Poco tiempo después de enfrentar al enemigo amorreo (1 Samuel 11), el rey Saúl vio la necesidad de formar un ejército para defender a Israel.
(I Samuel 13:1-2) Había ya reinado Saúl un
año; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel, escogió luego a tres mil
hombres de Israel, de los cuales estaban con Saúl dos mil en Micmas y en el
monte de Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín; y envió al resto
del pueblo cada uno a sus tiendas.
Ejército de Saúl |
De todas las tribus de Israel, Saúl apartó a
3,000 hombres para formar su ejército.
Luego lo dividió en dos grupos: 2,000 permanecieron
cerca del rey, y los otros mil seguían al príncipe heredero, Jonatán, quien ya
estaba siendo preparado para heredar el trono.
En ese tiempo, los principales enemigos de
Israel eran los filisteos, y éstos habían logrado levantar fortalezas militares
en el territorio de Israel. Jonatán decidió atacar un fuerte que los filisteos
tenían en Geba (cerca de Gabaa, en el territorio de la tribu de Benjamín).
(I Samuel 13:3-4) Y Jonatán atacó a la guarnición de
los filisteos que había en el collado, y lo oyeron los filisteos. E hizo Saúl
tocar trompeta por todo el país, diciendo: Oigan los hebreos. Y todo Israel oyó
que se decía: Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos; y también que
Israel se había hecho abominable a los filisteos. Y se juntó el pueblo en pos
de Saúl en Gilgal.
Aunque Jonatán hirió a ese grupo de filisteos,
lo que realmente logró fue provocarlos, como quien mete la mano en una colmena
de abejas. Lo que comenzó como una pequeña batalla se convirtió en una
guerra entre naciones.
(I Samuel 13:5) Entonces los filisteos se juntaron
para pelear contra Israel, treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y
pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y subieron y
acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén.
El ejército de Israel era minúsculo en comparación del masivo ejército filisteo. Por otro lado, los filisteos estaban mejor armados, ya que Israel no tenían carros ni caballos de guerra, sólo soldados a pie. Los israelitas no estaban preparados para un conflicto bélico de esa magnitud, y por eso reaccionaron de la siguiente manera:
(I Samuel 13:6-7) Cuando los hombres de Israel vieron
que estaban en estrecho (porque el pueblo estaba en aprieto), se escondieron en
cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Y algunos de los
hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía
aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando.
No sabemos si Jonatán hizo el ataque sin
pensar en las consecuencias, o si lo hizo a propósito, para forzar a todos los
israelitas a ir a la guerra contra los filisteos. Lo cierto es que se hizo
evidente que el príncipe no midió las consecuencias de sus decisiones
militares. Lo sabio es conocer bien y medir al enemigo antes de provocarlo o
confrontarlo. Esto aplica también al ámbito espiritual. Antes de entrar en
batalla, es bueno saber quién es el enemigo y con qué armas espirituales contamos
(2 Cor. 10:3-6; Efe. 6:13-18).
Para más, el enemigo entendía mejor la
importancia de conocer al enemigo antes de luchar contra él. Antes de iniciar
la guerra, los filisteos enviaron espías en tres direcciones para descubrir los
puntos débiles de Israel, y luego atacarlos por allí (I Sam.
13:17-18).
OTRA VENTAJA DEL ENEMIGO
Además de los carros y caballos, los filisteos
tenían otra ventaja comparativa, ya que ellos contaban con armas de hierro,
mientras que las armas del ejército de Israel eran hechas de metales más suaves
y maleables.
En este capítulo, la Biblia explica por qué los
filisteos tenían armas de hierro y los israelitas no. En ese tiempo, el hierro
no estaba disponible para todos. Aunque pudieran comprarlo, no todos tenían
la capacidad para trabajarlo. Los herreros especializados no eran muchos, y quienes
tenían el monopolio en la región eran los filisteos. Ellos guardaron este
oficio como un secreto de estado para mantener su superioridad ante los
enemigos.
(I Samuel 13:19-22) Y en toda la tierra de Israel no se
hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no
hagan espada o lanza. Por lo cual todos los de Israel tenían que descender a
los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o
su hoz. Y el precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones,
y la tercera parte de un siclo por afilar las hachas y por componer las
aguijadas. Así aconteció que en el día de la batalla no se halló espada ni
lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto
Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían.
Los filisteos tenían una gran ventaja militar
sobre los israelitas. Sin embargo, Israel contaba con algo mejor que las
armas de hierro, los carros y los caballos, ya que Jehová era su defensor.
(Deut. 20:1) Cuando salieres
a la guerra contra tus enemigos, y vieres caballos y carros, y
un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios es
contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.
(Salmo 20:7) Éstos confían en carros, y
aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos
memoria.
LLAMAN A SAMUEL
Si Dios estaba con Israel, cualquier cosa era
posible. Sabiendo esto, el rey Saúl mandó a llamar al profeta
Samuel, a quien seguía consultando sobre asuntos importantes del reino. El
problema es que el profeta se tomó su tiempo en llegar.
(I Samuel 13:8) Y él esperó siete días,
conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el
pueblo se le desertaba.
Cada día que pasaba, Saúl perdía más gente de
su ejército. Por lo tanto, Saúl decidió apresurar el proceso.
(I Samuel 13:9) Entonces dijo Saúl: Traedme
holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto.
Un momento después apareció el profeta, y Saúl
excusó su decisión.
(I Samuel 13:10-12) Y cuando él acababa de ofrecer
el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para
saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi
que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y
que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los
filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me
esforcé, pues, y ofrecí holocausto.
Saúl cayó en el error que muchos cometen,
creyendo que el favor (o “la buena suerte”) viene por hacer los rituales, en
lugar de confiar en Dios. Saúl tomó el
asunto en sus propias manos.
¿Era válida la justificación de Saúl? A Samuel
no le pareció…
(I Samuel 13:13) Entonces Samuel dijo a Saúl:
Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te
había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para
siempre.
Aquí vemos que la tardanza de Samuel no fue
por error o descuido; más bien, era una prueba que sacaría a luz si Saúl realmente
tenía fe, y si era obediente y fiel a Dios. Lamentablemente, Saúl no pasó la
prueba, y el profeta le advirtió sobre las consecuencias…
(I Samuel 13:14) Mas ahora tu reino no será duradero.
Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha
designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado
lo que Jehová te mandó.
Lo que Saúl perdió fue más que hombres de
guerra o una batalla (I Sam. 13:15); él perdió el apoyo del Señor y el derecho
del reino para su descendencia. El profeta le dijo que Dios ya estaba buscando
a otro líder que lo reemplazara. Lo que Dios busca en un líder no es que
sea “muy listo o creativo o popular”, sino que sepa seguir la dirección de
Dios, y que tenga su fe puesta en Él. La cualidad que Dios busca es “un corazón
conectado a Él” (Hechos 13:22).
Saúl no obedeció ni creyó en Dios, pero su
hijo Jonatán sí, como lo veremos en el siguiente capítulo…
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