miércoles, 12 de febrero de 2014

HECHOS 2:13-47. Discurso de Pedro



En la entrada anterior vimos cómo el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos.  Entre los milagros y señales que se vieron ese día estaba el hablar otros idiomas.  Muchos quedaron impresionados ante esto…pero nunca faltan los incrédulos.
(Hechos 2:12-13)  Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?  (13)  Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos.

La visitación del Espíritu Santo entre los creyentes en el Día de Pentecostés creó conmoción, no sólo entre los reunidos, sino que atrajo a una multitud.  Ante esto, Pedro se levantó a hablar y explicar lo que estaba pasando. Lo primero que Pedro aclaró fue que ellos no estaban borrachos sino que estaban llenos de la unción del Espíritu.
(Hechos 2:14-25)  Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les declaró: Varones judíos y todos los que vivís en Jerusalén, sea esto de vuestro conocimiento y prestad atención a mis palabras,  (15)  porque éstos no están borrachos como vosotros suponéis, pues apenas es la hora tercera del día;

“La hora tercera” es equivalente a las 9 de la mañana.  Realmente era poco probable que todos ellos estuvieran borrachos a esa hora.  Pedro siguió explicando que lo que estaba sucediendo en realidad era el cumplimiento del derramamiento del Espíritu, tal como lo habían anunciado los profetas…
(Hechos 2:16-21)  sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: (17)  Y sucederá en los últimos días—dice Dios—que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños;  (18)  y aún sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en esos días, y profetizarán.  (19)  Y mostraré prodigios arriba en el Cielo y señales abajo en la Tierra: sangre, fuego y columna de humo.  (20)  El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y glorioso del Señor.  (21)  Y sucederá que todo aquel que invoque el Nombre del Señor será salvo.

La profecía de Joel se cumplió en parte en ese momento, pues el Espíritu se derramó sobre los creyentes y profetizaron...pero aún no se han cumplido las otras señales.  Leamos lo que está escrito en la profecía de Joel:
(Joel 2:28-29)  Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.  (29)  Y aun sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días. 

Aun el derramamiento del Espíritu sobre todo Israel no ha ocurrido aún.  Sólo se dio en parte.  Lo que definitivamente va a ocurrir en los últimos días será la siguiente parte de la profecía:  
(Joel 2:30-32)  Y haré prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo.  (31)  El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del SEÑOR, grande y terrible.  (32)  Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del SEÑOR será salvo; porque en el monte Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho el SEÑOR, y entre los sobrevivientes estarán los que el SEÑOR llame.

El derramamiento del Espíritu sobre todos y las señales en el Cielo y en la Tierra van a cumplirse en la segunda venida de Jesús, tal como fue revelado en Apocalipsis.
(Apocalipsis 6:12-14)  Vi cuando el Cordero abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de cerda, y toda la luna se volvió como sangre,  (13)  y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un fuerte viento.  (14)  Y el cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.

Muchos profetas hablaron de la venida del Mesías como si fuera una sola, pero hoy sabemos que son dos.  En la primera, Él vino como el Cordero de Dios que murió por los pecados del mundo (Juan 1:29); pero en su segunda venida, el Mesías vendrá como Rey y Juez de toda la Tierra.   Esto lo entendemos hoy, con la ventaja de la retrospectiva; pero en aquel tiempo no lo sabían…

Al mencionar la cita en Joel, seguramente Pedro creía que Jesús iba a regresar pronto, en esos días…pero no fue así.  Tal como Jesús les dijo al despedirse: “no les corresponde saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad” (Hechos 1:7).  No era algo que pudieran entender en ese momento, pero el Señor ha ido dando revelación progresiva conforme pasa el tiempo y en la medida en que nos acercamos a ese día…



TESTIMONIO DE JESÚS
Lo más importante del discurso de Pedro fue lo que dijo a continuación, hablando de Jesús y su obra de redención. Él les explicó que Jesús era el Mesías, pero lo dijo en palabras que ellos pudieran comprender.  Para poder entender el discurso de Pedro, debemos tratar de meternos en la mente de los judíos en ese tiempo, y descubrir por qué Pedro les habló así a los presentes…

La primera prueba que Pedro presentó para exponer que Jesús era el Mesías fueron las señales y milagros que Él hizo:
(Hechos 2:22)  Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de El, tal como vosotros mismos sabéis… 

Muchas veces el Señor hace milagros para convencer a la gente y revelar quién es Él.  La gente suele impresionarse más por esto que por los discursos.  En su Evangelio, Juan explicó claramente cuál es el objetivo de las señales:
(Juan 20:30-31)  Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro;  (31)  pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.

