miércoles, 2 de abril de 2014

HECHOS 7:38-60. Discurso y Muerte de Esteban




En la entrada anterior vimos que a Esteban lo acusaron ante el Concilio de ir en contra de Dios, de la Ley (Moisés) y del Templo.  Ya comenzamos a ver la defensa de Esteban, y ahora seguimos leyendo su respuesta…

REFERENCIA AL PROFETA
Tanto Pedro como Esteban mencionaron al profeta que Moisés había dicho que debía venir después de él…
(Hechos 7:37)  Este es el mismo Moisés que dijo a los hijos de Israel: "Dios os levantará un profeta como yo de entre vuestros hermanos." 

Esteban señaló que Jesús era ese profeta.  Usando el ejemplo de los antepasados, les exhortó que no cometieran el mismo error de rechazar al ungido de Dios.
(Hechos 7:38-43)  Este es el que estaba en la congregación en el desierto junto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para transmitirlas a vosotros; (39)  al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo repudiaron, y en sus corazones regresaron a Egipto,  (40)  Diciendo a Aarón: "Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos lo que le haya pasado."  (41)  En aquellos días hicieron un becerro y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaban en las obras de sus manos.  (42)  Pero Dios se apartó de ellos y los entregó para que sirvieran al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso fue a mi a quien ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, Casa de Israel?  (43)  También llevasteis el tabernáculo del Moloc y la estrella de Renfan, las imágenes que hicisteis para adorarlas.  Yo también os deportaré más alla de Babilonia. 

La razón por la que Dios permitió la destrucción del Primer Templo y el exilio a Babilonia fue porque el pueblo de Dios cayó en idolatría. El colmo llegó cuando comenzaron a adorar a Moloc, cuyo rito de adoración era el sacrificio de los hijos (Jer. 32:33-35; Sal. 106:37-38; Lev. 20:1-5).  A pesar de esas aberraciones, ellos creían estar a salvo por el simple hecho que en Jerusalén estaba el Templo.  Ellos pensaron que Dios nunca permitiría su destrucción.  Además, el pueblo no sólo adoraba a dioses paganos, sino que iban a adorar al Templo de Dios.  Así ellos se engañaban creyendo que estaban “sirviendo a Dios”. 

Pero más que importarle una construcción, al Señor le importa nuestro corazón.  Después de mandar a profetas para llamar al arrepentimiento a lo largo de cien años, Dios permitió que los enemigos tomaran Jerusalén para hacer reaccionar a Su pueblo.  Muchas veces la gente no entiende por las buenas, sino lamentablemente aprenden por las malas.

Esteban mencionó esto al Concilio para hacerlos reaccionar, ya que la historia parecía estarse repitiendo, ya que había mucha corrupción en el sistema religioso de su tiempo.  Entre muchas cosas, estaba la “compra” del puesto de Sumo Sacerdote para obtener poder, además del lucro por la venta de animales para el sacrificio y por el cambio de monedas extranjeras.  Por eso Jesús se levantó a “limpiar el Templo” ya que lo habían convertido en mercado.
(Mateo 21:12-13)  Y entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas.  (13)  Y les dijo: Escrito está: "Mi casa será llamada casa de oración", pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones.

Jesús estaba citando a Jeremías, quien profetizó a la última generación del Primer Templo, cuyo pecado llevó a la destrucción de Jerusalén.  Leamos lo que profetizó Jeremías para entender por qué Jesús lo citó…
(Jeremías 7:8-15)  He aquí, vosotros confiáis en palabras engañosas que no aprovechan,  (9)  para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habíais conocido.  (10)  ¿Vendréis luego y os pondréis delante de mí en esta casa, que es llamada por mi nombre, y diréis: "Ya estamos salvos"; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones?  (11)  ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por mi nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, yo mismo lo he visto--declara el SEÑOR.  (12)  Ahora pues, id a mi lugar en Silo, donde al principio hice morar mi nombre, y ved lo que hice con él a causa de la maldad de mi pueblo Israel.  (13)  Y ahora, por cuanto habéis hecho todas estas obras—declara el SEÑOR— y a pesar de que os hablé desde temprano y hablando sin cesar, no oísteis; os llamé, pero no respondisteis,  (14)  haré con la casa que es llamada por mi nombre, en la cual confiáis, y al lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo.  (15)  Y os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín.

