Al final del capítulo anterior vimos que los israelitas finalmente comenzaron el tramo final que los llevaría a la Tierra Prometida. Caminaron tres días, y la Nube se detuvo para que el pueblo reposara y se repusiera.
Sólo habían pasado tres días, y surgió un problema, ya que el pueblo comenzó a quejarse.
(Números 11:1a) Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová…
El verbo que se traduce como “quejarse”, en hebreo es “Anan”, que también puede traducirse como: murmurar, lamentar. Viene de la raíz en hebreo, que significa: estar de luto.
¿Qué es lo que lamentaba el pueblo? ¿En qué consistía la queja? Al principio no lo dice claramente, pero lo más probable es que tiene relación con la queja que se presenta unos versículos más adelante (que comentaremos después). Veamos ahora cuál fue la reacción de Dios ante esta actitud de queja…
REACCIÓN ANTE LA QUEJA
El texto dice que el pueblo se quejó “a oídos de Jehová”. Esto da a entender que no estaban escondiendo su queja, sino que lo hicieron público, y la queja iba dirigida a Dios.
Después de todo lo que el Señor había hecho por ellos, ¿se atrevieron a quejarse de forma tan descarada? La respuesta de Dios pone en evidencia lo incorrecto de su actitud.
(Números 11:1b) …y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.
La queja fue grave, y en la misma medida, la reacción fue seria. El fuego, como señal de la ira de Dios, descendió sobre un extremo del campamento y los consumió.
El pueblo clamó para que Dios detuviera el fuego:
(Números 11:2-3) Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. Y llamó a aquel lugar Tabera*, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos.
(Taberá: encendida en fuego)El texto dice que lo que se quemó fue un extremo del campamento (Num. 11:1), posiblemente en las afueras del campamento, y allí era donde estaban acampados los extranjeros que se les habían unido. Esto podría relacionarse con la continuación de la historia, ya que hace referencia a gente extranjera que protestó por la comida…
QUEJA POR “UN DESEO VIVO”
Uno pensaría que, después del fuego consumidor, las quejas desaparecerían… lamentablemente, no fue así.
La queja despertó un deseo, primero entre los extranjeros, que se contagió a los israelitas.
(Números 11:4) Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!
Lo que se traduce como que “tuvieron un deseo vivo”, en hebreo se lee literalmente: “desearon un deseo”. La raíz se repite dos veces.
Deseo en hebreo es “Ta’avah”, que también puede traducirse como: apetito, codicia, y lujuria. Es un deseo intenso.
Lo que se manifestó fue un deseo colectivo por comer carne. Inicialmente, fueron los extranjeros quienes manifestaron el deseo. Pero no fueron los únicos responsables, ya que los israelitas también se unieron a la petición, al punto que hasta lloraron (como un niño pequeño que llora pidiendo una golosina).
GENTE EXTRANJERA
¿Quién era esta “gente extranjera” que estaba entre los israelitas? Existe la duda de a quien se refiere exactamente, y han surgido varias interpretaciones:
a. Unos dicen que son las personas de otras naciones que se les unieron en Egipto cuando los israelitas fueron librados de Egipto. Eran gentiles de otras naciones, tal vez también esclavos, que se unieron al pueblo de Israel en su liberación. En Éxodo se les identifica como una “multitud mixta” (heb. Ereb Rab):
(Éxodo 12:38) Subió también con ellos una multitud mixta, juntamente con ovejas y vacadas, una gran cantidad de ganado.
b. Otros interpretan la referencia de la “multitud mixta” como: las parejas de los israelitas que se casaron con egipcios u otros extranjeros, y los hijos que les nacieron de esa unión mixta.
c. Otra interpretación hace referencia a la palabra en hebreo, señalando que la palabra que se traduce como: “gente extranjera” en Números, no es la misma que en Éxodo (“multitud mixta”). En Números 11:4 se usa la palabra hebrea: Aspesuf, que se traduce como: plebe, turba, chusma. Era una parte del pueblo que se unió con mal ánimo para rebelarse, protestar y causar revuelta. No es difícil imaginar esto, porque en todo pueblo siempre hay revoltosos.
QUEJA POR LA COMIDA
Ya sea que los revoltosos eran extranjeros, mixtos, o una turba de israelitas…lo cierto es que ellos se quejaron porque sólo estaban comiendo maná. Consideraban que la comida en Egipto era mejor que lo que Dios les daba en el desierto.
