En el
capítulo anterior (1 Sam. 8), leímos sobre la petición de los israelitas por un
rey. A pesar de las advertencias que Dios les dio, ellos insistieron, y el
Señor les dio lo que pidieron. El primer rey de Israel no fue elegido según
la voluntad de Dios, sino conforme al deseo del pueblo. En el libro de Hechos
se menciona esto, y también señala lo que estaba en el corazón de Dios:
(Hechos
13:20-23) Después, como por cuatrocientos
cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego pidieron
rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de
Benjamín, por cuarenta años. Quitado éste, les levantó por rey a
David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí,
varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. De la
descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por
Salvador a Israel.
La
intención de Dios era elegir a David como el primer rey de Israel, de cuyo
linaje vendría el Mesías. Pero el pueblo se adelantó y pidió un rey “como las
demás naciones”, y según ese deseo fue elegido Saúl, el hombre más alto
y apuesto de todo Israel.
Saúl venía de la tribu de Benjamín. Nadie hubiera imaginado que el rey sería elegido de entre ellos, ya que poco tiempo atrás esa tribu estuvo a punto de desaparecer, pues todo Israel se volteó en su contra cuando un gran pecado se cometió allí sin impunidad (Jueces 19 y 20). Luego de una guerra, la tribu sobrevivió por milagro, y entre los sobrevivientes estaba la familia del primer rey de Israel.
(1 Sam 9:1-2) Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita.
Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre
los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba
sobrepasaba a cualquiera del pueblo.
El
padre de Saúl era Cis, un hombre importante en su tribu. Sin embargo, su
nombre tiene una connotación negativa, ya que en hebreo es Kish que
significa: torcido. En contraste, Saúl (heb. Shaul)
significa: deseado. Este nombre es significativo, ya que él era el hombre
deseado por el pueblo.
ENCUENTRO
CON SAMUEL
Samuel era la autoridad espiritual de Israel en aquellos tiempos. Él era juez y profeta; por lo tanto, era el indicado para ungir al rey.
Samuel era la autoridad espiritual de Israel en aquellos tiempos. Él era juez y profeta; por lo tanto, era el indicado para ungir al rey.
Curiosamente,
Samuel no salió a buscarlo. Más bien, Dios hizo que Saúl se cruzara por el
camino del profeta de una forma providencial. Una situación inesperada llevó a
Saúl al lugar donde se encontraba Samuel. Dios usó unas asnas para reunir al
profeta y al próximo rey de Israel.
(1 Sam
9:3-6) Y se habían perdido las asnas de Cis,
padre de Saúl; por lo que dijo Cis a Saúl su hijo: Toma ahora contigo alguno de
los criados, y levántate, y ve a buscar las asnas. Y él pasó el monte de
Efraín, y de allí a la tierra de Salisa, y no las hallaron. Pasaron luego por
la tierra de Saalim, y tampoco. Después pasaron por la tierra de Benjamín, y no
las encontraron. Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su criado
que tenía consigo: Ven, volvámonos; porque quizá mi padre, abandonada la
preocupación por las asnas, estará acongojado por nosotros. Él le
respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre
insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos
dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino.
Saúl fue a buscar al profeta para un propósito personal, sin sospechar que ese
encuentro le llevaría a un propósito mayor. Saúl y su siervo querían algo del
profeta, y por eso sintieron sentían la necesidad de llevarle algo como
compensación por “la profecía”.
(1 Sam 9:7-9) Respondió Saúl a su criado:
Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos al varón? Porque el pan de nuestras alforjas
se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué tenemos?
Entonces volvió el criado a responder a Saúl, diciendo: He aquí se halla en mi
mano la cuarta parte de un siclo de plata; esto daré al varón de Dios, para que
nos declare nuestro camino.
En
aquellos tiempos los profetas también eran llamados “videntes” (heb. Roé,
del verbo Ver), porque “veían” el futuro. Tristemente, la gente buscaba a los
profetas como “adivinos” para conocer el futuro, y no para buscar la voluntad
de Dios.
