lunes, 11 de marzo de 2019

En el Desierto



La palabra en hebreo para desierto es: Midbar. Viene de la raíz hebrea: “Dabar”, que significa: hablar, y palabra. El desierto es el lugar donde Dios nos habla. Dado que el desierto es un lugar desolado, donde no hay nada, precisamente por eso es un lugar ideal para oír la voz de Dios, pues no hay muchos distractores.

Simbólicamente, el desierto representa momentos de prueba en la vida (como veremos más adelante).

CAMINO DEL DESIERTO
Cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto, él no los llevó por el camino fácil hacia la Tierra Prometida, es decir, la calzada comercial que iba por la orilla del Mar Mediterráneo (conocida en tiempos romanos como Via Maris). Más bien, la Biblia dice que los llevó a través del desierto, y explica la razón por qué…
(Éxodo13:17-18) Y sucedió que cuando Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque estaba cerca, porque dijo Dios: No sea que el pueblo se arrepienta cuando vea guerra y se vuelva a Egipto. Dios, pues, hizo que el pueblo diera un rodeo por el camino del desierto, hacia el mar Rojo; y en orden de batalla subieron los hijos de Israel de la tierra de Egipto.

Si los israelitas hubieran ido en línea recta desde Egipto hacia Canaán, por la vía de comercio, entonces hubieran podido llegar en dos semanas, o a lo sumo en un mes. Ese hubiera sido el camino fácil. Pero la Biblia explica que si hubieran tomado esa vía, habría quedado abierto el camino de regreso—y los israelitas habían tenido la tentación de volver a Egipto tan pronto se hubieran enfrentado con los gigantes de la Tierra Prometida.

DEPENDENCIA DE DIOS
Dios llevó a Israel por el camino del desierto, donde dependían completamente de Él. En el desierto nadie sobrevive, a menos que tengan agua, alimento y sombra. Y todo eso les dio Dios en el desierto.

La protección de Dios se hizo evidente en la forma de una nube: De día era una sombra que los protegía del fuerte sol y calor en el desierto; y de noche tenían la columna de fuego, que los calentaba e iluminaba el campamento.
(Éxodo 13:21-22)  Jehová iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitó de delante del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche.

Si alguien se atrevía a salirse de la protección de la nube divina, corría el riesgo de morir ante las inclemencias del desierto. Además, allí prácticamente no se encuentra nada para beber ni para comer. Es imposible sobrevivir sin esa cobertura y la provisión divina. Por lo tanto, la gente permanecía a la sombra de Dios porque de ello dependía su vida.

PRUEBA EL CORAZÓN
Como ya mencionamos, en la Biblia el desierto representa en forma figurada las pruebas de la vida: (a) A veces enfrentamos pruebas que nos llegan sin que las busquemos—simplemente se nos presentan, y tenemos que enfrentarlas; (b) pero muchas veces, uno mismo se mete en problemas por no hacer las cosas como Dios manda. De cualquier forma, las pruebas nos enseñan algo, ya sea para corregir una mala dirección o para subir de nivel espiritual.

La Biblia nos dice que Dios nos lleva al desierto para probar lo que está en nuestros corazones:
(Deut. 8:2) Y te acordarás de todo el camino por donde Jehová tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.  

Lo que se traduce como: “humillarte”, en hebreo usa la palabra: “Anah”, que significa: llevar a un proceso de humildad. Las pruebas no son para humillación, sino para formar la virtud de la humildad.

Muchas veces la prueba viene cuando el Señor toca nuestras necesidades básicas: alimento, vestido, vivienda. Los israelitas estaban acostumbrados a que el Faraón les cubriera sus necesidades, a cambio de trabajo forzado. Pero ahora debían aprender a confiar en Dios en lugar descansar en la provisión de Egipto.
(Deut. 8:3-4) Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca de Jehová. Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos cuarenta años.  

Al estar acostumbrado a que sus necesidades son cubiertas, el esclavo llega a desarrollar una relación de dependencia con su amo. Pero eso es precisamente lo que Dios quiere romper en Su pueblo. A través del desierto, Israel aprenderá a no ver a Egipto como su fuente de sostenimiento, sino que aprenderán a depender de Dios, su verdadero proveedor.