La generación del segundo Templo estaba cometiendo una falta similar a los antepasados.  Estaban cayendo en religiosidad e hipocresía, creyendo que cumplían con Dios al hacer los rituales en el Templo, pero cuando salían vivían como ellos querían.  Limpiaban su conciencia con buenas obras y cumpliendo con rituales de hombres, pero vivían en pecado. 

EL CASO DEL TEMPLO
A Esteban lo estaba acusando de querer destruir el Templo, pero eso no era cierto.  Lo que él estaba haciendo era advertir que si esa generación no se arrepentía de su pecado, el Señor les quitaría su protección y los entregaría a los enemigos, quienes destruirían el Templo.  [Eso fue exactamente lo que ocurrió—aprox. 40 años después de la muerte de Jesús, el Templo fue destruido por los romanos, exactamente en la misma fecha bíblica en que cayó el primer Templo en manos de los babilonios: el 9 de Av, el quinto mes bíblico.]

De nuevo, la defensa de Esteban comenzó presentando la historia del Tabernáculo  y el Templo…
(Hechos 7:44-50)  Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del testimonio en el desierto, tal como le había ordenado que lo hiciera Aquél que habló a Moisés, conforme al modelo que había visto.  (45)  A su vez, habiéndolo recibido, nuestros padres lo introdujeron con Josué al tomar posesión de las naciones que Dios arrojó de delante de nuestros padres, hasta los días de David.  (46)  Y David halló gracia delante de Dios, y pidió el favor de hallar una morada para el Dios de Jacob.  (47)  Pero fue Salomón quien le edificó una casa.  (48)  Sin embargo, el Altísimo no habita en casas hechas por manos de hombres; como dice el profeta: (49)  El cielo es mi trono, y la Tierra el estrado de mis pies; ¿qué casa me edificaréis?—dice el Señor—¿o cuál es el lugar de mi reposo?  (50)  ¿No fue mi mano la que hizo todas estas cosas? 

Por muy especial y lindo que sea el Templo en Jerusalén, éste no es lo más importante, sino que lo es Dios.  Los líderes religiosos se estaban concentrando en los ritos, pero no conectaban con Dios ni buscaban Su Voluntad.  Lo que el Señor quiere no son sacrificios, sino obediencia (1 Samuel 15:22-23; Isaías 1:11-28).  Esto fue lo que argumentó Esteban en relación al Templo.

El discurso de Esteban no estaba enfocado en defenderse a sí mismo para no morir, sino en mostrar al Concilio que estaban cometiendo el mismo error que sus antepasados, cubriendo su injusticia con religiosidad.
(Hechos 7:51)  Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros.  (52)  ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis traidores y asesinos;  (53)  vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles y sin embargo no la guardasteis. 

Así como los antepasados rechazaron a los profetas que Dios envió, matando a algunos de ellos, esa nueva generación también había rechazado a Jesús como el Mesías y habían buscado su muerte.  Ahora perseguían a sus seguidores.   

REACCIÓN DEL CONCILIO
Los miembros del Concilio se molestaron mucho al oír el discurso de Esteban…
(Hechos 7:54)  Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él. 

Todo lo que dijo Esteban era cierto, y ellos lo sabían.  Pero lo que les molestó en gran manera es que los acusara de ser rebeldes como lo habían sido los antiguos israelitas que mataron a los profetas.  Esta acusación era muy fuerte, porque lo estaba haciendo delante de todo el Concilio, que eran los mismos que habían buscado la muerte de Jesús.  Pero Esteban era valiente…y no sólo eso, sino que estaba ungido por el Espíritu de Dios.
(Hechos 7:55-56)  Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios;  (56)  y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios. 

