Hoy comenzamos un nuevo capítulo, y con él se nos presenta un nuevo rey: Belsasar. Se calcula que pasaron aproximadamente 30 años desde los acontecimientos del capítulo anterior (Dan. 4). El texto dice que el padre de Belsasar era Nabucodonosor (Dan. 5:2), pero en realidad era su abuelo (la palabra “padre” se usa como referencia al principal ancestro).
TRASFONDO HISTÓRICO
Nabucodonosor (605-562 a.C.) fue el rey más poderoso de Babilonia, y su reinado fue el más longevo. A su muerte, su hijo Evil-Merodac (562-560 a.C.) heredó el trono; pero él sólo estuvo en el trono por dos años, ya que fue asesinado por el general Neriglisar, esposo de una de las hijas de Nabucodonosor. Neriglisar (560-556 a.C.) estuvo cuatro años en el poder, y fue sucedido por Nabonidus (556-539), el esposo de la otra hija de Nabucodonosor. El fue el último rey de Babilonia, pero sólo por título, ya que estuvo ausente por temporadas largas, dejando a cargo a su hijo Belsasar, a quien nombró como su corregente.
BELSASAR
El nombre Belsasar significa: “Bel (Baal) proteja al rey”
Irónicamente, la historia probará que Baal no era real, ni protegió al rey de la justicia del Dios verdadero, Jehová, Dios de Israel.
En contraste al poder y majestad del rey Nabucodonosor, Daniel nos presenta ahora otro rey muy diferente: El nuevo rey (corregente) Belsasar era dado al vino, a las fiestas, a las mujeres. Aparentemente, él era un rey disoluto y desenfrenado. Además, le gustaba impresionar a la gente, y con esto cometió un grave error:
(Daniel 5:1-2) El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino. Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas.
En tiempos antiguos, a los reyes les gustaba alardear de sus conquistas llevándose como botín los tesoros de los dioses de sus enemigos. Nabucodonosor lo hizo llevándose tesoros de Jerusalén para colocarlos en el templo de su dios (Dan. 1:2). Pero Belsasar fue un paso más allá en irreverencia, ya que no sólo los utilizó para adorar a sus dioses, sino que con ellos les dio de beber vino a los invitados de su fiesta.
(Daniel 5:3-4) Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
FALTA DE RESPETO A LO SANTO
En la guerra de Judá contra Babilonia, Dios permitió que destruyeran el Templo de Jerusalén, como castigo a su pueblo por su desobediencia impenitente. Por esa razón, Dios permitió que se llevaran las cosas sagradas del Templo. Pero Belsasar se pasó de la línea, tomando las copas del Templo de Jerusalén, para usarlas en la fiesta del palacio. El rey cometió un grave error al meterse con las cosas santas de Dios.
La Biblia dice que las cosas santas del Templo de Dios deben ser tratadas con el máximo respeto. Sólo los sacerdotes, descendientes directos de Aarón, podían tocar los utensilios del Santuario, a riesgo de muerte (Números 4:15,19).
Dios no permitió que ese rey profano y arrogante se burlara de las cosas sagradas. Por lo tanto, el Señor le mandó una señal en público:
(Daniel 5:5) En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que escribía.
Los cobardes reaccionan mal cuando se les confronta, y esa fue la reacción del prepotente Belsasar. Al ver la visión de la mano escribiendo, el rey se llenó de miedo. Tal vez sabía que el Dios de Israel había llegado a ponerlo en su lugar, tal como lo había hecho con su abuelo, Nabucodonosor.
(Daniel 5:6) Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.
Dios no manda juicio sin advertencia, y eso es lo que el rey recibió: un mensaje de advertencia del Dios de Israel, a vista de todos los invitados en el palacio real.
EL MENSAJE OCULTO
Todos los que estaban en la fiesta de Belsasar vieron la escritura en la pared. El problema es que nadie entendía el mensaje. Y para interpretarlo, el rey mandó a llamar a los sabios y adivinos.
(Daniel 5:7-9) El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino. Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la escritura ni mostrar al rey su interpretación. Entonces el rey Belsasar se turbó sobremanera, y palideció, y sus príncipes estaban perplejos.
Una vez más, los sabios de Babilonia no pudieron interpretar el mensaje enviado por Jehová, Dios de Israel. Tal como dice Pablo, lo espiritual sólo se entiende con la ayuda del Espíritu de Dios:
(1 Corintos 2:14) Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.
RECUERDAN A DANIEL
La reina fue quien recordó que Daniel fue el único capaz de interpretar los sueños y visiones de Nabucodonosor, y ella sugirió llamar al sabio judío, que para entonces tendría aproximadamente 80 años.
(Daniel 5:10-12) La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación.
El único que podía interpretar el mensaje de Jehová era Daniel, pues en él estaba el Espíritu de Dios.
DANIEL EN LA CORTE DE BABILONIA
En los primeros capítulos del libro, vimos que Daniel estuvo muy presente en la vida de Nabucodonosor. El joven judío comenzó como un siervo cautivo, pasó a ser consejero y sabio, hasta llegar a ser nombrado gobernador de Babilonia. Pero cuando llegamos a la historia de Belsasar, él está ausente en la corte, y da la impresión que el rey se había olvidado de Daniel.
La razón del “retiro” de Daniel parece ir más allá que la cuestión de su edad (pues ya tendría cerca de 80 años). Probablemente tiene que ver más con el diferente estilo de gobernar de Belsasar comparado con su abuelo. Nabucodonosor fue soberbio, pero al final reconoció a Dios; en contraste, Belsasar era un rey arrogante, necio y disoluto que nunca se arrepintió.
La posición de Daniel en la corte de Babilonia le dio una perspectiva única. Al ser observador directo y cercano de los reyes de Babilonia, él pudo entender mejor que nadie la figura de un tirano que controla al mundo. Lo que Daniel vio en lo natural le sirvió para entender mejor lo espiritual. Por eso, él va a ser la persona indicada para recibir la revelación del tirano que vendrá al final de los tiempos para controlar al mundo, también conocido como “la Bestia” o el anticristo (…de eso hablaremos en estudios futuros).
Lección anterior: Daniel 4:20-37
Lección siguiente: Daniel 5:13-31
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