miércoles, 28 de mayo de 2014

HECHOS 10. Pedro y Cornelio


Mientras que Pedro estaba visitando y enseñando a los creyentes en Jope (heb. Yafo), en un puerto al norte un hombre romano recibió una visión divina que lo conectaría con Pedro…
(Hechos 10:1) Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada la Italiana. 

Cornelio era un centurión romano, es decir, un militar romano que tenía a su cargo un centenar de soldados. El estaba localizado en Cesarea, que era un gran puerto que los romanos habían construido en la costa de Israel (actualmente localizado entre Tel Aviv y Haifa).  Este puerto fue construido por Herodes el Grande, y fue dedicado a César Augusto.  Alrededor del puerto creció la ciudad de Cesarea Marítima, la cual se convirtió en sede de los romanos en la Provincia de Judea (una de las colonias del imperio romano, cuyo nombre fue posteriormente cambiado a “Siria Palestina” en el año 134, como reacción a las revueltas de los judíos en la región). 

La relación entre judíos y romanos no era la más cordial en el tiempo de los Hechos.  Por eso podría parecer extraña la descripción que se hace de Cornelio, el centurión romano…
(Hechos 10:1-2) Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada la Italiana,  (2)  piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo judío y oraba a Dios continuamente. 

Evidentemente, Cornelio era creyente en el Dios de Israel…él y toda su casa.  Él no escondía su fe, sino la vivía en pleno, no sólo de palabra sino de hecho.  Lucas se refiere a él como “piadoso y temeroso de Dios”.  La única otra ocasión en que Lucas usa la palabra que se traduce como “piadoso” (gr. Eusebes) es en relación a Ananías, “hombre piadoso según las normas de la ley, y de quien daban buen testimonio”(Hechos 22:12)

Es interesante notar que aunque Cornelio estaba en Cesarea y no en Jerusalén, él oraba a la misma hora en la que se hacían en el Templo las oraciones diarias del sacrificio continuo (heb. KorbanTamid; Exo 29:38-42), esto es a las 9 am (hora tercera de los romanos) y a las 3 pm (hora novena). 

Mientras que Cornelio se disponía a hacer la oración de la tarde, el Señor le mandó un mensaje a través de un ángel…
(Hechos 10:3-6)  Como a la hora novena del día, vio claramente en una visión a un ángel de Dios que entraba a donde él estaba y le decía: Cornelio.  (4)  Mirándolo fijamente y atemorizado, Cornelio dijo: ¿Qué quieres, Señor? Y él le dijo: Tus oraciones y limosnas han ascendido como memorial delante de Dios.  (5)  Despacha ahora algunos hombres a Jope, y manda traer a un hombre llamado Simón, que también se llama Pedro.  (6)  Este se hospeda con un curtidor llamado Simón, cuya casa está junto al mar. 

Aunque Cornelio era romano, él quería saber más de Dios.  Pero por ser gentil, el acceso al Templo y a los judíos era limitada para él.  No obstante, Cornelio oró a Dios, y Él le respondió. 

Por muy extrañas que le parecieran las instrucciones del ángel, Cornelio respondió y actuó de inmediato…
(Hechos 10:7-8)  Y después que el ángel que le hablaba se había ido, Cornelio llamó a dos de los criados y a un soldado piadoso de los que constantemente le servían, (8) y después de explicarles todo, los envió a Jope. 

Cornelio no escogió a cualquiera para esta misión.  El envió a personas temerosas de Dios. 

PREPARACIÓN DE PEDRO
Mientras los enviados de Cornelio iban en camino, el Señor preparó a Pedro para recibirlos.  Hasta el momento Pedro sólo había ministrado a judíos y a los samaritanos (que eran una mezcla entre israelitas y gentiles), pero nunca a romanos, a quienes los consideraban impuros. Ese rechazo no era por prejuicio racial, ni porque los consideraran sucios físicamente, sino se trata de una “impureza ritual”.  En la Torá están descritas las acciones y cosas que pueden hacer que una persona se vuelva “impura”, y eso le impide poder entrar al Templo, hasta pasar por la debida purificación.  Por ello, muchos judíos se mantenían alejados de los gentiles para no contaminarse…y Pedro era uno de ellos. 

Pedro no se juntaba con gentiles, pero Dios estaba a punto de cambiarle la opinión con una experiencia que lo sacó fuera de su zona de comodidad…
(Hechos 10:9-10)  Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar como a la hora sexta.  (10) Tuvo hambre y deseaba comer; pero mientras le preparaban algo de comer, le sobrevino un éxtasis.

Pedro estaba hospedado en la casa de Simón el curtidor, un judío que vivía en Jope.  El subió a la terraza de la casa a mediodía (hora sexta), a la hora del almuerzo.  Es interesante como Dios utiliza las circunstancias naturales de la vida para hablarnos, tal como lo hizo con Pedro…
(Hechos 10:11-14)  y vio el cielo abierto y un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado a la tierra por las cuatro puntas;  (12)  había en él toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra, y aves del cielo.  (13)  Y oyó una voz: Levántate, Pedro, mata y come.  (14)  Mas Pedro dijo: De ninguna manera, Señor, porque yo jamás he comido nada impuro o inmundo. 

Tal vez Pedro pensó que lo estaban poniendo a prueba, pues tenía mucha hambre.  Pero él sabía muy bien que no debía comer animales impuros, tal como lo señala la Palabra de Dios (Deut. 14).  Leamos lo que dice Levítico al respecto…
(Levítico 11:1-4)  El SEÑOR habló a Moisés y a Aarón, diciéndoles: (2) Hablad a los hijos de Israel, y decidles: Estos son los animales que podréis comer de entre todos los animales que hay sobre la tierra.(3) De entre los animales, todo el que tiene pezuña dividida, formando así cascos hendidos, y rumia, éste comeréis. (4)  Sin embargo, de los que rumian o tienen pezuña dividida, no comeréis éstos: el camello, porque aunque rumia no tiene pezuña dividida; será inmundo para vosotros.
(Levítico 11:9-10)  De todos los animales que hay en las aguas, podréis comer éstos: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas, en los mares o en los ríos, podréis comer.  (10) Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en los mares y en los ríos, entre todo lo que se mueve en las aguas y entre todas las criaturas vivientes que están en el agua, os serán abominación

Luego añade también las aves de rapiña, los insectos alados de cuatro patas, los animales que se arrastran.

Al final del capítulo termina diciendo:
(Levítico 11:44-47)  Porque yo soy el SEÑOR vuestro Dios. Por tanto, consagraos y sed santos, porque yo soy santo. No os contaminéis, pues, con ningún animal que se arrastra sobre la tierra.  (45)  Porque yo soy el SEÑOR, que os he hecho subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; seréis, pues, santos porque yo soy santo. (46)  Esta es la ley acerca de los animales, de las aves, de todo ser viviente que se mueve en las aguas y de todo animal que se arrastra sobre la tierra,  (47)  para hacer distinción entre lo inmundo y lo limpio, entre el animal que se puede comer y el animal que no se puede comer.

Pedro conocía bien todas estas leyes de los animales que se podían comer, y había cumplido con ellas.  Por eso le extrañó en gran manera que una voz del cielo le dijere: “Mata y come”.   Tal vez pensó que el diablo le estaba tentando.  Pero para su sorpresa, la voz del cielo le volvió a hablar:
(Hechos 10:15-16)  De nuevo, por segunda vez, llegó a él una voz: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro.  (16)  Y esto sucedió tres veces, e inmediatamente el lienzo fue recogido al cielo. 

