En la entrada anterior (Daniel 3:1-8), vimos como los enemigos de los judíos estaban esperando que los jóvenes faltaran al mandato para acusarlos ante el rey. Y cuando lo hicieron, el rey no reaccionó bien al desacato.
(Daniel 3:13-14) Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
Lo interesante es que el rey todavía les dio el beneficio de la duda. Les dio la oportunidad de obedecer para evitar su muerte. Sin embargo, si no aprovechaban esa oportunidad, les advirtió que no les perdonaría su vida.
(Daniel 3:15) Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?
FIELES A DIOS, ANTES QUE AL HOMBRE
Nabucodonosor amenazó con lanzar a los jóvenes judíos al horno de fuego si no se postraban ante la imagen del rey. Lamentablemente, en este caso, la lealtad al rey significaba para ellos deslealtad a Dios. Al final, escogieron a Dios, aún cuando su vida corriera riesgo. Así fue como ellos respondieron:
(Daniel 3:16-18) Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Es importante notar que la obediencia de los jóvenes judíos no era porque tenían la seguridad de ser librados de la muerte. Ellos obedecieron sin importar el resultado, sabiendo que Dios está en control. Esto es fe completa.
En Hebreos 11 menciona a varios héroes de la fe. Algunos fueron librados por milagro, y otros no—pero todos tuvieron fe en Dios, sabiendo que Él está en control y permitirá lo que sea mejor para sus hijos (Hebreos 11:32-35).
(Romanos 14:7-8) Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
¿Estarías dispuesto a morir por tu fe en Dios?
La meta no es guardar la vida, sino guardar la relación con Dios, teniendo la esperanza de la vida eterna. Como dijo Jesús:
(Mateo 16:25-26) Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
ADORACIÓN A LA BESTIA
Los eventos de Daniel cap. 3 se repetirán de forma similar en los últimos tiempos, ya que el anticristo también levantará una imagen, y demandará que todos la adoren.
(Apocalipsis 13:14-15) Además engaña a los que moran en la tierra a causa de las señales que se le concedió hacer en presencia de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra que hagan una imagen de la bestia que tenía la herida de la espada y que ha vuelto a vivir. Se le concedió dar aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia también hablara e hiciera dar muerte a todos los que no adoran la imagen de la bestia.
Este es el mismo “espíritu de Babilonia” que volverá a levantarse. Pero nosotros debemos estar preparados, como lo estuvieron Daniel y sus tres amigos. La decisión de ser fiel a Dios, aún a costa de la vida…esa es una decisión que debemos tomar de antemano, porque en el calor del momento lo más seguro es que tomaremos una mala decisión, basada en el miedo y no en la fe en Dios.
CASTIGO CON FUEGO
Nabucodonosor creía tener todo el poder del mundo, y él quería hacerlo evidente obligando a todos a adorar su imagen. Cuando los jóvenes judíos se negaron a adorar la imagen, el rey dijo: “¿Qué dios los podrá librar de mí?” (Dan. 3:15).
El rey sintió su autoridad retada, y decidió acabar con esa amenaza. Y para hacer un ejemplo de ellos, intensificó el fuego del horno.
(Daniel 3:19-20) Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.
Es interesante que el rey mandó a atar las manos de los jóvenes judíos. El objetivo de esto era evitar que pudieran defenderse. A veces pasamos por circunstancias en la vida que nos hacen sentir que tenemos “las manos atadas”, porque no hay nada humanamente posible que podamos hacer para salir de esa situación. Pero en momentos como este, Dios espera que nos mantengamos fiel a Él y a sus principios. Nosotros debemos hacer nuestra parte, y confiar que el Señor hará lo Suyo (Lucas 18:27).
LA MANO DE DIOS
Sadrac, Mesac y Abednego prefirieron perder sus vidas que perder sus almas por doblar rodilla ante otro que no fuera Dios (Mateo 16:25-26). Por eso, fueron lanzados al horno de fuego…
(Daniel 3:21-23) Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
Seguramente los jóvenes creyeron que en ese momento iban a morir…pero sucedió un milagro…
(Daniel 3:24-27) Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían.
Al final, lo único que se quemó fueron las “ataduras” y los verdugos que los lanzaron al fuego. Como dice el profeta:
(Isaías 43:2-3) Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará. Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador…
EL REY RECONOCE A DIOS
Luego de ser testigo del milagro del Dios de Israel, la asamblea de inauguración de la estatua se transformó en una reunión de reconocimiento a Jehová.
(Daniel 3:28-29) Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.
El rey más poderoso del mundo reconoció el poder del Dios de Israel, y lo hizo delante de los principales líderes de todas las comarcas del imperio babilónico.
Lo que el enemigo diseñó para mal, Dios lo tornó para bien (Romanos 8:28), y los jóvenes recibieron aún más reconocimiento.
(Daniel 3:30) Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
La Biblia dice que Dios honra a quienes le honran (1 Samuel 2:30), y eso fue lo que recibieron los jóvenes fieles, amigos de Daniel. Ellos honraron a Dios, a pesar de que sus vidas estaban en peligro; luego Dios los honró, no sólo salvándoles la vida, sino que mejorando su posición y su calidad de vida.
Lección anterior: Daniel 3:1-8
Lección siguiente: Daniel 4:1-19
Gracias, tenemos en Yehová, un Rey y Dios verdadero, que derrota el fuego!
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