Al principio del capítulo 23, están
registradas las últimas palabras que dijo David.
(2 Samuel 23:1) Estas son las
palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue
levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel:
Al final de su vida, David logró
la victoria sobre sus enemigos alrededor, pero no se podía decir lo mismo de su
propia casa. En su familia se estaban viviendo las consecuencias del pecado con
Betsabé, que incluían asesinatos, violaciones, rebeliones. No es de extrañar
que David se sintiera cansado (1 Sam. 21:15). Sin embargo, David no perdió su
fe en Dios y en sus promesas.
En sus últimas palabras, David reconoce
que Dios le ha hablado, y aún le ha prometido que de su linaje vendrá un rey
que traerá paz y justicia a la tierra.
(2 Samuel 23:2-4) El Espíritu de
Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de
Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre
los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como
el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar
la hierba de la tierra.
La expresión “luz de la mañana” es
usada para describir la venida del Mesías (Isa. 60:1-3; Mal. 4:2; Prov. 4:18;
Isa. 60:18-20).
(Oseas 6:3) Conozcamos,
pues, esforcémonos por conocer al SEÑOR. Su salida es tan cierta como la
aurora, y El vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega
la tierra.
En ese momento de la vida de
David, esta luz no se había hecho evidente en su familia, y él lo reconocía.
Sin embargo, David nunca dejó de creer en la promesa que Dios le hizo, que de
su descendencia vendrán los reyes de Israel, y también el Mesías.
(2 Samuel 23:5) No es así mi
casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado
en todas las cosas, y será guardado, aunque todavía no haga él florecer toda mi
salvación y mi deseo.
Al final de sus palabras, David reconoció
que antes de que se manifieste el hombre justo, primero debe ser preparado el
terreno arrancando la corrupción que pueda existir.
(2 Samuel 23:6-7) Mas los impíos
serán todos ellos como espinos arrancados, los cuales nadie toma con la mano; sino
que el que quiere tocarlos se arma de hierro y de asta de lanza, y son del todo
quemados en su lugar.
Estas palabras recuerdan lo que
dijo Juan el Bautista, cuando estaba preparando el camino al Mesías:
(Mateo 3:10-12) Y el hacha ya
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado al fuego. Yo a la verdad os bautizo con agua
para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a
quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu
Santo y con fuego. El bieldo está en su mano y limpiará completamente su
era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego
inextinguible.
Hermoso estudio, para esperar en las promesas del Señor para nuestra descendencia, El ha hecho un pacto con nosotros y nuestros hijos son de Cristo
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