Un momento de “cielos abiertos” es cuando el Cielo se une con la Tierra.  Desde el Cielo, Dios ve con gracia y favor lo que sucede en la Tierra.  Y cuando hay favor divino, el Señor manda a sus ejércitos para ejecutar Su propósito entre nosotros (Juan 1:51; Apoc. 19:11).  Cuando hay cielos abiertos, Dios manda revelación (Apoc. 4:1; Hechos 10:11), y también bendición y provisión—aun cuando parezca imposible (Sal. 78-19-25; Mal. 3:10).  

A oídos de nosotros los creyentes, esta frase de Esteban es gloriosa: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (7:56).  Pero para los religiosos de ese tiempo, estas palabras eran equivalentes a blasfemia, ya que Esteban estaba diciendo que Jesús estaba a la par de Dios, haciéndolo igual  que Él.  Por eso ellos reaccionaron fuerte a sus palabras…
(Hechos 7:57-58)  Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él.  (58)  Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. 

Esta es la primera vez que aparece Pablo en las Escrituras, con el nombre de Saulo.  Él estaba entre los que apedrearon a Esteban, y él fue uno de los que persiguieron a los creyentes hasta la muerte.  Algunos los persiguieron para defender su fe, y otros para defender su posición de poder.



Lo más impresionante de todo este capítulo es la forma en que Esteban murió.  El fue lapidado, muerto a pedradas, lo cual es una muerte lenta, como una especie de tortura.  Pero en el proceso vemos cómo el Señor nunca lo abandonó y le dio una gracia especial aun en esa muerte tan trágica…
(Hechos 7:59-60)  Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor  y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.  (60)  Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió.

Esteban no pidió venganza por la injusticia que se estaba haciendo al matar a alguien que era inocente ante Dios.  Más bien, él pidió misericordia, pues sabía que ellos no entendían lo que estaban haciendo.

Esta misma actitud la tuvo Jesús en su muerte en la cruz.
(Lucas 23:34-46)  Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos.  (35)  Y el pueblo estaba allí mirando; y aun los gobernantes se mofaban de El, diciendo: A otros salvó; que se salve a sí mismo si este es el Cristo de Dios, su Escogido.  (36)  Los soldados también se burlaban de El, acercándose y ofreciéndole vinagre,  (37)  y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.  (38)  Había también una inscripción sobre El, que decía: Este es el rey de los judíos.  (39)  Y uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!  (40)  Pero el otro le contestó, y reprendiéndole, dijo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena?  (41)  Y nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho.  (42)  Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.  (43)  Entonces El le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.  (44)  Era ya como la hora sexta, cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena  (45)  al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos.  (46)  Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

Qué gran ejemplo nos dan Esteban y Jesús.  Tal vez nosotros también hemos sido perseguidos por nuestra fe, por lo que creemos, ya que a veces lo que Dios nos muestra no es popular con los hombres (y aun con los religiosos).  En lugar de buscar “nuestra justificación ante los hombres”, debemos tener misericordia, sabiendo que no todos han recibido la revelación de lo que Dios nos ha dado.

Del otro lado de la moneda, también debemos considerar que tal vez nosotros hemos juzgado mal a otros hermanos porque no entendemos lo que Dios les ha revelado a ellos. Aquí hay una gran lección: debemos tener cuidado de estar del lado de Dios, pues podemos “lapidar” a profetas sin saberlo.  Cuando nos veamos en una posición de juzgar a alguien, no lo hagamos basados en nuestras “tradiciones o costumbres”, sino en base a la Palabra de Dios y a la revelación del Espíritu Santo.  Un buen ejemplo a seguir es Gamaliel, quien aconsejó no matar a los apóstoles sino dejarlos en libertad, pues el tiempo probaría si eran de Dios o no (Hechos 5:34-39).


7 comentarios:

  1. creo que la palabra leida es debendicion para los que creen ,es un crecimiento muy profundo para los que anunciamos el mensaje de salvacion.ver atraves de la palabra como un hombre creyo ala palabra y la plenitu de CRISTO se hizo parte de su vida ,aleluya,gloria a DIOS el VIVE aleluya vive presencia deDIOS reciba victoria en CRISTO.

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  2. Gracias por la enseñanza. Dios le bendiga

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  3. Gracias por el el mensaje mencionada que dios les bendiga

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  4. Excelente resumen felicitaciones,gracias,Dios les bendiga.

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