En la entrada anterior comenzamos a estudiar sobre el
Pecado del Becerro de Oro. Ahora veremos cómo reaccionó Moisés y las
consecuencias de este pecado…
REACCIÓN DE MOISÉS
Ante la prueba que Dios le hizo, Moisés respondió de
la siguiente manera:
(Éxodo 32:11-12) Entonces
Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se
encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con
gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos
de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu
ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo.
Moisés no defendió al pueblo ni justificó su
desobediencia, porque sabía bien que lo que era justo. Tampoco pensó en sí
mismo y su beneficio personal, sino que primero pensó en Dios. Él pudo
proyectar lo que pasaría con el nombre de Dios entre las naciones, y eso le
preocupó.
La palabra que se traduce como: “Vuelve”, en
hebreo es: Shuv, que literalmente significa: regresar. También se traduce
como: arrepentirse. Por otro lado, la palabra que se traduce como: “Arrepiéntete”,
en hebreo es: Najam, que literalmente es: suspirar,
respirar fuertemente. Por implicación también significa: lamentar, compadecer,
consolar, compadecer.
Moisés también apeló al Pacto que Dios había hecho con
los patriarcas.
(Éxodo 32:13) Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales
has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia
como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta
tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.
Moisés no pensó en sí mismo, sino en Dios. Pidió que el
Plan de Dios se cumpliera, y apeló a la misericordia del Señor para Israel.
Veamos ahora cómo respondió Dios a la petición de
Moisés:
(Éxodo 32:14) Entonces Jehová se
arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.
La traducción tal vez no es la mejor, ya que aquí
también el verbo
que se traduce como “arrepentirse” es Najam (lit. suspirar, fig.
lamentarse, compadecerse). Por principio, Dios no se arrepintió
ya que Él no se equivoca, como dice la Biblia:
(Números
23:19) Dios no es
hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha
dicho El, y no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?
Lo que
Dios hizo fue lamentar lo que pasó y compadecerse. A través de toda esta
experiencia, Dios va a revelar sus atributos de misericordia (como lo veremos
en el próximo capítulo), y también le va a enseñar a Su Puelo sobre el proceso
de arrepentimiento.
En el análisis de esta historia debemos tener cuidado
de no creer que Moisés es más justo que Dios, “logrando convencer” de no
destruir al pueblo. Esta conversación es una prueba sivina para ver revelar dónde
esté el corazón de Moisés. También fue una oportunidad para que Dios revelara
su misericordia. Lo que todo merecemos
es la muerte por haber pecado, pero el Señor nos perdona y nos da otra
oportunidad (Rom. 3:23-24)
DOS
TABLAS DEL TESTIMONIO
Si Dios
no se hubiera compadecido (“arrepentido”), no le habría dado a Moisés las
Tablas de la Ley en ese momento, tal como leemos en los siguientes versículos:
(Éxodo 32:15-16) Y volvió Moisés y descendió
del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas
escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Y las tablas
eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las
tablas.
La Biblia menciona que Dios le dió a Moisés dos
tablas de la Ley (Deut. 5:22), y lo que estaba allí escrito eran los “10
Mandamientos”, las palabras que todo el pueblo oyó en el día de Pentecostés
(heb. Shavuot, lit. Semanas).
(Deut. 9:10-11)
y
me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas
estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en
medio del fuego, el día de la asamblea. Sucedió al fin de los cuarenta días y
cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del
pacto.
¿Por qué dos tablas? Algunos creen que en una Tabla
estaban escritos los mandamientos que enseñan sobre la relación del hombre con
Dios, y en la otra los que hablan de la relación del hombre con su prójimo.
Pero también hay otra interpretación que dice que las dos Tablas son dos
copias del mismo documento, tal como se hace en una alianza o un
pacto.
LAS TABLAS DEL PACTO FUERON ROTAS
En la cima del monte, Moisés le pidió a Dios que
aplacara su ira, pero cuando él llegó al campamento él también se encendió en
ira al ver con sus propios ojos lo que el pueblo había hecho.
(Éxodo 32:19) Y aconteció que
cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de
Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.
El pueblo quebrantó el pacto, y en señal de ello Moisés
quebró las Tablas del Pacto.
En la tradición judía, se considera el evento en el
Monte Sinai como el compromiso matrimonial entre Dios y Su Pueblo. Y al caer en
la idolatría del becerro de oro, ese pecado se puede comparar con un adulterio
espiritual.
(Jeremías
31:32b) …porque ellos invalidaron
mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
FIN DEL BECERRO
A continuación, la Biblia explica lo que Moisés hizo
con la figura del becerro.
