miércoles, 14 de marzo de 2018

I SAMUEL 8:1-5. Piden rey


En el capítulo ocho comenzaremos a ver la transición histórica en Israel del período de los jueces hacia la monarquía, y el profeta Samuel será instrumental en ello.

NO HABÍA REY
En la “Era de los Jueces” no había rey en Israel. Sin embargo, en teoría, los israelitas debían reconocer que Dios era su Rey, y los jueces eran simplemente representantes que se encargaban de mantener el orden social según los principios establecidos por la ley de Dios. Pero el pueblo no siempre se apegaba al orden de Dios, sino que cada quien hacía lo que quería (Jueces 21:25). 

En el período de los jueces, Israel cayó en un círculo vicioso (Jue. 2:10-19): Cuando el pueblo de Dios caía en desobediencia, las consecuencias les alcanzaban pronto. Les iba de mal en peor, hasta llegar a un estado calamitoso, y entonces clamaban a Dios. El Señor escuchaba desde el Cielo, y les enviaba un juez, que los libraba de sus enemigos y les enseñaba a vivir como Dios manda. Sin embargo, cuando se levantaba la siguiente generación, volvían a olvidarse Dios y caían de nuevo en desobediencia, y se repetía el ciclo.

Este círculo vicioso estaba a punto de repetirse cuando Samuel envejeció y se levantó la siguiente generación…
(1 Sam. 8:1-2) Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.


Lejos de servir como jueces justos, los hijos de Samuel se aprovecharon de su posición de liderazgo para enriquecerse, aceptando sobornos. Esto va directamente en contra de lo establecido en la Ley de Dios referente a los jueces en Israel (Exo. 23:8): 
(Deut. 16:18-20) Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que Jehová tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Jehová tu Dios te da.

Una de las ventajas del sistema de jueces es que los puestos de liderazgo se otorgan por “mérito” y no por herencia, como es el caso en los reinados. Pero Samuel cometió el error de dejar a sus hijos como sucesores de su puesto como juez, a pesar de que ellos abusaron de esa posición.

Cuando los israelitas vieron que los hijos de Samuel eran hombres corruptos, y ellos estaban levantándose como los futuros líderes de la nación, el pueblo reaccionó y pidieron a Samuel que hiciera un cambio de gobierno:
(1 Samuel 8:4-5) Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.

La solicitud del pueblo parecía razonable, ya que no era prometedor que los futuros jueces de la nación fueran corruptos.

PIDEN REY
Después de 400 años aproximados del período de jueces, los israelitas estaban listos para un cambio. Ya no querían seguir en el “círculo vicioso” de los jueces, sufriendo los altibajos de bonanza y calamidad. Dadas las circunstancias, parecía justa y razonable la solicitud de nombrar a un rey en Israel. Sin embargo, hay algo en el fondo de esta petición que no estaba correcto. A veces pedimos cosas que parecen “buenas”, pero en realidad no convienen. O tal vez pedimos algo bueno, pero en el tiempo equivocado o con una motivación torcida.

Como veremos a continuación, la petición que los israelitas le hicieron a Samuel, tal como fue planteada, tenía dos motivaciones erradas:
a. Pedían un rey humano, ignorando que tenía un Rey celestial
b. Querían ser como las demás naciones.

a. Rey humano
Es curioso que en lugar de pedir un juez justo, los israelitas pidieron un rey. ¿Acaso no tenían un Rey? Ciertamente no contaban con un rey terrenal, pero sí tenían a Dios como su Rey. Pero aparentemente, ellos no apreciaban la autoridad divina, pues se dejaban llevar sólo por lo que sus ojos podían ver, lo cual es una debilidad humana.
 
En Israel, un juez no tenía la autoridad absoluta; él simplemente era un mediador de conflictos y un maestro de la ley. El juez era un representante de Dios, quien era el verdadero Rey de Israel. Pero se hizo evidente que el pueblo no estaba conforme con un líder a quien no podían ver.

b. Como las demás naciones
La solicitud de un rey para Israel no era una idea descabellada. En la Ley de Dios (heb. Torá) estaba contemplada la figura de un rey (Deut. 17:14-20), pero definitivamente no es “como las demás naciones”. Un rey en Israel está bajo el manto de Dios, quien es la autoridad superior. En ese orden, es Dios quien elige al rey, y éste debe sujetarse a la Ley de Dios.

La idea de pedir un rey no estaba mal, pero lo que estaba desviado es “la forma” en que lo pidieron: “...constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Sam. 8:5). Ellos pidieron un rey “como todas las naciones” (heb. C’Jol HaGoyim = lit. como todos los gentiles), es decir, como el mundo. Los israelitas pusieron su vista en sus vecinos para inspirarse en su estilo de vida; ellos querían ser como los demás, en lugar de ser como Dios quiere.

Otro problema con la petición del pueblo es que no era el tiempo indicado. Dios ya había escogido a un hombre “conforme al corazón de Dios” (Hechos 13:22; 1 Sam. 13:14; 1 Reyes 15:5); pero ese hombre aún no había nacido, o era apenas un bebé.
El pueblo se estaba adelantando al tiempo de Dios. Además, lo estaban pidiendo por las razones equivocadas.

Todo esto era lo que debía corregirse en la solicitud para tener un rey.

REY CONFORME A DIOS
Antes de seguir con la historia de Samuel, leamos lo que la Torá (la Ley de Dios) dice con respecto a tener un rey en Israel. Curiosamente, Dios ya sabía que los israelitas iban a pedir un rey, y también anticipó que pedirían uno “como las demás naciones”:
(Deut. 17:14) Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da, y tomes posesión de ella y la habites, y digas: Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores.

Dios ya tenía contemplada la idea de elegir un rey para Israel, pero la ley aclara que no debía ser como el mundo. A continuación, la Palabra señala los lineamientos para un rey en Israel:
(Deut. 17:15-20) Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano. Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos; porque Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.

Un rey en el mundo era luna figura autocrática y dictatorial, que además era creador de la ley de la nación. En contraste, un rey en Israel, aunque es la autoridad superior, debía estar sujeto a la ley de Dios.


En la próxima entrada continuaremos con la narrativa de la petición de un rey…


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