Pedro estaba confundido, y no entendía lo que la visión significaba, ya que sabía bien lo que estaba escrito en la Palabra de Dios.  ¿Acaso Dios iba a ir en contra de su propia orden? Pedro se preguntaba qué significaba la visión, y la respuesta no tardó en llegar…
(Hechos 10:17-20)  Mientras Pedro estaba perplejo pensando en lo que significaría la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, después de haber preguntado por la casa de Simón, aparecieron a la puerta;  (18)  y llamando, preguntaron si allí se hospedaba Simón, el que también se llamaba Pedro.  (19)  Y mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: Mira, tres hombres te buscan.  (20)  Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque yo los he enviado. 

El Espíritu Santo le reveló que las tres visiones tenían que ver con los tres hombres que llegaban a buscarle.  En términos normales, él no dejaría entrar a la casa a hombres gentiles que eran impuros.  Tampoco se iría con ellos.  Pero el Señor lo preparó con esa visión para recibirlos, escuchar su petición y luego acompañarlos.  
(Hechos 10:21-23)  Pedro descendió a donde estaban los hombres, y les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?  (22)  Y ellos dijeron: A Cornelio el centurión, un hombre justo y temeroso de Dios, y que es muy estimado por toda la nación de los judíos, le fue ordenado por un santo ángel que te hiciera venir a su casa para oír tus palabras.  (23)  Entonces los invitó a entrar y los hospedó. Al día siguiente se levantó y fue con ellos, y algunos de los hermanos de Jope lo acompañaron. 

Antes, Pedro no se hubiera ido con gentiles.  Pero el Señor preparó su corazón, no sólo para recibir a esos tres enviados y visitar a Cornelio, quien era un creyente en Dios, sino también para romper paradigmas y darse cuenta que el Evangelio se extendería más allá de las fronteras de Israel…

EN CASA DE CORNELIO
Al llegar a la casa de Cornelio, Pedro compartió la revelación que tuvo.  En términos normales, él no habría entrado a la casa de un gentil, pero el Señor estaba abriendo puertas a los gentiles para que entren al Reino de Dios…
(Hechos 10:24-29)  Al otro día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos íntimos.  (25)  Y sucedió que cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió a recibirlo, y postrándose a sus pies, lo adoró.  (26)  Mas Pedro lo levantó, diciendo: Ponte de pie; yo también soy hombre.  (27)  Y conversando con él, entró y halló mucha gente reunida.  (28)  Y les dijo: Vosotros sabéis cuán ilícito es para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo;  (29)  por eso, cuando fui llamado, vine sin poner ninguna objeción. Pregunto, pues, ¿por qué causa me habéis enviado a llamar? 

¿Qué dice la Torá al respecto?  En realidad, no hay una ley expresa en la Torá que prohiba que un israelita entre en la casa de un gentil.  Lo que está prohibido era hacer alianzas con los gentiles y comer de lo sacrificado a los ídolos, que era común cuando se comía carne en la antigüedad.  Eso sí está escrito en la Torá (Exo. 34:12-16).  La supuesta prohibición de entrar en la casa de los gentiles fue añadida por los rabinos, tal vez como un vallado alrededor de la Torá.  Se había vuelto en una práctica judía común en el tiempo en que los romanos controlaban la Tierra Santa (Ej. Juan 18:28).  Son esos muros hechos por hombres los que separan a los judíos de los cristianos.  Jesús derribó esos muros de separación (Efe. 2:13-22), lo cual se confirma con la historia de Pedro y Cornelio. 


RESPUESTA A LA ORACIÓN
La visita de Pedro fue la respuesta a la oración de Cornelio. 
(Hechos 10:30-32)  Y Cornelio dijo: A esta misma hora, hace cuatro días, estaba yo orando en mi casa a la hora novena; y he aquí, un hombre con vestiduras resplandecientes, se puso delante de mí,  (31)  y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus obras de caridad han sido recordadas delante de Dios.  (32)  Envía, pues, a Jope, y haz llamar a Simón, que también se llama Pedro; él está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.

Tal vez Cornelio no sabía la razón por la que Pedro debía llegar con ellos ni sospechaba lo que él les hablaría, pero él sabía que el Señor le había indicado invitar al apóstol, y lo hizo…
(Hechos 10:33)  Por tanto, envié por ti al instante, y has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado. 

No sólo Cornelio y sus amigos tenían algo que aprender.  También Pedro estaba aprendiendo de este proceso. 
(Hechos 10:34-35)  Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas,  (35)  sino que en toda nación el que le teme y hace lo justo, le es acepto. 

En la religión judía, para ser “aceptados”, debían pasar por un proceso de conversión que consistía de tres pasos: (1) circuncisión; (2) inmersión; (3) sacrificio.  Esto no está escrito en la Torá, sino son requisitos impuestos por el hombre.  A través de esta experiencia, Pedro se dio cuenta que para entrar en el Reino de Dios, lo que el Señor espera es que “teman a Dios y guarden sus mandamientos” (Deut. 10:12; Ecl. 12:13).
(Deut. 10:12-13)  Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma,  (13)  y que guardes los mandamientos del SEÑOR y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien? 

En realidad el concepto de que “Dios no hace acepción de personas” no es algo que se inició en el Nuevo Testamento.  No era una idea nueva.  Este principio está escrito desde la Torá—en el mismo trozo de escritura que estábamos leyendo arriba…
(Deuteronomio 10:14-19)  He aquí, al SEÑOR tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay.  (15)  Sin embargo, el SEÑOR se agradó de tus padres, los amó, y escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a vosotros, de entre todos los pueblos, como se ve hoy.  (16)  Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.  (17)  Porque el SEÑOR vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno.  (18)  El hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido.  (19)  Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.

Pedro y los apóstoles comenzaron a entender que la fe en el Dios de Israel y en Jesús el Mesías (heb. Yeshua HaMashiaj) no era algo exclusivo para los judíos, sino para toda la humanidad.  Esta idea está plasmada desde el llamado a Abraham, cuando el Señor le prometió que todas las naciones de la Tierra serían benditas a través de su descendencia (específicamente una simiente)…
(Génesis 22:16-18)y dijo: Por mí mismo he jurado, declara el SEÑOR, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único,  (17)  de cierto te bendeciré grandemente, y multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar, y tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos.  (18)  Y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque tú has obedecido mi voz.

Pablo explica que esa simiente prometida es Cristo…
(Gal. 3:14,16) …a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe…
(16)  Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: y a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a tu descendencia, es decir, Cristo.

Pedro llegó a entender el mensaje de la visión: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro” (10:15).  Los judíos consideraban a los gentiles como impuros, pero no debían verlos así ya que el Señor les estaba abriendo a ellos también las puertas del Reino de Dios.  Esa fue la lección para Pedro.  Pero ahora él debía compartir con estos gentiles que creían en el Dios de Israel, quienes estaban listos para escuchar el Evangelio…
(Hechos 10:36-43)  El mensaje que El envió a los hijos de Israel, predicando paz por medio de Jesucristo, que El es Señor de todos;  (37)  vosotros mismos sabéis lo que ocurrió en toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó.  (38)  Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El.  (39)  Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz.  (40)  A éste Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara,  (41)  no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos.  (42)  Y nos mandó predicar al pueblo, y testificar con toda solemnidad que este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos.  (43)  De éste dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados. 

