jueves, 2 de agosto de 2018

1 SAMUEL 31. Muerte de Saúl e hijos


El rey Saúl tuvo muchas victorias a lo largo de su reinado, pues contaba con la gracia de Dios. Pero cuando Saúl se apartó de Dios para hacer su propia voluntad, perdió el favor divino. El Señor le dio muchas oportunidades para arrepentirse, pero no lo hizo. Su último acto de desobediencia fue la visita a la adivina (1 Sam. 28), y allí quedó sellado el final de su reino y de su vida (1 Sam. 28:16-19).

La historia de 1 Samuel 31 también está descrita en 1 Crónicas 10. En esta otra narrativa se explica la razón por la que murió Saúl:
(1 Crónicas 10:13-14) Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí.

ÚLTIMA BATALLA DE SAÚL
En este último capítulo de 1 Samuel, leemos sobre el final de Saúl. Su última batalla fue cerca del monte Gilboa, en el centro de Israel.
(1 Samuel 31:1-3) Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa. Y siguiendo los filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl. Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.

En 1 Crónicas 10, se señala que los flecheros filisteos no sólo estaban cerca, “alcanzándole”, sino que también lo hirieron (1 Cro. 10:3). También describe que Saúl tuvo mucho miedo. La vida entera de Saúl fue llena de miedos e inseguridades—hasta su último momento. Antes de caer en manos filisteas, Saúl decidió acabar con su propia vida. Por eso hizo la siguiente petición a su escudero:
(1 Samuel 31:4-6) Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió con él. Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones.

Así fue el triste final del rey Saúl. Y junto con el rey, cayeron sus hijos. La avanzada filistea afectó también a muchos pueblos israelitas alrededor del campo de batalla.
(1 Samuel 31:7) Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y del otro lado del Jordán, viendo que Israel había huido y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas.

CUERPOS PROFANADOS
Aunque los filisteos no lograron matar a Saúl, si profanaron su cuerpo cuando lo encontraron en el campo de batalla.
(1 Samuel 31:8) Aconteció al siguiente día, que viniendo los filisteos a despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres hijos tendidos en el monte de Gilboa. Y le cortaron la cabeza, y le despojaron de las armas; y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos, para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al pueblo. Y pusieron sus armas en el templo de Astarot, y colgaron su cuerpo en el muro de Bet-sán.

En Crónicas señala lo que hicieron con la cabeza de Saúl:
(1 Crónicas 10:10) Y pusieron sus armas en el templo de sus dioses, y colgaron la cabeza en el templo de Dagón.

En la antigüedad, era muy común que cuando un ejército lograba matar al principal líder enemigo, los vencedores expusieran públicamente el cadáver, como una afrenta al enemigo, pero también como un trofeo para los dioses que supuestamente los ayudaron a vencer. Y eso fue lo que hicieron con el cuerpo de Saúl.

En contraste, la Biblia enseña que al cuerpo humano debe tratársele con mucho respecto, incluso a los cadáveres (ejemplo: Deu. 21:22-23). Esto es porque el hombre fue hecho a imagen de Dios.

Por esta razón, un grupo de israelitas se arriesgó a entrar en territorio enemigo para rescatar el cuerpo de Saúl y de sus hijos, para darles digna sepultura. Estos hombres valientes eran los de Jabes de Galaad, quienes le debían mucho a Saúl pues él los defendió cuando más lo necesitaron (1 Sam. 11).
(1 Samuel 31:11-13) Mas oyendo los de Jabes de Galaad esto que los filisteos hicieron a Saúl, todos los hombres valientes se levantaron, y anduvieron toda aquella noche, y quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-sán; y viniendo a Jabes, los quemaron allí. Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días.

En la tradición judía, siete días son los que se guardan de luto por pariente cercano (heb. Shivá).


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