De forma similar sucede en el ámbito espiritual. Cuando conocemos a Jesús y somos salvos, muchas veces pasamos por pruebas (como en el desierto). No siempre son “ataques del enemigo”, sino que simplemente estamos siendo formados y liberados de las cadenas espirituales que nos tenían atados.

DISCIPLINA
La Biblia dice que el Señor también nos lleva al desierto como disciplina:
(Deut. 8:5) Por tanto, debes comprender en tu corazón que Jehová tu Dios te estaba disciplinando así como un hombre disciplina a su hijo.  

La disciplina no debemos verla sólo como un “castigo”. Más bien, es un entrenamiento—como la disciplina que debe tener un atleta. La disciplina y el entrenamiento nos lleva a aprender a vivir en el orden de Dios, para que tengamos bendición. Pero no sólo es importante “recibir” la bendición, sino también debemos aprender a cómo mantenerla.

La Biblia dice que Dios llevó a Israel al desierto para darles allí la Ley, que es la instrucción de cómo vivir para que les vaya bien en la Tierra que les dará.
(Deut. 8:6-10) Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, para andar en sus caminos y para temerle. Porque Jehová tu Dios te trae a una tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas, de fuentes y manantiales que fluyen por valles y colinas; una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados; una tierra de aceite de oliva y miel; una tierra donde comerás el pan sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes sacar cobre. Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que El te ha dado.

HABLARÉ A TU CORAZÓN
Hay momentos en el desierto que si vienen como consecuencia directa de la desobediencia. Un ejemplo es el caso de la mujer infiel de Oseas. El profeta describe que ella será llevada al desierto como una lección para llevarla al arrepentimiento.
(Oseas 2:2-3) Contended con vuestra madre, contended, porque ella no es mi mujer, y yo no soy su marido; que quite, pues, de su rostro sus prostituciones, y sus adulterios de entre sus pechos; no sea que yo la desnude completamente y la deje como el día en que nació, y la ponga como un desierto, la reduzca a tierra seca y la mate de sed.

La infidelidad de la mujer de Oseas era una figura de la traición de Israel, siendo la idolatría como un adulterio espiritual. El desierto representa el castigo que recibirá Israel por su traición a Jehová.
(Oseas 2:13) Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová.

A veces Dios expone nuestros ídolos para que veamos que no podemos confiar en ellos: Si tenemos puesta la confianza en el dinero, lo podemos perder hasta quedarnos sin nada; si los hijos son nuestro ídolo, estos se vuelven en contra; si el marido es el ídolo de una mujer, puede verse engañada o abandonada.
(Oseas 2:5-7) …porque dijo: "Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida." Por tanto, he aquí, cercaré su camino con espinos, y levantaré un muro contra ella para que no encuentre sus senderos. Y seguirá a sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no los hallará. Entonces dirá: "Iré y volveré a mi primer marido, porque mejor me iba entonces que ahora."

¿Por qué hace todo esto Dios? No es por venganza, sino más bien por misericordia, para que regresemos a Él, quien es nuestra única esperanza y consuelo. El desierto no es sólo “un castigo”, sino que es el medio que Dios usa para atraernos de regreso a Él.
(Oseas 2:14) Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.

El propósito del desierto es llevar a restauración. Oseas profetiza que el proceso en el desierto producirá buen fruto.
(Oseas 2:15) Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto.

Acor significa: tribulación. Donde hubo prueba y tribulación, ahora se abre una “puerta de esperanza”. Todo es para redención.

DESIERTO VOLUNTARIO
Al desierto podemos ir “por las buenas” o “por las malas”:

1. las pruebas de la vida nos llevan al desierto para aprender lo que debemos aprender (como la esposa de Oseas);
2. Ya sea que vayamos voluntariamente al desierto, a la soledad, al silencio, para buscar la voz de Dios

La mejor forma de ir al desierto es voluntariamente. Si buscamos a Dios en ayuno y oración, apartándonos del ruido del mundo, podremos escuchar la voz de Dios, y recibir su dirección y revelación. Esto fue lo que hizo Jesús durante 40 días, cuando fue al desierto para prepararse para comenzar su ministerio. También Juan el Bautista llevó una vida apartada en el desierto, y desde allí preparó el camino al Mesías.

Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
(2 Corintios 4:17-18)


También disponible:
Enseñanza en Audio @ Spreaker: Desierto
Enseñanza en video @ Youtube: En el Desierto






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