En este
capítulo leemos sobre el momento en que Saúl es ungido como el primer rey de
Israel.
(1
Samuel 10:1) Tomando entonces Samuel una redoma de
aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido
Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?
La
palabra que se traduce como “príncipe”, en hebreo es Nagid, que
también significa: líder, gobernante.
Saúl
había llegado allí en busca de unas asnas perdidas, y lo que encontró fue un
cambio en su destino. El profeta le anunció que Dios lo había elegido a él para
convertirse en el rey de Israel.
SEÑALES
Podemos
imaginar que Saúl le costó procesar las palabras que le había dicho el profeta;
por esa razón, Samuel le dio varias señales que confirmarían la palabra que le
había dado:
Señal
1:
(1
Samuel 10:2) Hoy, después que te hayas apartado de
mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de
Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar se
han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está
afligido por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo?
Señal
2:
(1
Samuel 10:3-4) Y luego que de allí sigas más
adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres
que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de
pan, y el tercero una vasija de vino; los cuales, luego que te hayan saludado,
te darán dos panes, los que tomarás de mano de ellos.
Señal
3:
(1
Samuel 10:5-6) Después de esto llegarás al collado
de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la
ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y
delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando.
Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con
ellos, y serás mudado en otro hombre.
Esta
última señal es importante ya que involucra a Saúl mismo, haciendo algo
sobrenatural, fuera de su control, cuando el Espíritu de Dios desciende sobre él.
A partir de ese momento, él ya no será el mismo. La traducción dice que se
convertirá en un nuevo hombre, literalmente en “otro hombre” (heb. Ish
Ajer).
Todas
estas señales se cumplieron ese mismo día. Pero, aún antes que se dieran las
señales, la Biblia dice que el Señor cambió el corazón de Saúl.
(1
Samuel 10:9) Aconteció luego, que al volver él la
espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas
señales acontecieron en aquel día.
En
hebreo dice literalmente que Dios le dio una cara vuelta, dándole un nuevo
corazón (heb. YaHafaj-Lo Elohim Lev Ajer).
Todas
las señales sucedieron tal como Samuel había dicho. La última señal no sólo
sirvió como confirmación para Saúl, sino también dio testimonio a otros del
poder sobrenatural que vino sobre él.
(1 Samuel
10:10-13) Cuando llegaron allá al collado, he aquí
la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el Espíritu de
Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. Y aconteció que
cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas,
el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl
también entre los profetas? Y alguno de allí respondió diciendo: ¿Y quién
es el padre de ellos? Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los
profetas? Y cesó de profetizar, y llegó al lugar alto.
Esta
historia es un buen ejemplo de lo que Dios puede hacer a través de cualquier
persona que el Señor elija. Saúl no estaba humanamente capacitado para ser rey,
pero debemos saber que cuando Dios hace un llamado, Él también da la unción
para cumplirlo, por Su gracia y por el poder de Su Espíritu.
LO
MANTUVO SECRETO
Es
curioso que después de todos los milagros que presenció y de la gran noticia
acerca de su futuro, cuando llegó a su casa Saúl no quiso contar nada a nadie.
Un pariente le preguntó, pero él se guardó el secreto.
(1 Samuel
10:14-16) Un tío de Saúl dijo a él y a su criado:
¿A dónde fuisteis? Y él respondió: A buscar las asnas; y como vimos que no parecían,
fuimos a Samuel. Dijo el tío de Saúl: Yo te ruego me declares qué os dijo
Samuel. Y Saúl respondió a su tío: Nos declaró expresamente que las asnas
habían sido halladas. Mas del asunto del reino, de que Samuel le había hablado,
no le descubrió nada.
Podemos imaginar a Saúl preguntarse: ¿Y ahora qué? Samuel
se adelantó a la pregunta, y le dijo lo siguiente antes de despedirse:
(1 Samuel 10:7) Y cuando te
hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está
contigo.
Esta es una gran lección para todos. Dios no está esperando que hagamos milagros,
porque es Él quien los realiza; todo lo que Él espera de nosotros es que
hagamos lo que está “a la mano” …y el resto lo hará Dios.