(Números 11:5-6) Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;
y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
Es natural que el ser humano tenga antojos, pero cuando se da rienda suelta al alma, los deseos se pueden volver obsesiones que llevan a perder el control. Ellos sentían que su “alma se seca”, porque no han comido ciertas cosas, lo cual era una exageración (como cuando un niño dice que se está muriendo de hambre unas horas después de comer, sólo porque tiene un antojo). Lo que tenían no era hambre, sino un deseo o un antojo, o aún más serio, como lo dice en hebreo: “Ta’avah”, que también puede traducirse como: apetito, codicia, lujuria. Ellos tenían un deseo carnal, y le estaban dando rienda suelta.
Por otro lado, perdieron el toque con la realidad, porque se olvidaron que estaban en el desierto, y era un milagro en sí que tuvieran algo que comer. No sólo eso, sino que estaban muy cerca de entrar a la Tierra Prometida, donde podrían comer otros alimentos. Esto es importante resaltarlo porque el deseo por la comida de Egipto también llevaba implícito el deseo de regresar a Egipto. No era sólo un asunto de comida, sino de vida.
¿QUÉ ERA EL MANÁ?
El texto lo describe de la siguiente manera:
(Números 11:7) Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.
Era una especie de semilla o grano, de color amarillo. Y esta podía prepararse de varias formas para convertirlo en alimento.
(Números 11:8) El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.
Era una comida que venía del Cielo, y caía en la tierra.
(Números 11:9) Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.
El maná es una imagen hermosa de la provisión divina. Es uno de los mayores milagros que disfrutaron los israelitas en su travesía por el desierto, porque no sólo fue un evento de un día, sino un milagro diario. El hecho que no caía en el día de reposo, y que recibían el doble los viernes, hacía más notable el milagro. Pero en lugar de apreciarlo, lo menospreciaron.
¿Tenían hambre en el desierto? No era hambre, sino deseo. Ellos tenían suficiente para comer. La porción para cada uno era suficiente para dejarlos satisfechos. No era el cuerpo que tenía necesidad, porque tenían comida, sino que era el alma la que tenía deseos—y esa era la razón de la protesta.
LECCIONES DE ESTA HISTORIA
Esta historia nos deja lecciones muy importantes para la vida del creyente. Nos enseña sobre los efectos negativos de los deseos no controlados, la insatisfacción y la queja:
A. DESEOS DE LA CARNE
Los deseos de la carne son parte natural del ser humano, pero debemos aprender a someterlos para el servicio de Dios.
(Gálatas 5:16-17) Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
La voluntad humana es lo que nos separa de los animales, que sólo actúan por instinto. El hombre puede ejercer su voluntad para escoger lo bueno, lo correcto, lo espiritual, en lugar de escoger satisfacer los deseos carnales.
Jesús enseñó sobre esto al citar Deuteronomio (Mateo 4:4; Lucas 4:4):
(Deuteronomio 8:2-3) Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. 3Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
B. INSATISFACCIÓN
Todos tenemos antojos, pero ¿nos dejaremos llevar por ellos al punto de despreciar lo bueno que tenemos? La insatisfacción es una falta de agradecimiento que no permite ver lo bueno que Dios nos da, sino que lleva a menospreciarlo, y aún a despreciarlo.
Una persona ingrata y demandante exige que Dios le conceda sus propios deseos en lugar de buscar cual es el deseo de Dios. Esto es contrario al corazón de siervo, que se somete a la voluntad del Señor. Y también al corazón del amigo que busca el deseo del Señor, y se somete con alegría porque sabe que es mejor que el propio.
La insatisfacción es la actitud negativa de no apreciar lo que se tiene, sino que siempre desea más y más y más. Si se contemplan mucho los deseos, se abre una insatisfacción que nunca acaba—como un pozo sin fondo.
C. QUEJA POR TODO
La falta de agradecimiento va de la mano con la queja. Mucha gente se queja por todo porque nada los satisface. Son personas negativas que sólo ven lo malo, y no aprecian lo bueno que tienen. Sólo demandan, pero no aportan nada. No quieren asumir su responsabilidad, porque les gusta echar la culpa a otros. Es una actitud que destruye relaciones, con el prójimo y con Dios. Irónicamente, también trae insatisfacción personal.
Esta es la mala actitud que tenía la turba quejumbrosa de Números 11, y es una actitud que los creyentes debemos eliminar de nuestras vidas. Pablo hace referencia a esta experiencia en el desierto, y nos exhorta a que aprendamos de su ejemplo.
(1 Corintios 10:6) Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.
Más adelante, Pablo dice que estas lecciones no eran sólo para los israelitas de antaño, sino para todas las generaciones:
(1 Corintios 10:11) Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.
En el próximo episodio terminaremos de estudiar el capítulo once, y veremos las consecuencias de la queja, la insatisfacción y los deseos carnales…
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Enlace a otros capítulos: NUMEROS
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