Mientras Pedro hacía su parte, compartiendo las Buenas Nuevas del Evangelio, el Espíritu Santo hizo también su parte…
(Hechos 10:44-48)  Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje.  (45)  Y todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles,  (46)  pues les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios. Entonces Pedro dijo:  (47)  ¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?  (48)  Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos unos días.

Al final, Pedro no sólo visitó la casa de Cornelio por un día, sino que se quedó más tiempo para enseñarles y compartirles del Señor.



domingo, 25 de mayo de 2014

HECHOS 9:32-43. Pedro en Lida

Cuando comenzó la persecución en contra de los creyentes en Yeshua (Jesús en español), muchos de ellos huyeron a pueblos y naciones vecinas; sin embargo, la mayoría de los apóstoles se quedaron más tiempo en Jerusalén.  Pero con el tiempo, los apóstoles entendieron que el plan de Dios era expandir el Evangelio, comenzando desdeJerusalén y extendiéndose más allá, tal como Jesús lo había profetizado (Hechos 1:8). 

Cuando los apóstoles oyeron lo que el Señor estaba en otras ciudades, ellos fueron a visitar para compartir y llevar el Evangelio.  Sobre todo, ellos fueron a lugares donde los otros creyentes judíos se habían refugiado (todavía no tenían idea que el Evangelio iba a ser aceptado también por los gentiles).

En uno de sus viajes, Pedro fue a Lida, un pueblo a la orilla del Mar Mediterráneo, cerca de Jope (9:38).  Actualmente Lida es el lugar donde se encuentra el aeropuerto internacional de Israel, cerca de Tel Aviv.
(Hechos 9:32-33)  Y mientras Pedro viajaba por todas aquellas regiones, vino también a los santos que vivían en Lida. 

En Lida, Pedro encontró a un creyente que estaba enfermo. 
(Hechos 9:33)  Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que había estado postrado en cama por ocho años, porque estaba paralítico. 

¿Qué hacía Jesús cuando veía a alguien enfermo? Él lo sanaba.  Pedro siguió el ejemplo del Señor, e hizo lo mismo…
(Hechos 9:34)  Y Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y al instante se levantó. 

De nuevo vemos que los milagros sirven de testimonio del Señor, para que aquellos que lo presencian crean que Dios es real y que Jesús es el Mesías.
(Hechos 9:35) Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor. 

Esto nos recuerda lo que Juan escribió acerca de los milagros de Jesús, al final de Su Evangelio
(Juan 20:30-31)Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro;  (31)  pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.

La sanidad de Eneas no fue la única que presenciaron en ese viaje.  Las noticias de sanidad llegaron a Jope, la ciudad vecina.  Jope hoy se conoce como Jaffa o Yafo (heb.), que queda a la par de Tel Aviv.  En ese tiempo era un importante puerto en Israel, por lo que era una ciudad comercial. 

Desde Jope, mandaron a llamar a Pedro para que orara por la sanidad de una buena mujer que estaba enferma de gravedad…
(Hechos 9:36-38)  Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido al griego es Dorcas); esta mujer era rica en obras buenas y de caridad que hacía continuamente.  (37)  Y sucedió que en aquellos días se enfermó y murió; y lavado su cuerpo, lo pusieron en un aposento alto.  (38)  Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No tardes en venir a nosotros. 


Para cuando Pedro llegó a Jope, Tabita (gr. Dorcas, que significa: gacela) ya había muerto…
(Hechos 9:39)  Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron al aposento alto, y todas las viudas lo rodearon llorando, mostrando todas las túnicas y ropas que Dorcas solía hacer cuando estaba con ellas. 

Aparentemente Tabita era costurera o tejedora, ya que hacía prendas de vestir.  Muchas viudas habían sido beneficiadas por su generosidad, y lamentaban su muerte.

Dado que la mujer ya había muerto, Pedro pudo haber decidido marcharse, pero no lo hizo, sino que buscó la voluntad de Dios...
(Hechos 9:40-41)  Mas Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.  (41)  Y él le dio la mano y la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 

Noten que Pedro oró antes de hacer o decir nada.  El buscó la voluntad de Dios, y supo que el Señor quería levantar de los muertos a esta mujer virtuosa.  Este milagro trajo vida a muchos. 
(Hechos 9:42)  Y esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 

Después de esto, Pedro se quedó en Jope por un tiempo.
(Hechos 9:43)  Y Pedro se quedó en Jope muchos días con un tal Simón, curtidor.

En Jope ya habían creyentes en Yeshua, pues Felipe ya había pasado por allí predicando (Hechos 8:40).  Durante su estadía en ese lugar, Pedro va a recibir una revelación importante, y la estudiaremos en el siguiente capítulo (Hechos 10)…



jueves, 22 de mayo de 2014

HECHOS 9:1-31. Conversión de Saulo



En los capítulos anteriores comenzamos a ver la persecución que se levantó en contra de los creyentes en Jesús.  Esa persecución se recrudeció, al punto que muchos huyeron de Jerusalén.  Pero los creyentes no callaron, sino que a donde iban, daban testimonio de Jesús. 

En lugar de lograr callar el Evangelio, la persecución causó que el mensaje se propagara aún más…
(Hechos 8:4)  Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la palabra.

SAULO
Uno de los opositores más fuertes en contra de los creyentes, en esos primeros años, fue un joven lleno de celo llamado Saulo, quien estuvo presente en la muerte de Esteban.
(Hechos 8:1-3)  Y Saulo estaba de completo acuerdo con ellos en su muerte. En aquel día se desató una gran persecución en contra de la iglesia en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, excepto los apóstoles.  (2)  Y algunos hombres piadosos sepultaron a Esteban, y lloraron a gran voz por él.  (3)  Pero Saulo hacía estragos en la iglesia entrando de casa en casa, y arrastrando a hombres y mujeres, los echaba en la cárcel. 

Viendo la propagación de la fe en Jesús, Saulo no se quedó con los brazos cruzados y se ofreció a perseguirlos más allá de los muros de Jerusalén y las fronteras de Judea…
(Hechos 9:1-2)  Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote,  (2)  y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 

Al final de Hechos está descrita la forma en que Saulo persiguió a la iglesia al principio, y esa descripción fue hecho por él mismo…
(Hechos 26:9-11)  Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret.  (10)  Y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén; no sólo encerré en cárceles a muchos de los santos con la autoridad recibida de los principales sacerdotes, sino que también, cuando eran condenados a muerte, yo daba mi voto contra ellos .  (11)  Y castigándolos con frecuencia en todas las sinagogas, procuraba obligarlos a blasfemar; y enfurecido en gran manera contra ellos, seguía persiguiéndolos aun hasta en las ciudades extranjeras.

EN CAMINO A DAMASCO
El celoso joven Saulo ofreció a los líderes salir a perseguir a los creyentes aun a ciudades lejanas donde muchos se habían refugiado.  Una de estas ciudades era Damasco.

Damasco es la ciudad principal de Siria, nación que queda al norte de Israel, aproximadamente a unos 220 kms de distancia.  Esa ciudad estaba fuera de la jurisdicción de Judea, pero hasta allí persiguieron a los creyentes.  Saulo se ofreció a atrapar a los judíos que habían creído en Yeshua y se habían escondido en otras ciudades.  Estaba dispuesto a ir tan lejos como Damasco, donde había una gran comunidad de judíos.  Él tenía permiso del sumo sacerdote.  Luego de atraparlos, él los llevaría de regreso a Jerusalén (es decir, los repatriaría); y allí se les juzgaría en las cortes religiosas, pues la “falta” que cometían los creyentes judíos no era civil sino religiosa.

