LLAMADO
El llamado que el Señor le da a esta iglesia es el siguiente:
(Apocalipsis 3:2-3) Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras delante de mi Dios. (3) Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
a. Ponerse en vela
(gr. gregoreúo), lit. mantenerse despierto o vigilar.
Hay un refrán popular que dice: “No te duermas en tus laureles”. Los laureles se daban en Grecia a los campeones de las competencias deportivas. El refrán se refiere a cuando un campeón se confiaba en su victoria y dejaba de entrenar, lo cual lo llevaría a perder su corona.
Esto fue precisamente lo que le sucedió a Sardis en varios niveles. Los ciudadanos de esta ciudad se habían confiado por su ubicación protegida; descuidaron su guardia, lo cual permitió que el enemigo pudiera penetrar su defensa. De la misma manera le sucedió a la iglesia: se quedaron viviendo de experiencias del pasado, en lugar de buscar mantener viva su fe. Se quedaron sólo con el conocimiento intelectual, sin poner en práctica las enseñanzas que habían aprendido. Comenzaron a conformarse al estilo de vida del mundo, en lugar de ser luz en medio de la oscuridad. Se confiaron y se durmieron, y así permitieron que el enemigo entrara en sus vidas—sin dar batalla.
El mensaje para esta iglesia es: ¡Despierta!
Esto mismo escribió Pablo:
(Efesios 5:14-17) Por esta razón dice: Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. (15) Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, (16) aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. (17) Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor.
b. Afirmar lo que queda
No todo era malo en esta iglesia. Todavía hacían algunas buenas obras. El Señor les dijo que hay ciertas cosas que “todavía quedan”. Pero aun eso poco que les quedaba, estaban a punto de perderlo.
Lo que es bueno, hay que guardarlo; lo que es malo, hay que desecharlo. Pero si uno se queda con lo bueno, pero permite que quede algo malo, al final esto último lo contaminará todo.
c. Acordarse de lo que ha recibido y oído, y guardarlo
Lo que esta iglesia había recibido del Señor era bueno. No eran principiantes ni ignorantes. Lamentablemente todo había quedado en la teoría, y no había sido traducido a la práctica. Lo que habían recibido, lo habían descuidado o menospreciado.
Por eso, el Señor los exhorta a acordarse de lo que recibieron de Él, y que lo guarden. ¿De qué sirve la Biblia en nuestras casas si sólo acumula polvo? ¿De qué sirve leer y aún estudiar la Palabra de Dios si no la ponemos en práctica?
Hay otra forma en que se puede entender este versículo (Apoc. 3:3). Algunos comentaristas dicen que también se podría traducir: “Acuérdate, pues, de CÓMO recibiste y oíste…” En este sentido, no es sólo lo que recibieron, sino “cómo” lo recibieron.
¿No te has puesto a pensar cómo muchos pueden oír el mismo mensaje y la misma palabra, pero cada quien la toma a su manera? Por lo general, el Señor nos habla a todos por igual, pero el efecto y el resultado de esta Palabra dependerán de la forma en que la recibamos y lo que hagamos con ella.
Los creyentes en Tesalonica fueron un buen ejemplo de esto:
(1 Tesalonicenses 1:6-9) Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo, (7) de manera que llegasteis a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya. (8) Porque saliendo de vosotros, la palabra del Señor ha resonado, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también por todas partes vuestra fe en Dios se ha divulgado, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada. (9) Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero.
Los tesalonicenses recibieron la palabra con gozo, y la pusieron en práctica. Se arrepintieron, y fueron luz en medio de la oscuridad.
d. Arrepentirse
El concepto bíblico de “arrepentimiento” no sólo es sentir remordimiento y compunción, sino va más allá. Ciertamente el arrepentimiento comienza con un reconocimiento del mal que uno ha hecho, pero ése es sólo el principio. Luego debe seguirlo un cambio. El sentimiento sin el cambio no se considera como un verdadero arrepentimiento.
“Arrepentimiento” en hebreo es “Teshuvá”, que literalmente significa: “regreso”.
Es un reconocimiento de que nos hemos apartado del camino de Dios, acompañada de la resolución firme de regresar a la forma en que Dios quiere que hagamos las cosas.
