domingo, 24 de junio de 2018

1 SAMUEL 22:6-23. Venganza contra Nob


-->
Mientras que David estaba refugiado en la Cueva de Adulam, el rey Saúl se enteró que mucha gente se había unido a él, y se molestó. Por lo tanto, el rey lanzó una advertencia a su ejército.
(1 Samuel 22:6-8) Oyó Saúl que se sabía de David y de los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano, y todos sus siervos estaban alrededor de él. Y dijo Saúl a sus siervos que estaban alrededor de él: Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas, para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí, y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni alguno de vosotros que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a mi siervo contra mí para que me aceche, tal como lo hace hoy?

En su afán de aferrarse al poder, Saúl estaba viendo enemigos donde no existían. El mismo David nunca lo traicionó, sino que fueron sus celos que llevaron al rey a verlo como enemigo. Igualmente, Jonatán no traicionó a su padre, sino que sólo se puso del lado de la justicia. Ahora Saúl estaba sospechando de todos. En ese momento, Doeg aprovechó a demostrar su “lealtad al rey”, y le avisó que había visto a David en Nob. También denunció que los sacerdotes lo habían ayudado.
(1 Samuel 22:9-10) Entonces Doeg edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió y dijo: Yo vi al hijo de Isaí que vino a Nob, a Ahimelec hijo de Ahitob, el cual consultó por él a Jehová y le dio provisiones, y también le dio la espada de Goliat el filisteo.

La noticia enfureció al rey, y decidió mandar a llamar a todos los sacerdotes en Nob para pedirles cuentas.
(1 Samuel 22:11) Y el rey envió por el sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y por toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob; y todos vinieron al rey.

De entrada, sin haberlos escuchado, Saúl los acusó de conspiración. El rey no quería oír razones ni explicaciones, pues él ya había tomado una decisión.
(1 Samuel 22:12-13) Y Saúl le dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío. Y le dijo Saúl: ¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantase contra mí y me acechase, como lo hace hoy día?

Ahimelec, el principal sacerdote, explicó que ellos recibieron a David bajo el entendido que él era siervo del rey, y también su pariente.
(1 Samuel 22:14-15) Entonces Ahimelec respondió al rey, y dijo: ¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, yerno también del rey, que sirve a tus órdenes y es ilustre en tu casa? ¿He comenzado yo desde hoy a consultar por él a Dios? Lejos sea de mí; no culpe el rey de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna cosa sabe de este asunto, grande ni pequeña.

Pero el rey no aceptó ninguna explicación, ni consideró que el sacerdote no estaba enterado del lío personal entre David y Saúl. El rey lo quiso ver como una traición, y se decidió a castigarlos.
(1 Samuel 22:16) Y el rey dijo: Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.

Saúl manda a matar a los sacerdotes de Nob

En una forma injusta y desmedida, Saúl castigó con la pena de muerte a todos los sacerdotes de Nob. Pero a la hora de ejecutarlos, ninguno del ejército de Saúl se atrevió a levantar su mano en contra de los sacerdotes de Dios.
(1 Samuel 22:17) Entonces dijo el rey a la gente de su guardia que estaba alrededor de él: Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo descubrieron. Pero los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová.

Ya no quedaba ningún rastro de temor de Dios en la vida de Saúl. Y el único otro hombre en Israel que tampoco tuvo temor de Dios fue Doeg. Él fue quien ejecutó la sentencia injusta sobre los sacerdotes. 
(1 Samuel 22:18-19) Entonces dijo el rey a Doeg: Vuelve tú, y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg el edomita y acometió a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta y cinco varones que vestían efod de lino. Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada; así a hombres como a mujeres, niños hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada.

La población completa de Nob fue exterminada. Sólo un hombre logró escapar.
(1 Samuel 22:20) Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, escapó, y huyó tras David.

La reacción de David al enterarse contrasta con la actitud de Saúl.
(1 Samuel 22:21-22) Y Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová. Y dijo David a Abiatar: Yo sabía que estando allí aquel día Doeg el edomita, él lo había de hacer saber a Saúl. Yo he ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre.

David asumió su responsabilidad, y en contraste Saúl se hizo la víctima. Sin arrepentimiento, no puede haber restauración. Todo ser humano tiene el potencial de cometer gran maldad, si uno se deja llevar por el capricho, los deseos, el miedo o la ambición. Lo que nos guarda de esa tendencia al mal es el temor de Dios, escogiendo el bien y la justicia.

Abiatar se quedó sin ningún pariente cercano; pero David lo recibió en su compañía y le ofreció protección.
(1 Samuel 22:23) Quédate conmigo, no temas; quien buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo estarás a salvo

En el futuro, Abiatar se convertirá en uno de los principales sacerdotes de Israel. Volverá a surgir en la historia de David y Salomón.

SALMO 52
David también escribió sobre la reacción de Saúl ante el reporte de Doeg. Primero, David se queja del hombre que escoge el mal sobre el bien, y que prefiere creer la mentira que la verdad. No queda claro si se refiere a Doeg o a Saul, pero en realidad puede aplicar a ambos hombres, ya que ninguno de los dos tuvieron temor de Dios.
(Salmo 52:1-3) ¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso? La misericordia de Dios es continua. Agravios maquina tu lengua; como navaja afilada hace engaño. Amaste el mal más que el bien, la mentira más que la verdad.

En contraste, David dice que él pondrá su confianza en la misericordia de Dios.
(Salmo 52:8) Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.


Más estudios de este libro en: 
Samuel
La clase está disponible en: Audio
y en nuestra cuenta de YouTube: Cita Divina

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Son bienvenidos las dudas y comentarios (con el entendido que se hagan con respeto)...