Como comentamos en el estudio del capítulo anterior, Saulo perseguía a los cristianos con la intención de defender su religión, y no por intereses personales.  Podría decirse que su intención era “limpia”—pero como dice el refrán: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.   En Proverbios está escrito:
(Proverbios 16:25)  Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de muerte.

Aunque las intenciones de Saulo no eran malas, las acciones que estaba haciendo sí lo eran, y por ello el Señor mismo lo frenó…
(Hechos 9:3-6)  Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo;  (4)  y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?  (5)  Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y El respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues;  (6)  levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 

El Señor mismo se le presentó a Saulo, y le hizo ver que estaba yendo en contra del Plan de Dios.  Evidentemente el Señor vio el corazón de Saulo y su voluntad de defender la verdad.  Dios pudo haberlo frenado y destruido, pero no lo hizo porque Saulo iba a ser usado en el verdadero Plan de Dios. 

En este capítulo no vemos muchos detalles de lo que el Señor le reveló a Saulo, pero en el capítulo 26, él describe con más detalles lo que sucedió…
(Hechos 26:12-15)  Ocupado en esto, cuando iba para Damasco con autoridad y comisión de los principales sacerdotes,  (13)  al mediodía, oh rey, yendo de camino, vi una luz procedente del cielo más brillante que el sol, que resplandecía en torno mío y de los que viajaban conmigo.  (14)  Y después de que todos caímos al suelo, oí una voz que me decía en el idioma hebreo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.  (15)  Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues. 

COCES CONTRA EL AGUIJÓN
El Señor no sólo le habló en hebreo, sino que usó una imagen que era común en aquel tiempo para hacerle ver a Saulo lo que estaba haciendo.  El dijo: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. 

El “Aguijón o aguijada” era un instrumento punzante que era utilizada para enderezar a los bueyes en el arado.  Era un tipo de vara con una punta pequeña de hierro en la extremidad superior, con la cual se pican y aguijonan los bueyes cuando tiran del arado o de la carreta.  Los bueyes necesitan que los piquen de cuando en cuando, para animarlos al trabajo y que sostengan su paso; sin esto, ellos aflojarían el paso hasta el punto de no querer andar. Por otro lado, al otro extremo de la vara, hay una especie de paleta de hierro que sirve al labrador para quitar el lodo cuando se pega al arado, pues este lodo frena a los bueyes en su labor.  A veces los bueyes se molestaban al recibir los aguijones de la vara, y algunos pateaban la vara, pero terminaban más lastimados.

Los sabios judíos comparan la Torá y la enseñanza de los maestros a esos aguijones, debido a lo que está escrito en Eclesiastés:
(Eclesiastés 12:11)  Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados, las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.

En el Midrash (escritos judíos) está escrito que la Torá es un aguijón que el Señor usa para mantenernos en su camino.
(Isaías 48:17-18)  Así dice Jehová, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy Jehová tu Dios, que te enseña para provecho, que te conduce por el camino en que debes andar.  (18)  ¡Oh si hubieras atendido a mis mandamientos! Entonces tu paz habría sido como un río, y tu justicia como las ondas del mar.

Saulo no estaba yendo en contra de la Torá per se, pero sí en contra de la voluntad de Dios y de la enseñanza de su maestro Gamaliel (Hechos 5: 34-39).  Por eso Jesús le dijo: “Dura cosa es dar coces contra el aguijón”.  Al perseguir a los creyentes en Yeshua es como si estuviera persiguiendo al Señor mismo.  Por otro lado, Saulo estaba yendo en contra de lo que había dicho su maestro Gamaliel, quien había recomendado no perseguir a los cristianos.

LLAMADO DE SAULO
En el capítulo 26 de Hechos vemos que el Señor no sólo se le reveló a Saulo, sino que lo llamó para que sirviera a Dios en Su Plan Divino. 
(Hechos 26:16-18)  Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti;  (17)  librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío,  (18)  para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.

CEGUERA TEMPORAL
Saulo no iba solo en esa ocasión; otros hombres lo acompañaban.  Ellos también oyeron la voz, pero no les fueron abiertos sus ojos para ver al Señor. 
(Hechos 9:7-9)  Los hombres que iban con él se detuvieron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie.  (8)  Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco.  (9)  Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. 

Saulo quedó inmovilizado luego del encuentro con el Señor, no sólo por el hecho de haber quedado ciego por ver la presencia de Dios, sino también por la revelación que acababa de recibir.  Seguramente él estaba en estado de “shock”…impactado, anonadado, tratando de entender lo que acababa de experimentar.  Él había llegado a Damasco con el propósito de atrapar a los creyentes en Yeshua que allí se habían escondido.  Según él, lo estaba haciendo para defender su religión, pero ahora había recibido la revelación que Jesús efectivamente era el Señor.  ¿Cómo procesar eso, y cómo hacer un cambio de paradigma tan grande?  Para ayudarlo en la transición, el Señor le envió ayuda…
(Hechos 9:10-12)  Había en Damasco cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: Ananías. Y él dijo: Heme aquí, Señor.  (11)  Y el Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo, porque, he aquí, está orando,  (12)  y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. 



El Señor no sólo le habló a Saulo en el camino a Damasco, sino que le siguió hablando en ese tiempo en que estuvo ciego.   Pero seguramente necesitaba ayuda, y por eso el Señor quería enviar a Ananías para que orara por él.  Pero este siervo de Dios tenía miedo de Saulo por obvias razones…
(Hechos 9:13-14)  Pero Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuánto mal ha hecho a tus santos en Jerusalén,  (14)  y aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. 

El propósito de Dios para enviar a Ananías ante Saulo no sólo era para que él ayudara a Saulo; también el Señor quería dejar testimonio a todos los creyentes de lo que Dios podía hacer en el corazón de los hombres.  Tanto Saulo como los cristianos iban a aprender de esta experiencia. 

En ese momento, el Señor profetizó al siervo sobre el llamado de Saulo.  El perseguidor se va a convertir en el más ferviente defensor de la fe, y él mismo va a ser perseguido por creer en Yeshua…
(Hechos 9:15-16)  Pero el Señor le dijo: Ve, porque él me es un instrumento escogido, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel;  (16)  porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre. 

Seguramente Ananías quedó atónito ante tal revelación, y con su fe fortalecida se dirigió a buscar a Saulo en la dirección que el Señor le dio…
(Hechos 9:17-18)  Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.  (18)  Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. 

En el capítulo 22 de Hechos, también está descrito este encuentro de Ananías con Saulo…
(Hechos 22:12-16)  Entonces un Ananías, varón piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que moraban allí,  (13)  vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le miré.  (14)  Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido, para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.  (15)  Porque serás testigo suyo ante todos los hombres de lo que has visto y oído.  (16)  Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y sé bautizado; y lava tus pecados invocando el nombre del Señor.

Después de esto, Saulo se recobró por completo, y comenzó su nueva vida…
(Hechos 9:19)  Tomó alimentos y cobró fuerzas. Y por varios días estuvo con los discípulos que estaban en Damasco. 