MUERTE Y RESURRECCIÓN
Pedro también tenía que explicar sobre la muerte de Jesús. Muchos creyeron que, al morir Jesús, la posibilidad de ser el Mesías había muerto con él.  Los discípulos mismos se habían confundido cuando esto pasó.  Pero, al verlo resucitado, Pedro entendió que eso mismo era parte del Plan de Dios para redimirnos del pecado. 
(Hechos 2:23-24)  …a éste, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis,  (24)  a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que El quedara bajo el dominio de ella. 

Jesús murió, el justo pagando por los pecadores.  Pero no se quedó allí…¡Él resucitó!  Luego de resucitar, se apareció durante 40 días, para que creyeran que Él vive, y no sólo había sido una “visión”.  Pero en el día 40, Él subió al Cielo delante de los ojos de sus seguidores.  Jesús vive, pero está a la diestra del Padre.  Su mayor victoria no fue política, sino sobre la muerte eterna; pero en su segunda venida, Él vendrá a reclamar Su posición como Rey sobre toda la Tierra, teniendo así la victoria en todos los ámbitos. 

REY DAVID
A continuación, Pedro hizo referencia al Rey David.  A nosotros nos podría parecer que “se salió del tema”, pero para esa audiencia en ese día, ése era el “tema del día”.  Según la tradición, en esa fecha murió el rey David.  Por lo tanto, David estaba en la mente de todos en ese día, que era la Fiesta de las Semanas (más conocido hoy como Pentecostés).  Por esta razón, también se tiene la costumbre de leer el libro de Rut durante la Fiesta, pues al final del libro se encuentra la genealogía de David (y por ende, también de Jesús). 

Pedro hizo referencia a algo que les era familiar: el rey David.  Citó un salmo para explicar que David profetizó acerca de Jesús…
(Hechos 2:25-28)  Porque David dice de El: Veía siempre al Señor en mi presencia; pues está a mi diestra para que yo no sea conmovido.  (26)  Por lo cual mi corazón se alegró y mi lengua se regocijó; y aún hasta mi carne descansará en esperanza;  (27)  pues Tú no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.  (28)  Me has hecho conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. 

Aquí, Pedro estaba citando el Salmo 16.  Vamos a leerlo tal como está escrito allí:
(Salmo 16:8-11)  Al SEÑOR he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme.  (9)  Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se regocija; también mi carne morará segura,  (10)  pues tú no abandonarás mi alma en el Seol, ni permitirás a tu Santo ver corrupción.  (11)  Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre.

Pedro explicó que el Mesías no sólo iba a venir a salvarlos de la opresión romana. El Plan Divino de Redención va más allá, pues nos salva de la muerte eterna.  Con eso en mente, el Justo pagó por los pecadores; en la Cruz, Jesús murió como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29), y todo el que crea en Él será salvo (Juan 3:16). Como escribió David, Jesús no se quedó en el Seol, sino que resucitó a vida eterna.  De la misma forma, el Señor nos salva de la muerte eterna y nos da a conocer la senda de la Vida…
(Juan 14:6) Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

Una de las tradiciones judías durante la cosecha del trigo y para Shavuot era proclamar: “David, el rey de Israel, vive para siempre” (heb. David, Melej Yisrael, Jai vejayam”.  Pedro hace alusión a este dicho, y explica que no es el rey David quien murió y resucitó, sino su descendiente, Yeshua HaMashiaj (Jesús, el Mesías). 
(Hechos 2:29-32)  Hermanos, del patriarca David os puedo decir confiadamente que murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy.  (30)  Pero siendo profeta, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono,  (31)  miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo, que no fue abandonado en el Hades, ni su carne sufrió corrupción.  (32)  A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 

Pedro tomó el tema del día, y lo que era familiar para la audiencia, para explicarles acerca de quién es Jesús.  La muerte de Jesús había sido pública, pero no todos le vieron resucitado, ni fueron testigos de su partida.  Pero en ese momento Pedro dio testimonio de la Resurrección de Jesús, y de Su Ascensión al Cielo. 
(Hechos 2:33-35)  Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.  (34)  Porque David no ascendió a los cielos, pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra,  (35) hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." 

Pedro explicó que las experiencias que se vivieron en ese día (Pentecostés) era el bautismo del Espíritu Santo que el Señor les prometió en Su partida.  El Espíritu Santo es el Consolador que los acompañaría mientras Él regresaba, porque en ese momento Él había subido al Cielo para sentarse a la Diestra del Padre.  Pedro citó un salmo para hacer ver que el mismo David lo reconoció como su Señor.
(Salmo 110:1)  Salmo de David. Dice el SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. 

