En el capítulo 10 de Números, vemos que finalmente llegó el día de la partida, cuando los israelitas iban a levantar el campamento que había permanecido por un año al pie del Monte Sinaí. En ese día, los israelitas comenzaron su marcha hacia la Tierra Prometida.
(Números 10:33) Así partieron del monte de Jehová camino de tres días; y el arca del pacto de Jehová fue delante de ellos camino de tres días, buscándoles lugar de descanso.
El primer avance de todo el pueblo caminando duró tres días. Y donde la nube se detuvo, también lo hizo el Arca. Esta era la indicación de que debían montar tiendas de nuevo, para reposar y recuperaran fuerzas para seguir adelante.
En estos primeros momentos de avance, Dios les dio un mensaje consolador, haciéndoles saber que Él los estaba guiando e iba delante de ellos, abriéndoles camino.
(Números 10:33-34) Y la nube de Jehová iba sobre ellos de día, desde que salieron del campamento.
Recordemos que en el campamento no sólo había hombres fuertes y jóvenes que podían aguantar una marcha rápida a través del desierto. También iban ancianos, mujeres y niños que necesitaban descansar para recuperar fuerzas. Por eso la marcha era pausada. Dios sabía cuando era necesario hacer esas pausas. La nube era la señal que indicaba cuando era necesario marchar y cuando reposar.
VAN CON LA PRESENCIA DE DIOS
Seguramente era emocionante para todos los israelitas saber que pronto llegarían a la Tierra Prometida. Se calcula que, en ese puntos, estaban a dos semanas de llegar a la frontera, contando aún con los días en que se detenían a reposar.
En medio de la emoción, podemos imaginar que también surgirían preocupaciones por los retos que estaban a punto de enfrentar. Estos pensamientos son muy humanos, porque todos nos emocionamos cuando tenemos una aventura por delante, pero también puede surgir miedo por lo desconocido. Y esto lo vivieron los israelitas en su marcha hacia la Tierra Prometida.
Podemos imaginar a los varones de Israel pensando que pronto tendrían que ir a la guerra para conquistar la tierra. Eran personas que habían sido esclavas toda su vida, y ahora tendrían que enfrentar a un enemigo desconocido.
Moisés posiblemente imaginó el temor que podría surgir entre ellos. Para darle ánimo al pueblo, Moisés se dispuso a lanzar dos gritos de victoria, en el momento en que el campamento se movía o se detenía. Y sus palabras resonarían en todo el campamento:
a. Grito al comenzar a moverse:
(Números 10:35) Cuando el arca se movía, Moisés decía: Levántate, oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen.
Mensaje: La victoria es de Dios; por lo tanto, no teman, porque el Señor los defenderá y los ayudará a triunfar sobre los enemigos.
b. Grito al detenerse:
(Números 10:36) Y cuando ella se detenía, decía: Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel
Mensaje: Dios está en medio de su pueblo, aún cuando reposan.
SUEGRO DE MOISÉS
Otro tema de este capítulo, es la mención del “suegro de Moisés”.
(Números 10:29) Entonces dijo Moisés a Hobab, hijo de Ragüel madianita, su suegro…
Antes de entrar a la conversación entre Moisés y su suegro, primero debemos explicar que hay dos teorías sobre su identidad:
TEORÍA 1: OTRO NOMBRE DE JETRO. Algunos creen que Hobab (o Ragüel) es otro nombre de JETRO, quien era padre de Séfora, esposa de Moisés.
En Éxodo, leemos que Jetro fue al encuentro de Moisés, cuando ellos llegaron al Monte Sinaí.
(Exodo 18:1-5) Oyó Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas que Dios había hecho con Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había sacado a Israel de Egipto. Y tomó Jetro suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que él la envió, y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Forastero he sido en tierra ajena; y el otro se llamaba Eliezer, porque dijo: El Dios de mi padre me ayudó, y me libró de la espada de Faraón. Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de este, vino a Moisés en el desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios.