Los cristianos estaban impresionados al ver el cambio en Saulo, pues en lugar de perseguirlos, él mismo estaba predicando el Evangelio…
(Hechos 9:20-22)  Y enseguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas, diciendo: El es el Hijo de Dios.  (21)  Y todos los que lo escuchaban estaban asombrados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén destruía a los que invocaban este nombre, y el que había venido aquí con este propósito: para llevarlos atados ante los principales sacerdotes?  (22)  Pero Saulo seguía fortaleciéndose y confundiendo a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que este Jesús es el Cristo. 

Lamentablemente, no todos se alegraron por la transformación de Saulo. Originalmente él tenía planeado llegar a la sinagoga local en Damasco, y luego de presentar sus credenciales, comenzar con su misión de atrapar a los cristianos.  Pero cuando los judíos de la sinagoga se dieron cuenta que Saulo no estaba cumpliendo su misión, sino que al contrario comenzó a predicar su nueva fe en Jesús, ellos se molestaron y decidieron deshacerse de él.  Ahora el perseguidor se convirtió en perseguido…
(Hechos 9:23-25)  Después de muchos días, los judíos tramaron deshacerse de él,  (24)  pero su conjura llegó al conocimiento de Saulo. Y aun vigilaban las puertas día y noche con el propósito de matarlo;  (25)  pero sus discípulos lo tomaron de noche y lo sacaron por una abertura en la muralla, bajándolo en una canasta. 

La frase: “Después de muchos días” podría también traducirse: “cuando los días habían llegado a su plenitud”, es decir, cuando se cumplió el tiempo determinado por Dios.  A simple vista podríamos pensar que pasaron unos días o semanas, pero la realidad es que habían pasado tres años, tal como lo indica Pablo en Gálatas…
(Gálatas 1:15-24)  Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien  (16)  revelar a su Hijo en mí para que yo le anunciara entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre,  (17)  ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco.  (18)  Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y estuve con él quince días.  (19)  Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor.  (20)  (En lo que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento.)  (21)  Después fui a las regiones de Siria y Cilicia.  (22)  Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo;  (23)  sino que sólo oían decir: El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir.  (24)  Y glorificaban a Dios por causa de mí.

En la carta a los Corintios, Pablo señala que los judíos de Damasco lo persiguieron con el apoyo del gobierno local (tal vez por falso testimonio).
(2 Corintios 11:32-33) En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas, vigilaba la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme,  (33)  pero me bajaron en un cesto por una ventana en la muralla, y así escapé de sus manos.

Mientras que unos perseguían a Saulo, otros lo defendían y lo ayudaban a huir…


DE REGRESO EN JERUSALÉN
Cuando Saulo regresó a su casa en Jerusalén, lógicamente él buscó a los apóstoles, con quienes ahora compartía la misma fe.  Pero no todos confiaban en la noticia de su conversión, ya que sospechaban que podía ser una treta para atraparlos…
(Hechos 9:26)  Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; y todos le temían, no creyendo que era discípulo. 

A veces el miedo nos puede cegar, y no nos permite ver las maravillas que el Señor hace a nuestro alrededor.  Sólo un hombre se atrevió a hablarle, y fue Bernabé.  Él lo oyó y se dio cuenta que su conversión había sido real…
(Hechos 9:27-28)  Pero Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, y que El le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valor en el nombre de Jesús.  (28)  Y estaba con ellos moviéndose libremente en Jerusalén, hablando con valor en el nombre del Señor. 

El testimonio más fehaciente de la conversión de Saulo no fue que dejara de perseguir a los creyentes, sino que comenzara a predicar sobre su fe…
(Hechos 9:29)  También hablaba y discutía con los judíos helenistas; mas éstos intentaban matarlo. 

De nuevo vemos que el perseguidor se volvió en perseguido…
(Hechos 9:30)  Pero cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso. 

Cesarea era el lugar a donde el Señor llevó a Felipe, luego del encuentro con el etíope.  Seguramente allí se formó una comunidad de creyentes entre quienes Saulo podía refugiarse (8:40).  Eventualmente, Saulo tuvo que huir a Tarso, de donde él era originalmente (9:11).

JESÚS LE APARECE POR SEGUNDA VEZ
La razón por lo que Saulo huyó de Jerusalén no fue porque tuviera miedo a la persecución, ya que estaba dispuesto a enfrentarla.  Tampoco se dejó convencer por los hermanos de la fe.  La razón está escrita en el capítulo 22, según Saulo lo contó después…
(Hechos 22:17-20)  Y aconteció que cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis,  (18)  y vi al Señor que me decía: "Apresúrate y sal pronto de Jerusalén porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí."  (19)  Y yo dije: "Señor, ellos saben bien que en una sinagoga tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en ti.  (20)  "Y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, allí estaba también yo dando mi aprobación, y cuidando los mantos de los que lo estaban matando." 

En términos humanos, Saulo parecía la persona indicada para hablar a los judíos y a los líderes religiosos porque él era uno de ellos.  Pero el Señor mismo se le apareció a Saulo, y le instruyó que se saliera de Jerusalén, ya que su misión no era para los judíos sino para los gentiles…
(Hechos 22:21)  Pero El me dijo: "Ve, porque te voy a enviar lejos, a los gentiles." 


TIEMPO DE PAZ Y CRECIMIENTO
Luego de la conversión de Pablo, la iglesia disfrutó de un respiro.  La persecución bajó a un mínimo.  Por un tiempo, el Señor había permitido la persecución para que el Evangelio se propagara.  Pero ahora era tiempo de madurar y crecer, y el Señor envió paz…
(Hechos 9:31)  Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo. 

Esta paz no duró para siempre, pues unas décadas después se levantó una gran campaña de los romanos contra los judíos en todo el imperio romano.  Justamente en Damasco murieron unos 10,000 judíos en una campaña contra los judíos.  Los ciudadanos de Damasco se unieron a los romanos, y persiguieron a los judíos locales, entregándolos a los romanos en el estadio de la ciudad, donde fueron degollados todos. 


CAMBIO DE NOMBRE
Algunos comentaristas dicen que en este capítulo le fue cambiado el nombre de Saulo a Pablo, pero eso no es exactamente cierto.   Dios no le “cambió” el nombre, sino que fue un cambio cultural.  A partir del momento en que Saulo comenzó su ministerio entre los gentiles, vemos el cambio de nombre en la narrativa.  El nombre de “Saulo” (en hebreo Shaul) no era adecuado para el mundo griego, ya que la palabra griega “saulos” significa: “pretencioso”. 


En este momento, la narrativa deja un momento a Saulo, y regresa a Pedro.  En la próxima entrada, estudiaremos el final del capítulo nueve…

jueves, 8 de mayo de 2014

HECHOS 8:25-40. Felipe y el Etíope


Algo que debemos aprender de Felipe es que él estaba atento a la voz de Dios, y pendiente de lo que el Señor quería que él hiciera.  Aunque estaba teniendo mucha aceptación en Samaria y el Evangelio se estaba propagando por esa región, el Señor decidió enviarlo en otra misión…
(Hechos 8:26)  Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. (Este es un camino desierto.) 

Lucas señala que ese camino de Jerusalén a Gaza era desolado.  Esa ruta no era muy transitada; era una especie de atajo que conectaba con la carretera principal conocida como Via Maris.  No tenía sentido ir allá, porque no había nada más que desierto; aún así, Felipe no se excusó ni titubeó sino que de inmediato obedeció.  (Me pregunto: ¿Cuántas veces no hemos perdido de ver milagros porque la razón se interpone y no obedecemos a lo que Dios nos pide hacer?).
(Hechos 8:27)  El se levantó y fue; y he aquí, había un eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar. 

