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Mientras que David estaba
refugiado en la Cueva de Adulam, el rey Saúl se enteró que mucha gente se había
unido a él, y se molestó. Por lo tanto, el rey lanzó una advertencia a su
ejército.
(1 Samuel 22:6-8) Oyó Saúl que se
sabía de David y de los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en Gabaa,
debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano, y todos sus
siervos estaban alrededor de él. Y dijo Saúl a sus siervos que estaban
alrededor de él: Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos
vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de
millares y jefes de centenas, para que todos vosotros hayáis conspirado contra
mí, y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el
hijo de Isaí, ni alguno de vosotros que se duela de mí y me descubra cómo mi
hijo ha levantado a mi siervo contra mí para que me aceche, tal como lo hace
hoy?
En su afán de
aferrarse al poder, Saúl estaba viendo enemigos donde no existían. El mismo
David nunca lo traicionó, sino que fueron sus celos que llevaron al rey a verlo
como enemigo. Igualmente, Jonatán no traicionó a su padre, sino que sólo se
puso del lado de la justicia. Ahora Saúl estaba sospechando de todos. En ese
momento, Doeg aprovechó a demostrar su “lealtad al rey”, y le avisó que había
visto a David en Nob. También denunció que los sacerdotes lo habían ayudado.
(1 Samuel 22:9-10) Entonces
Doeg edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió y dijo: Yo
vi al hijo de Isaí que vino a Nob, a Ahimelec hijo de Ahitob, el cual
consultó por él a Jehová y le dio provisiones, y también le dio la espada de
Goliat el filisteo.
La noticia enfureció
al rey, y decidió mandar a llamar a todos los sacerdotes en Nob para pedirles
cuentas.
(1 Samuel 22:11) Y el rey
envió por el sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y por toda la casa de su padre,
los sacerdotes que estaban en Nob; y todos vinieron al rey.
De entrada, sin
haberlos escuchado, Saúl los acusó de conspiración. El rey no quería oír
razones ni explicaciones, pues él ya había tomado una decisión.
(1 Samuel 22:12-13) Y Saúl le
dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío. Y le dijo
Saúl: ¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando le
diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantase contra
mí y me acechase, como lo hace hoy día?
Ahimelec, el
principal sacerdote, explicó que ellos recibieron a David bajo el entendido que
él era siervo del rey, y también su pariente.
(1 Samuel 22:14-15) Entonces
Ahimelec respondió al rey, y dijo: ¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel
como David, yerno también del rey, que sirve a tus órdenes y es ilustre en tu
casa? ¿He comenzado yo desde hoy a consultar por él a Dios? Lejos sea de
mí; no culpe el rey de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre;
porque tu siervo ninguna cosa sabe de este asunto, grande ni pequeña.
Pero el rey no
aceptó ninguna explicación, ni consideró que el sacerdote no estaba enterado
del lío personal entre David y Saúl. El rey lo quiso ver como una traición, y
se decidió a castigarlos.
(1 Samuel 22:16) Y el rey
dijo: Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.
Saúl manda a matar a los sacerdotes de Nob |
En una forma injusta
y desmedida, Saúl castigó con la pena de muerte a todos los sacerdotes de Nob.
Pero a la hora de ejecutarlos, ninguno del ejército de Saúl se atrevió a
levantar su mano en contra de los sacerdotes de Dios.
(1 Samuel 22:17) Entonces
dijo el rey a la gente de su guardia que estaba alrededor de él: Volveos y
matad a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con
David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo descubrieron. Pero los siervos
del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová.
Ya no quedaba ningún
rastro de temor de Dios en la vida de Saúl. Y el único otro hombre en Israel que
tampoco tuvo temor de Dios fue Doeg. Él fue quien ejecutó la sentencia injusta sobre los sacerdotes.
(1 Samuel 22:18-19) Entonces
dijo el rey a Doeg: Vuelve tú, y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió
Doeg el edomita y acometió a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta y
cinco varones que vestían efod de lino. Y a Nob, ciudad de los sacerdotes,
hirió a filo de espada; así a hombres como a mujeres, niños hasta los de pecho,
bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada.
La población
completa de Nob fue exterminada. Sólo un hombre logró escapar.
(1 Samuel 22:20) Pero uno
de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, escapó, y huyó
tras David.
La reacción de David
al enterarse contrasta con la actitud de Saúl.
(1 Samuel 22:21-22) Y Abiatar
dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová. Y
dijo David a Abiatar: Yo sabía que estando allí aquel día Doeg el edomita, él
lo había de hacer saber a Saúl. Yo he ocasionado la muerte a todas las personas
de la casa de tu padre.
David asumió su
responsabilidad, y en contraste Saúl se hizo la víctima. Sin
arrepentimiento, no puede haber restauración. Todo ser humano tiene el
potencial de cometer gran maldad, si uno se deja llevar por el capricho, los
deseos, el miedo o la ambición. Lo que nos guarda de esa tendencia al mal es el
temor de Dios, escogiendo el bien y la justicia.
Abiatar se quedó sin
ningún pariente cercano; pero David lo recibió en su compañía y le ofreció
protección.
(1 Samuel 22:23) Quédate
conmigo, no temas; quien buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo
estarás a salvo
En el futuro, Abiatar
se convertirá en uno de los principales sacerdotes de Israel. Volverá a surgir
en la historia de David y Salomón.
SALMO 52
David también
escribió sobre la reacción de Saúl ante el reporte de Doeg. Primero,
David se queja del hombre que escoge el mal sobre el bien, y que prefiere creer
la mentira que la verdad. No queda claro si se refiere a Doeg o a Saul, pero en
realidad puede aplicar a ambos hombres, ya que ninguno de los dos tuvieron temor de Dios.
(Salmo 52:1-3) ¿Por qué te
jactas de maldad, oh poderoso? La misericordia de Dios es continua. Agravios
maquina tu lengua; como navaja afilada hace engaño. Amaste el mal más que el
bien, la mentira más que la verdad.
En contraste, David
dice que él pondrá su confianza en la misericordia de Dios.
(Salmo 52:8) Pero yo
estoy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confío
eternamente y para siempre.
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