(1
Samuel 9:9) Antiguamente en Israel cualquiera que
iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy
se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.
Saúl y su siervo se dispusieron buscar al profeta (1 Sam. 9:10), y en el camino se encontraron a unas mujeres locales, quienes les indicaron que Samuel había llegado al pueblo justamente ese día. No era coincidencia, sino una cita divina.
(1 Samuel
9:11-12) Y cuando subían por la cuesta de la
ciudad, hallaron unas doncellas que salían por agua, a las cuales dijeron:
¿Está en este lugar el vidente?
Ellas, respondiéndoles, dijeron: Sí; helo allí delante de ti;
date prisa, pues, porque hoy ha venido a la ciudad en atención a que el pueblo
tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.
En ese
tiempo, el Tabernáculo estaba en desuso; por ello, Samuel hacía sacrificios
fuera del Santuario (1 Sam. 9:13). Aparentemente ofrecía sacrificios de paz,
que son los únicos que los oferentes podían comer en parte (Lev. 7:11-21).
En el
camino de subida a la ciudad, Saúl se encontró con el profeta. Samuel ya lo
esperaba pues Dios se lo había revelado de antemano.
(1 Samuel
9:14-17) Ellos entonces subieron a la ciudad;
y cuando estuvieron en medio de ella, he aquí Samuel venía hacía ellos para
subir al lugar alto. Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había
revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré
a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi
pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he
mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí. Y luego que
Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste es el varón del cual te hablé;
éste gobernará a mi pueblo.
Saúl no reconoció al profeta, pero Samuel ya sabía quien era y la razón por la que lo buscaba.
(1 Samuel 9:18-20) Acercándose, pues, Saúl a Samuel en medio de la puerta, le dijo: Te ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente. Y Samuel respondió a Saúl, diciendo: Yo soy el vidente; sube delante de mí al lugar alto, y come hoy conmigo, y por la mañana te despacharé, y te descubriré todo lo que está en tu corazón. Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque se han hallado. Mas, ¿para quién es todo lo que hay de codiciable en Israel, sino para ti y para toda la casa de tu padre?
Las palabras del profeta sorprendieron a Saúl, pues no sólo se adelantó a darle la información que buscaba, sino que lo invitó a comer y lo trató como un invitado especial.
(1 Samuel
9:21) Saúl respondió y dijo: ¿No soy yo hijo
de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la
más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me
has dicho cosa semejante?
Samuel
le dio a Saúl un lugar de privilegio entre los invitados, para sorpresa de
todos (1 Sam. 9:22-24). Pero lo más importante aún estaba por venir, pues
Samuel tenía una palabra profética, la cual se la dio a Saúl en privado al día
siguiente.
(1 Samuel 9:26-27) Al otro día madrugaron; y al despuntar el alba, Samuel llamó a Saúl, que estaba en el terrado, y dijo: Levántate, para que te despida. Luego se levantó Saúl, y salieron ambos, él y Samuel. Y descendiendo ellos al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: Di al criado que se adelante (y se adelantó el criado), mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios.
(1 Samuel 9:26-27) Al otro día madrugaron; y al despuntar el alba, Samuel llamó a Saúl, que estaba en el terrado, y dijo: Levántate, para que te despida. Luego se levantó Saúl, y salieron ambos, él y Samuel. Y descendiendo ellos al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: Di al criado que se adelante (y se adelantó el criado), mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios.
En el próximo capítulo leeremos sobre esta palabra profética, y lo que sucedió como consecuencia…
Siempre se me ha hecho extraño el hecho de que el criado le diga a Saúl que hay un varón de Dios por esos rumbos porque en ese entonces Samuel era el juez de todo Israel y debería ser reconocido aunque sea de nombre y título por grandes y chicos en todo el territorio. Y en estos pasajes, solo se menciona como un varón de Dios o profeta, como cualquier otro. Es solo una observación. Dios te bendiga por tus enseñanzas.
ResponderEliminar