Felipe tuvo un encuentro muy interesante en el camino de Jerusalén a Gaza.  Allí donde no pasaba casi nadie, se encontró con la caravana que llevaba a un personaje etíope.  Lucas no lo menciona por nombre sino por su puesto.  Él era un alto oficial de la reina de Etiopía.  “Candace” es el nombre que recibían las reinas en Etiopia, así como “Faraón” en Egipto y “César” en Roma. 

La Biblia dice que el oficial etíope era el encargado de los tesoros de la reina, que sería el equivalente a un ministro de Finanzas en la actualidad.  Pero, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué hacían los etíopes llevando ofrendas al Templo en Jerusalén y adorando al Dios de Israel?  Eso era inusual.  El texto en Hechos no revela la respuesta, pero podemos encontrar pistas en otras partes de la Biblia, y en la historia…



ETIOPES EN JERUSALEN
La primera vez que la Biblia habla de una reina etíope en Jerusalén es en el tiempo de Salomón…
(1 Reyes 10:1-10)  Cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del SEÑOR, vino a probarle con preguntas difíciles.  (2)  Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y gran cantidad de oro y piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón.  (3)  Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan oscuro que el rey no pudiera explicárselo.  (4)  Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que él había edificado,  (5)  los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus vestiduras, sus coperos, y la escalinata por la cual él subía a la casa del SEÑOR, se quedó asombrada.  (6)  Entonces dijo al rey: Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría.  (7)  Pero yo no creía lo que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se me había contado ni la mitad. Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama que había oído.  (8)  Bienaventurados tus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabiduría.  (9)  Bendito sea el SEÑOR tu Dios que se agradó de ti para ponerte sobre el trono de Israel; por el amor que el SEÑOR ha tenido siempre a Israel, te ha puesto por rey para hacer derecho y justicia.  (10)  Entonces ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca más entró tanta abundancia de especias aromáticas como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón.

Salomón le correspondió a la reina de forma generosa…
(1 Reyes 10:13)  El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, además de lo que le dio conforme a su real magnificencia. Después ella se volvió, y regresó a su tierra con sus siervos.

La Reina de Sabá se llevó más que obsequios materiales…ella llevó sabiduría, y parece ser que también la fe en el Dios de Israel.

Podría ser que desde ese momento, los reyes de Etiopia mantuvieran vínculos con el Dios de Israel y continuaron visitando el Templo en Jerusalén.  Eso explicaría por qué el oficial etíope fue a Jerusalén a adorar.

Por cientos de años, se formó una comunidad judía en Etiopía, que se conoce como Beta Israel (lit. Casa de Israel).  Se cree que ellos son descendientes de la Reina de Saba.  Según la leyenda, la reina de Saba tuvo un hijo de Salomón, a quien llamó Menelik, y era conocido por el sobrenombre de “Hijo del Sabio”.  Al alcanzar su mayoría de edad, la reina lo envió a conocer a su padre Salomón en Jerusalén.  Allí se encargó de que su hijo aprendiera sobre su cultura y su fe en el Dios de Israel.  Cuando el joven regresó a Etiopía, Salomón envió con él levitas y ministros para que siguieran educándolo.  También creen que le dio un regalo especial: una réplica del Arca del Pacto, la cual los judíos etíopes guardan hasta hoy. 

Actualmente el estado de Israel reconoció que los judíos en Etiopía eran verdaderos judíos, no sólo por su fe sino por sangre.  A partir de 1977, se ha permitió legalmente que los judíos etíopes puedan hacer el retorno a Israel (heb. Aliyá), luego de que su judaísmo sea comprobado. 

Luego de esta reseña histórica, podemos entender más la conexión que existe entre Etiopía y Jerusalén, y podemos entender mejor el encuentro entre Felipe y el Etíope…


ENCUENTRO DE FELIPE CON EL ETÍOPE
Felipe fue obediente al llamado de Dios, y se dirigió solo al camino poco transitado entre Jerusalén y Gaza.  Precisamente allí, en el lugar menos esperado, el Señor tenía planeado un encuentro divino…
(Hechos 8:27-28)  El se levantó y fue; y he aquí, había un eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar.  (28)  Regresaba sentado en su carruaje, y leía al profeta Isaías. 

Evidentemente, la visita del funcionario a Jerusalén no era diplomática, sino religiosa. El fue al Templo a adorar, probablemente llevando ofrendas.  El hecho que estuviera leyendo Isaías revela mucho, ya que no cualquiera tenía rollos de la Biblia, los cuales estaban escritos en hebreo (a menos que estuviera leyendo la traducción al griego, la única en ese tiempo, aunque ese idioma también hubiera sido extranjero para él).

En circunstancias normales, un funcionario no hubiera entablado conversación con un peatón común, pero el Señor abrió la oportunidad…
(Hechos 8:29-30)  Y el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje.  (30)  Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó leer al profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo que lees?  (31)  Y él respondió: ¿Cómo podré, a menos que alguien me guíe? E invitó a Felipe a que subiera y se sentara con él. 

Precisamente el texto de Isaías que el etíope estaba leyendo es el capítulo 53, donde se profetiza acerca del Mesías…
(Hechos 8:32-33)  El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, no abre él su boca.  (33)  En su humillación no se le hizo justicia; ¿Quién contará su generación? Porque su vida es quitada de la tierra. 

No es casualidad que el etíope estuviera leyendo esa Escritura; el Espíritu de Dios lo llevó a esa Escritura para que Felipe le pudiera dar la revelación de Jesucristo y las Buenas Nuevas del Evangelio. 

En Hechos sólo se mencionan unos versículos, pero leamos todo el capítulo para apreciar todo su contexto…
(Isaías 53:1-12)  ¿Quién ha creído a nuestro mensaje? ¿A quién se ha revelado el brazo del SEÑOR?  (2)  Creció delante de El como renuevo tierno, como raíz de tierra seca; no tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos.  (3)  Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.  (4)  Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido.  (5)  Mas El fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.  (6)  Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre El la iniquidad de todos nosotros.  (7)  Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió El su boca.  (8)  Por opresión y juicio fue quitado; y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta que El fuera cortado de la tierra de los vivientes por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida?  (9)  Se dispuso con los impíos su sepultura, pero con el rico fue en su muerte, aunque no había hecho violencia, ni había engaño en su boca.  (10)  Pero quiso el SEÑOR quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. Cuando El se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del SEÑOR en su mano prosperará.  (11)  Debido a la angustia de su alma, El lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos.  (12)  Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado, llevando El el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores.

En retrospectiva, nosotros podemos saber que Isaías está hablando de Jesús, pero el etíope no sabía pues no lo conocía.  Ante su pregunta, Felipe aprovechó a compartirle de Jesús y cómo Él cumplió esas Escrituras y más… 
(Hechos 8:34-35)  El eunuco respondió a Felipe y dijo: Te ruego que me digas, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro?  (35)  Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 

Nota: Aquí Lucas se refiere al etíope como “eunuco”.  Un eunuco es un hombre que ha sido castrado.  En tiempos bíblicos, eso era una práctica común, no en Israel pero si en las naciones gentiles.  Era una medida para evitar que los funcionarios, quienes tenían acceso abierto al palacio real, pudieran involucrarse con las mujeres del palacio, que solían ser muchas.  Como no podían tener familias, se dedicaban por completo a servir al rey.  Por ello, los altos puestos de gobierno venían a un alto costo personal. 