Por eso el Señor dijo:
(Mateo 3:8) …dad frutos dignos de arrepentimiento.
COMO LADRÓN EN LA NOCHE
Habíamos leído en el versículo tres sobre la venida del Señor:
(Apocalipsis 3:3) Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
¿En qué sentido vendrá “como ladrón”? Hay muchas implicaciones escondidas en esta frase, pero la más obvia es la que se alude directamente en ese mismo versículo: vendrá a la hora en que no lo esperan.
También implica que vendrá de noche, como lo hacen los ladrones, es decir, en el tiempo de mayor oscuridad en la Tierra. En esas horas, todos están durmiendo, menos los que le estén esperando.
A primera vista, parecería que estamos “condenados” a no saber cuando vendrá el Señor, pero al estudiar con más detenimiento veremos que los que estén velando podrán esperar la hora de su venida. Jesús dijo:
(Mateo 24:42-46) Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene. (43) Pero comprended esto: si el dueño de la casa hubiera sabido a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, hubiera estado alerta y no hubiera permitido que entrara en su casa. (44) Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre.
Esto mismo enseñó Pablo en su carta a Tesalonica.
(1 Tesalonicenses 5:1-6) Ahora bien, hermanos, con respecto a los tiempos y a las épocas, no tenéis necesidad de que se os escriba nada. (2) Pues vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; (3) que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán. (4) Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que el día os sorprenda como ladrón; (5) porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. (6) Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos alerta y seamos sobrios.
En la primera venida del Señor, el pueblo de Dios estaba esperando al Mesías. Ellos conocían los tiempos y las épocas de Dios. El problema fue que no reconocieron a Jesús como el Mesías. En el día de su visitación, sólo un remanente lo recibió.
Ahora, en su segunda venida, el problema es lo opuesto. Los creyentes esperan a Jesús, pero no conocen los tiempos, debido a que se han desconectado del calendario divino. Pero Su venida no tiene por qué sorprendernos “como ladrón”. Si estamos en la luz, teniendo entendimiento de los tiempos de Dios y estando conectados con lo que el Espíritu está diciendo a la iglesia, entonces le estaremos esperando. Si no nos dormimos, sino estamos alerta, viviendo una vida sobria, entonces no nos sorprenderá Su venida.
Más adelante en Apocalipsis el Señor vuelve a decir:
(Apocalipsis 16:15) He aquí, vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza.
Aquí menciona las dos principales exhortaciones dirigidas a los creyentes de Sardis: deben velar y deben guardar sus ropas.
VESTIDURAS
La vestidura es lo que protege el cuerpo, y también lo que cubre la desnudez. En cierta forma, también revela mucho de lo que uno es.
El Señor habla de un remanente que han cuidado sus vestiduras.
(Apocalipsis 3:4) Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. En griego se usan varias palabras para “vestidura”. La que se usa en este versículo es “jimation”, que se refiere más a un manto o capa. Es una prenda que se usa para cubrirse. Esto es precisamente lo que el Señor nos da.
(Isaías 61:10) En gran manera me gozaré en el SEÑOR, mi alma se regocijará en mi Dios; porque El me ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia como el novio se engalana con una corona, como la novia se adorna con sus joyas.
En la parábola de la Boda del hijo del Rey, Jesús explicó que nuestros propios vestidos no son suficientes para presentarnos delante de Él.
(Mateo 22:11-13) Pero cuando el rey entró a ver a los comensales, vio allí a uno que no estaba vestido con traje de boda, (12) y le dijo: "Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?" Y él enmudeció. (13) Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes."
El Rey estaba consciente que el invitado era pobre y no tenía suficiente dinero para comprar un traje de bodas. Pero, con la invitación, también recibieron el derecho de usar ropas que el mismo Rey haría disponibles a los invitados.
De la misma manera, Dios nos ha invitado a todos a las Bodas de Su Hijo. Pero no podemos pretender presentarnos con nuestras propias vestiduras, ya que nuestras obras de justicia son considerados como “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6). Debemos vestirnos con el manto de salvación y justicia que Él nos provee.
