. Es probable que los discípulos no
sabían la trascendencia de lo que estaba a punto de suceder. Pero Jesús
aprovechó a darles una advertencia.
(Marcos 14:37-38) Vino luego y los halló
durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad
y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil.
Esta advertencia era para todos los
discípulos, pues todos terminaron huyendo luego que Judas y los soldados
llegaron a apresar a Jesús (Mateo 26:56). Pero el ejemplo más sobresaliente es
el de Pedro, quien luego de decir que nunca dejaría a Jesús, aun a costa de su
propia vida (Mateo 26:31-35), al final terminó negándolo y traicionándolo ante
la amenaza (Mateo 26:69-75).
Todo creyente se enfrentará a momentos
que todo parece normal, pero de repente el Señor nos manda una advertencia, ya
que a la vuelta de la esquina nos espera una prueba. En esos momentos de prueba,
no cuentan las intenciones, sino lo que vale es la decisión tomada de antemano
luego de recibir la advertencia. En la Biblia, el llamado a velar está
principalmente relacionado con su segunda venida (Marcos 13:32-37).
(Marcos 13:33) Estad alerta, velad; porque no
sabéis cuándo es el tiempo señalado.
Este es el llamado a los creyentes de
todos los tiempos.
(Marcos 13:37) Y lo que a vosotros digo, a
todos lo digo: ¡Velad!
Varias veces Jesús fue a despertar a sus
discípulos para pedirles que velaran, pero ellos volvieron a dormirse.
(Marcos 14:39-40) Otra vez fue y
oró, diciendo las mismas palabras. Al volver, otra vez los halló
durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué
responderle.
La última vez, luego que Jesús ya había
rendido su voluntad completa al Padre, llegó a decirles que el tiempo ya había
llegado.
(Marcos 14:41-42) Vino la tercera
vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el
Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos;
he aquí, se acerca el que me entrega.
Es curioso, y hasta irónico, que Jesús
llegue a despertarlos para decirles que ya pueden dormir; pero en eso hay un
mensaje: el tiempo de velar no es eterno, sino tiene un límite de tiempo. Es
durante ese lapso de tiempo que uno puede hacer la diferencia; pero si uno no
actúa en ese tiempo, lo que viene vendrá y uno ya no puede cambiar nada.
Cuando uno ora y vela, viene la
revelación del propósito de la prueba y cómo podemos enfrentar ese momento;
pero si uno no busca a Dios previo a la prueba, uno la enfrentará en la carne,
en lugar de hacerlo en el espíritu, con la revelación que viene al velar y
orar.
EL
ANGEL
Un detalle lindo en la narrativa de Lucas
es que la mención que un ángel sirvió al Señor en ese momento de angustia.
(Lucas 22:43) Y se le
apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Al principio de su ministerio también se
menciona que los ángeles servían a Jesús (Mateo 4:11). Jesús sabía que Él tenía
a su disposición legiones de ángeles, pero lo importante para Él era cumplir la
Voluntad del Padre (Mateo 26:53-54).
OTRO
MOMENTO DE AFLICCIÓN
La segunda instancia en que vemos a Jesús
sufrir tremendamente es cuando fue separado del Padre en la cruz, cuando él
cargó con los pecados del mundo.
(Mateo 27:46,50) Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ...Mas
Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
RENDIRSE
COMO ÉL LO HIZO
Cuando Jesús anunció que él debía padecer
como parte del Plan de Dios, también anunció a sus discípulos que todo el que
lo siga también debe estar dispuesto a morir a sí mismo para hacer la voluntad
de Dios (Mateo 16:24-27).
(Lucas 9:22-24) y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre
padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales
sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer
día. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar
su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la
salvará.
A todo creyente le llega el momento en
que tendrá que decidirse entre quedar bien con Dios o con el mundo. Cada uno
decidirá con quién hará alianza.
(Lucas 9:25-26) Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se
pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras,
de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la
del Padre, y de los santos ángeles.
Nos toca el corazón ver lo que Jesús hizo
por amor a nosotros. La pregunta ahora es: ¿Qué estamos dispuestos a hacer por
él? ¿Estoy dispuesto a rendir mi vida a Dios, así como Jesús lo hizo por amor a
nosotros? Esta es la pregunta que el Señor nos pregunta en estos tiempos.
También
disponible:
Enseñanza en
Audio @ Spreaker: Getsemaní
Enseñanza en
video @ Youtube: Entrega en Getsemaní
Muy edificante, texto y citas bíblicas... Gracias por la enseñanza
ResponderEliminarLos saludo con mucho agradecimiento de este trabajo con tanta explicacion y detalle. Me parece muy interesante el resultado de velar y orar, Ya casi no se practica velar.
ResponderEliminarMuchas gracias
Excelente estudio, edificantes, restaurador y reflexivo, nos confronta a tomar la decisión correcta, la más sensata, buscar a Dios en oración es n todo tiempo y reconocer su máximo valor en el Getsemaní, lugar de oración, de batalla, lugar de decisiones, lugar de rendición. Gracias, muchísimas gracias por éste análisis, Dios les bendiga
ResponderEliminarExelente l enseñanza
ResponderEliminarMuy pero muy buena y sana enseñanza Gracias le doy a nuestro Dios y Señor Jesucristo Bendiciones y gracias a todos los que hacen posible esta paguins
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