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jueves, 26 de junio de 2014

HECHOS 15:1-12. Concilio de Jerusalén




Como hemos visto desde el principio del libro de Hechos, el Cristianismo surgió en el contexto del Judaísmo.  Jesús era judío y sus discípulos eran judíos, y ellos leían las Escrituras en hebreo y las estudiaban todos los días de reposo (heb. Shabat) en las sinagogas.  En cierta forma, podría decirse que los seguidores de Jesucristo (heb. Yeshua HaMashiaj) formaron una “secta judía”, pues ellos siguieron practicando el judaísmo tradicional pero con la convicción innovadora de que Jesús era el Mesías.  Otra diferencia significativa es que Jesús les enseñó a no dejarse llevar por las tradiciones de los hombres, sino a seguir sólo la Torá, la instrucción escrita (que se conoce en español como Pentateuco).  Por esta razón, Jesús chocó con los líderes religiosos de su época, ya que las creencias y prácticas de los fariseos y saduceos estaban más basadas en las tradiciones de los ancianos, es decir, la interpretación que los líderes religiosos le dieron a la palabra de Dios.  

Cuando la puerta de la fe se abrió a los gentiles, surgió la duda si éstos nuevos creyentes debían “convertirse” al judaísmo o no.  Los mismos apóstoles estaban revisando lo que ellos creían, pues mucho del judaísmo tradicional se apegaba a la Palabra de Dios pero otras tradiciones no.  Entonces, ¿debían esperar que los creyentes gentiles se convirtieran al judaísmo o no?  ¿De qué dependía la salvación: de la afiliación a la religión judía y el cumplimiento de la Ley, o bastaba sólo la fe en Jesucristo? Estas preguntas van a surgir en el capítulo 15, y los líderes cristianos tratarán de responderlas…

(Hechos 15:1-2)   Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 
(2)  Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión. 

Pablo y Bernabé habían visto lo que el Señor estaba haciendo entre los gentiles, no sólo en Antioquía sino en Chipre y Asia Menor (en su primer viaje misionero).  Y lo siguieron experimentando en su camino hacia Jerusalén, cuando iban a reunirse con los apóstoles para discutir el tema.  
(Hechos 15:3)  Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. 

Pedro también había recibido la revelación de la aceptación a los gentiles en la visión en la azotea y en su viaje a Cesarea, cuando visitó la casa de Cornelio (cap. 10 & 11).  Sin embargo, Pedro todavía tenía cierto conflicto interno y no quería quedar mal con sus hermanos judíos (como vimos al final de la entrada pasada). 

La revisión de paradigmas continuaba, pues muchas de las doctrinas provenían de la interpretación de los ancianos.  Aunque debemos reconocer que en el Judaismo hay mucha sabiduría, no todas sus interpretaciones reflejaban el espíritu de la Ley ni el corazón de Dios.  Según la doctrina judía, un gentil no podía formar parte del pueblo de Dios a menos que se convirtiera, lo cual implicaba circuncisión e inmersión en el agua.  Los creyentes de la línea farisea sabían esto, y por ello estaban insistiendo que se aplicara esta norma a los creyentes gentiles.  La pregunta es si esto era un mandamiento de Dios o si sólo era una interpretación de hombres.   

Los apóstoles estaban aprendiendo en el camino cómo manejar el influjo de creyentes gentiles que se les estaban uniendo.  Pero la cuestión ya no podía ser dejada a la deriva, sino que debía ser tratada formalmente.  Por eso los apóstoles convocaron a una reunión especial para discutir el tema y llegar a una conclusión…

CONCILIO DE JERUSALÉN  
La mayoría de los apóstoles vivían en ese tiempo en Jerusalén, y allí fue donde convocaron la reunión especial para tratar el tema de los creyentes gentiles.  Sólo debían esperar la llegada de Pablo y Bernabé, quienes estaban en Antioquía en ese momento.   
(Hechos 15:4)  Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. 

Pablo y Bernabé compartieron todos los milagros que habían presenciado, y les contaron cómo los gentiles se estaban uniendo a ellos.  Pero el conflicto que los había reunido no tardo en surgir…
(Hechos 15:5)  Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos,  y mandarles que guarden la ley de Moisés. 

