martes, 15 de enero de 2019

2 SAMUEL 24:1-9. David ordena un censo


(Otra referencia: 1 Cr. 21.1-27)

Llegamos al capítulo final de los dos libros de Samuel. Y el capítulo no comienza de una forma positiva, pues vemos que Dios está molesto con Su Pueblo:
(2 Samuel 24:1a) Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel…

Aquí no queda claro exactamente qué pecado fue el que encendió la ira de Dios. Lo que sí sabemos es la consecuencia de esto:
(2 Samuel 24:1b) e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.

Hablaremos más adelante del censo, pero comencemos por comentar sobre la incitación. Da la impresión que Dios provocó a David, pero en 1 Crónicas se aclara quién fue el que incitó a David a cometer un grave error:
(1 Crónicas 21:1) Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel.

La Biblia dice que Dios no es el causante de la tentación, sino nuestro propio pecado (Santiago 1:13-14). Cuando el hombre peca, abre la puerta para que el adversario tenga derecho legal para actuar en su contra.
(Santiago 1:13-14) Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Satanás (hebreo: “Satan”) significa: adversario, opositor. Es “el acusador de los hermanos”, y busca el pecado en los hombres para acusarlos legalmente ante las cortes celestiales, con el fin de ser condenados (Zacarías 3). Satanás no tiene autoridad mas que la que le permite Dios o la que le cede el hombre. En ciertas ocasiones, Dios permite que Satanás actúe para propósitos divinos (tal como: prueba, disciplina, justicia). Los ejemplos más sobre salientes son los de Job (Job 1:6-12; Job 2:1-7), y también Simón Pedro:
(Lucas 22:31-32) Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.

Nótese que Jesús no oró para librar a Pedro de la prueba, sino para que éste no perdiera la fe. Si Dios permite que seamos probados por el adversario es porque hay un propósito ulterior, y siempre será para bien si superamos la prueba (Jeremías 29:11). En el caso de David, al final del capítulo veremos que todo servirá para bien.

CENSO EN ISRAEL
La tentación que Satanás puso en el corazón de David fue hacer un censo.
(1 Crónicas 21:1) Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel.

La Biblia contempla la posibilidad de hacer un censo en Israel (Éxodo 30:11-16); sin embargo, en el texto se hace evidente que hay algo indeseable en el hecho de contar a las personas.
(Éxodo 30:11-12) Habló también Jehová a Moisés, diciendo: Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado.

Cuando fuere necesario contar a los israelitas, la Biblia dice que tendrá que pagarse un rescate, es decir, el precio para salvar a alguien. ¿Salvarlo de qué? El texto dice que se salva de morir por haber sido contado. Un dato interesante es que el precio del rescate era de medio siclo (heb. Shekel).
(Éxodo 30:13-15) Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová. Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas.

Algunos comentaristas señalan que este precio conllevaba un mensaje, ya que a la hora de contar las monedas, no se contaría un shekel por persona, sino por dos personas. De esa manera, las monedas no serían equivalentes al número de personas.

¿Por qué tanto cuidado con esto? La Biblia nos deja ver que a Dios no le agrada que contemos a las personas, ya que generalmente eso se hace con efecto de controlar, medir su poder y glorificarse a uno mismo. Sin embargo, la Biblia contempla las ocasiones en que los censos son necesarios, tal como para formar el ejército o para repartir los territorios (Num. 1:2-3; Num. 26:2)--pero se debía pagar un rescate por ello.

ADVERTENCIA DE JOAB
David cayó en la tentación de contar al pueblo, tal vez motivado por la división que quedó palpable luego de la rebelión de Absalón y de Seba. Sin consultar a Dios ni buscar consejo, el rey tomó la decisión de hacer un censo, y ordenó a su general Joab que lo llevara a cabo.
(2 Samuel 24:2) Y dijo el rey a Joab, general del ejército que estaba con él: Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente.

La frase “desde Dan hasta Beerseba” se usa en la Biblia como una expresión de todo el territorio de Israel, siendo Dan el que representa históricamente la población al extremo norte, y Beerseba la ciudad al extremo sur.

Al final de la orden, David declara abiertamente cuál es el propósito del censo: saber con cuántos súbditos cuenta. Pero el general Joab sabía que no era correcto contar al pueblo de Israel, así que trató de disuadirlo:
(2 Samuel 24:3) Joab respondió al rey: Añada Jehová tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿por qué se complace en esto mi señor el rey?

La narrativa de Crónicas añade una frase dicha por Joab que advierte que el censo tiene carga de pecado: “¿Para qué procura mi señor esto, que será para pecado a Israel?” (1 Crónicas 21:3). Lamentablemente, David ignoró por completo la advertencia de Joab.
(2 Samuel 24:4) Pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército. Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel.

El censo de todo el territorio le tomó casi diez meses a Joab y a su gente. Comenzaron al sur (en Aroer, cerca del Mar Muerto), y luego fueron moviéndose al norte (Galaad), llegando hasta Tiro (hoy Líbano).
(2 Samuel 24:5-8) Y pasando el Jordán acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad y junto a Jazer. Después fueron a Galaad y a la tierra baja de Hodsi; y de allí a Danjaán y a los alrededores de Sidón. Fueron luego a la fortaleza de Tiro, y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, y salieron al Neguev de Judá en Beerseba. Después que hubieron recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.

Cuando Joab presentó el reporte del censo al rey, informó sobre el número de guerreros con que contaba en todo el reino: 800,000 en Israel y 500,000 en Judá.
(2 Samuel 24:9) Y Joab dio el censo del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres.

Nota: Parece haber una contradicción con el reporte de 1 Crónicas, el cual indica que en Israel tenían 1,100,000 guerreros, y en Judá 470,000 (1 Cro. 21:5).

En la narrativa de Crónicas, se reporta que los levitas no fueron contados (1 Cro. 21:6), lo cual es razonable ya que ellos no pelean en las guerras pues sirven en el Templo (Num. 1:47-50). Pero hay otro dato interesante en este versículo, que señala que Joab no contó tampoco a la tribu de Benjamín, y explica por qué:
(1 Crónicas 21:6) Entre éstos no fueron contados los levitas, ni los hijos de Benjamín, porque la orden del rey era abominable a Joab.

Es curioso que a Joab le haya entrado cargo de conciencia al final, cuando estaba por contar a la última tribu de Israel (Benjamín), en su camino de regreso a Jerusalén.

En la próxima entrada completaremos el estudio del capítulo 24, viendo cuáles serán las consecuencias del censo que David ordenó…


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