SOLICITUD DE UNA MADRE
Entre el grupo de seguidores de Jesús, también estaban
muchas mujeres (Marcos 15:40-41), entre las cuales iba una llamada Salomé, que
era madre de dos de los discípulos: Jacobo y Juan. Ellos fueron de los primeros
que fueron llamados por Jesús (Mateo 4:21-22).
Dado que Jesús acababa de decir que habría recompensa por
haberlo dejado todo para seguirle, Salomé decidió interceder a favor de sus hijos, para que
ellos fueran elegidos entre los principales del Reino de Dios.
(Mateo 20:20-21) Entonces se le acercó la madre de los hijos de
Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres?
Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a
tu derecha, y el otro a tu izquierda.
En tiempos bíblicos, las personas se sentaban a la mesa en
orden de importancia o por edad. A la cabecera se sentaba la autoridad; y a su
mano derecha se sentaba el segundo a cargo, y a la izquierda el que seguía en
importancia. Por lo tanto, lo que la madre le estaba pidiendo a Jesús es que
sus dos hijos fueran elegidos para ser los más importantes del Reino de Dios,
luego de Jesús.
Es natural que toda madre desee para sus hijos lo mejor.
Pero, veamos ahora lo que Jesús pensó de esta petición…
(Mateo 20:22) Entonces Jesús
respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de
beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le
dijeron: Podemos.
Aquí Jesús no sólo le preguntó a la madre, sino también a
los hijos si estaban dispuestos a pagar el precio por seguirlo. Al responder
que sí, Jesús les dijo lo siguiente:
(Mateo 20:23) El les dijo: A
la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado,
seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío
darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
Jacobo y Juan seguramente estaban pensando en los
privilegios que tiene ser los principales en el Reino de Dios. Tal vez se
vieron a sí mismos sentados en la mesa del palacio real, bebiendo el vino del
rey. Pero Jesús les aclaró que antes de eso iban a sufrir como él.
Efectivamente así sucedió: Jacobo fue el primero de los discípulos en morir por
su fe.
(Hechos 12:1-2) En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a
algunos de la iglesia para maltratarles.
Y mató a espada a Jacobo, hermano
de Juan.
Juan fue el último en morir, pero sufrió gran persecución. Según
la tradición, él fue obispo de Efeso, donde escribió sus tres cartas. Luego fue
exiliado a la isla de Patmos, donde recibió la revelación de Apocalipsis.
(Apocalipsis 1:9) Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en
la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla
llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
EL MAYOR EN EL REINO
Cuando los otros diez discípulos oyeron que Jacobo y Juan
estaban apelando por los lugares de preeminencia, se enojaron contra los dos
hermanos (Mateo 20:24). En ese momento, Jesús aprovechó a darles una lección sobre
los puestos de autoridad en el Reino de Dios:
(Mateo 20:25) Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes
ejercen sobre ellas potestad.
En el mundo, los gobernantes se enseñorean de los demás, y
usan a los otros para servirlos a ellos; pero Jesús enseña que en el Reino de
Dios es lo opuesto:
(Mateo 20:26-28) Mas entre vosotros no será así, sino que el que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser
el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino
para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos.
DOS CIEGOS
Cuando Jesús y sus discípulos pasaron por Jericó, mucha
gente se les acercó. Entre ellos había dos ciegos que pidieron sanidad:
(Mateo 20:29-31) Al salir
ellos de Jericó, le seguía una gran
multitud. (30) Y dos ciegos que estaban sentados junto al
camino, cuando oyeron que Jesús
pasaba, clamaron, diciendo:
¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! (31) Y
la gente les reprendió para que callasen;
pero ellos clamaban más,
diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
Como ya mencionamos con anterioridad, el hecho que le llamara
“Hijo de David” era equivalente a que lo reconociera como el Mesías y el
próximo rey de Israel (Jer. 23:5; Isa. 9:6-7; 2 Samuel 7; Salmo 110). Jesús
tuvo misericordia, y se detuvo a hablar con ellos:
(Mateo 20:32) Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis
que os haga?
Podría parecer obvio que lo que ellos querían era recuperar
su vista. Pero Jesús quería que ellos formularan la petición—si querían una
limosna, o sanidad. Muchas veces no recibimos porque no pedimos, o porque
pedimos mal (Mateo 7:7; Santiago 4:2-3). Al preguntarles, ellos formularon lo
que querían:
(Mateo 20:33) Ellos le dijeron:
Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
Jesús les respondió favorablemente.
(Mateo 20:34) Entonces Jesús,
compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le
siguieron.
Los ciegos no sólo pudieron ver físicamente, sino que les
fueron abiertos sus ojos espirituales reconociendo a Jesús como el Mesías. Ya
no sabemos qué pasó con ellos, pero aquí dice que le siguieron, lo cual es aún
más trascendente que el milagro natural.
Más estudios de este Evangelio en la pestaña: MATEO
También disponible en audio: AUDIO
de MATEO
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