Pedro les explicó que David no era el Mesías, sino que lo era su descendiente, Yeshua.  David no ascendió al Cielo, pero Jesús sí…Él murió, pero resucitó; Él se fue, pero regresará a tomar el lugar que le corresponde como Rey de toda la Tierra. 
(Hechos 2:36)  Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.


MUCHOS CREYERON
El mensaje de Pedro no cayó en oídos sordos.  Muchos fueron tocados, y preguntaron qué debían hacer…
(Hechos 2:37)  Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? 

La respuesta de Pedro fue la siguiente:
(38)  Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.  (39)  Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame. 



Este es el proceso que todos tenemos que pasar:
1.  Arrepentimiento: Reconocer que somos pecadores, y necesitamos el perdón de Dios a través de Jesús, quien murió para perdón de nuestros pecados. 

2. Bautismo en agua: Sumergirse en el agua para dejar enterrado al viejo hombre, y salir como un nuevo hombre, en el compromiso a vivir como Dios manda.

3. Bautismo en el Espíritu: Dejamos que el Espíritu de Dios obre en nosotros, pues reconocemos que necesitamos que Dios nos ayude a vivir como Él manda, pues la carne es débil pero
(Romanos 8:3-4)  Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo : enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne,  (4)  para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Este es el mismo proceso que Jesús le dijo a Nicodemo que todos debíamos pasar:

i.  Nacer de nuevo (= arrepentimiento) à para VER el Reino de Dios
ii. Nacer del agua y del Espíritu (= bautismo en agua y en el fuego del Espíritu) à para ENTRAR en el Reino de Dios

(Juan 3:1-5)  Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, prominente entre los judíos.  (2)  Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.  (3)  Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.  (4)  Nicodemo le dijo*: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?  (5)  Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.


MUCHOS FUERON SALVOS
Luego que Pedro dio testimonio de Jesús, instó a la audiencia a creer en Él, arrepentirse y bautizarse…
(Hechos 2:40-41)  Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.  (41)  Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas.

Muchos fueron salvos en ese día.  El número de creyentes en Jesús fue creciendo.  Pero lo importante no era el número de ellos, sino la calidad, y por eso los apóstoles comenzaron a enseñar lo que habían aprendido de Jesús…
(Hechos 2:42)  Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. 

Sin duda es importante evangelizar y llevar a la salvación a la gente (= nacer de nuevo).  Pero ese tan sólo es el principio de la vida cristiana.  También debemos velar por discipular, es decir, enseñar y exhortar para el crecimiento espiritual de los creyentes, para que vivan como Dios manda (= nacer del agua) y permitiendo que el Espíritu Santo fluya a través de nosotros (= nacer del Espíritu).

Los apóstoles no sólo creyeron, sino que sus vidas fueron transformadas.  Ellos comenzaron a vivir como Jesús y a hacer lo que Él hacía…
(Hechos 2:43)  Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechos por los apóstoles. 

De una forma orgánica, los creyentes “entraron en el Reino de Dios”, viviendo conforme a la voluntad de Dios y al corazón de Dios (no sólo lo que Él pide, sino lo que Él desea)…
(Hechos 2:44-47)  Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;  (45)  vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.  (46)  Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,  (47)  alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.

La vida transformada de los creyentes sirvió de testimonio para que otros creyeran en Jesús.  Como dice el refrán: “Los hechos hablan más recio que las palabras”.  Nuestra vida da un mejor testimonio que nuestras prédicas.


10 comentarios:

  1. excelente estudio bíblico! gloria a Dios! Dios le continue bendiciendo y dando sabiduria!

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  2. Muy agradecida por el estudio.Doy gracias a Dios por vuestra labor de enseñanza.

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  3. Exelente esplicacion grasias Dios lo yene de Bendiciones

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  4. Hola, tengo una pregunta para usted...

    si Jesús dio la comisión del bautismo, y este debía realizarse en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo ¿porque razón los apóstoles bautizaban en el Nombre de Jesús? ¿Sera que ellos cambiaron el mensaje? ¿o ellos comprendieron el mensaje de Jesús en Mateo, 28:19?

    De ante mano muchas gracias. Bendiciones!

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    1. para el bautismo cristiano es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal como se los instruyo Jesús en la gran comisión. El énfasis de Pedro en el nombre de Jesús es comprensible, dado que estaba hablando con los mismos judíos que antes habían rechazado y negado a Jesús como su Mesías. Ellos ya habían confesado el Padre y el Espíritu pero les faltaba reconocer el Hijo

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  5. Hechos 2:38 y Mateo 28:19 , porque hay diferencias en la ordenanza del bautizmo

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  6. Dios los Bendiga hermoza enseñanza

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Son bienvenidos las dudas y comentarios (con el entendido que se hagan con respeto)...