lunes, 12 de junio de 2017

EXODO 20:18-23. Reacción a la Experiencia del Sinaí


La experiencia en el Monte Sinaí fue un evento espectacular que sobrepasó las expectativas de los israelitas. Ellos habían presenciado muchas señales y prodigios en los últimos meses, incluyendo las plagas y los milagros en el desierto; pero nada se comparaba al día en que la presencia de Dios descendió sobre el Monte Sinaí, a los ojos de todo el pueblo de Israel.
(Éxodo 20:18) Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. 

Por primera vez en la historia, Dios habló directamente con todo un pueblo.
(Deut. 5:4-5) Cara a cara habló el Eterno con vosotros en el monte de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre el Eterno y vosotros, para declararos la palabra del Eterno; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte.

La presencia de Dios se sintió tan fuerte en el Monte Sinaí, que los israelitas tuvieron miedo. Por eso le pidieron lo siguiente a Moisés:
(Éxodo 20:19)  Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.

Moisés les dijo que no temieran, y les aclaró que no iban a morir (mientras respetaran el límite establecido por Dios). Esa experiencia temible no era para que murieran sino para que concieran la grandeza de Dios y le temieran.
(Éxodo 20:20) Y respondió Moisés al pueblo: No temáis; porque para probaros ha venido Dios, y para que su temor esté ante vosotros a fin de que no pequeis. 

Moisés no se “inventó” esta respuesta, sino vino por revelación. En Deuteronomio Moisés cuenta lo que oyó de Dios en esa ocasió, y cuál fue la reacción del Señor ante la preocupacion de los israelitas:
(Deu. 5:28-29) Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, cuando me hablabais; y me dijo Jehová: He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado: bien está todo lo que han dicho. ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen, y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!

El temor de Dios (no miedo sino temor reverente) despierta la conciencia de las consecuencias de las acciones, y lo lleva a uno a la obediencia.
(Deu. 10:12-13) Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?

MOISÉS SIGUE OYENDO
En la narrativa de Deuteronomio, queda claro que Dios no había terminado de hablar cuando el pueblo lo interrumpió. Los Diez Mandamientos eran tan sólo la introducción de la Ley. Dios iba a seguir hablando ante todos, pero tras la interrupción del pueblo, el Señor siguió la conversación sólo con Moisés. Luego él les transmitiría el mensaje a todo Israel. Ésto fue lo que le dijo Dios entonces:
(Deu. 5:30-33) Ve, diles: Volveos a vuestras tiendas. Y tú quédate aquí conmigo, y te diré todos los mandamientos, y estatutos, y derechos que les has de enseñar, a fin que los pongan ahora por obra en la tierra que yo les doy para poseerla. Mirad, pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado: no os apartéis a derecha ni a izquierda. Andad en todo camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis, y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.

SE ALEJARON
Mientras que Moisés subió al monte para oír el resto de la Ley, la Biblia dice que los israelitas se alejaron.
(Éxodo 20:21) Y el pueblo se mantuvo a lo lejos; y Moisés penetró en las densas tinieblas en donde estaba Dios.

El primer mensaje que Dios le dio a Moisés parece una repetición:
(Éxodo 20:22-23) Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.

A primera vista, podría parecer que volvió a mencionar el segundo mandamiento (en contra de la idolatría); pero, en realidad, era una advertencia para que no cayeran en el pecado del Becerro de Oro (el cual estudiaremos más tarde). Dios comenzó dándoles ese mensaje para darles la oportunidad de no caer en ese error.

La frase “No hagáis Conmigo”, se puede traducir literalmente: “No hagan de Mí”.
Algunos comentaristas lo interpretan como la advertencia para que no hagan una falsa imagen de Dios. Ese tipo de idolatría es más sutil, ya que pretende adorar a Dios, pero en realidad es una imagen falsa de Él. (Nota: Profundizaremos más en este tema cuando estudiemos el Pecado del Becerro de Oro, en el cap. 32).


Estudios de otros capítulos de este libro: Éxodo
Clase virtual de este libro: Audio de Éxodo


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