ANUNCIO
PÚBLICO
Hasta ese momento sólo Samuel y Saúl sabían sobre la unción
del primer rey de Israel. Ahora le tocaba al profeta informar a todo el pueblo.
Mientras tanto, Samuel le dio instrucciones a Saúl, y lo citó para el anuncio
público:
(1
Samuel 10:8) Luego bajarás delante de mí a Gilgal;
entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de
paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de
hacer.
Samuel
convocó al pueblo para presentarles a su nuevo rey, pero no perdió la
oportunidad de amonestarlos por haber rechazado a Jehová, prefiriendo a un rey
humano.
(1
Samuel 10:17-19) Después Samuel convocó al pueblo
delante de Jehová en Mizpa, y dijo a los hijos de Israel: Así ha dicho Jehová
el Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré de mano de los
egipcios, y de mano de todos los reinos que os afligieron. Pero vosotros habéis
desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones y
angustias, y habéis dicho: No, sino pon rey sobre nosotros. Ahora, pues,
presentaos delante de Jehová por vuestras tribus y por vuestros millares.
Samuel
ya sabía quien era el elegido por Dios para gobernar sobre Israel, sin embargo,
él se dispuso a hacer una última confirmación echando suertes delante de todo
el pueblo. También lo hizo para que todos supieran que la elección venía del
Cielo y no de los hombres. La primera suerte se echó para elegir la tribu,
luego la familia, y por último el hombre que se convertiría en rey.
(1
Samuel 10:20-21) Y haciendo Samuel que se acercasen
todas las tribus de Israel, fue tomada la tribu de Benjamín. E hizo llegar
la tribu de Benjamín por sus familias, y fue tomada la familia de Matri; y de
ella fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado.
¿Acaso
Saúl no se presentó a esa cita tan importante? Samuel oró al Señor para preguntarle,
y Él le reveló donde estaba:
(1 Samuel
10:22) Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún
no había venido allí aquel varón. Y respondió Jehová: He aquí que él está
escondido entre el bagaje.
Saúl
estaba allí, pero se había escondido. Desde el principio se hace evidente que
él no era un hombre valiente; sin embargo, era apuesto y muy alto. Ése era el
hombre conforme al corazón del pueblo.
(1 Samuel
10:23-24) Entonces corrieron y lo trajeron de allí;
y puesto en medio del pueblo, desde los hombros arriba era más alto que todo el
pueblo. Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido
Jehová, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó
con alegría, diciendo: ¡Viva el rey!
Aquí
Samuel aprovechó a recordar al pueblo las leyes de un reinado en Israel (heb. Mishpat
HaMelujá).
(1 Samuel
10:25) Samuel recitó luego al pueblo las leyes del
reino, y las escribió en un libro, el cual guardó delante de Jehová.
Después
de esto, cada quien regresó a su casa, incluyendo a Saúl.
(1 Samuel
10:26) Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a
su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los hombres de
guerra cuyos corazones Dios había tocado.
Aunque
lo había reconocido como rey, Saúl no se fue a vivir a un palacio sino que
regresó a su propia casa en Gabaa. Pero desde ese momento se formó un séquito
de hombres (heb. Jayil, lit. ejército), que eventualmente
formarían el ejército del reino.
Unos
recibieron a Saúl como brazos abiertos, pero otros lo menospreciaron.
(1
Samuel 10:27) Pero algunos perversos dijeron:
¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente;
mas él disimuló.
La
palabra que se traduce como “hombres perversos”, en hebreo dice: Bnei
Belial (lit. Hijos de Belial, que significa: buenos para nada, sin
valor, improductivos, destructores). Esta es la misma expresión con que la
Biblia describe a los hijos de Eli (1 Sam. 2:12), hombres corruptos. Estos
hombres perversos reflejan el problema medular de la petición de un rey humano:
ellos buscaban que el rey los salvara. Pero esta es una expectativa irreal
porque los seres humanos no son perfectos y fallan, pero el único que salva sin
fallar es Dios.
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