En el capítulo 39 de Génesis, la narrativa vuelve a
enfocarse en la vida de José, quien ahora está en Egipto.
José llegó a Egipto en las peores condiciones: como
esclavo. Pero veremos cómo la historia
dará cara vuelta sorprendentemente, y de esclavo pasará a ocupar en una de las
posiciones más privilegiadas en la sociedad egipcia. Pero vayamos paso a paso…
ILUSIÓN FRUSTRADA
José fue vendido a Egipto como esclavo. Es muy probable que él guardara resentimiento
contra sus hermanos por haber permitido eso; pero seguramente él guardaba la
esperanza que su padre lo rescataría, porque él sabía que su padre lo amaba
mucho. Dadas las circunstancias de la
venta de José como esclavo, es muy probable que él creyera que pronto iba a ser
rescatado por su padre. Pero él no
contaba con que sus hermanos dirían que estaba “muerto”.
Seguramente José esperó el día de su liberación, pero
éste nunca llegó. Lo que es admirable es que José evidentemente tomó la
decisión de no amargarse, sino que sacar el mejor provecho de cada situación en
donde se encontraba…
AL LLEGAR A
EGIPTO
Cuando llegó a Egipto, los ismaelitas vendieron a José como
esclavo a un oficial del Faraón.
(Gen. 39:1) Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar, un
oficial egipcio de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas
que lo habían llevado allá.
Uno podría pensar que no había peor situación que
esa. Pero aún en medio de circunstancias
adversas, José siempre daba lo mejor de sí.
Esa buena actitud lo ayudó a salir adelante y prosperar.
(Gen. 39:2-6) Y el SEÑOR estaba con José, que llegó a ser un
hombre próspero, y estaba en la casa de su amo el egipcio. (3) Y
vio su amo que el SEÑOR estaba con él y que el SEÑOR hacía prosperar en su mano
todo lo que él hacía. (4) Así encontró José gracia ante sus ojos y llegó
a ser su siervo personal, y lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su
mano todo lo que poseía. (5) Y sucedió que desde el tiempo que lo hizo
mayordomo sobre su casa y sobre todo lo que poseía, el SEÑOR bendijo la casa
del egipcio por causa de José; y la bendición del SEÑOR estaba sobre todo lo
que poseía en la casa y en el campo.
(6) Así que todo lo que poseía lo
dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, excepto del pan
que comía. Y era José de gallarda figura y de hermoso parecer.
COMPLICACIONES
Cuando las cosas iban mejorando para José, inesperadamente
se complicaron.
(Gen. 39:7) Sucedió después de estas cosas que la mujer de su
amo miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo.
Algunos comentaristas sugieren que el oficial de Faraón
era eunuco, y por eso la mujer actuó así.
Pero otros dicen que no, sino que fue simple codicia. De cualquier
forma, era incorrecto y José lo sabía.
José pudo haber caído ante la tentación, y dejarlo todo
en oculto. Pero José no sólo respetaba a
su amo, sino que temía a Jehová. Él hizo
lo correcto ante Dios y ante los hombres.
(Gen. 39:8-10) Pero él rehusó y dijo a la mujer de su amo: Estando
yo aquí, mi amo no se preocupa de nada en la casa, y ha puesto en mi mano todo
lo que posee. (9) No hay nadie más grande que yo en esta casa,
y nada me ha rehusado excepto a ti, pues tú eres su mujer. ¿Cómo entonces iba
yo a hacer esta gran maldad y pecar contra Dios? (10) Y
ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a
estar con ella.
Lo que comenzó como una propuesta indecente se convirtió
en acoso. Pero José siguió firme. Lamentablemente, la esposa de Potifar tomó mal
el rechazo; se sintió ofendida y planificó vengarse de él y humillarlo.
(Gen. 39:11-18) Pero sucedió un día que él entró en casa para hacer
su trabajo, y no había ninguno de los hombres de la casa allí dentro; (12)
entonces ella lo asió de la ropa, diciendo: ¡Acuéstate conmigo! Mas él
le dejó su ropa en la mano, y salió huyendo afuera. (13) Y
cuando ella vio que él había dejado su ropa en sus manos y había huido
afuera, (14) llamó a los hombres de su casa y les dijo:
Mirad, nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros; vino a mí para
acostarse conmigo, pero yo grité a gran voz.
(15) Y sucedió que cuando él oyó
que yo alzaba la voz y gritaba, dejó su ropa junto a mí y salió huyendo
afuera. (16) Y ella dejó junto a sí la ropa de él hasta
que su señor vino a casa. (17) Entonces ella le habló con estas palabras,
diciendo: Vino a mí el esclavo hebreo que nos trajiste, para burlarse de
mí; (18)
y cuando levanté la voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó
afuera.
Al enterarse de los acontecimientos, Potifar reaccionó
con ira…
(Gen. 39:19-20) Y aconteció que cuando su señor escuchó las
palabras que su mujer le habló, diciendo: Esto es lo que tu esclavo me hizo, se
encendió su ira. (20) Entonces el amo de José lo tomó y lo echó en
la cárcel, en el lugar donde se encerraba a los presos del rey; y allí
permaneció en la cárcel.
Potifar pudo haber mandado a matar a José, pero no lo
hizo. Probablemente su cólera no sólo iba
dirigida a José, sino también a su esposa de quien tal vez desconfiaba.
En la próxima entrada veremos qué pasó con José en la
cárcel…
biennnnnnnnnnn
ResponderEliminarJosé un ejemplo a seguir ante una tentación.
ResponderEliminarAsí es!
Eliminargracias!
ResponderEliminarMuy bien el correo
ResponderEliminargracias!!!
ResponderEliminarYa hace unos cuantos años de este estudio pero como todo lo que proviene de Dios, permanece sin importar el paso de los años.
ResponderEliminarMe quede con la incógnita de Potifar a la hora de tomar la decisión de revisar a José a la cárcel, las leyes egipcias permitían matar a sus esclavos? Quizá sea por eso que no lo mató, también puede ser lo que has escrito, quien sabe tal vez fue Dios extendiendo su mano.
Agradezco mucho lo que has escrito, una bendición!