Ese tema era precisamente el que iban a discutir en el Concilio: ¿Deben los gentiles creyentes guardar la Ley y circuncidarse en el proceso de su conversión? 
(Hechos 15:6)  Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 

TESTIMONIO DE PEDRO
Así comenzó la discusión…pero luego Pedro se levantó a dar su testimonio, lo cual fue crucial para llegar a la solución del conflicto de opiniones…
(Hechos 15:7-9)  Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.  (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;  (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 

Tal como vimos en el capítulo 10, Pedro también se sorprendió que Dios incluyera también a los gentiles, pues muchos de ellos vivían un estilo de vida que no iba acorde con el orden de Dios.  Sin embargo, los corazones de estos gentiles estaban dispuestos hacia Dios, y esto fue suficiente para que el Señor los tomara en cuenta.   Pedro explicó que la salvación no viene por el cumplimiento perfecto de la ley, sino por la fe en Jesucristo.  Esto no quiere decir que Dios haya hecho a un lado Su Ley, pues el orden de Dios sigue vigente ya que es eterno y no cambia.  Pero, en lugar de demandar el cumplimiento de la Ley “antes” de ser incluidos, debían aceptar que cualquiera podía ser incluido por fe, y luego podría enderezar su camino aprendiendo a vivir como Dios manda (porque eso es bueno, pero no porque eso los salvará). 

Cuando los fariseos hablaban de la Ley, no sólo se referían a la Torá escrita (que conocemos como el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio); ellos también estaban contemplando la Ley Oral (leyendas, interpretaciones y tradiciones de los ancianos a través de la historia), la cual es tan compleja que sólo los expertos la conocían, y nadie la podía cumplir a cabalidad.  Si los más religiosos no podían cumplir la Ley a la perfección, tanto escrita como oral, entonces Pedro argumentaba por qué iban a exigir eso de los gentiles creyentes.
(Hechos 15:10-11)  Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?  (11)  Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. 

Estas palabras de Pedro resumen la respuesta a la pregunta.
Pregunta: ¿Tienen los gentiles creyentes que circuncidare para considerarse salvos?
La respuesta: La salvación viene por fe y por la gracia, no por el cumplimiento de la Ley.  Esto aplica a todos, judíos y gentiles.

Más adelante, Pablo escribió sobre este tema en sus cartas.   Está muy bien resumido en el capítulo 3 de Romanos (leeremos un gran fragmento de éste, ya que esta explicación es muy importante para comprender este punto que se estaba discutiendo en el Concilio de Jerusalén). 
(Romanos 3:9-31)  ¿Qué, pues?  Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.  (10)  Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;  (11)  No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios.  (12)  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.  (13)  Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;  (14)  Su boca está llena de maldición y de amargura.  (15)  Sus pies se apresuran para derramar sangre;  (16)  Quebranto y desventura hay en sus caminos;  (17)  Y no conocieron camino de paz.  (18)  No hay temor de Dios delante de sus ojos. 

Pablo argumentaba que los judíos criticaban a los gentiles de no vivir según el orden de Dios; y aunque esto era cierto, Pablo los confrontó diciendo que ni los más religiosos podían decir que habían cumplido la Ley a la perfección.  “No hay justo, ni aun uno…todos se desviaron” (Rom. 3:10,12), y todos necesitamos de la gracia de Dios para ser perdonados.
(Romanos 3:19-20)  Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;  (20)  ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;  porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. 

Si todos hay pecado, ¿cómo podremos salvarnos?  Pablo explica que lo único que nos justifica es la fe en Jesús, quien murió para pagar por nuestros pecados.
(Romanos 4:21-26)  Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;  (22)  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.  Porque no hay diferencia, (23)  por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia,  los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo,  y el que justifica al que es de la fe de Jesús. 

Ante esto, nadie puede creerse superior a otro…
(Romanos 3:27-31)  ¿Dónde, pues, está la jactancia?  Queda excluida.  ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras?  No, sino por la ley de la fe.  (28)  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.  (29)  ¿Es Dios solamente Dios de los judíos?  ¿No es también Dios de los gentiles?  Ciertamente,  también de los gentiles.  (30)  Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.  (31)  ¿Luego por la fe invalidamos la ley?  En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.

Este último punto de Pablo es muy importante, ya que no podemos descartar la Ley sólo porque somos salvos por fe. 

Primero debemos reconocer que somos salvos por fe, todos—sin importar cuán bueno o malo haya sido uno.  Luego de reconocer que hemos sido redimidos por la gracia de Dios, debemos vivir de forma que honremos el sacrificio por el cual fuimos limpiados.  
(Tito 2:11-14)  Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, (12)  enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (13) aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (14) quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Ante la explicación de Pedro, todos en el salón callaron.  Esto abrió el espacio para que Pablo y Bernabé dieran testimonio de lo que el señor estaba haciendo entre los gentiles.
(Hechos 15:12)  Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles. 


En la próxima entrada leeremos la opinión de Jacobo sobre el asunto, y la conclusión final a la que llegan…

2 comentarios:

  1. Excelente análisis sobre estos versículos, vivimos en un cristianismo en el que aún actuamos de esta manera incorrecta, imponiendo costumbres, leyes de hombre cuando es la Gracia por medio de Jesucristo y la justificación por la fe, por la que somos redimidos.

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  2. Es verdad único la salvación es por medios de la fe creer en la obra de nuestro señor Jesucristo que pagó en la cruz el precio del pecado derramando su último gota de sangre preciosa para limpiar todos nuestros pecados apocalipsis 1:5

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