Esta práctica era mal vista en Israel (Deut. 23:1).  Sin embargo, hay un versículo muy especial en Isaías que habla sobre los eunucos, que aunque no eran aceptos por su estado físico, el Señor les abrirá las puertas de Su Reino a aquellos que se acerquen a El y cumplan sus mandamientos, produciendo así fruto espiritual.  Lo mismo aplica a los extranjeros…
(Isaías 56:1-7)  Así dice el SEÑOR: Preservad el derecho y haced justicia, porque mi salvación está para llegar y mi justicia para ser revelada.  (2)  Cuán bienaventurado es el hombre que hace esto, y el hijo del hombre que a ello se aferra; que guarda el día de reposo sin profanarlo, y guarda su mano de hacer mal alguno.  (3)  Que el extranjero que se ha allegado al SEÑOR, no diga: Ciertamente el SEÑOR me separará de su pueblo. Ni diga el eunuco: He aquí, soy un árbol seco.  (4)  Porque así dice el SEÑOR: A los eunucos que guardan mis días de reposo, escogen lo que me agrada y se mantienen firmes en mi pacto,  (5)  les daré en mi casa y en mis muros un lugar, y un nombre mejor que el de hijos e hijas; les daré nombre eterno que nunca será borrado.  (6)  Y a los extranjeros que se alleguen al SEÑOR para servirle, y para amar el nombre del SEÑOR, para ser sus siervos, a todos los que guardan el día de reposo sin profanarlo, y se mantienen firmes en mi pacto,  (7)  yo los traeré a mi santo monte, y los alegraré en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.

CREYÓ Y SE BAUTIZÓ
El Señor usó el libro de Isaías para permitir que el etíope eunuco oyera el Evangelio.  Él oyó las Buenas Nuevas y creyó en Jesús.  De inmediato, quiso dar su primer paso de fe bautizándose. 
(Hechos 8:36)  Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?  (37)  Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.  (38)  Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 

Aquí no sólo vemos un milagro espiritual, sino también natural, ya que ese camino por el que transitaban es desértico.  Es un milagro que hayan encontrado agua, y no sólo eso sino que haya sido lo suficientemente profunda para sumergirse.  Tal vez encontraron un oasis, o una poza que se forma temporalmente por las ríadas cuando llueve.

Luego del milagro del bautismo del etíope, vemos otro milagro…
(Hechos 8:39)  Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso. 

No es de sorprender que en ese momento en que el Evangelio se estaba expandiendo más allá de Jerusalén, el Señor quisiera que el mensaje llegara también a los creyentes en Etiopía…pero también a otros lugares…y allí envió el Señor a Felipe y a los demás seguidores…
(Hechos 8:40)  Mas Felipe se encontró en Azoto, y por donde pasaba, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.


Nota: Azoto es lo que se conocía como “Asdod”, territorio de los filisteos, que hoy en parte de la Franja de Gaza.

sábado, 3 de mayo de 2014

Hechos 8:1-25: Persecución a los Creyentes



La muerte de Esteban marca un punto de transición para la iglesia cristiana.  Con el testimonio de Esteban y los apóstoles, mucha gente en Jerusalén creyó en Jesús y lo reconoció como el Mesías.  Aunque el número de los creyentes iba en aumento, ellos seguían siendo una minoría.  Lo más significativo es que, con excepción de algunos sacerdotes, el liderazgo religioso no reconoció a Jesús.  El mensaje de Jesús amenazaba el status quo religioso, y por ello los líderes instaron al pueblo a rechazar a los cristianos (los creyentes en el Mesías—del griego, Cristo; heb. Mashiaj, que literalmente significa: ungido).  Así como persiguieron a Jesús para matarle, también comenzaron a hacer lo mismo con sus seguidores. 

La persecución que los creyentes sufrieron en ese tiempo no era sólo un rechazo social, sino que estaba en juego sus vidas. 
(Hechos 8:1-3)  Y Saulo estaba de completo acuerdo con ellos en su muerte. En aquel día se desató una gran persecución en contra de la iglesia en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, excepto los apóstoles.  (2)  Y algunos hombres piadosos sepultaron a Esteban, y lloraron a gran voz por él.  (3)  Pero Saulo hacía estragos en la iglesia entrando de casa en casa, y arrastrando a hombres y mujeres, los echaba en la cárcel. 

Entre los perseguidores, sobresalió uno por su celo, a quien Lucas menciona por nombre: Saulo.  Más adelante veremos cómo el Señor lo transforma de perseguidor de los creyentes a uno de sus más firmes defensores (estudiaremos el inicio de este cambio en el próximo capítulo, Hechos 9).

TODO AYUDA A BIEN
Como ya mencionamos, luego de la muerte de Esteban, los creyentes de Jesús comenzaron a ser fuertemente perseguidos.  Aunque esto suene negativo a primera vista, al final resultó ser algo positivo.  Hay un refrán que dice: “No hay mal que por bien no venga”.  El “mal” de la persecución trajo “el bien” de la expansión de las Buenas Nuevas de Dios a más personas.  Cualquier situación, aunque parezca negativa, al final sirve de bien para los que aman a Dios y se someten al propósito divino.
(Romanos 8:28)  Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados.

Muchos creyentes, excepto los apóstoles (8:1), huyeron de Jerusalén por miedo a morir por su fe en Jesús.  Ellos no huyeron porque dejaron de creer en Jesús, sino porque querían seguir viviendo su fe, pero no querían morir.  A pesar de la persecución, ellos no dejaron de hablar lo que creían a dondequiera que fueron.
(Hechos 8:4)  Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la palabra. 

La persecución cuya intención era callar a los creyentes de Jesús terminó siendo lo que provocó que el mensaje se propagara aún más.  Esto cumplía las últimas palabras que Jesús les dijo a sus discípulos:
(Hechos 1:8)  pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, a la vez, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

El mensaje del Evangelio comenzó a propagarse entre los vecinos: el resto de Judea y Samaria.  Luego veremos como se extenderá por el imperio romano…y la meta es que llegue hasta los confines de la Tierra antes que Jesús regrese (Mat. 24:14). 


RAZÓN DE LA PERSECUCIÓN
¿Por qué perseguían a los creyentes en Jesús con tanto celo?  Cada uno tendría su propia razón, pero mencionaremos las dos principales motivaciones:

1.  Defensa de la fe.
Algunos perseguidores de los mesiánicos (creyentes en Jesús como el Mesías) estaban genuinamente defendiendo su fe. Ellos llegaron a creer que Jesús estaba “cambiando la Ley”, ya que no se sometía a muchas de las tradiciones.  Por eso, muchos judíos fieles se levantaron en defensa de su religión. 

Como vimos en el capítulo anterior, Jesús no estaba en contra de la Ley, pues Él vino a cumplirla, no a abolirla (Mat. 5:17).  Jesús cumplió la Ley de Dios al pie de la letra, y por eso fue justo; pero no se sometió a la tradiciones de hombres, y por ello lo criticaron (Marcos 7:5-9).  Hay que separar lo que es religión y lo que es de Dios, pues no siempre es lo mismo.  

Saulo persiguió a los creyentes por esta razón, pues el creía estar defendiendo el orden de Dios.  Como veremos más adelante, el Señor mismo se le presentará para hacerle ver la verdad (Hechos 9).