En la antigüedad, las personas que iban a los templos llevaban sus mejores ropas, que por lo general eran blancas. No podían pensar en presentarse ante sus “dioses” con sus ropas comunes. Esto debería hacernos pensar sobre la forma en que nos presentamos ante Dios. Tal vez Él no se deja impresionar por las apariencias, pero ciertamente le importan nuestras vestiduras espirituales. A lo largo de la Biblia se habla de presentarse ante el Señor con vestiduras blancas, que denotan pureza y santidad.
Más adelante en Apocalipsis hace mención de las vestiduras blancas:
(Apocalipsis 7:13-15) Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? (14) Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. (15) Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
Los vestidos se volverán blancos al lavarlos con la sangre del Cordero. Los que los visten son los que ha salido como vencedores en tribulación, la cual servirá como fuego purificador.
Al final de Apocalipsis, vemos que la Novia de Cristo se vestirá de este vestido blanco.
(Apocalipsis 19:7-8) Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a El la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. (8) Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino.
Al que salga vencedor en la iglesia de Sardis, le será concedido vestirse de blanco.
(Apocalipsis 3:5) Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
NOMBRE DEL VENCEDOR
Además de las vestiduras blancas, el vencedor recibirá dos recompensas relacionadas con el nombre: No borrará su nombre del libro de la vida, y reconocerá su nombre delante del Padre y de sus ángeles.
a. No borrará su nombre del libro de la vida
Algunos toman esta frase como una “amenaza”, pero más bien es una promesa. El Señor está asegurando que NO borrará el nombre del vencedor.
El problema no está ser borrado, sino en que si el nombre fue inscrito en primer lugar. Una vez el nombre está inscrito en el Libro de la Vida, allí permanecerá.
Los que estén inscritos en el Libro de la Vida, vivirán en la Nueva Jerusalén.
(Apocalipsis 21:23-27) La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (24) Y las naciones andarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán a ella su gloria. (25) Sus puertas nunca se cerrarán de día (pues allí no habrá noche); (26) y traerán a ella la gloria y el honor de las naciones; (27) y jamás entrará en ella nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero.
(Isaías 4:2-5) Aquel día el Renuevo del SEÑOR será hermoso y lleno de gloria, y el fruto de la tierra será el orgullo y adorno de los sobrevivientes de Israel. (3) Y acontecerá que el que sea dejado en Sion y el que quede en Jerusalén será llamado santo: todos los que estén inscritos para vivir en Jerusalén. (4) Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sion y haya limpiado la sangre derramada de en medio de Jerusalén con el espíritu del juicio y el espíritu abrasador, (5) entonces el SEÑOR creará sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus asambleas, una nube durante el día, o sea humo, y un resplandor de llamas de fuego por la noche; porque sobre toda la gloria habrá un dosel.
Por el contrario, quien no esté inscrito, esto les acontecerá:
>> Se admirarán de la Bestia, el anticristo, y le adorarán (Apoc. 13:2-8; 7:8)
>> Serán lanzados al lago de fuego (Apoc. 20:15)
Al final de los tiempos, el Señor juzgará a toda la tierra. En ese día se abrirán los libros:
(Apocalipsis 20:12-15) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. (13) Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. (14) Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. (15) Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
b. Reconocerá su nombre delante del Padre y de los ángeles.
Los creyentes de Sardis tenían “nombre” de que vivían, pero en realidad estaban muertos. Eran cristianos nominales, sólo de nombre, pero no de estilo de vida.
(Tito 1:16) Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena.
Un cristiano, un hijo de Dios, no es el que lleva el nombre, sino el que se comporta como tal.
En la carta a Sardis, el Señor dijo que sólo unos pocos creyentes no estaban muertos, sino daban buen testimonio de su nombre. En el versículo cuatro, la palabra que se traduce como “unos pocos” literalmente dice “unos nombres”.
(Apocalipsis 3:4) Pero tienes unos pocos [lit. unos nombres] en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos.
Nosotros no sólo confesamos al Señor con los labios, sino también con las acciones.
Jesús dijo:
(Lucas 12:8-9) Y os digo, que a todo el que me confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre le confesará también ante los ángeles de Dios; (9) pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
Quien confiese a Dios y no se avergüence de Él ante los demás, tampoco el Señor se avergonzará de él, y confesará su nombre ante el Padre y los ángeles.
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