En la segunda parte del capítulo 11 de Números, vemos la reacción de Moisés ante la queja del pueblo por la comida. Hasta ese momento, Moisés había mostrado mucha paciencia con el pueblo, pero sus demandas llegaron al colmo. ¿Cómo es posible que sean tan mal agradecidos, cuando Dios les da de comer todos los días, de gratis? ¿Por qué piden por sus antojos, y menosprecian el milagro del Maná? ¿Por qué sueñan con estar en Egipto, cuando están a pocos días de llegar a la Tierra Prometida?
Tanto Dios como Moisés estaban molestos por la mala actitud del pueblo.
(Números 11:11-15) Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.
Recordemos que el pueblo no tenía hambre, sino que estaban haciendo capricho por sus deseos.
En esta ocasión, Moisés no pidió misericordia por ellos, sino que se quejó con Dios.
(Números 11:11-12) Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?
Aquí comenzamos a ver un cambio de actitud de Moisés hacia pueblo. Anteriormente, cuando el pueblo fallaba, Moisés intercedía por ellos ante Dios para que les tuviera misericordia (Exo. 32:30-32); pero ahora su paciencia se estaba agotando. Moisés estaba tan frustrado, se quejó con Dios por ponerlo como líder de un pueblo tan rebelde.
En esta conversación, también se hace evidente otra dinámica de los israelitas en el desierto. Ellos no ven a Dios como su líder, sino que sólo buscan a Moisés como intermediario. Ellos esperan que Moisés les arregle su vida—y en este caso, aún sus antojos.
Moisés ya no sabe que hacer, y le pregunta a Dios:
(Números 11:13-14) ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.
¿Qué podía hacer Moisés para satisfacer las demandas del pueblo? Literalmente, no podía hacer nada. Estaban demandando algo imposible, pero ellos no se daban cuenta de lo irracional de su petición, pues sólo pensaban en su deseo.
Cuando la populacho se rebela, puede volverse peligrosa, y eso es lo que percibió Moisés. El pueblo estaba tan alterado y era tan demandante, que Moisés sintió que podían perder el control y matarlo. Ante esa amenaza, Moisés le pidió a Dios que le quitara la vida antes que lo hiciera la plebe.
(Números 11:15) Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.
No sólo la actitud de Moisés cambió, sino también el ánimo del pueblo hacia Moisés. Un año antes lloraban por él cuando creían que había muerto, pero ahora lo querían matar.
En el fondo, la rebelión del pueblo no sólo era contra Moisés, sino contra Dios. ¿Por qué? Porque no les estaba dando lo que ellos querían.
RESPUESTA DE DIOS
¿Qué reacción tendrá ahora Dios ante la sublevación del pueblo? Si el Señor había mandado fuego ante la primera queja, ¿qué haría ahora?
La respuesta de Dios es muy interesante, porque usó una estrategia completamente diferente. En la primera ocasión, Dios mostró su disgusto y su ira con fuego. Pero en esta segunda ocasión, les dará dos mensajes:
1. Les mostrará que puede levantar más líderes como Moisés;
2. Les dará lo que piden, hasta que se harten.
Regresemos ahora a la historia, y veamos lo que Dios le explica a Moisés…
PARTE 1 DE LA ESTRATEGIA:
La primera parte de la estrategia es mostrar al pueblo que el líder de Israel es Dios, y Él delega la autoridad a quien quiere. Hasta ese momento, Moisés tenía la unción, pero ahora también la recibirán otros 70 líderes entre el pueblo, quienes apoyarán a Moisés en el manejo del pueblo.
(Números 11:16-17) Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.
Sin duda, Moisés sintió alivio al saber que contaría con el apoyo de los ancianos. Por otro lado, el pueblo se dará cuenta que si se rebelan, no es contra un hombre, sino contra un equipo de liderazgo, y específicamente contra Dios, quien pone y quita líderes.
PARTE 2 DE LA ESTRATEGIA
Luego, Dios explica a Moisés el segundo punto de su estrategia:
(Números 11:18-20) Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?