(Éxodo 32:20) Y tomó el becerro que habían hecho, y lo
quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las
aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.
Moisés destruyó la imagen falsa, tal como Dios había
dicho que se hiciera con los ídolos (Deu. 7:5-6,25). Pero fue más allá, y lo hizo polvo, lo
mezcló con agua, y les obligó a beberlo. De esta forma, se aseguraban que no
quedara ni rastro del becerro, ni del oro con que fue hecho.
RECLAMO A AARON
Como era de esperar, Moisés confrontó a Aarón y le
reclamó por qué había permitido tal cosa.
(Éxodo 32:21) Y dijo Moisés a
Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?
Ésta fue la respuesta de Aarón:
(Éxodo 32:22) Y respondió Aarón:
No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal.
Curiosamente,
Aarón le dijo a Moisés lo mismo que Moisés le había dicho a Dios: “No se
encienda la ira de mi señor.” Lamentablemente, Aarón no reconoció su propia
falta; más bien, se excusó echándole la culpa al pueblo.
(Éxodo 32:23-24) Porque me dijeron: Haznos
dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos
sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y yo les
respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y
salió este becerro.
Este es
el aspecto negativo del carácter pacificador de Aarón. El quería quedar bien con todos. Moisés no
excusó a su hermano; más bien, señaló que Aarón no había sido un buen líder al
permitirles hacer el mal sin estorbo, y aún colaborar.
HORA
DE DEFINICIÓN
Para el
momento en que Moisés llegó, la fiesta en honor al becerro ya se había salido
de control. Aarón les había permitió hacer lo que querían, el pueblo se había
desenfrenado. Pero Moisés no lo permitiría, y actuó para ponerle fin a la
locura.
(Éxodo 32:25-26) Y viendo Moisés que el pueblo
estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus
enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está
por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.
Había
llegado la hora de la definición. Los israelitas debían escoger si estaban del
lado de Dios o no. Los que se pusieron de inmediato del lado de Moisés fueron
los levitas.
(Éxodo 32:27-29) Y él les dijo: Así ha dicho
Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y
volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a
su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al
dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. Entonces
Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado
en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros.
El
pueblo debía definirse si estaba con Dios o en contra. Era una decisión de vida
o muerte: si no se sometían a Dios, debían morir. Suena drástico, pero si no se
realizaba esta limpieza, al final todos morirían (1 Cor. 5:4-6; Gal. 5:9). En
esos momentos en que uno debe elegir entre quedar bien con Dios o con la
familia o amigos, uno debe cuidarse de escoger al Señor (Mateo 10:34-37).
PIDE
MISERICORDIA
Luego
del Pecado del Becerro de Oro, los israelitas sabían que habían fallado a Dios.
También estaban conscientes que merecían el castigo (que era la muerte). Pero
Moisés sabía que Dios también era misericordioso, y se dispuso a pedir perdón
en nombre de todo el Pueblo:
(Éxodo
32:30-32) Y aconteció
que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran
pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro
pecado. Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha
cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones
ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.
Al
pedir misericordia para Israel, Moisés no pidió a Dios que pasara por alto el
castigo, ya que Dios no puede dejar de ser justo—o dejaría de ser perfecto. Más
bien, Moisés se ofreció como “sustituto”, una especie de propiciación para
pagar por el pecado del Pueblo.
RESPUESTA
DE DIOS
¿Aceptó
Dios la propuesta de Moisés de pagar por el pecado de Israel? Leamos la
respuesta a continuación:
(Éxodo
32:33-34) Y Jehová
respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro. Ve,
pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá
delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.
Aunque
la intención de Moisés haya sido buena, él no es el lo suficientemente justo
como para justificar a todo un pueblo (Ecl. 7:20; Rom. 3:9-12). Sólo alguien
perfecto podría hacerlo, y ése es Jesús (1 Pedro 1:18-20).
A través de esta experiencia de Moisés, (al pedir
perdón por el pecado del becerro de oro y ofrecerse como sustituto), vemos la
sombra de la revelación del Mesías, quien entregó su vida por nosotros (Rom.
3:24-26). Jesús murió por todo el mundo,
pero quien accesa a su perdón y expiación son aquellos que reconocen su pecado
y se arrepienten.
En el
próximo capítulo seguiremos leyendo sobre las consecuencias del Pecado del
Becerro de Oro…
Estudios de
otros capítulos de este libro: Éxodo
Clase virtual de este libro: Audio de
Éxodo
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