Al final de Exodo 18, leemos que Jetro no se quedó en el campamento de Israel, sino que regresó a su casa en Madián (que quedaba cerca del Monte Sinaí, según la opinión que afirma que el verdadero monte queda en Arabia—no la península de Egipto. Ver video: “VERDADERO MONTE SINAÍ” @ Cita Divina Youtube).
Lo curioso es que el texto no dice qué pasó con Séfora y sus hijos. Podríamos inferir que se quedó con Moisés en el campamento, pero no queda claro. Lo que si sabemos es que la Biblia ya no vuelve a mencionar a Séfora ni a Jetro (¿o se cambió de nombre?). Algunos comentaristas dicen que Séfora regresó a Madián con su padre, pero la Biblia no lo confirma ni lo niega.
Esta ambigüedad en torno a Séfora ha dado espacio a otras teorías, como la siguiente:
TEORÍA 2: OTRO SUEGRO. Otra teoría de “Hobab”(o Ragüel) es el padre de una segunda esposa que Moisés tomó.
Esta teoría no es tan descabellada, porque unos capítulos después (Números 12), se menciona a la otra mujer que Moisés tomó:
(Números 12:1) María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.
Si Séfora abandonó a Moisés para irse con su padre de regreso a Madián, eso explicaría esta decisión—pero no queda claro en el texto. Lo que sí sabemos es que se dio un fuerte entre Moisés y sus hermanos a causa de esa unión (estudiaremos los detalles cuando lleguemos al capítulo 12).
Lo curioso es que no se menciona el nombre de la segunda mujer, ni el de su padre ni familia; sólo se sabe que era cusita, es decir, de Cus (hoy Etiopía). Ante esta falta de información, no podemos confirmar si la mujer cusita era hija de Hobab (o Ragüel).
Hay argumentos válidos para las dos teorías, pero es difícil definir cual es la verdad. Así que quedamos con el misterio de la identidad del suegro de Moisés, pero ahora continuemos leyendo sobre la conversación entre ellos…
INVITACIÓN PARA UNIRSE A ISRAEL
Lo que sabemos de Hobab, es que él era Madián. Y cuando el pueblo de Israel comenzó su marcha hacia la Tierra Prometida, él empaco sus cosas para regresar a casa.
Cuando Moisés vio que Hobab no tenía intención de unirse a ellos, le hizo una invitación directa. Moisés quería que su suegro y toda su familia se unieran al pueblo de Dios, y a la bendición que viene con ello.
(Números 10:29) Entonces dijo Moisés a Hobab, hijo de Ragüel madianita, su suegro: Nosotros partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho: Yo os lo daré. Ven con nosotros, y te haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel.
¿Qué respondió Hobab?
(Números 10:30) Y él le respondió: Yo no iré, sino que me marcharé a mi tierra y a mi parentela.
Hobab no era como Abraham, que dejó tierra y parentela para ser pueblo de Dios (Génesis 12). Él escogió regresarse a lo que era familiar.
A pesar de la negativa, Moisés insistió:
(Números 10:31-32) Y él le dijo: Te ruego que no nos dejes; porque tú conoces los lugares donde hemos de acampar en el desierto, y nos serás en lugar de ojos. Y si vienes con nosotros, cuando tengamos el bien que Jehová nos ha de hacer, nosotros te haremos bien.
Siendo de Madián, Hobab conocía bien el área por la que los israelitas estaban a punto de atravesar, en camino a Canaán. Sería útil contar con un local para tener referencias sobre el lugar; sin embargo, no era indispensable ya que sabemos que la dirección venía de Dios.
Moisés no invitó al suegro por interés personal, sino porque quería que él y su familia fueran bendecidos al unirse al pueblo de Israel.
Al final, el texto no aclara si el suegro los acompañó, pero entre líneas podemos suponer que sí lo hizo. Tal vez lo convenció la promesa de una alianza de paz con Israel o la bendición de ser parte del pueblo de Dios.
***
Más estudios de este libro: NUMEROS
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Son bienvenidos los comentarios...bajo el entendido que se hagan con respeto