Aunque parezca que Dios está cediendo ante los caprichos del pueblo, en realidad está manifestando su disgusto por la petición que están haciendo. Tal vez al oír esto, todavía se arrepientan. Pero si a ellos no les importa lo que piensa Dios, entonces comerán hasta hartarse. Con esto, Dios deja claro que su petición es injusta, y el darles carne no es una recompensa.
Moisés protestó por esta parte del plan:
(Números 11:21-22) Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto?
Moisés no podría creer que Dios iba a darle a los revoltosos lo que demandaban injustamente. Tampoco podía imaginar cómo iban a resolver el asunto de darle carne a tanta gente.
Ante su duda, Dios le dijo que no se preocupara de eso, porque Él se encargaría del milagro:
(Números 11:23) Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.
Moisés no sabía exactamente cuál era el plan de Dios, pero él obedeció. Moisés hizo su parte, y Dios hizo la suya, e hizo milagros en los dos puntos de su estrategia, como veremos a continuación…
CUMPLIMIENTO 1: UNCIÓN SOBRE MÁS LÍDERES
Luego que Moisés reunió a los 70 líderes, Dios hizo su milagro sobre ellos ante los ojos de todo el pueblo.
(Números 11:24-25) Y salió Moisés y dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.
Así como Dios convirtió a Moisés en un profeta, de igual manera Él puede levantar a otros líderes entre el pueblo.
Dos de los líderes no llegaron a la asamblea, pero también ellos recibieron la unción donde se encontraban.
(Números 11:26-27) Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento.
Josué se preocupó, porque pensaba que los que habían faltado, no habían llegado como una forma de rebelión contra Moisés.
(Números 11:28) Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos.
Pero Moisés calmó a Josué, diciendo que eso era obra de Dios.
(Números 11:29-30) Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos. Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
Estos setenta ancianos de Israel no sólo van a apoyar a Moisés en su liderazgo, sino que también servirán de testimonio al pueblo de que la máxima autoridad en Israel no es Moisés, sino Jehová, Dios de Israel.
Si el pueblo se rebela contra los líderes, es como si se rebelaran contra Dios mismo. Este principio del que habla Pablo en Romanos sobre las autoridades:
(Romanos 13:1-2) Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por consiguiente, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, sobre sí recibirán condenación.
Después de dejar claro que Dios delegó Su autoridad en Moisés y los 70 ancianos, vino la segunda parte de la respuesta de Dios…
CUMPLIMIENTO 2: RECIBEN LO QUE PIDIERON
La segunda parte de la estrategia es dar a los revoltosos lo que estaban pidiendo. Esto no es porque “Dios esté cediendo”, sino que es parte de la lección.
Lo que los rebeldes pedían era carne, y eso les mandó:
(Números 11:31-32) Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra. Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento.
Dios les va a dar lo que quieren…pero pronto se darán cuenta que lo que su carne desea no es lo mejor para ellos.
(Números 11:33) Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.
No se sabe exactamente qué plaga les sobrevino por comer las codornices en el desierto. Pero lo que sí sabemos es que los codiciosos murieron por su codicia, y los revoltosos murieron por su rebelión.
La lección que recibieron los israelitas en el desierto no es sólo para aquel tiempo, como dice Pablo, sino también para nosotros:
(1 Corintios 10:6) Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.
El problema que vemos en Números 11 es de codicia, porque desearon lo que no tenían, en lugar de apreciar lo bueno que Dios ha dado.
Muchas veces lo que deseamos no es lo mejor. Si Dios dice que NO, es mejor aceptarlo, porque Él sabe lo que es mejor para nosotros. Si insistimos en pedir lo que el alma desea, recordemos esta lección, porque tal vez nos dé lo que codiciamos, pero con ello vengan consecuencias indeseables.
La mejor petición que podemos hacerle a Dios no es “pedirle lo que desea el alma”, sino es preguntarle a Dios “qué es lo que Él quiere”, porque eso siempre será lo mejor.
En el próximo episodio, estudiaremos en capítulo 12, que narra lo que pasó en el siguiente lugar donde acamparon.
(Números 11:35) De Kibrot-hataava partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot.
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Enlace a otros capítulos: NUMEROS
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