2.  Defensa de los intereses propios.
La otra razón por la que los líderes persiguieron a los creyentes en Jesús es porque sus enseñanzas amenazaban su autoridad, y por ende su poder.  Ya mencionamos que muchos de los líderes religiosos no estaban defendiendo la verdad sino sus propios intereses. 

VENDRÁ PERSECUCIÓN
Jesús nos advirtió que vamos a ser perseguidos por nuestra fe en Él.   Por lo tanto, no debemos preguntarnos “si vamos a ser perseguidos”, sino “cuándo”…
(Mateo 5:10-12)  Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.  (11)  Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí.  (12)  Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.

Si a Jesús lo persiguieron, también lo harán con sus seguidores…Y esto no sólo se refiere a los apóstoles en la iglesia primitiva, sino a los creyentes de todos los tiempos.
(Juan 15:18-20)  Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros.  (19)  Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia.  (20)  Acordaos de la palabra que yo os dije: "Un siervo no es mayor que su señor." Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra.

La persecución pone a prueba nuestra fe, y saca a luz lo que verdaderamente creemos y lo que está en nuestro corazón.  También la persecución nos prepara para enfrentar cualquier prueba en el futuro.  Y no sólo eso, sino que nos pone en la perspectiva correcta en relación con la vida eterna.  Jesús dijo:
(Mateo 10:28)  Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.

Aun cuando seamos perseguidos, hay esperanza y consuelo, como lo señala Pablo…
(2 Cor. 4:8-10)  Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados;  (9)  perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos;  (10)  llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

(2 Cor. 4:17-18)  Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación,  (18)  al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.


FELIPE
Tal como Jesús profetizó, los apóstoles comenzaron a proclamar las buenas nuevas en Jerusalén, pero luego el Evangelio se expandiría a Samaria y hasta los confines de la Tierra.  Luego de la muerte de Esteban, muchos huyeron a otras ciudades, pero llevaron con ellos el Evangelio.  Este fue el caso de Felipe…
(Hechos 8:5)  Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 

Nótese que dice “descender” en relación a Samaria, a pesar que queda al norte de Jerusalén.  En la Biblia se usa el término de “ascender” sólo en relación a Jerusalén; si uno va de Jerusalén a cualquier otra ciudad, siempre usa la expresión “descender”.  Jerusalén se considera un lugar de mayor categoría espiritual que cualquier otro lugar del mundo, por el simple hecho que el Señor decidió poner allí Su Nombre (1 Reyes 11:36; Deut. 12:5).

Felipe “descendió” a Samaria, y allí dio testimonio de Jesús.  Muchos creyeron, no sólo por las palabras que decía sino por los milagros que le veían hacer. Como dice el refrán popular: “Los hechos hablan más recio que las palabras”. 
(Hechos 8:6-8)  Y las multitudes unánimes prestaban atención a lo que Felipe decía, al oír y ver las señales que hacía.  (7)  Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, éstos salían de ellos  gritando a gran voz; y muchos que habían sido paralíticos y cojos eran sanados.  (8)  Y había gran regocijo en aquella ciudad. 


SIMÓN EL MAGO
Los milagros que Felipe llegó a hacer a Samaria contrastan con lo que otro hombre hacía en esa misma región…
(Hechos 8:9-11)  Y cierto hombre llamado Simón, hacía tiempo que estaba ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria, pretendiendo ser un gran personaje;  (10)  y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención, diciendo: Este es el que se llama el Gran Poder de Dios. (11)  Le prestaban atención porque por mucho tiempo los había asombrado con sus artes mágicas.

La magia no consiste en poderes sobrenaturales sino en ilusiones ópticas.  Los magos conocen trucos que impresionan a la gente y les hace creer que tienen poder.  A diferencia de los magos, los brujos sí tienen ciertos poderes, ya que conocen cómo funciona el mundo espiritual; pero sus poderes vienen por su alianza a Satanás, no a Dios.  El hombre llamado Simón en la historia de Hechos 8 era mago, no brujo. El se vio intrigado por el poder que vio en los apóstoles. 

Los creyentes en el Señor tienen poder ya que tienen al Espíritu de Dios dentro de ellos.  Los apóstoles aprendieron a dejar que el Espíritu Santo fluyera a través de ellos, y los milagros comenzaron a suceder.  
(Hechos 8:12)  Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Cristo Jesús, se bautizaban, tanto hombres como mujeres. 

Los milagros, aunque son deseables, no son la meta en sí; su propósito principal es convencer a la gente del poder de Dios.  En el Reino de Dios, los milagros no son lo más importante, sino es que la gente crea en Jesús, pues el mayor milagro de todos es la Redención y la Vida Eterna. 
(Juan 20:30-31)  Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro;  (31)  pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.

Simón el mago se impresionó con los milagros que el Señor hizo a través de Felipe, y él creyó…
(Hechos 8:13)  Y aun Simón mismo creyó; y después de bautizarse, continuó con Felipe, y estaba atónito al ver las señales y los grandes milagros que se hacían. 

La noticia de lo que el Señor estaba haciendo en Samaria a través de Felipe llegó hasta los apóstoles en Jerusalén.  Ellos decidieron ir allá para apoyar a Felipe. 
(Hechos 8:14-17)  Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan,  (15)  quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo,  (16)  pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.  (17)  Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 

Muchos en Samaria habían creído en Jesús, pero no habían recibido aún el poder del Espíritu Santo.  Aquí vemos que lo recibían por imposición de manos de los apóstoles, quienes ya lo habían recibido.



Simón el mago vio lo que los apóstoles lograban con el poder del Espíritu, y él quiso lo mismo, y pretendió “comprar el don de Dios”…
(Hechos 8:18-19)  Cuando Simón vio que el Espíritu se daba por la imposición de las manos de los apóstoles, les ofreció dinero,  (19)  diciendo: Dadme también a mí esta autoridad, de manera que todo aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo. 

Evidentemente Simón estaba más interesado en el poder que en conocer al Señor.  Por eso, Pedro lo confrontó…
(Hechos 8:20)  Entonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero.  (21)  No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.  (22)  Por tanto, arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega al Señor que si es posible se te perdone el intento de tu corazón.  (23)  Porque veo que estás en hiel de amargura y en cadena de iniquidad. 

Pedro no estaba “condenando” a Simón, sino le estaba dando la oportunidad de que se arrepintiera genuinamente.  
(Hechos 8:24)  Pero Simón respondió y dijo: Rogad vosotros al Señor por mí, para que no me sobrevenga nada de lo que habéis dicho. 

La historia no narra lo que pasó con Simón después.  No sabemos si él sacó la amargura de su corazón y limpió la iniquidad de su corazón; por lo menos vemos que tuvo temor de Dios.

El ejemplo de Simón es muy útil para los creyentes de todos los tiempos, como una lección para que no contemplemos usar el poder de Dios para nuestro propio beneficio.  El Señor está más interesado en cambiar nuestros corazones que en los milagros externos que el Espíritu pueda hacer a través de nosotros. 

Luego de que todo esta sucediera en la ciudad principal de Samaria, los apóstoles aprovecharon a visitar otros pueblos en el área, llevando así el Evangelio a Samaria, tal como lo profetizó Jesús (Hechos 1:8).
(Hechos 8:25)  Y ellos, después de haber testificado solemnemente y hablado la palabra del Señor, iniciaron el regreso a Jerusalén anunciando el evangelio en muchas aldeas de los samaritanos. 

En la próxima entrada veremos otro milagro que Dios hizo a través de Felipe…