La
experiencia en el Monte Sinaí fue un evento espectacular que sobrepasó las
expectativas de los israelitas. Ellos habían presenciado muchas señales y
prodigios en los últimos meses, incluyendo las plagas y los milagros en el
desierto; pero nada se comparaba al día en que la presencia de Dios descendió
sobre el Monte Sinaí, a los ojos de todo el pueblo de Israel.
(Éxodo
20:18) Todo el pueblo observaba el estruendo y los
relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el
pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos.
Por primera
vez en la historia, Dios habló directamente con todo un pueblo.
(Deut.
5:4-5) Cara a cara habló el Eterno con vosotros en
el monte de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre el Eterno y vosotros,
para declararos la palabra del Eterno; porque vosotros tuvisteis temor del
fuego, y no subisteis al monte.
La
presencia de Dios se sintió tan fuerte en el Monte Sinaí, que los israelitas
tuvieron miedo. Por eso le pidieron lo siguiente a Moisés:
(Éxodo 20:19) Y dijeron a
Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con
nosotros, para que no muramos.
Moisés les
dijo que no temieran, y les aclaró que no iban a morir (mientras respetaran el
límite establecido por Dios). Esa experiencia temible no era para que murieran
sino para que concieran la grandeza de Dios y le temieran.
(Éxodo
20:20) Y respondió Moisés al pueblo: No temáis;
porque para probaros ha venido Dios, y para que su temor esté ante vosotros a
fin de que no pequeis.
Moisés no
se “inventó” esta respuesta, sino vino por revelación. En Deuteronomio Moisés cuenta
lo que oyó de Dios en esa ocasió, y cuál fue la reacción del Señor ante la
preocupacion de los israelitas:
(Deu.
5:28-29) Y oyó Jehová la voz de vuestras
palabras, cuando me hablabais; y me dijo Jehová: He oído la voz de las palabras
de este pueblo, que ellos te han hablado: bien está todo lo que han
dicho. ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen, y guardasen
todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese
bien para siempre!
El temor de
Dios (no miedo sino temor reverente) despierta la conciencia de las
consecuencias de las acciones, y lo lleva a uno a la obediencia.
(Deu. 10:12-13) Ahora, pues, Israel, ¿qué pide
Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus
caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con
toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te
prescribo hoy, para que tengas prosperidad?
MOISÉS
SIGUE OYENDO
En la
narrativa de Deuteronomio, queda claro que Dios no había terminado de hablar
cuando el pueblo lo interrumpió. Los Diez Mandamientos eran tan sólo la
introducción de la Ley. Dios iba a seguir hablando ante todos, pero tras la
interrupción del pueblo, el Señor siguió la conversación sólo con Moisés. Luego
él les transmitiría el mensaje a todo Israel. Ésto fue lo que le dijo Dios
entonces:
(Deu.
5:30-33) Ve, diles: Volveos a vuestras
tiendas. Y tú quédate aquí conmigo, y te diré todos los mandamientos, y
estatutos, y derechos que les has de enseñar, a fin que los pongan ahora por
obra en la tierra que yo les doy para poseerla. Mirad, pues, que hagáis
como Jehová vuestro Dios os ha mandado: no os apartéis a derecha ni a
izquierda. Andad en todo camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que
viváis, y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de
poseer.
SE
ALEJARON
Mientras
que Moisés subió al monte para oír el resto de la Ley, la Biblia dice que los
israelitas se alejaron.
(Éxodo
20:21) Y el pueblo se mantuvo a lo lejos; y Moisés
penetró en las densas tinieblas en donde estaba Dios.
El primer
mensaje que Dios le dio a Moisés parece una repetición:
(Éxodo 20:22-23) Y
Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto
que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata,
ni dioses de oro os haréis.
A primera
vista, podría parecer que volvió a mencionar el segundo mandamiento (en contra de la
idolatría); pero, en realidad, era una advertencia para que no cayeran en el
pecado del Becerro de Oro (el cual estudiaremos más tarde). Dios comenzó
dándoles ese mensaje para darles la oportunidad de no caer en ese error.
La frase “No hagáis Conmigo”, se puede traducir
literalmente: “No hagan de Mí”.
Algunos
comentaristas lo interpretan como la advertencia para que no hagan una falsa
imagen de Dios. Ese tipo de idolatría es más sutil, ya que pretende adorar a
Dios, pero en realidad es una imagen falsa de Él. (Nota: Profundizaremos más en
este tema cuando estudiemos el Pecado del Becerro de Oro, en el cap. 32).
Estudios de otros capítulos de este libro: Éxodo
Clase virtual de este libro: Audio de
Éxodo
Son muy simples sus explicaciones.
ResponderEliminarMuy bueno
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